miércoles, 1 de julio de 2020

ESCRITURA(S), ORALIDAD(ES) Y MEMORIA(S) | SEGUNDA JORNADA



PRIMERA PONENCIA: Escuchar, escribir, editar: Un proyecto editorial basado en la literatura oral africana

En África hay más de dos mil lenguas y casi ninguna se escribe: la literatura es oral. En este contexto, la edición de la literatura africana no puede obviar lo que se escucha, lo oral, pero este reto es arduo porque lo oral es el hueso duro de roer donde lo escrito se deja los dientes.

Aquí es donde entra en juego la labor de ANA CRISTINA HERREROS, más conocida como ANA GRIOTT. Ana es una escritora, recopiladora, editora y narradora oral profesional dedicada en cuerpo y alma a la ayuda al desarrollo, a la colaboración que pretende dar voz a través de los cuentos a aquellos que no lo tienen, desde poblados senegaleses a albinos, desde pigmeos a mujeres saharauis. Todo este trabajo es llevado a cabo a través de la Asociación libros de malas compañías.

Herreros estudió filología en León, se doctoró con los romances de estudio del romancero de la tradición oral castellana. Así sus distintos ámbitos de conocimiento, que incluyen 25 años como editora en Siruela y otros tantos como narradora oral. Desde hace seis años, Herreros inició una carrera editorial en solitario que ha dado a luz a una peculiar vía de ayuda al desarrollo que pretende acabar con un silencioso genocidio cultural en el que el desprestigio de las lenguas ancestrales agoniza lenta e inexorablemente frente a la cultura hegemónica de origen colonial.

Ana Griott cuenta que su abuela nunca le contó un cuento, porque de ella se esperaba que estuviera callada. Su madre fue analfabeta, tampoco le contó cuentos porque era gallega-portuguesa y las lenguas periféricas se consideraban vulgares. Sin embargo, cantaba, y esto es una constante en distintos ámbitos humanos.

Los primeros contactos con lo literario son orales, en el regazo de nuestras madres, aunque carezcan del prestigio de lo escrito. Las primeras manifestaciones en lengua romance versan sobre canciones femeninas, y lo mismo sucede fuera de la península. Atenta contra lo inmutable, lo escrito, lo oficial…

Su trabajo consiste en escuchar a la gente que no tiene voz y cuenta más que nadie. En Senegal ha trabajado, al igual que en otras ubicaciones en recopilaciones de narración oral dedicadas a formar las nueve colecciones que a día de hoy tiene su asociación. En Senegal, afirma, “decidí escuchar en la lengua local, al año siguiente viajé con el ilustrador y escucho a niños y adultos y con ello hicieron el primer libro de la colección de las buenas compañías “El dragón que se comió el sol



Pero todo este trabajo, para llegar a buen puerto, ha de sortear numerosos obstáculos. Algunos de los más grandes tienen que ver con los problemas de traducción y registro de la cultura oral. Unos problemas que no solo se salvan con el trabajo duro, sino gracias a la experiencia en Siruela que Herrero ha acumulad en Siruela.

Las colecciones orales entre las que se encuentra la serie negra no solo son un proyecto editorial, son el reflejo de un proyecto de vida que aúna su formación en investigación de tradición oral. Herreros y sus compañeros trabajan con material oral en lenguas originales, diversas variantes del mismo cuento y luego se trabaja traduciéndolo a una lengua mas común y publicándolo normalmente en español. “Uno llega y para recoger la memoria oral tiene que ganarse el cariño de la comunidad, si no, no puede ser para ser depositario de los cuentos y de la memoria oral”, afirma. En Senegal, para El dragón que se comió el sol, tuvo que ganarse el respeto de las comunidades entre las que pretendía recoger narraciones logró escuchar los cuentos de los abuelos a los niños en las noches ante las hogueras.

