PRIMERA
PONENCIA: Escuchar,
escribir, editar: Un proyecto editorial basado en la literatura oral africana
En África hay más de dos mil
lenguas y casi ninguna se escribe: la literatura es oral. En este contexto, la
edición de la literatura africana no puede obviar lo que se escucha, lo oral,
pero este reto es arduo porque lo oral es el hueso duro de roer donde lo
escrito se deja los dientes.
Aquí es donde entra en juego
la labor de ANA CRISTINA HERREROS, más conocida como ANA GRIOTT. Ana es una escritora, recopiladora, editora y narradora
oral profesional dedicada en cuerpo y alma a la ayuda al desarrollo, a la
colaboración que pretende dar voz a través de los cuentos a aquellos que no lo
tienen, desde poblados senegaleses a albinos, desde pigmeos a mujeres
saharauis. Todo este trabajo es llevado a cabo a través de la Asociación libros de malas compañías.
Herreros
estudió filología en León, se doctoró con los romances de estudio del romancero
de la tradición oral castellana. Así sus distintos ámbitos de conocimiento, que
incluyen 25 años como editora en Siruela y otros tantos como narradora oral. Desde
hace seis años, Herreros inició una carrera editorial en solitario que ha dado
a luz a una peculiar vía de ayuda al desarrollo que pretende acabar con un
silencioso genocidio cultural en el que el desprestigio de las lenguas
ancestrales agoniza lenta e inexorablemente frente a la cultura hegemónica de
origen colonial.
Ana Griott cuenta que su
abuela nunca le contó un cuento, porque de ella se esperaba que estuviera
callada. Su madre fue analfabeta, tampoco le contó cuentos porque era gallega-portuguesa
y las lenguas periféricas se consideraban vulgares. Sin embargo, cantaba, y
esto es una constante en distintos ámbitos humanos.
Los primeros contactos con
lo literario son orales, en el regazo de nuestras madres, aunque carezcan del
prestigio de lo escrito. Las primeras manifestaciones en lengua romance versan
sobre canciones femeninas, y lo mismo sucede fuera de la península. Atenta
contra lo inmutable, lo escrito, lo oficial…
Su trabajo consiste en
escuchar a la gente que no tiene voz y cuenta más que nadie. En Senegal ha
trabajado, al igual que en otras ubicaciones en recopilaciones de narración
oral dedicadas a formar las nueve colecciones que a día de hoy tiene su
asociación. En Senegal, afirma, “decidí escuchar en la lengua local, al año
siguiente viajé con el ilustrador y escucho a niños y adultos y con ello
hicieron el primer libro de la colección de las buenas compañías “El dragón
que se comió el sol”
Pero todo este trabajo, para
llegar a buen puerto, ha de sortear numerosos obstáculos. Algunos de los más
grandes tienen que ver con los problemas de traducción y registro de la
cultura oral. Unos problemas que no solo se salvan con el trabajo duro,
sino gracias a la experiencia en Siruela que Herrero ha acumulad en Siruela.
Las colecciones orales entre
las que se encuentra la serie negra
no solo son un proyecto editorial, son el reflejo de un proyecto de vida que aúna
su formación en investigación de tradición oral. Herreros y sus compañeros trabajan
con material oral en lenguas originales, diversas variantes del mismo cuento y
luego se trabaja traduciéndolo a una lengua mas común y publicándolo
normalmente en español. “Uno llega y para recoger la memoria oral tiene que
ganarse el cariño de la comunidad, si no, no puede ser para ser depositario de
los cuentos y de la memoria oral”, afirma. En Senegal, para El dragón que se
comió el sol, tuvo que ganarse el respeto de las comunidades entre las que
pretendía recoger narraciones logró escuchar los cuentos de los abuelos a los
niños en las noches ante las hogueras.
Lo mismo le sucedió en el
Sahara, donde fue a escuchar recopilar “los cuentos de los erizos” de
mujeres a las que solo se les permite contar en el ámbito privado. Por ello,
tuvo que introducir en este ámbito y tuvo que lograr que compartieran de manera
voluntaria con ella su memoria oral, cosa que no pudo hacer sin jugar a sus juegos
tradicionales, sin tomar sus tres tés (fuerte, amargo y suave) y teniendo que grabar
con el móvil por resultar menos agresivo que una grabadora.Para pedirles narrativa oral
hay que conoce la forma en la que estas personas conciben el mito o el resto.
Uno no puede pedirles cuentos sin más, debe pedirles el nombre, el íncipit, y
solo así se logra que la gente comparta su memoria oral.
Herreros cuenta que, a
veces, en la recogida de la tradición oral africana, las traducciones
plantean el problema de traducir de un idioma local a otro más general y
hablado por comunidades urbanas antes de que estas lo traduzcan al francés o al
portugués, principales lenguas manejadas por la editorial. Por ello, esta triple
traducción tiende a agravar los problemas presentes de por sí en las
traducciones simples. Esto incluye desvirtuar formas rítmicas
fundamentales que exigen, para ser reconstituidas, grandes dosis de esfuerzo
reconstructivo.
