miércoles, 15 de julio de 2020

SEGUNDA JORNADA. ESTRATEGIAS DE PREVENCIÓN Y AFRONTAMIENTO DE LOS MENORES EN RIESGO Y DEL RIESGO PARA LOS MENORES





La segunda jornada de este curso sobre 'Estrategias de prevención y afrontamiento de los menores en riesgo y del riesgo para los menores' está dividida en dos partes. En la primera, José Luis Sánchez, doctor en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid y director Clínico del programa recURRA-GINSO, centró su exposición en el riesgo de los menores a caer en diversas adicciones, así como en las estrategias de prevención y afrontación.

Tras dar a conocer los diferentes estudios que existen a nivel nacional e internacional sobre el tema, manifestó su preocupación por datos del Observatorio Nacional sobre Drogodependencias, que, en su última publicación, arroja datos "alarmantes sobre el consumo de las denominadas drogas legales -alcohol y tabaco- entre los menores". "El 77,5% de las chicas y el 74,1% de los chicos consumen alguna de estas sustancias", afirmó antes de destacar que el 25,9% de las chicas y el 29,2% de los varones consumen cannabis. La edad de inicio en el consumo también es preocupante. En el alcohol se sitúa en los 14 años y en el tabaco en los 14,1 años. 

Una droga es "toda sustancia que introducida en el cuerpo provoca alteraciones en el sistema nervioso central", indicó. En su opinión es necesario matizar algunas cuestiones cuando se habla de adolescentes y consumo de drogas. "No todos llegarán a convertirse en adictos, hay que diferenciar entre el uso y el abuso de las sustancias". En general, el 10% de ellos "consumen como atracón".

Sancho cuestionó la clasificación de las drogas entre duras y blandas; legales o ilegales; y naturales o sintéticas. "Todo depende de quién y cómo las consuma", matizó. En la franja de edad conocida como adolescencia generalmente se consumen "porque les gusta y les divierte, porque ofrecen una recompensa instantánea e inmediata, mientras que las conductas saludables tienen su premio en un futuro". 

El doctor ofreció un perfil de los chicos que consumen cualquiera de estas sustancias y recalcó que existen diferencias con las chicas. En el caso de los varones, estos habitualmente presentan fracaso escolar, baja autoestima y escasa tolerancia a la frustración. "Son grandes consumidores de todo: sustancias, tiempo, relaciones y cosas". Entre las chicas, es frecuente detectar conductas masculinizadas y relacionadas con experiencias corporales y sexuales. "Es curioso -indicó- la alta incidencia de jóvenes consumidoras que están insatisfechas con su cuerpo y que generan relaciones de dependencia con su pareja". No obstante, "una vez que detectan el problema y las consecuencias personales de consumir se involucran más en la terapia".

La prevención es, en su opinión, la mejor forma de evitar el problema del consumo de sustancias entre los adolescentes, "pero con una clase política que piensa a cuatro años vista, la prevención suele ser objeto de recortes, sin tener en cuenta que supone un ahorro en tratamientos".

En la prevención debe estar implicada toda la comunidad educativa, así como la familiar y el entorno de los jóvenes y debe realizarse de forma selectiva, es decir, actuar con herramientas diferentes en los grupos de riesgo. 





La prevención debe sustentarse en principios como fomentar hábitos de estudio, habilidades de comunicación, relaciones con los compañeros, reafirmación y compromiso personal y refuerzo de actitudes anti-drogas. Sobre este último principio, recordó que "nos enfrentamos a un negocio -el de las drogas- en el que se benefician muy pocos y se destruyen muchos". 

La familia también debe mostrar una actitud negativa ante el consumo de estas sustancias. "No hay un porro bueno", afirmó el psicólogo, quien recordó que, en contra de algunas opiniones, "se puede salir del consumo de drogas".

Sobre un tema más actual -sobre todo desde el confinamiento al que ha obligado la pandemia por Covid-19- dijo con rotundidad que "no existe la adicción a las tecnologías, porque la tecnología no es una droga". Quienes la consumen de forma excesiva, "son abusadores de tecnología". Para sustentar esta afirmación explicó que los niveles de dopamina que se generan en el cerebro frente a una pantalla no son comparables con otras sustancias como la metanafetamina u otras drogas. 

Continuó su exposición desmontando otros mitos sobre la supuesta adicción a la tecnología y afirmó que tampoco es una enfermedad mental, que el abuso de esta desaparece sin tratamiento y que no conduce necesariamente al suicidio.

"El problema real es el miedo de los adolescentes a quedarse solos, a no participar de la vida de sus iguales", dijo antes de invitar a una reflexión sobre "de qué tienen miedo para tener que chequear la pantalla continuamente". Hay que ayudarles a disfrutar de sí mismos y de los demás de una forma más sana, porque detrás del abuso de la tecnología subyacen problemas de ansiedad y depresión, "es un síntoma, no el problema central", aseveró. 

A este respecto, recordó que los padres deben ser "consistentes" cuando reprenden a sus hijos por abusar de la tecnología y que esta solución pasa por hacer un uso responsable de la misma, imponer restricciones de tiempo y hablar con sus hijos sobre ella. 





Beatriz Urra, licenciada en Psicología Clínica por la Universidad Pontificia de Comillas de Madrid y Máster en Terapia Familiar y Pareja Sistémica por ITAD, trabaja desde 2012 como en intervención individual, pareja, familiar y grupal en recURRA. En su intervención habló sobre un aspecto controvertido dentro de las relaciones familiares: la violencia filio-paterna

"Este fenómeno es de creciente interés por el aumento de la demanda, pero queda mucho por trabajar e investigar", comenzó diciendo la terapeuta, quien afirmó que "el incremento de este tipo de violencia es alarmante". La violencia filio-paterna siempre ha existido, pero "el aumento de denuncias indica un cambio cualitativo porque aparece en familias supuestamente 'normalizadas'". 

Algunas de las características de estos jóvenes que agreden a sus padres de forma física, psicológica, económica o material son la ausencia de enfermedad mental, de consumo de sustancias tóxicas y de incidentes judiciales. 

La psicóloga dijo que se trata de personas que actúan con la intención de causar daño, las agresiones son reiteradas y el receptor de la violencia es uno o varios progenitores o quien ocupa su lugar. Tras su experiencia con estos jóvenes, afirmó que la violencia psicológica se aprecia ya en la terapia en forma de insultos o menosprecios que revelan "información fundamental para conocer los roles de sus progenitores dentro de la familia".

Aludíó a la sobreprotección como factor recurrente en la violencia filio-parental y a la dificultad de los padres para admitirla. Otras características de estas familias son el aislamiento y el hermetismo.

Los motivos de los progenitores para acudir a su consulta, explicó, son las conductas disruptivas de los hijos, la negativa a asumir las normas, la pérdida de autoridad de los padres, el asesoramiento o la incomunicación. Sobre los perfiles de los  adolescentes que son objeto de la consulta, Urra se refirió a chicos que presentan conflictos dilatados en el tiempo, principalmente varones entre 13 y 17 años, "aunque aumenta el número de chicas"; los menores presentan distorsiones cognitivas como la justificación de la violencia; creencias de grandiosidad; necesidad de aprobación; baja tolerancia a la frustración; alta impulsividad; y baja empatía. 

La psicóloga también realizó un perfil de los padres que tienen una edad media de 49 años en el caso de los padres y de 48 en el de las madres; son personas con dificultades para conciliar la vida familiar con la laboral con un nivel de estudios medio-alto y éxito profesional. Las familias son en un 49% biparentales; en un 24% monoparentales; en un 25% familias de adopción; y en un 2% reconstruidas. 





Al margen de los perfiles más objetivos, los progenitores muestran algunas características comunes: No ejercen su autoridad y, en general, intentan resolver los conflictos desde la igualdad, lo que supone una distribución de roles inadecuada. Además, ceden a las peticiones de los hijos debido al sentimiento de culpa generado por la atención disfuncional que han prestado a los menores. Existen padres con estilos educativos muy diferentes y se centran casi en exclusiva en los problemas de los hijos. Tienen dificultades para asumir que son parte del proceso y que deben implicarse de forma coresponsable, "hay que enseñarles que primero deben hacer cambios en sí mismos y después en la familia".

Asimismo, achacan la conducta de sus hijos a factores externos como el consumo de sustancias tóxicas, 'malas amistades', ausencia de valores en la sociedad actual o a la familia biológica del menor adoptado. Los primeros días, explica, "solicitan pautas muy conductuales y los varones suelen ser más escépticos con la labor de los psicólogos, aunque detrás siempre hay un gran amor y preocupación por su hijos".

La terapeuta finalizó su intervención sobre su experiencia en el centro con algunas recomendaciones para los padres como hablar entre ellos, actuar ante los primeros síntomas y establecer prioridades respecto a las normas que van a implantar en la familia "siempre priorizando las más importantes e imponiendo sanciones razonables".



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