 

Lo mismo le sucedió en el Sahara, donde fue a escuchar recopilar “los cuentos de los erizos” de mujeres a las que solo se les permite contar en el ámbito privado. Por ello, tuvo que introducir en este ámbito y tuvo que lograr que compartieran de manera voluntaria con ella su memoria oral, cosa que no pudo hacer sin jugar a sus juegos tradicionales, sin tomar sus tres tés (fuerte, amargo y suave) y teniendo que grabar con el móvil por resultar menos agresivo que una grabadora.Para pedirles narrativa oral hay que conoce la forma en la que estas personas conciben el mito o el resto. Uno no puede pedirles cuentos sin más, debe pedirles el nombre, el íncipit, y solo así se logra que la gente comparta su memoria oral.

Herreros cuenta que, a veces, en la recogida de la tradición oral africana, las traducciones plantean el problema de traducir de un idioma local a otro más general y hablado por comunidades urbanas antes de que estas lo traduzcan al francés o al portugués, principales lenguas manejadas por la editorial. Por ello, esta triple traducción tiende a agravar los problemas presentes de por sí en las traducciones simples. Esto incluye desvirtuar formas rítmicas fundamentales que exigen, para ser reconstituidas, grandes dosis de esfuerzo reconstructivo.

En los años 90, Herreros comenzó a desarrollar su labor como narradora aficionada con el seudónimo de Griott, y tras unos años, descubrió en África que los Griott son una casta por transmisión materna que se dedican a contar en poblados, lo que reforzó su identificación con un alias tan totémico y premonitivo.

Con diversos cuentos, Griott-Herreros nos cuenta historias maravillosas y cuento prodigioso. Cuenta cómo un hombre murió de una gran erección y para bajarla y poder enterrarle, el jefe de la aldea pidió a su esposa que se despidiera del finado de manera que quedara y descansara en paz, debido a lo cual niño póstumo vendría al mundo. El hijo de un muerto sería el fundador de esa casta Griott que, hasta hoy, cuenta historias para mantener viva la memoria de los que no están.

Otros relatos, generan confusiones debido a la distinta forma de concebir lo simbólico y lo alegórico entre el occidente desarrollado y el mundo postcolonial africano. En África, todavía pervive de manera radical una disociación entre la literatura oral desprestigiada y la prestigiosa literatura escrita en francés, que es la estudiada en las escuelas. El francés es la lengua de sus antiguos colonos y a su denostada lengua del día a día, la lengua de sus ancestros y de la expresión de la tradición, se la considera poco más o menos que una jerga rural y vergonzosa para aquel que haya sido escolarizado. 


De hecho, las mujeres como depositarias de gran parte de la tradición son el foco predilecto del analfabetismo y gracias a ello, garantes de un legado milenario plasmado en iniciativas como estos libros. Gracias a esos libros, se obtienen beneficios, créditos para favorecer su alfabetización (paradójicamente abundante en un castellano antiguo extraído de lazarillo de Tormes) y con estas medidas, la Asociación libros de malas compañías favorece un movimiento cooperativista enfocado a las mujeres locales que participan en los diseños y las ilustraciones de las publicaciones, como es el caso del proyecto “telas contadas”.

Herreros participa también en proyectos para el tratamiento de albinos, asesinados, troceados y vendidos todavía hoy como amuletos para esquivar el COVID, o violadas en el caso de las mujeres por hombres que creen que así lograrán curarse el sida. Estos albinos, si tienen la suerte de sobrevivir a los cazadores de hombres y al sida tienen una fuerte tendencia a desestimar los síntomas del cáncer de piel y, ante la ausencia de crema solar, acaban falleciendo en una terrible agonía debida al cáncer de piel. Para ello, Malas Compañías también trabaja en una planta de cuidados paliativos y otra para fabricar crema del sol en un proyecto denominado una máquina para coser la esperanza. 

Sin salir del continente africano, Ana Cristina Herreros cuenta la triste historia de tribus pigmeas que languidecen en un cruel genocidio cultural en el que el olvido engulle el legado de estos “medianos” a medida que las empresas fabricantes de papel talan sus hogares ancestrales en la selva centroafricana y otras etnias sedentarias y agrícolas hablantes de lenguas bantúes los subyugan aprovechándose de su cosmovisión premonetaria y sus modos de vida epipaleolíticos y seminómadas. Y es que, en gran medida, la ataraxia resignada y autolesiva de los niños que han ido a la escuela y que, para salir de la miseria quieren dejar de ser baka, ha generalizado un desprecio por su propio patrimonio, por lo oral y lo tradicional, asociado al sufrimiento del que pretenden huir al abrazar la cultura colonial que condujo a ese sufrimiento y que paradójicamente, les impulsa hoy de manera indirecta a abandonar y olvidar el canto de las abuelas en un genocidio cultural basado en el desprestigio de lo oral y lo indígena.

Los pigmeos baka, de los que ya solo sobreviven unas 30.000 personas, son el objetivo de un programa de aprendizaje que busca estimular la enseñanza oral en un contexto en el que el los distintos gobiernos de la zona habitada por los baka, pretenden arrancar a los pigmeos de su identidad para que la ONU no reconozca su identidad especifica y con ello reconozcan su derecho a la posesión de las tierras como pueblos ancestrales sujetos del derecho de autodeterminación contenido en los las resoluciones 1514 (XVI) o 1541 (XVI) de la Asamblea General de Naciones Unidas.

En las largas noches selváticas la gente canta, surge un mantra comunitario que cuenta historias y que vive segregada con la esperanza de recuperar sus tierras no olvidando quienes son. Esta es precisamente la clave para la supervivencia de los baka, y esta es uno de los principales objetivos de MALAS COMPAÑIAS, intentar ayudar a los baka, igual que los saharauis, igual que a los albinos o a aquellos que requieren de voces que se unan a las suyas para evitar ser silenciadas. Y es entonces cuando de noche y en el fuego, llega el momento del encuentro con los ancestros y lo simbólico a través de las historias míticas y la narración oral.

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SEGUNDA PONENCIA - Narrar y ser narrados: la continuidad de la memoria oral y el variado registro de los recuerdos

Partiendo de la distinción del mundo clásico entre memoria y recuerdo, el zamorano LUIS DÍAZ, catedrático de la Universidad de Valladolid y antiguo profesor asociado de Berkeley, trata de reflexionar mediante ejemplos narrativos orales sobre la continuidad colectiva de la memoria y las diversas formas en que sus expresiones han venido siendo registradas históricamente.


Con un aire entre lo quijotesco y lo bohemio, Díaz, zamorano naturalizado pucelano, comienza su disertación con una introducción teórica que nos vuelve a remitir al mundo clásico. Volvemos igual que ayer a caer en la órbita de las enseñanzas siempre actuales del Fedro de Platón, que pone en boca de Sócrates la afirmación de que la escritura y la pintura presentan ante nosotros una copia de la realidad y no la realidad original. La escritura no es reconocida entonces por Sócrates como elixir de la memoria, sino como un simple recordatorio reflejo del tradicional recelo de la intelectualidad hacia los adelantos intelectuales, que hoy podría ser lo digital, y que entonces era la transmisión por escrito del conocimiento.

Díaz parte de distintos autores para hablar de cómo acontecimientos como los de septiembre de 2001 dejaron una marca imborrable en aquellos que los presenciaron directa o indirectamente. Y puesto que la mayoría lo presenció a través de la televisión, esta convirtió al evento a un acto global que por primera vez no requería la presencia física, introduciendo según Díaz, un elemento de comunicación nuevo que tiene que ver más con la oralidad que con la escritura.

Por recepción y decodificación de lo literario parecería que caben distintas formas de recordar. La memoria individual o colectiva adquiere la forma de literatura, sea escrita u oral y se combina fusionando a las anteriores. Pero también cabe respaldar esa dicotomía entre las acepciones hispanas o británicas de los términos recuerdo y memoria. Así, recuerdo sería una imagen o complejo de imágenes mediante las cuales se reiteran en nuestra mente situaciones o escenas que hemos percibido anteriormente. Por otro lado, la memoria es definida como potencia del alma por la cual reproducimos mentalmente objetos ya conocidos.