En los años 90, Herreros comenzó
a desarrollar su labor como narradora aficionada con el seudónimo de Griott,
y tras unos años, descubrió en África que los Griott son una casta por
transmisión materna que se dedican a contar en poblados, lo que reforzó su identificación
con un alias tan totémico y premonitivo.
Con diversos cuentos,
Griott-Herreros nos cuenta historias maravillosas y cuento prodigioso. Cuenta
cómo un hombre murió de una gran erección y para bajarla y poder enterrarle, el
jefe de la aldea pidió a su esposa que se despidiera del finado de manera que
quedara y descansara en paz, debido a lo cual niño póstumo vendría al mundo. El
hijo de un muerto sería el fundador de esa casta Griott que, hasta hoy, cuenta historias
para mantener viva la memoria de los que no están.
Otros relatos, generan
confusiones debido a la distinta forma de concebir lo simbólico y lo alegórico
entre el occidente desarrollado y el mundo postcolonial africano. En
África, todavía pervive de manera radical una disociación entre la literatura
oral desprestigiada y la prestigiosa literatura escrita en francés, que es
la estudiada en las escuelas. El francés es la lengua de sus antiguos colonos y
a su denostada lengua del día a día, la lengua de sus ancestros y de la expresión
de la tradición, se la considera poco más o menos que una jerga rural y
vergonzosa para aquel que haya sido escolarizado.
De hecho, las mujeres como
depositarias de gran parte de la tradición son el foco predilecto del analfabetismo
y gracias a ello, garantes de un legado milenario plasmado en iniciativas
como estos libros. Gracias a esos libros, se obtienen beneficios, créditos para
favorecer su alfabetización (paradójicamente abundante en un castellano antiguo
extraído de lazarillo de Tormes) y con estas medidas, la Asociación libros de malas compañías favorece un movimiento cooperativista
enfocado a las mujeres locales que participan en los diseños y las
ilustraciones de las publicaciones, como es el caso del proyecto “telas contadas”.
Herreros participa también
en proyectos para el tratamiento de albinos, asesinados, troceados y vendidos
todavía hoy como amuletos para esquivar el COVID, o violadas en el caso de las
mujeres por hombres que creen que así lograrán curarse el sida. Estos albinos,
si tienen la suerte de sobrevivir a los cazadores de hombres y al sida tienen
una fuerte tendencia a desestimar los síntomas del cáncer de piel y, ante la
ausencia de crema solar, acaban falleciendo en una terrible agonía debida al
cáncer de piel. Para ello, Malas Compañías también trabaja en una planta de
cuidados paliativos y otra para fabricar crema del sol en un proyecto
denominado una máquina para coser la esperanza.
Sin salir del continente
africano, Ana Cristina Herreros cuenta la triste historia de tribus pigmeas que
languidecen en un cruel genocidio cultural en el que el olvido engulle el
legado de estos “medianos” a medida que las empresas fabricantes de papel talan
sus hogares ancestrales en la selva centroafricana y otras etnias sedentarias y
agrícolas hablantes de lenguas bantúes los subyugan aprovechándose de su
cosmovisión premonetaria y sus modos de vida epipaleolíticos y seminómadas. Y
es que, en gran medida, la ataraxia resignada y autolesiva de los niños que han
ido a la escuela y que, para salir de la miseria quieren dejar de ser baka, ha
generalizado un desprecio por su propio patrimonio, por lo oral y lo
tradicional, asociado al sufrimiento del que pretenden huir al abrazar la
cultura colonial que condujo a ese sufrimiento y que paradójicamente, les
impulsa hoy de manera indirecta a abandonar y olvidar el canto de las abuelas
en un genocidio cultural basado en el desprestigio de lo oral y lo indígena.
Los pigmeos baka, de los que
ya solo sobreviven unas 30.000 personas, son el objetivo de un programa de
aprendizaje que busca estimular la enseñanza oral en un contexto en el que el
los distintos gobiernos de la zona habitada por los baka, pretenden arrancar a
los pigmeos de su identidad para que la ONU no reconozca su identidad
especifica y con ello reconozcan su derecho a la posesión de las tierras como pueblos
ancestrales sujetos del derecho de autodeterminación contenido en los las
resoluciones 1514 (XVI) o 1541 (XVI) de la Asamblea General de Naciones Unidas.
En las largas noches selváticas
la gente canta, surge un mantra comunitario que cuenta historias y que vive
segregada con la esperanza de recuperar sus tierras no olvidando quienes son.
Esta es precisamente la clave para la supervivencia de los baka, y esta es uno
de los principales objetivos de MALAS COMPAÑIAS, intentar ayudar a los baka,
igual que los saharauis, igual que a los albinos o a aquellos que requieren de
voces que se unan a las suyas para evitar ser silenciadas. Y es entonces cuando
de noche y en el fuego, llega el momento del encuentro con los ancestros y lo
simbólico a través de las historias míticas y la narración oral.
………………..
SEGUNDA PONENCIA - Narrar y ser narrados: la
continuidad de la memoria oral y el variado registro de los recuerdos
Partiendo de la distinción
del mundo clásico entre memoria y recuerdo, el zamorano LUIS DÍAZ, catedrático de la Universidad de Valladolid y antiguo
profesor asociado de Berkeley, trata de reflexionar mediante ejemplos
narrativos orales sobre la continuidad colectiva de la memoria y las diversas
formas en que sus expresiones han venido siendo registradas históricamente.
