martes, 22 de junio de 2021

PRIMERA JORNADA: EL VESTIDO Y LA MODA: SU CONTEXTO EN LA ÉPOCA MODERNA


EL VESTIDO Y LA MODA EN LA ÉPOCA MODERNA



La inauguración de esta nueva edición de los cursos de extensión universitaria del Centro Asociado de la UNED en Guadalajara comenzó con una intervención de Esther Alegre, del Departamento de Historia del Arte de la UNED, quien presentó 'El vestido y la moda en la Época Moderna'. La profesora señaló que "en los últimos cursos de verano se ha prestado especial atención a la mujer", un enfoque del que se mostró especialmente satisfecha y adelantó que este año "continuaremos con esta labor". 


Alegre quiso destacar "la siembra que hemos realizado sobre la historia de las mujeres, que a lo largo de estas ediciones ha demostrado una enorme acogida e interés". "El tema de este año merece un análisis en todas sus dimensiones", indicó. Seguidamente, presentó a Amalia Descalzo, profesora de Cultura y Moda de la Universidad de Navarra, especializada en los siglos XVI, XVII y XVIII. 


El vestido y la moda en la España Moderna




La experta en cultura y moda comenzó mostrando su "agradecimiento" por formar parte de estos cursos y dijo que quien más ha aportado en estos tres siglos a la moda femenina ha sido la vestimenta masculina y, especialmente, la del ámbito militar. "En el siglo XVII la palabra moda se utilizaba con el mismo significado que usamos hoy en día", explicó. "El vestido era la forma más esencial de pertenencia a una cierta clase social". En la Edad Moderna "vestirse era costosísimo, por los tejidos, los tintes, etc.". 


La moda fue objeto de regulación por parte de los gobiernos y como ejemplo citó algunas pragmáticas publicadas por Felipe IV y V que pretendían controlar usos en el vestir. Sin embargo, muchas de ellas no tuvieron ningún seguimiento por parte de ciertos estamentos de la población. 


La corte de los duques de Borgoña fue la primera en dictar cánones en la moda. En España, fueron los Reyes Católicos quienes más influyeron en la moda. Sin embargo, fueron los verdugados -un tipo de saya de la indumentaria femenina cortesana a partir del siglo XVI- quienes más impacto tuvieron, a pesar de las prohibiciones de la iglesia. Otra aportación de la moda española fueron las camisas bordadas con hilos de seda y motivos que recordaban al mundo árabe. "Uno de los regalos más destacados de la moda española al exterior", dijo la profesora, quien también mencionó otras como el trenzado envuelto en tela y los chapines. 


En el siglo XVI, Europa entra plenamente en la Edad Moderna y el vestuario no fue ajeno. En este siglo se comenzaron a ver vestidos de dos piezas, la blusa y la falda, lo que también revolucionó las prendas interiores. Los 30 primeros años de este siglo ensalzaron la figura humana con el mencionado verdugado, amplios escotes y zapatos altos, mientras que la contrarreforma religiosa cambió esta tendencia. Un ejemplo fueron los precursores de los corsés, el cartón de pecho, que convertía la figura femenina en plana. 


En cuanto a la moda masculina, el vestido más de moda era un sayo más o menos largo y abierto por delante y por detrás para poder montar a caballo. Con la llegada de Carlos I, se produjeron cambios como la bragueta y las denominadas cuchilladas en los vestidos masculinos. Pero también fue la época en la que las calzas o jubones se dividieron en muslos y medias, una indumentaria similar a un pantalón a media pierna y una medias tal y como las conocemos hoy en día. 


Durante la época de Felipe II, a esta indumentaria se añadió otra prenda denominada 'ropa', muy similar a lo que ahora conocemos como abrigo. "Si algo caracteriza esta época es que el vestido controla mucho los movimientos, tanto en la figura femenina como masculina", explicó. A partir de aquí, los protagonistas fueron las alzas y los cuellos 'lechuguilla'. Puso como ejemplo un retrato de Felipe II vestido de negro "el color más elegante y caro del momento".


En cuanto a la moda infantil, "no existía ninguna diferencia entre los niños y las niñas".


En el siglo XVII, España pierde parte de su poder económico y, consecuentemente, declina en otros aspectos como la moda. "Europa se viste como en Francia", dijo. Felipe IV publicó una ley en la que prohíbe el cuello de 'lechuguilla'. Este se cambió por el cuello de golilla con una valona y continuó con el color negro. 


En la moda femenina de esta época, comienzan a verse las mangas de punta o las puñetas. Otra prenda digna de mencionar es un primitivo corsé, que en España se llama cotilla y el guardainfante, que destacaba las caderas femeninas. 


El siglo XVIII , con los primeros borbones, destaca por una dualidad en el vestir. Felipe V vestía oficialmente con las prendas que "significaban ser español". No obstante, en su casa y en la intimidad utilizaba prendas afrancesadas, que incluyen  peluca, casaca, chupa y corbata. 