En otras acepciones memoria se identifica con disertación o memoria escrita sobre materias variadas. Este uso relaciona la memoria con lo escrito, y se establece una corriente contraria a la memoria oral o histórica en auge los últimos años. Según Díaz, en otros idiomas la frontera es más difusa, pero en español la memoria parece hacer referencia a lo oral en la sociedad general, y a lo escrito en lo académico. Es una memoria que puede transgredir el tiempo, que puede trasladar informaciones completas en cuanto a lo que denota el recuerdo, cuya función es traer cosas del pasado de modo continuado. Gracias a ello, la memoria es colectiva, siempre recordamos con otros, y en muchos casos, provoca que acabemos interiorizando como propias incluso las historias que nos han contado en la infancia.

En Grecia se entiende como memoria la facultad o capacidad de recordar. Cuando se habla de la cultura en sentido patrimonial, la gran cultura oficial de los cultos, de la élite, se habla de los recuerdos de una cultura entendida como capacidad de transmitir conocimientos. La cultura popular sería la capacidad de transmitir la cultura que todo humano tiene, más que recuerdo, memoria. Así, de acuerdo con Díaz, según la enseñanza socrática el verdadero conocimiento es un recuerdo de realidad intemporal.

Existe paralelismo entre la distinción platónica de memoria y recurso y su aplicación en bases de datos. Para nosotros esta dicotomía podría aplicarse a identificar memoria con registro de información informática. La enseñanza socrática reivindica la interacción entre emisor y receptor, la importancia del dialogo y la conversación para interiorizar la información. En ese paralelismo, la inteligencia de los ordenadores es artificial, pero se construye sobre modelos humanos. Cómo funciona puede darnos pistas sobre como funciona la nuestra.

Pero más allá de esa memoria, la transmisión es un cabo que en ocasiones queda suelto a la hora de estudiar lo que significa el contenido narrativo. Lo que se transmite colectivamente muchas veces es ya conocido por esa colectividad. Los llamados informantes de la literatura tradicional suelen afirmar off de récord que existen fragmentos que podrían catalogarse como clásicos o inmemoriales de una narración, y partes no canónicas que refieren a eventos que pudieron ser contemporáneos a aquellos que narran o a aquellos que quienes recibieron la narración, por ejemplo, las guerras de Cuba o África.

Estos cuentos serían según Díaz paralelos a la senda que sigue la historia. Una entrevista informal, más que una recopilación folclórica convencional permite comprender las extrañas menciones a los ‘moros’ en numerosos puntos de América y su significado simbólico. En todas las zonas hispánicas los restos de edificios antiguos son “moros”, en las comarcas donde no alcanzaron a residir, también se habla de los moros como aquellas gentes antiguas y no cristianas que dejaron monumentales ruinas ya fueran romanos, godos o propiamente moros.



En el alto bierzo leones se cuentan historias de tesoros de moros y moras, que son además comunes a muchas zonas. Hasta hace poco se creía que las moras bajaban de las cuevas en un mundo de cambiándolas por sus hijos para que los bauticen, lo cual constituye una leyenda relativamente común. Pero ese tiempo antiguo del que las sociedades tradicionales presuponen a los ‘moros’ es un tiempo de la memoria oral transhistorica es un tiempo que no es histórico. Es un tiempo cíclico fuerte y mítico frente al tiempo presente que se percibe como corrupto y deturpado. .

Los relatos que nos cuentan son de un tiempo mítico y el folclore sigue estando de actualidad y funcionando en nuestra vida actual. Es una forma en la que los grupos preservan una cultura que hacen suya. El folclore no solo se conserva, sino que se perpetúa. Hay un boca a boca que traslada un folclore múltiple en el espacio y el tiempo con versiones que se rehacen y hacen desde lo antiguo y lo presente. Es una válvula de escape que ayuda a conjurar los problemas en el terreno de lo poético.

“Yo he flipado” en esta cuarentena cuando me encontraba un día sí y otro no con noticias de medios conocidos y aparentemente serios que cuentan como noticias leyendas urbanas, afirma Díaz. Por ejemplo lo “del perro chino que es un zorro, lo del cocodrilo del Pisuerga”. En algunos momentos todos participamos en una cultura popular que acaba calando en los medios y que a veces es indistinguible de la realidad. Puesto que existe una deslocalización o translocalización de saberes que con la situación de la cultura actual ya no puede identificarse con una ubicación. Son espacios, en ocasiones virtuales, con su propio tiempo y su espacio. Ese tiempo puede no ser reconocible, no es el tiempo de antes y de ahora.