Con un aire entre lo quijotesco y lo bohemio, Díaz, zamorano
naturalizado pucelano, comienza su disertación con una introducción teórica que
nos vuelve a remitir al mundo clásico. Volvemos igual que ayer a caer en la
órbita de las enseñanzas siempre actuales del Fedro de Platón, que pone
en boca de Sócrates la afirmación de que la escritura y la pintura presentan ante
nosotros una copia de la realidad y no la realidad original. La escritura no es
reconocida entonces por Sócrates como elixir de la memoria, sino como un simple
recordatorio reflejo del tradicional recelo de la intelectualidad hacia los
adelantos intelectuales, que hoy podría ser lo digital, y que entonces era la
transmisión por escrito del conocimiento.
Díaz parte de distintos
autores para hablar de cómo acontecimientos como los de septiembre de
2001 dejaron una marca imborrable en aquellos que los presenciaron directa
o indirectamente. Y puesto que la mayoría lo presenció a través de la
televisión, esta convirtió al evento a un acto global que por primera
vez no requería la presencia física, introduciendo según Díaz, un elemento de
comunicación nuevo que tiene que ver más con la oralidad que con la escritura.
Por recepción y decodificación de lo literario parecería que caben distintas
formas de recordar. La memoria individual o colectiva adquiere la
forma de literatura, sea escrita u oral y se combina fusionando a las
anteriores. Pero también cabe respaldar esa dicotomía entre las acepciones
hispanas o británicas de los términos recuerdo y memoria. Así, recuerdo sería
una imagen o complejo de imágenes mediante las cuales se reiteran en
nuestra mente situaciones o escenas que hemos percibido anteriormente. Por otro
lado, la memoria es definida como potencia del alma por la cual reproducimos mentalmente
objetos ya conocidos.
En otras acepciones memoria se identifica con disertación o memoria
escrita sobre materias variadas. Este uso relaciona la memoria con lo
escrito, y se establece una corriente contraria a la memoria oral o histórica
en auge los últimos años. Según Díaz, en otros idiomas la frontera es más
difusa, pero en español la memoria parece hacer referencia a lo oral en la
sociedad general, y a lo escrito en lo académico. Es una memoria que puede
transgredir el tiempo, que puede trasladar informaciones completas en cuanto a
lo que denota el recuerdo, cuya función es traer cosas del pasado de modo
continuado. Gracias a ello, la memoria es colectiva, siempre recordamos con
otros, y en muchos casos, provoca que acabemos interiorizando como
propias incluso las historias que nos han contado en la infancia.
En Grecia se entiende como memoria la facultad o capacidad de recordar.
Cuando se habla de la cultura en sentido patrimonial, la gran cultura oficial
de los cultos, de la élite, se habla de los recuerdos de una cultura entendida
como capacidad de transmitir conocimientos. La cultura popular sería la
capacidad de transmitir la cultura que todo humano tiene, más que recuerdo,
memoria. Así, de acuerdo con Díaz, según la enseñanza socrática el verdadero conocimiento
es un recuerdo de realidad intemporal.
Existe paralelismo entre la distinción platónica de memoria y recurso
y su aplicación en bases de datos. Para nosotros esta dicotomía podría
aplicarse a identificar memoria con registro de información informática. La
enseñanza socrática reivindica la interacción entre emisor y receptor, la
importancia del dialogo y la conversación para interiorizar la información. En
ese paralelismo, la inteligencia de los ordenadores es artificial, pero se
construye sobre modelos humanos. Cómo funciona puede darnos pistas sobre como
funciona la nuestra.
Pero más allá de esa memoria, la transmisión es un cabo que en
ocasiones queda suelto a la hora de estudiar lo que significa el contenido
narrativo. Lo que se transmite colectivamente muchas veces es ya conocido por
esa colectividad. Los llamados informantes de la literatura tradicional suelen
afirmar off de récord que existen fragmentos que podrían catalogarse como
clásicos o inmemoriales de una narración, y partes no canónicas que refieren a
eventos que pudieron ser contemporáneos a aquellos que narran o a aquellos que
quienes recibieron la narración, por ejemplo, las guerras de Cuba o África.
Estos cuentos serían según Díaz paralelos a la senda que sigue la
historia. Una entrevista informal, más que una recopilación folclórica
convencional permite comprender las extrañas menciones a los ‘moros’ en
numerosos puntos de América y su significado simbólico. En todas las zonas
hispánicas los restos de edificios antiguos son “moros”, en las comarcas donde
no alcanzaron a residir, también se habla de los moros como aquellas gentes
antiguas y no cristianas que dejaron monumentales ruinas ya fueran romanos,
godos o propiamente moros.
En el alto bierzo leones se cuentan historias de tesoros de moros y
moras, que son además comunes a muchas zonas. Hasta hace poco se creía que las
moras bajaban de las cuevas en un mundo de cambiándolas por sus hijos para que
los bauticen, lo cual constituye una leyenda relativamente común. Pero ese
tiempo antiguo del que las sociedades tradicionales presuponen a los ‘moros’ es
un tiempo de la memoria oral transhistorica es un tiempo que no es histórico.
Es un tiempo cíclico fuerte y mítico frente al tiempo presente que se percibe
como corrupto y deturpado. .
Los relatos que nos cuentan son de un tiempo mítico y el folclore
sigue estando de actualidad y funcionando en nuestra vida actual. Es una forma
en la que los grupos preservan una cultura que hacen suya. El folclore no solo
se conserva, sino que se perpetúa. Hay un boca a boca que traslada un folclore múltiple
en el espacio y el tiempo con versiones que se rehacen y hacen desde lo antiguo
y lo presente. Es una válvula de escape que ayuda a conjurar los problemas en
el terreno de lo poético.
“Yo he flipado” en esta cuarentena cuando me encontraba un día sí y otro
no con noticias de medios conocidos y aparentemente serios que cuentan como
noticias leyendas urbanas, afirma Díaz. Por ejemplo lo “del perro chino que es
un zorro, lo del cocodrilo del Pisuerga”. En algunos momentos todos
participamos en una cultura popular que acaba calando en los medios y que a
veces es indistinguible de la realidad. Puesto que existe una deslocalización o
translocalización de saberes que con la situación de la cultura actual ya no
puede identificarse con una ubicación. Son espacios, en ocasiones virtuales,
con su propio tiempo y su espacio. Ese tiempo puede no ser reconocible, no es
el tiempo de antes y de ahora.
Hemos de llegar hasta sujetos identificables, pero ese sujeto
puede ser colectivo, puede que no haya un creador concreto de la leyenda
urbana. No es que el trabajo de campo no sirva, pero a la observación rigurosa
hay que ligar nuevos registros de información. Si el folclore es una
resistencia a la cultura hegemónica hay que interpretar en torno al fenómeno
subversivo, a veces formula la disidencia y a veces refuerza la cohesión. Hace
15 años en torno a grandes matanzas como el 11m surgieron leyendas urbanas y
manifestaciones que reforzaron lazos de afinidad que acercaron a personas con formas
afines de pensar.
Escritura y oralidad: pluralidad en las maneras de aprender
El nuevo folclore trasladado por los mass media permiten descartar
que exista a día de hoy una oposición tan fuerte entre oralidad y escritura
como la que se ha pretendido defender tradicionalmente. Las historias populares
hoy circulan mayoritariamente en forma de historias compartidas por WhatsApp,
ciber metáforas sin registrar, sin estudiar y que han de vincularse con
aquellos que lo creen y que lo viven como se vive el cuento tradicional en las
sociedades tradicionales. Se ven ligados a una condición dual en la que
hay mucha literatura es arte verbal y mucho folclore que es escrito. Es compleja
la situación de la autoría, pero en lo que atañe a las expresiones folclóricas,
la distinción de autoría y anonimato procede de la llamada literatura culta,
donde, sin querer decir que no exista el autor, este no importa por las
modificaciones que cada personaje introduce en un relato.
Según Díaz, igual que los griegos tuvieron que inventar a Homero.
En leyendas contemporáneas como la chica de la curva no podemos hablar
ya de folclore estrictamente oral o estrictamente escrito. Según Díez, permanece
siempre la necesidad de contar. Es necesario aprender de verdad la coherencia
de lo que aprendemos. Hay una triple negación del tiempo, del lugar y de la
memoria entendidos etnográficamente. El tiempo que vivimos es un no tiempo
plagado de no lugares. Lo simbólico se desvincula de los lugares llevándonos a
la epifanía de lo trascendental.
Canciones para recordar:
Luis Díaz afirma que la memoria es la capacidad de rememorar recuerdos
que la memoria selecciona para contar. Y cuando a finales de los 70 comenzó
a reunir el cancionero popular de la guerra civil las canciones brotaban como
flores de un cementerio pese al paso de los años. Díaz afirma que se narraba
con gestos indirectos dónde se había matado y enterrado a gente después de
cerca de cuarenta años. Partiendo por el testimonio de realidades no tan
lejanas y procedentes de ambos lados se hablaba de un tiempo mítico fundacional
en el que la realidad que explicaba las cosas que pasaban, que para los
niños era un silencio cuajado de relatos de tipo mítico que explicaban lo
vivido cuando ellos no tenían uso de razón o no habían nacido. Verídicos o no,
los mitos son la clave para entender el presente y no necesariamente mienten, y
aunque no explican con el logos explica lo que no se puede explicar con el de
manera sencilla. Las canciones populares son ejemplos magníficos porque ayudan a resistir
y se convierten en lo único que quedan.
Las fosas de la memoria y el valor humanizador de los relatos:
Según Díaz, vivimos en un país construido sobre “ruinas remotas y
asesinatos recientes”. En un aparcamiento surgen construcciones romanas y en
las cunetas cuerpos de asesinados. Los relatos han conducido a muchas fosas,
las fosas a los cuerpos y los cuerpos a la persona real, a la persona asesinada
tras ser deshumanizada para justificar la barbarie. Y es que, como el
mito, y más allá de las controversias y las asociaciones el acto de la
exhumación de las fosas tiene el rasgo de revertir la deshumanización de
aquellos asesinatos. Es la misma pulsión que el estudio de las ruinas antiguas,
devolver la historia de los muertos y su nombre para conocer sus historias,
para devolverlos a su existencia viviendo en nosotros. Somos humanos por y para
contar, para narrar y ser narrados.