Las mujeres adoptaron el corsé con varas metálicas o de ballena y el tontillo, pero diferenciada de la francesa por una ornamentación más profusa. Con los años, llegó la moda francesa con un vestido, denominado bata, más suelto y estéticamente cercano al rococó. En la segunda mitad del siglo XVIII llegó la 'polonesa', un vestido más corto y que se usa en principio para pasear. "Las personas comienzan a tomar conciencia de que hay que aligerar los vestidos", explicó la profesora, quien aludió a las recomendaciones de los médicos sobre el uso del corsé y los peligros para la salud. 


En la segunda mitad de siglo llegó un tercer vestido, el vaquero hecho a la inglesa, que ya no tiene corsé ni tontillo y el vestido camisa, que deja ver las formas del cuerpo, lo que supone un paso más hacia la moda conocida como hoy en día. Además, a finales de siglo se abolieron todas las pragmáticas, "cada persona podía vestirse como quisiera o como le permitiese su bolsillo", finalizó la experta en moda.


El calzado en la Edad Moderna





Inmaculada Cerrillo, profesora de la Escuela Superior de Diseño de La Rioja y doctora por la Universidad Autónoma de Madrid, abordó el tema de la moda desde la perspectiva del calzado como complemento y distinción en el vestir. 


Al inicio de su conferencia, que fue online, mencionó el libro 'El traje en los tipos sociales en El Quijote', de Carmen Bernis, "un referente para el estudio del calzado en la Edad Moderna. En el siglo XVI, "España era un lugar donde se marcaban las tendencias", indicó, para explicar que para entender el calzado de esa época hay que recurrir a las artes plásticas y la literatura.


En un pequeño recorrido anterior al siglo XVI, dijo que existen restos de calzado desde la prehistoria, que se han conservado en las cuevas. Los primeros se realizaban con cuero y hierba seca para protegerse de las piedras y la humedad. De Egipto, también se conservan sandalias que se utilizaban en ocasiones especiales, porque en general andaban descalzos. En la antigüedad clásica, el zapato ya era un símbolo de distinción: los esclavos iban descalzos y los ricos llevaban piezas de cuero de colores. En el siglo XIV y XV, los zapatos ya estaban más generalizados, junto con las botas que se realizaban directamente sobre el pie. 


El Renacimiento concede una atención especial tanto a la ropa como al calzado. Hombres y mujeres se mandan retratar con sus mejores indumentarias. A principios del siglo XVI, los zapatos son rectos, anchos, perforados y cómodos. Estaban realizados en pieles de varias calidades que se podían cubrir de lana, seda o brocados. Los zapatos metálicos estaban reservados al ejército. 


Los borceguíes eran zapatos de piel flexible vuelta, muy cómodos y eran usados por los trabajadores. Las botas eran más lujosas y resistentes, las vestían monarcas y nobles y podían llegar hasta la rodilla.


En el siglo XVII, el calzado va en el mismo color que el traje, las botas se hacen mucho más anchas y se generaliza el tacón para que el jinete fuera más cómodo cabalgando. Mientras tanto, la bota en el resto de Europa se convierte en calzado urbano, y no está reservada a los retratos, los jinetes y el ejército. 


La profesora, siempre desde la perspectiva que ofrecen las artes plásticas, ilustró su conferencia con varias anécdotas como que hasta el siglo XIX no había zapato derecho e izquierdo, ambos tenían la misma horma. El zapato negro era el del pueblo y el blanco y el rojo eran para los nobles y reyes. En el siglo XVI, el zapato castellano era indistintamente de hombre o mujer. 


En el caso de las mujeres, era signo de decencia llevar los pies ocultos, aunque fuesen bien calzadas, por lo que no existe en la pintura tanta profusión de ejemplos como en el caso de los hombres.


En el siglo XVII, el calzado comienza a tener dos orejas a las que se acoplan cintas o hebillas. La decoración se hace más profusa según va avanzando el siglo. Francia comienza a marcar tendencias en la moda y el calzado se vuelve más recargado con rosetones y diferentes colores. Como ejemplo, mencionó a Luis XIV que incluyó tacones de hasta siete centímetros para parecer más alto. También puso de moda los tacones rojos. En esta época se incorporan bordados, brocados y repujados en los zapatos. Los hombres menos acaudalados van incorporando los accesorios de reyes y nobles. 


Para la experta en calzado, el chapín merece una mención especial. Existen noticias de este zapato desde el siglo XIV. Hay varias teorías sobre su procedencia, aunque España y Venecia son las más relevantes. Era muy elevado, con plataformas de hasta 12 centímetros y los usaban mujeres que tenían que ir acompañadas, ya que les impedía moverse con normalidad. Era el zapato fundamental en las mujeres españolas. Las más pudientes los llevaban repujados e incluso con incrustaciones de oro, plata o piedras preciosas y las menos pudientes, llevaban otros más sencillos. Los precursores de los chapines son las sandalias que llevaban los romanos a las termas. 


No obstante, las mujeres españolas también llevaban otros zapatos muy ornamentados con telas y brocados, indicó antes de finalizar su exposición hablando de las chinelas que eran zapatos para estar en casa, destalonados y muy cómodos, que también iban a juego con el vestido. 




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