EL VESTIDO Y LA MODA EN LA ÉPOCA MODERNA
Ruth de la Puerta, doctora en Historia del Arte por la
Universidad de Valencia y Máster en Comunicación de Moda y belleza Vogue UC3M,
continuó en esta segunda jornada dedicada al ‘El vestido y la moda en la Época
Moderna’ con una conferencia que, bajo el título ‘Materiales y técnicas. Los
tratados de sastrería en España en los siglos XVI a XVII y su reflejo en la
pintura’, analizó la importancia de los mencionados textos.
La profesora habló sobre cómo surgió su interés por los
tratados de sastrería y citó parte de su bibliografía al respecto como ‘Historia
del Gremio de sastres y modistas de Valencia’ o ‘Evolución histórica del traje’,
así como la de un referente en la indumentaria medieval española, Carmen
Bernis.
“Los tratados de sastrería son fundamentales para conocer la
historia de la indumentaria de esta época, así como para comprender los cambios
que se han producido en la forma de trabajo, en las telas e incluso en los
colores”, insistió la experta.
Los tratados de sastrería en la España Moderna hay que contextualizarlos en el Renacimiento. La geometría estaba presente en la mentalidad de la época y en casi todos los oficios, desde la arquitectura a las artes plásticas, la navegación, la astronomía hasta la sastrería. El trazado y el diseño son habituales en los escritos sobre la sastrería en la época. De hecho, la sastrería era considerada como un oficio artesano o mecánico geométrico. “No estaban considerados científicos, pero se situaban por encima de otros oficios”, indicó.
Juan de Alcega, Diego de Freyle, Baltasar Segovia, Martín de
Andújar, Francisco de la Rocha o Juan de Albayceta fueron algunos de los
autores de estos tratados.
“Además, estos tratados encierran un caudal de conocimientos
operativos y asequibles en la actualidad para los estudiosos de la sastrería,
historiadores del arte o diseñadores de moda. Por otro lado, la iniciativa de
los sastres de la Edad Moderna hace evolucionar la moda por medio de la técnica
del oficio, creando modelos similares con pequeñas variaciones, según las
interpretaciones de los patrones realizadas por Mariló Mascuñan”, afirmó.
Puso ejemplos, como el de Alcega del que se conservan patrones con variaciones de jubones masculinos con corte en la delantera o en la trasera. Por su parte, Freyle crea otro que lleva cortes en ambas partes. Alcega presenta una capa de hombre circular. Rocha diseñó varios modelos de jubones femeninos con cortes. Y Andújar, uno con dos cortes en la espalda y en el delantero.
En los tratados sobre sastrería de la época, es recurrente
la idea de la producción y el ahorro de costes. El oficio se aprende por vía
oral y escrita. Pasar de oficial a maestro era difícil, tanto por el coste
económico como intelectual (eran necesarios conocimientos sobre geometría,
costes, nombres de las prendas, patrones, aritmética, etc.).
Seguidamente, explicó cómo se realizaba el proceso de
patronaje, la elección de las telas dependiendo de la prenda a confeccionar y la
calidad a conseguir.
En cuanto a la evolución de las prendas desde el punto de
vista técnico, citó los nombres de muchas de las prendas habituales en la época
y la evolución de estas durante dos siglos. La profesora incidió en los cambios
que manifiesta no solo el patronaje sino la elección de telas, formas y colores
en la moda tanto femenina como masculina.
Los tejidos de seda en Europa hasta la invención del
mecanismo Jacquard
Pilar Benito García, jefa de Servicio de Conservación
de Patrimonio Nacional, dedicó su exposición a la evolución de ‘Los tejidos de
seda en Europa hasta la invención del mecanismo Jacquard’ y la importancia
de esta manufactura que estaba incluso regulada por diferentes leyes. Realizó
un repaso por las florecientes industrias de la seda de España, Italia y Francia
hasta que el nuevo telar acabó con los negocios tradicionales.
Desde principios del Renacimiento, las fábricas de telas de
España no diferenciaban entre los tejidos para la indumentaria y las estancias,
tampoco eran diferentes entre la vestimenta civil y religiosa. "En la pintura de
la época no es fácil diferenciarlos", explicó, y puso como ejemplo algunas obras
artísticas en las que los tejidos de la ropa de las personas y de las tapicerías
eran similares.
La seda llega a Europa a través de la expansión del islam por
el Mediterráneo. Los gustos de los compradores cristianos se van imponiendo y
evolucionando desde la Edad Media. En esta época se teje a la forma, es decir, prácticamente
no tienen confección.
El despliegue del tejido de la seda en Valencia, posterior a
la conquista cristiana, se produce desde finales del siglo XIV y en los siglos
posteriores se establecieron definitivamente. Durante el reinado de Carlos V, los
tejidos italianos son una clara competencia para los españoles.
A finales del siglo XVI, en los diseños italianos el
agrandamiento de los motivos se queda para las telas ornamentales y se empequeñecen
en la ropa. En el caso de las ornamentales, se ponen de moda las coronas.
En Génova se crean los damascos más llamativos -damasco de
la palma- que se utilizan en decoración. En Francia, en Aviñón, se crea la
primera fábrica de seda, un negocio que se irá extendiendo por el país galo,
incluidas las ciudades de Lion o Tours hasta llegar a su gran apogeo y se
mantiene hasta la Revolución Francesa.
A mediados del siglo XVII, la moda en el uso de seda para la
decoración y para la indumentaria lo marca Francia con los tejidos bizarros y de
imitación de encaje. En España, este sector está inmerso en una gran crisis en
las ciudades que producían seda como Valencia, Toledo o Granada. Hasta el reinado
de Carlos V no se produce un relanzamiento de los talleres de seda. Con el
reinado de Fernando VI, la industria despega con la creación de la fábrica de
Talavera de la Reina. Aquí, se tejían telas de diferentes calidades.
En el siglo XVIII en Francia, se ponen de moda los tejidos
naturalistas, que no guardaban ninguna proporción en los motivos. Tras la revolución,
la industria quedó sumida en una situación lastimosa. Además, los gustos en la indumentaria
cambian radicalmente. La seda queda relegada a emperatrices y reinas y el algodón
se generaliza.
El telar de Jacquard, un telar mecánico inventado por Joseph
Marie Jacquard en 1801, revolucionó la forma de tejer. El artilugio utilizaba
tarjetas perforadas para confeccionar patrones en la tela, permitiendo que
hasta los usuarios más inexpertos pudieran elaborar complejos diseños. "Con este
mecanismo y las plagas de las moreras en Europa, la producción de seda acabó en
Europa tal y como se había conocido", concluyó la experta.
‘Aderezos. Joyería española en la época de los Austria’
La tercera exposición corrió a cargo de Margarita Pérez
Grande, del Departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense
de Madrid, quien analizó los ‘Aderezos. Joyería española en la época de los
Austria’. Pérez Grande ejerce como profesora de Historia del Arte, actualmente
en la Universidad Complutense de Madrid, desde hace más de 30 años, y ha
colaborado con diferentes entidades, públicas y privadas.
Centró su exposición en los reinados de Carlos I y Felipe
II. Una de las joyas masculinas más llamativas era la enseña o insignia, un
elemento que fue modificándose desde lo religioso hasta el adorno profano e incluso
el retrato. Se colocaba en el sombrero junto con otras piezas de guarnición del
vestuario. “El nivel de técnica con el que se realizaban era altísimo”, recalcó
la profesora, quien mostró varios ejemplos de enseñas en relieve y esmaltadas.
El collar de la Orden del Toisón de Oro -fundada por Felipe
el Hermoso- está formada por dos elementos que se alternan durante toda la
composición, una pieza con dos B y un cabujón esmaltado. Este fue otro de los
ejemplos que mostró para ilustrar la belleza de las piezas de joyería.
En el caso de las mujeres, “existen innumerables retratos en
los que se muestran unos pendientes sencillos compuestos por un arete y una perla”.
No obstante, en la zona del pecho y hasta el cuello se pueden observar collares
de perlas con colgantes grandes y prendidos en el centro del busto. Las piedras
favoritas de esta época son los rubíes y los diamantes tratados que simulan un
gris acerado. Estas piezas están relacionadas con Hans Holbein el Joven, quien
trabajó también como diseñador joyero. Los cinturones, confeccionados en oro y
perlas, también aparecen en algunos retratos.
Azul zafiro, verde esmeralda y rojo rubí eran los colores
que se utilizaban principalmente en la época para esmaltar las joyas. Los colgantes
circulares también se utilizaban con asiduidad, incluidos los que incorporaban
algún camafeo.
También se conservan piezas que no pertenecían a la clase alta, sino a personas menos acaudaladas. En muchos casos están realizadas en materiales menos nobles como la plata o el nácar y con adornos más sencillos.
Destacó asimismo otras piezas cuyos diseños solo se conocen por los exámenes de maestría,
ya que apenas se conserva ninguna (anillos, brazaletes, rosarios, etc.).
Por su parte, Felipe II no tenía un gran interés por las joyas. En sus retratos, solo se aprecia algún adorno discreto. Pero no era la tónica general. La cadena de oro no era simplemente un objeto de joyería, sino la pieza principal de los caballeros. En muchos casos eran ostentosas. Otra pieza que se conservó fue la enseña, que en este periodo se usaba también como colgante. Respecto a los temas representados, cambia de figuras a escenas y en estas se incluyen piedras preciosas.
Perfume y Salubridad en la Época Moderna
Lola Gavarrón, escritora y doctora en Geografía e Historia
por la Universidad Complutense de Madrid, fue la protagonista de la última
conferencia dedicada al perfume en la Época Moderna. Entre su bibliografía se
encuentran obras relacionadas con la moda y el perfume como ‘Piel de ánge’l
(1982); ‘La mística de la moda’ (1989) que resultó finalista del premio
Anagrama de Ensayo; o ‘La gran dama de la moda’.
“El perfume es como la música que se respira” comenzó diciendo la escritora, quien resaltó que el olfato es quizá “el sentido más emocional”. Los perfumistas son personas muy valoradas y bien pagadas en todas las épocas. Como ejemplo habló del conocido Chanel nº 5. La magia del perfumista es armonizar olores que entre sí no parecen compatibles.
En la Edad Moderna, los frascos que circulaban tenían más parecido con la farmacopea que con el perfume. Posteriormente, entró en el mercado el cristal que convirtió los envases en obras de arte.
El primer perfume con nombre se llamó ‘Piel de España’, aunque el origen de la perfumería como se conoce hoy se encuentra en la ciudad alemana de Colonia. La eau de Cologne original fabricada por la firma Johann Maria Farina fue creada por el italiano Giovanni Maria Farina (1685–1766) a principios del siglo XVIII y ha sido considerada como el primer perfume moderno.
Tras realizar un somero repaso por los hitos más destacados de la Edad Contemporánea, la escritora ofreció una extensa bibliografía sobre la historia del perfume. Y destacó ‘El perfume’ de Patrick Süskind que “retrató perfectamente el París del siglo XVIII con sus olores nauseabundos, sus calles llenas de ratas y su dificultosa vida”.
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