Paula Carballeira Cabana es actriz, directora, escritora con más
de 30 títulos publicados y traducidos a varias lenguas. Carballeira, que se
dedica de manera profesional a la narración oral desde 1994 ha analizado
los puntos de encuentro y de desencuentro entre la narración oral y la
narración escrita desde su experiencia. Para ello, propone que “hablemos del
tiempo, en el fugaz presente” en el que comparte sus reflexiones sobre
narración oral y escrita. Propone que “hablemos del pasado que
nos define y del incierto futuro que nos espera”;
que “pensemos sobre el ancestral deseo de trascender la muerte, sobre
nuestra necesidad de permanencia en la memoria de los demás” ya que, “al final,
es el paso del tiempo el que nos lleva a contar historias y cuando quien lee,
quien escucha, se sumerge en la ficción, consigue olvidar el ritmo implacable
de los relojes. Pero no resulta fácil. Requiere reflexión y práctica”.
En este sentido, Paula
Carballeira, destaca que en la relación entre el tiempo y la narración
oral existe una conexión con el pasado a través del presente, mientras que, en
el caso de la narración escrita, el escritor se vincula con el futuro, a
diferencia de la narración. El tiempo sufre un paréntesis en la narrativo, pero,
para mantener ese paréntesis de lo extraordinario Carballeira afirma que hemos
de reinventarnos de manera continua, que la originalidad y el trabajo nos
libera del yugo de lo ordinario. Y para reforzarlo se remite a las opiniones
sobre el tiempo del sombrero de Alicia en el País de las Maravillas.
«Alicia suspiró fastidiada. –Creo que
ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo –dijo– que ir
proponiendo adivinanzas sin solución.
–Si conocieras al Tiempo tan bien como
lo conozco yo –dijo el Sombrerero–, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es todo
un personaje!
–No sé lo que usted quiere decir
–protestó Alicia.
–¡Claro que no lo sabes! –dijo el
Sombrerero, arrugando la nariz en un gesto de desprecio–. ¡Estoy seguro de que
ni siquiera has hablado nunca con el Tiempo!
–Creo que no –respondió Alicia con
cautela–. Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con palmadas.
–¡Ah, eso
lo explica todo! –dijo el Sombrerero–. El Tiempo no tolera que le den palmadas.
En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras
con el reloj.»
Alicia nos recuerda, según
Carballeira, que hay quien considera que leer, narrar y soñar es perder el
tiempo. Sin embargo, para ella la narración y lo maravilloso son el
camino hacia la inmortalidad, el rumbo a la trascendencia a través de una
memoria que nos lleva a querer registrar lo oral por miedo al olvido. Y es que
tenemos muy poca confianza en la memoria, en la individual propia o en la
colectiva. Cualquier persona bebe de una herencia cultural al relacionarse con
el tiempo, pero pocos renuncian a la propiedad radical sobre el legado cultural
individual.
En la Galicia local de
Carballeira, esto se vería reforzado por la propia naturaleza oral de los siglos
oscuros (XV al XVIII), en los que, en sustitución de la narrativa escrita
abundante durante la Baja Edad Media, surgió, al marginarse el gallego,
una tradición oral potente y exportada a zonas de lengua portuguesa en colonias
de este país. Debido a ello y al efecto criollo de la fusión bajo el marco
pidgin de culturas mestizas, en culturas africanas la vida y la muerte no están
separadas en dos mundos. De esta forma, el cumplimiento de los ritos permite
siguiendo las normas de los ancianos mantener el hilo de la vida y del
paso de las generaciones vinculadas por unas mismas historias y un mismo
legado. Ha desaparecido la concepción de los ancianos como transmisores de la
cultura y de ese legado.
Así, según Carballeira, en
otras culturas hay diferentes concepciones del tiempo histórico, y cuando
narramos las referencias culturales provocan empatía. Pero el exotismo provoca
un punto de interés que se refuerza todavía más cuando se hallan semejanzas
entre lo exótico. La herencia cultural de lo que venimos y que tiene que
ver con la oralidad influye con la escritura. Shakespeare introducía cambios en
función de la audiencia, pero en obras como el rey Lear se reinterpretan cuentos
populares presentes en gran parte del continente europeo y que esconden profundos
simbolismos de las imágenes del amor, de las advertencias incluso sobre el
incesto que se practicaba en comunidades insulares del Mediterráneo.
Citando las “cuatro cartas”
de Xavier Do Campo, Carballeira exalta la necesidad y el deseo de ayudar
a recordar la responsabilidad cuando escuchamos una narración”, puesto que los
cuentistas serían responsables, al leer y escuchar, de la condición de
convertirse en narradores a cambio de compartir y recibir la palabra en el
tiempo y el espacio. Así, recibiremos el pago de tu palabra convirtiéndonos en
lo eterno al evitar que tu palabra perezca.
Partiendo de Couto,
Carballeira señala lo paradójico que resulta que, en relación al rol
discriminatorio con el que se ha tratado a los ancianos en la sociedad
industrial y posindustrial, contrapuesto a su imagen como depósitos de
sabiduría y de tradición en las sociedades tradicionales como las africanas,
donde “mueren las personas y las historias no se van”, mientras que aquí sería
al revés.
