Segunda sesión sobre las jornadas
dedicadas a la santidad femenina, esta vez en turno matinal, con una primera
conferencia titulada ‘Entre la idolatría y la santidad hay sólo un milagro.
Santa Rosa de Lima, la extirpación de Idolatrías y la política de la santidad’,
a cargo de Alejandra B. Osorio –catedrática de Wellesley College, Boston (USA)–.
Lima fue fundada “ex novo”
en un desierto costero del Imperio Inca, construyéndose "desde abajo".
El virreinato del Perú fue creado en 1542 y las
campañas para extirpar las idolatrías en Lima se iniciaron en 1609.
Para 1630, la ciudad ya “contaba con
más de 40 iglesias y capillas, y se estimaba que más del 10% de su población
vestía hábitos religiosos”. Entre 1580 y 1620, Lima albergó a un gran número de
individuos asociados a la santidad, o quienes declaraban vivir una vida
beatífica o venerable. El auge en la construcción de parroquias, iglesias,
conventos y monasterios de clausura, sumado a un aparente fervor religioso, le
valió a la capital virreinal el apelativo de "ciudad monasterio".
En estos años se hicieron los primeros
esfuerzos para canonizar a Santa Rosa de Lima. A pesar de contar con una población
heterogénea, Lima, se convirtió en una ciudad pía y devota. La extirpación de
idolatrías fue una práctica contrarreformista. Este movimiento ofreció un
cambio epistemológico que dio con nuevas prácticas políticas y culturales.
En la Lima virreinal, la idolatría constituyó una de las prácticas que se intentaron eliminar de raíz. Lo que dio lugar a procesos inquisitoriales que afectaron tanto a indígenas como a mestizos, negros y españoles.
Tras las doctrinas de la Reforma católica,
se buscó infundir miedo en los feligreses tras las homilías y generar una capa
de reflexión en la población y la creación de una conciencia cristiana. Muchos de los testimonios en los juicios de
extirpación eran confesiones voluntarias. La anticoncepción y el aborto se
consideraban una corrupción del tejido moral de la comunidad. La hechicería se
practicaba de manera habitual por parte de las mujeres frente a diversos
problemas surgidos en la relación con los hombres –como adulterios y diversos
tipos de violencia conyugal–. En estas prácticas era tan habitual emplear
amuletos indígenas como iconografía cristiana. Las sanaciones con reliquias
eran venerables o maléficas según las características de estos ítems y las palabras
u obras asociadas a ellas.
En el siglo XVII las órdenes
religiosas de Perú promovieron numerosas candidaturas a la santidad. Esto
supuso un gran auge de hagiografías y la presentación de expedientes para la
canonización en Roma. Los procesos para datar estos hechos incluyeron
interrogatorios a los testigos de los méritos de santidad. La proliferación de
vidas de santos como Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Juan Macías,
San Francisco Solano y Santo Toribio de Mogrovejo supusieron una proyección
exterior de la imagen del virreinato del Perú. La monarquía española tuvo un papel
relevante en la consecución de la canonización de Santa Rosa de Lima en 1671,
de esta forma se buscaba otorgar al virreinato del Perú la imagen de foco de
santidad.
La promoción
de santos por parte de Lima coincidió con la consolidación del poder político
de los Austrias españoles en el virreinato y con el periodo de mayores
cargamentos de plata de Potosí enviados a la corte real. Estas contribuciones
de plata eran enormes frente a las de otros lugares como México. La promoción
de la santa limeña y otros candidatos fue un aspecto importante de la
"nueva economía de favores y mecenazgo" de la monarquía de los
Austrias, para ordenar las relaciones sociales, económicas y políticas en la
ciudad y en el imperio.
La superioridad espiritual que Lima
alcanzó con la canonización de Santa Rosa en 1671 fue utilizada por la ciudad
para ejercer su dominio y soberanía como "legítima capital" sobre el
resto de las ciudades del virreinato y para asegurar su "lugar
privilegiado en la jerarquía urbana católica" del imperio. Este proceso
fue particularmente estratégico en el contexto de la disputa legal entre Lima y
Cuzco sobre cuál sería la capital del virreinato. Lima usó la promoción de
Santa Rosa para afirmarse como capital legítima y relegar a Cuzco a un estatus
secundario.
La segunda conferencia, ‘El
"oficio de santa": Vida cotidiana y santidad femenina en la Edad
Moderna de la Monarquía Católica’, ha sido impartida por Ana Morte Acín –profesora
Contratada Doctora. Universidad de Zaragoza–.
La entrada en la vida religiosa
atendía a diversos motivos. Por un lado, algunas mujeres tenían una intensa llamada
vocacional. Aunque, la vida en el convento podía resultar interesante a pesar
de no contar con una clara vocación. En otros casos, algunas mujeres se vieron
obligadas a ingresar de manera forzosa. Si bien encontraban algunas ventajas en
la entrada al convento, la vida allí no era siempre idílica y reproducía
algunos de los patrones nocivos del mundo exterior.
Existe una evidente heterogeneidad en
los tipos de órdenes y formas de vida de las mujeres que optaban al camino de
santidad. En el modelo hagiográfico se aprecia una infancia inclinada a la fe y
dones sobrenaturales. La lucha contra el demonio y la muerte ejemplarizante.
No obstante, muchas de las
candidaturas a los procesos de santidad no tenían la posibilidad de llegar al
reconocimiento de Roma. Sin embargo, para las órdenes era prestigioso
promocionar sus vidas. Las estrategias después del Concilio de Trento buscaban
promulgar nuevos preceptos y actitudes morales, que estas mujeres ayudaban a
fomentar.
Estas religiosas no sólo se limitaban
al ámbito espiritual, intervenían en conflictos privados y familiares como consejeras
o mediadoras. Por otro lado, las curaciones que practicaban contribuían de
alguna manera a la economía conventual. Estas figuras eran un polo de atracción
tanto para nuevos ingresos en las órdenes, como para reclamar el interés de los
fieles susceptibles de realizar donaciones o legar bienes.
La santidad se movía siempre en un “equilibrio
muy frágil”, puesto que no se podía demostrar. La falta de familiaridad con la
doctrina era susceptible entrar en conflicto con el Santo Oficio. Otro problema que podía derivar en un cuestionamiento de la condición de estas mujeres era
el lucro personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario