miércoles, 2 de julio de 2025

La eternidad efímera: la visión de la Muerte en túmulos, catafalcos y panteones de inspiración clásica (siglos XVIII-XIX)

Tercer y último día de este interesante Curso de Verano sobre "La segunda vida del arte clásico: pervivencias, cambios y renacimientos", en la que la coordinadora de Extensión Universitaria, Actividades Culturales y Profesora Tutora del Centro Asociado de UNED en Guadalajara, Rebeca Cantarero García-Blanco, nos hablará sobre "La eternidad efímera: la visión de la Muerte en túmulos, catafalcos y panteones de inspiración clásica (siglos XVIII-XIX)", con el que la ponente quiere mostrar cómo el arte clásico influyó en este tipo de elementos mortuorios.


La arquitectura efímera eran elementos o estructuras erigidas de cara a celebraciones o ceremonias como bodas, funerales, etc. decorando calles y plazas, simulando monumentos y que se destruían a los pocos días. Esa temporalidad, -confiesa la ponente-, conlleva un problema de fuentes al no dejar huella en su mayoría de su existencia".

Cuando el miembro de la familia real o nobiliaria moría en el Barroco, había que seguir una serie de protocolos que incluían este tipo de túmulos o catafalcos que se erigían en el centro de las iglesias, acompañados de telas negras que taparan la luz, salvo la de las velas. En los templos también se colgaban esqueletos coronados que recordaban el reino de la muerte.

En el catafalco de Maria Luisa de Saboya, en 1714 en Guadalajara, por ejemplo, primó el orden dórico que se reservaba a los hombres, frente al femenino, que era el corintio.. Con ello, se quería recordar el papel masculino que había desempeñado en su vida cubriendo la ausencia de su marido, Felipe V. Hay otras alusiones al lenguaje clásico en sus exequias. El funeral comienza con una carta del Rey anunciando la muerte y las instrucciones para comenzar la organización de las exequias a la ciudad. "Están documentadas las cuentas de gastos -para los que la ciudad no tenía dinero y tuvo que pedir préstamos a varias familias y al propio Rey, además de tener que rebajar el sueldo de los trabajadores públicos-". En las iglesias se colgaban una especie de jeroglíficos que había que descifrar protagonizados siempre por la muerte, además de versos, octavas y espacios un tanto lúdicos que había que desentrañar.

Los templos romanos y griegos son los modelos tanto de los túmulos como, con la aparición de los cementerios, de los posteriores panteones, como fue el caso del de Carlos III con modelos completamente clásicos, como los arcos del triunfo que emulan a los reyes como emperadores, o templos dóricos griegos; o el del Duque de Osuna en el que incluye obeliscos egipcios. También en el exterior de las iglesias se decoraban y se cambiaban, tapando posibles elementos que no se querían mostrar con telas.

Las urnas sepulcrales están inspiradas en las urnas funerarias clásicas, sobre las que se erigía un obelisco, que les daba más monumentalidad. Es el caso del monumento a los héroes del 2 de Mayo en Madrid, el primero con esta estructura. Los restos se trasladan en lujosos carros fúnebres también inspirados en los romanos. Para la celebración también se construyó un templete efímero en el lugar donde murieron de inspiración claramente clásica, adaptada a su función y decorándolo con calaveras.

En el siglo XVII se pasa de lo efímero a lo eterno. La nobleza solía enterrarse dentro de las iglesias desde la Edad Media, pero Carlos III prohíbe en una cédula de 1767 enterrar dentro de las iglesias y construir cementerios fuera de las ciudades por motivos de salubridad. La nobleza y la burguesía se adaptan entonces y erijen panteones que reafirmar su poder y legitimidad.


Como ejemplo, la profesora Cantarero pone el panteón de los Marqueses de Villamejor en el cementerio de Guadalajara. Este panteón tiene un pórtico clásico con una escalinata coronada por una cúpula y contiene numerosos símbolos cristianos.

Al lado se encuentra el panteón de la familia Cuesta, inaugurado en 1914 y obra de Manuel Garnelo, un túmulo de mármol gris con esculturas que representan la muerte y otros personajes, de clara inspiración helenística usando la técnica de los paños mojados.

Y otro ejemplo de la arquitectura funeraria local es el Panteón de la Duquesa de Sevillano, obra del arquitecto Ricardo Velázquea-Bosco, Las esculturas son obra de Ángel García. La principal representa el último adiós con tres ángeles femeninos que cantan las virtudes de la duquesa con otros cuatro personajes que portan el sepulcro tapado con una tela y una corona condal. "Todos los elementos son de clara inspiración clásica con referencias a la Victoria de Samotracia", en opinión de la ponente.

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