Frente a esta situación, las
distintas concepciones cíclicas que separan el tiempo mítico de
la pureza primigenia y la actualidad corrupta que ha de ser purificada mediante
la epifanía sacra de la narración, se vinculan con la poética de autores como
el angoleño José Eduardo Agualusa, que afirma que “Nada pasa, nada
expira” puesto que “el pasado es un río que duerme y la memoria una mentira
multiforme”. Así lo concibe Carballeira, que vive en el presente un tiempo
de descubrimiento, de infancia, de pureza que permite trascender.
En base a ello, Paula
Carballeira ha concluido reflexionando sobre el tiempo, pero no solo
sobre el tiempo del que venimos y al que vamos, sino el tiempo en el que
estamos y del que participamos los narradores, lectores y espectadores. Esto
condicionaría por qué somos así, el por qué narramos así, el por qué escribimos
así. El presente sería un tiempo que no existe como tal, pero es el tiempo de
la narración oral, de la infancia, del aprendizaje y de la maravilla. “Toda
esta reflexión es para que detengamos los relojes y le demos la mano al tiempo
“que ni el tiempo lo condicione ni nosotros le intentemos apresar en relojes.
CUARTA CONFERNECIA: “De la inspiración creativa al conocimiento:
escritura, oralidad y memoria en el Mundo Clásico”
ANTONIO
MORENO HERNANDEZ es catedrático de la UNED en el área de
Filología Latina en el Departamento de Filología Clásica. Y en su ponencia propone una indagación en las
complejas relaciones entre oralidad, escritura y memoria en el Mundo Clásico
grecolatino con especial atención a los mecanismos de la inspiración que
constituyen una de las bases de la creación literaria, así como sus relaciones
con la concepción del conocimiento en la Antigüedad.
Moreno, historiador de la intelectualidad romana, recorre tras unas
gafas y un rostro evocador de Unamuno un camino cuajado de reflexiones
interesantes con un publico preocupado por el discurso oral en relación con la
memoria y la escritura y con una ponencia basada en tres líneas argumentales:
el concepto de la tradición oral grecolatino, la figura de los narradores y el
peso de la oralidad en su recolección escrita clásica.
Según Moreno, hemos de huir de las percepciones de la Antigüedad como un
arquetipo puro y primigenio de Occidente. Hemos de evitar caer en la concepción
ilustrada y antimedieval del clasicismo desarrollada como base de una ilusión
de los orígenes fundacionales que Marc Bloch concibe en lo presente y en lo
moderno como continuación reencarnada en tiempos renacentistas. Pero esto no es
real, es una visión idealizada ilustrada que ha de ser matizada de muchas
maneras. Es cierto que somos continuadores y herederos de una antigüedad cuyas
preguntas seguimos tratando de responder. Somos herederos en cierto modo
de su cosmovisión, pero estos clásicos, estos antiguos eran humanos como
nosotros. Ni mejores ni peores que los hombres que fueron antes y después de
ellos.
Respecto a la oralidad antigua,
Moreno afirma que es “como las meigas, nadie las ha visto pero haberlas haylas.”
Es evidente que no se conservan grabaciones, no existen específicamente fuentes
primarias que no sean de tipo documental, y aun aquellas que existen, han
llegado relativamente deturpadas, pervertidas a través de su aproximación a las
fuentes escritas. Todo lo que conservamos del mundo antiguo, enormemente rico,
nos plantea problemas, y el más importante es que la producción escrita de la
antigüedad grecolatina se ha perdido en su mayoría (cálculos optimistas apuntan
a una conservación de cerca del 10% de las publicaciones) Así, cuando
estudiamos testimonios escritos clásicos estamos atisbando simplemente
una pequeña parte de un extenso y complejo entramado en la que cualquier
investigación bebe de la arqueología textual.
En la antigüedad arcaica romana solo conservamos ciertas vagas
referencias que hasta la República tardía y su crisis final no arrojan
apenas obras. No obstante, tanto Grecia como Roma poseían un riquísimo legado
oral arcaico que cuaja en épocas arcaicas. En Grecia entre el VIII – y el VI
a.C. la cultura clásica griega tiene un trasfondo oral transmitido de
generación en generación sobre una base memorística y humana. De manera que a
la escritura hay que darle un peso relativo dentro de un universo cultural oral
que condicionó el mundo grecolatino.
Según Moreno, gracias a autores como Ennio, tenemos en el mundo
latino una poesía arcaizante desarrollada con elementos formulares
tradicionales. Esta es de carácter comunitario y compartido y sufre una tensión
constante entre rapsodas o aedos y el publico que lo transmite y que en el S v
y IV desemboca en colecciones que recogen esto. Platón parece por primera vez
el desarrollador de una cultura conscientemente escrita que se nutre de esta
oralidad, prosa y sin sustituirla la transforma al trabajar sobre ello.
