TERCERA JORNADA: REINAS Y NOBLES ENCARCELADAS: LA RECLUSIÓN FEMENINA EN LA EDAD MODERNA (SIGLOS XV-XVIII)
Vanessa de Cruz, profesora ligada a la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, realizó una exposición sobre cómo vivían las damas de la reina en la Corte de Felipe II, así como las razones por las que algunas de ellas fueron encerradas. La investigación la ha llevado a cabo a través de la correspondencia que estas mujeres mantenían con su familia y amistades.
Inició la conferencia explicando las tareas que llevaban a
cabo y los beneficios que disfrutaban debido a su posición. Dentro de la casa
de la reina –única institución femenina de la época-, las mujeres se separaban
en distintas clases y se dedicaban a ayudar a vestir y peinar a la reina,
asistir a comidas públicas, llevar la contabilidad y actividades educativas
como la música o la lectura. Sin embargo, la escritura de cartas se convirtió
en una tarea especial, ya que les permitía mantener el contacto con el
exterior.
El encierro de algunas de estas mujeres fue provocado por
malos comportamientos como escándalos amorosos –Felipe II se ocupaba de
buscarles marido-, participar en negocios particulares o hablar en su correspondencia
de ciertos asuntos considerados secretos de estado. Uno de los encierros más
documentados, dijo la profesora, fue el de María de Dietrichstein.
La investigadora explicó que, para muchas de ellas, “estos
encierros se convirtieron en una muerte en vida, porque socialmente
desaparecían”.
Esther Alegre,
profesora titular de Historia del Arte en la UNED, cerró este último curso de
verano con una exposición sobre madres e hijas encerradas por decisión real.
Habló de dos ejemplos muy significativos, el que sufrieron Juana de Castilla
junto a su hija Catalina y el de Ana de Mendoza (princesa de Éboli) junto a
Ana.
Para la investigadora, “ambas madres fueron encerradas por
razones de Estado difusas, lo que las convirtió en cierta forma en presas
políticas”. El encierro, junto a sus hijas de corta edad, trastocó la forma
natural de las relaciones materno filiales, “produciendo una relación de
dependencia total y absoluta de sus hijas”.
Ambas jóvenes vivieron buena parte de su vida aisladas de la
Corte y sin apenas contacto con familiares y amigos, y con miedo por sus
madres. En el caso de Catalina porque Juana pasaba largas temporadas sin comer,
y en el de Ana, porque un carcelero intentó envenenar a su madre.
Sin embargo, destacó que, en las pocas ocasiones en que
tuvieron la oportunidad de huir de sus carceleros, solo estuvieron dispuestas a
hacerlo en compañía de sus madres “por las que profesaron una total empatía”.
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