Este miércoles, 2 de julio, ha dado
comienzo el curso de verano, en el centro asociado de UNED en Guadalajara,
titulado ‘El camino de la Santidad Femenina. Triunfo y olvido en los
procesos, estados y modelos de espiritualidad en la Edad Moderna’. Un curso
que nace de la cuestión sobre el escaso número de mujeres que llegan a la
canonización durante la Edad Moderna. Frente a unos ochenta hombres que fueron
elevados a los altares, sólo cinco mujeres lo lograron: Santa Catalina de Siena
(1461), Santa Teresa de Jesús (1622), Santa Isabel de Portugal (1625), Santa
María Magdalena de Pazzi (1669) y Santa Rosa de Lima (1671). Esta formación está
dirigida por Esther Alegre Carvajal –catedrática de Universidad de Historia del
Arte. UNED– y coordinada por Alejandra B. Osorio –Associate
Professor of History, Wellesley College, Boston (USA)–.
La primera conferencia ha llevado por
título ‘Estudiando las santas vivas, ¿un modelo de santidad femenino exitoso
o fracasado?’, y ha sido impartida por Rebeca Sanmartín Bastida –catedrática
de Universidad. Universidad Complutense de Madrid–.
El concepto de santas vivas propone
analizar un primer modelo de santidad femenina anterior al de Teresa de Jesús
durante la época de la Contrarreforma. Aunque Teresa, que fue canonizada en
1622, ha sido ventral el estudio de esta época, es necesario resaltar que no
fue una etapa uniforme. Este modelo, situado entre Catalina de Siena y Teresa
de Jesús, está formado por varias mujeres castellanas que vivieron entre 1400 y
1550, y se acogen, en parte, al ideal de las sante vive italianas. Mientras
que en Italia la historiografía sobre la Contrarreforma ha estudiado el desarrollo
de ese modelo previo al Concilio, en España los trabajos sobre la santidad
femenina han partido de la canonización de Teresa para analizar a sus seguidoras.
Influenciadas por Santa Catalina y sus
imitadoras italianas, las santas vivas castellanas vivieron revelaciones,
carismas y participaron en la salvación de almas del Purgatorio; intentaron
reformar la Iglesia y, con sus dones proféticos, intervinieron en la política;
algunas realizaron milagros en vida; practicaron ayunos y penitencias extremas,
y contaron con un público que registraba a nivel documental sus trances.
Pero, a diferencia de sus homólogas en
Italia, ninguna ha sido beatificada o canonizada hasta ahora.
Hasta la canonización de Teresa, estas
mujeres albergaban una reputación de santas en base a un culto popular, pero también
en publicaciones autorizadas por las autoridades civiles y eclesiásticas
postridentinas, donde sus vidas eran recogidas, glosadas y aplicadas al nuevo
clima religioso. La reescritura de sus biografías, entre 1588 –cuando se
reanudó la causa de canonización tras la Reforma– y 1625 –cuando se
establecieron las primeras normas contra los cultos no autorizados–, explica
cómo fueron evolucionando los conceptos de la santidad femenina antes de que
Teresa se convirtiera en paradigma, relegando de alguna manera el modelo
anterior.
La segunda ponencia de la tarde ha
sido ‘María Magdalena, modelo de santidad mundana’, a cargo de
María Morrás Ruiz-Falcó –catedrática de Universidad. Universidad Pompeu
Fabra (Barcelona)–.
Morrás ha subrayado que María
Magdalena propone un modelo de santidad “singular” que deriva de su “proximidad
a Jesús”, pues se trata de una discípula, al igual que el resto de apóstoles.
Otra diferencia importante es que María Magdalena “no es una virgen”, a
diferencia de otros casos como el de las vírgenes mártires.
María Magdalena es la figura bíblica
que “mejor permite aproximarse al estudio del género” en los textos religiosos.
Resume en su concepción tres figuras, por un lado, es “predicadora”, se trata
de una “pecadora arrepentida” y también es representada como “esposa o novia”
de Cristo. Es el "epítome de la mujer cristiana ortodoxa" como testigo de la
resurrección de Jesús y portadora de su palabra, su fiesta es el 22 de julio y
su oficio tiene lugar el sábado por la tarde. El personaje de María Magdalena
ha sido identificado en varios personajes bíblicos: María de Magdala, María de
Betania, la pecadora arrepentida que ungió los pies de Jesús en casa de un
fariseo o la samaritana que da de beber a Cristo.
María Magdalena es “figura de Cristo,
de la Virgen María y de la humanidad”, ha resaltado Morrás. Si bien existe una tradición
en la que María Magdalena se retira a Éfeso, lugar en el que fallece, la Leyenda
áurea sostiene que el personaje, encarnado en la figura de María de Betania,
junto a sus hermanos Marta y Lázaro, debido a las persecuciones contra los cristianos,
acaba en Marsella predicando la palabra de Cristo.
En sus representaciones pictóricas
suele ser rubia o pelirroja y, en ocasiones, aparece de espaldas a los pies de Cristo.
También suele ser mostrada como ermitaña en contemplación o en éxtasis. Además,
suele figurar como integrante de una corte celestial. Por otra parte, en algunos
retratos pictóricos de algunas mujeres de la nobleza se establece una
identificación en los rasgos con los de María Magdalena.
La jornada ha culminado con una mesa de debate a cargo de las dos ponentes y moderada por Esther Alegre Carvajal y Alejandra B. Osorio.
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