En cambio, en Roma, frente a ese periodo de tradición no escrita hay
una escritura presente desde época preclásica. LA conciencia de una
tradición oral que convive con la existencia de escritura está presente, pero
lo escrito se circunscribe a lo epigráfico, a lo religioso. Pero a diferencia
de Grecia, Roma no tiene, frente a Grecia, una tradición oral tan rica en poesía
épica fundacional, por ello se siente en la necesidad de crearla como es
el encargo de la Eneida a Virgilio. La oralidad romana se vive en un contexto
codificado de experiencias asociadas a lo cotidiano, a lo ceremonial, a la
superstición que definía su vida desde la infancia. Roma se ve imbuida en un
mundo vinculado a la ejecución del rito y la superstición cotidiana.
Un ejemplo característico de esta monumentalidad de la tradición oral en
relación con los rituales más importantes es la generación de calendarios.
Estos calendarios plasman hitos y acontecimientos a los que se asocian y que
rigen la vida. En algunas de estas fiestas plasmadas en el calendario (p.e. las
lupercalias). La prosa es en todo caso secular mientras que el verso se vincula
con las formas musicales, con lo musical, con estructuras modulares rítmicas
que se adaptan al antiguo verso, etc.
A esto subyace, según Moreno, una complejidad reveladora. Las
estructuras métricas del verso antiguo se basan en la oposición de tiempos
débiles y tiempos fuertes silábicos a modo de compases. Las vocales son rítmicamente
significativas y generan estructuras no teniendo nada que ver con la rima en
sí, sino con su estructura interna. No es lo mismo, pero se traslada a la
tradición escrita y en ambas, aparece por primera vez que, frente a la producción
antigua, se caracteriza vía el carácter pragmático de la producción oral y
escrita de los antiguos. El contexto genera un grado de distanciamiento que
requiere la gestualidad pero que, junto a la evocación connotativa del
contexto, era la clave para la audiencia clásica. Por mucho que conservemos ese
texto, casi no conservamos el significado y la rica tradición asociada a esas
connotaciones que rodeaban lo ritual y lo oral.
El género antiguo por antonomasia sería para Antonio Moreno la épica heroica
con ejemplos como la Ilíada, que contiene elementos que están compartidos
por la poesía lírica, por la poesía dramática arcaica con su trasfondo
de tradición oral, etc. Son una serie de módulos con un base métrico musical.
La Ilíada es una enciclopedia, aquello con lo que aprendían los griegos en el
mundo clásico y que brindaba el elemento identitario de la koiné. La epopeya
antigua es clave junto a los enemigos comunes de la koiné de una Grecia
unificada con un mecanismo de inmersión.
Toda esta tradición proporciona a los individuos de la comunidad una
serie de motivos que reconocen porque se repiten y que por tanto evocan el
significado histórico de la potencia acultural. A partir de una trama
simple (parís roba a Agamenón su mujer) se construyen componentes cada vez más
complejos que expresan la potencia de una tradición oral que se erige como
mecanismo legitimador político, cohesionador, etc.
En cualquier caso, las raíces culturales griegas beben de la cultura
oral del periodo escrito entre los inicios de la Edad de Hierro y las
sociedades arcaicas surgidas en el S VIII a.C. La principal expresión, incluso en Época
Arcaica y Clásica fue según Moreno una expresión oral, que convive con la
lectura como un fenómeno privado y más tardío o minoritario. La mayoría de las
aproximaciones a la escritura se asocian a contextos muy específicos y, por
tanto, cabe destacar que la oralidad es el elemento que prima a nivel cultural
y que predomina y condiciona toda escritura. De hecho, los restos más antiguos que tenemos de esta tradicion heroica homérica (250-285 a.C) pertenecen al Egipto ptolemaico e incluyen diferencias sustanciales con respecto a la versión canónica occidental que tenemos en la actualidad.
El mundo griego alimenta durante siglos una oralidad en forma de
discurso. Tanto en la Grecia clásica como en la Roma republicana los
discursos, judiciales o políticos modifican según Moreno las decisiones
votadas. El discurso convence de tomar una decisión y el arte de componer esos
discursos se compondrá de retórica y de oratoria.
En el momento de máxima efervescencia política grecolatina, la
oratoria se erigiría como un mecanismo para dirigirnos a un destinatario
concreto y cercano que escuchaba. Se trata de un estudio de técnicas
comunicativas que busca impacto en un contexto determinado que poco a poco se
tornó un material educativo clásico y despegado del contexto. Sin embargo, de
acuerdo con Moreno en su origen se adapta a quien va dirigido y en qué contexto
se usa. En Cicerón o Aristóteles vemos que no es un artificio sino un
genero que se despliega en toda la comunicación buscando mantener la atención
del auditorio. Se busca mantener lo que es adecuado o no a un determinado público.
Eso es lo que subyace en un marco tradicional formulario. Pero en cierto
modo la sociedad evoluciono y este discurso se apergaminó.
Es necesario vertebrar el código comunicativo para que tenga
sentido. Y el mayor desarrollo que adquiere esa retorica es en Cicerón, que
postula que para lo que sirve generar un discurso es para formar ciudadanos y
gobernantes, en el arte supremo de la política y de las relaciones sociales. El
orador es la persona mas preparada, porque se asimila con el filósofo,
con el poder, y por mucho que conozcamos el texto, no conocemos el discurso, no
sabemos realmente lo que significaron las catilinarias en ausencia de todo lo
que rodeaba al discurso y el conocimiento sobre el contexto y las personas.
En De Bello Gallico (LVI) César narra cómo los druidas, formados en
una especie de escuela oral donde memorizan innumerables narraciones míticas
y derecho consuetudinario, llegando a emplear 20 años en su formación.
Lo que más sorprende para César es que, manejando la escritura para las cuentas
o las comunicaciones profanas, los druidas creen ilícito usar esa misma
escritura para fijar doctrina. César hace excepción a su plural mayestático y
dice que probablemente esto se haga para mantener el monopolio doctrinal y
jurídico frente al pueblo llano, o para mantener su sensación de exclusividad
espiritual, ya que se pretende evitar que los aprendices se dediquen menos a
cultivar la mente por la confianza en la escritura’.
Ese monopolio de la sabiduría por un determinado colectivo no es exclusivo
de los galos según Moreno. Tanto en la república inicial, con las leyes sin
fijar sobre las XII tablas hasta mediados del S V a.C.; o en distintas
comunidades o sectas mistéricas como son los pitagóricos. De hecho, en esta secta incluso se habla de asesinatos
como el de Hípaso de Metaponto después de que este revelara la existencia de
los números irracionales al mundo.
Si la difusión relaja teóricamente el valor de exclusividad
de la información, la escritura relajaría tanto el celo en el aprendizaje
como en el valor de desarrollar esto procesos. El conocimiento no puede
reducirse a información, sino al tratamiento de la misma y a su reflexión
comprensiva. Al pasar todo a escritura no podemos olvidar lo que rodea. La comunicación
viviría pues, también a través de la memoria, de la transmisión a través de
elementos variados que trasladan la información. La memoria ancestral y
mítica sería en el mundo clásico una memoria basada en la capacidad de
gestionar interiorizadas cosas que se saben y sirven para producir nuevas manifestaciones
culturales.
Esta sería la base para generar estructuras casi artesanales con
la memoria jugando un papel crucial. Una parte de esa memoria se asocia con una
mujer seducida por Zeus (Mnemosine) que alumbra tras unirse nueve veces
con él las nueve musas. Esto tiene desarrollo moderno en forma de
narraciones como marco de creatividad que parte de la memoria mecánica
interpretada. Los epítetos mecánicos y las estructuras prefijadas permiten
improvisar en base a mecanismos asentados.
Todo esto no es difícil interpretarlo en una clave teológica.
El aedo, el rapsoda o el creador no trabaja bajo un acto de creación personal,
sino bajo una teoría inspiración divina. Se produce una tensión psicológica en
la que la participación e identificación del publico genera empatías catársicas
como las propias de la tragedia griega.
Tenemos un enorme desarrollo de la literatura oral con el que,
según Moreno, hoy aceptamos globalmente cómo la tradición oral de estos
rapsodas y su legado popular son capaces de producir episodios de aculturación
tan profundos como de la épica homérica del mundo griego y en todo el ámbito
helenizado del que roma es heredero.
Para Moreno, la tradición memoral antigua, a pesar de situarse en
el espacio efímero momentáneo ha dejado un poso y una tradición enorme poniendo
en marcha resortes fundamentales para la cosmovisión simbólica y para la manera
en que nosotros mismos configuramos nuestra propia manera de entendernos a nosotros
mismos y al mundo.
La oralidad tenía registros destinos en función de la clase social.
En gran medida, nos ha llegado un saber aristocrático que fortalece la
identidad de las clases altas y su conciencia excepcional y heroica. Moreno
presupone la la existencia de una narración épica que permea a todas las
clases, pero en principio vinculada a la élite social y a la aristocracia guerrera
ya que el guerrero se reconoce en la virtud q los demás le asignan y busca ser
cantado y celebrado manteniendo una importante relación entre poder y narración
oral.
De todas formas, más allá de épocas arcaicas, el prestigio del orador
del final de la república es enorme a pesar de la difusión de la palabra escrita
en distintas formas. La poética o es tan sofisticada como en época
imperial. La oratoria de Varrón o de Catón no es dominante. Augusto potencia
los poetas que le interesan y virgilio, Ovidio y otros autores literarios se convertirían
según Moreno en referentes culturales, en muchos casos para ser leídos y para
generar una epopeya nacional como es el caso de la Eneida. Séneca
y los autores imperiales tardíos aprenden de Virgilio, Horacio, etc.
De acuerdo con Moreno, la producción antigua tiende a estar muy codificada.
Cuando alguien escribe se introduce en una tradición y respeta ciertos
presupuestos sobre los que actúa. Esa visión moderna de la libertad creativa
que se aleja para componer un discurso no se da en el mundo antiguo. Una de las
primeras manifestaciones son el Satiricón de Petronio o el Asno de Oro de
Apuleyo. Y mientras que un orador clásico se preguntaba simplemente según moreno
“¿Cómo diantres hago para mantener la atención y llevarme al huerto a mi
receptor?” hoy día los discursos políticos actuales no buscan la brillantez
discursiva integrada en una tradición rígida a nivel formal, sino que integran
componentes de base mercadotécnica para alcanzar determinados objetivos
mediante diversas técnicas, pero que se vale del mismo mecanismo de transmisión
oral para lograr sus objetivos a pesar del paso de milenios.
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