Hemos de llegar hasta sujetos identificables, pero ese sujeto puede ser colectivo, puede que no haya un creador concreto de la leyenda urbana. No es que el trabajo de campo no sirva, pero a la observación rigurosa hay que ligar nuevos registros de información. Si el folclore es una resistencia a la cultura hegemónica hay que interpretar en torno al fenómeno subversivo, a veces formula la disidencia y a veces refuerza la cohesión. Hace 15 años en torno a grandes matanzas como el 11m surgieron leyendas urbanas y manifestaciones que reforzaron lazos de afinidad que acercaron a personas con formas afines de pensar.

Escritura y oralidad: pluralidad en las maneras de aprender

El nuevo folclore trasladado por los mass media permiten descartar que exista a día de hoy una oposición tan fuerte entre oralidad y escritura como la que se ha pretendido defender tradicionalmente. Las historias populares hoy circulan mayoritariamente en forma de historias compartidas por WhatsApp, ciber metáforas sin registrar, sin estudiar y que han de vincularse con aquellos que lo creen y que lo viven como se vive el cuento tradicional en las sociedades tradicionales. Se ven ligados a una condición dual en la que hay mucha literatura es arte verbal y mucho folclore que es escrito. Es compleja la situación de la autoría, pero en lo que atañe a las expresiones folclóricas, la distinción de autoría y anonimato procede de la llamada literatura culta, donde, sin querer decir que no exista el autor, este no importa por las modificaciones que cada personaje introduce en un relato.

Según Díaz, igual que los griegos tuvieron que inventar a Homero. En leyendas contemporáneas como la chica de la curva no podemos hablar ya de folclore estrictamente oral o estrictamente escrito. Según Díez, permanece siempre la necesidad de contar. Es necesario aprender de verdad la coherencia de lo que aprendemos. Hay una triple negación del tiempo, del lugar y de la memoria entendidos etnográficamente. El tiempo que vivimos es un no tiempo plagado de no lugares. Lo simbólico se desvincula de los lugares llevándonos a la epifanía de lo trascendental.

Canciones para recordar:

Luis Díaz afirma que la memoria es la capacidad de rememorar recuerdos que la memoria selecciona para contar. Y cuando a finales de los 70 comenzó a reunir el cancionero popular de la guerra civil las canciones brotaban como flores de un cementerio pese al paso de los años. Díaz afirma que se narraba con gestos indirectos dónde se había matado y enterrado a gente después de cerca de cuarenta años. Partiendo por el testimonio de realidades no tan lejanas y procedentes de ambos lados se hablaba de un tiempo mítico fundacional en el que la realidad que explicaba las cosas que pasaban, que para los niños era un silencio cuajado de relatos de tipo mítico que explicaban lo vivido cuando ellos no tenían uso de razón o no habían nacido. Verídicos o no, los mitos son la clave para entender el presente y no necesariamente mienten, y aunque no explican con el logos explica lo que no se puede explicar con el de manera sencilla. Las canciones populares son ejemplos magníficos porque ayudan a resistir y se convierten en lo único que quedan.

Las fosas de la memoria y el valor humanizador de los relatos: 

Según Díaz, vivimos en un país construido sobre “ruinas remotas y asesinatos recientes”. En un aparcamiento surgen construcciones romanas y en las cunetas cuerpos de asesinados. Los relatos han conducido a muchas fosas, las fosas a los cuerpos y los cuerpos a la persona real, a la persona asesinada tras ser deshumanizada para justificar la barbarie. Y es que, como el mito, y más allá de las controversias y las asociaciones el acto de la exhumación de las fosas tiene el rasgo de revertir la deshumanización de aquellos asesinatos. Es la misma pulsión que el estudio de las ruinas antiguas, devolver la historia de los muertos y su nombre para conocer sus historias, para devolverlos a su existencia viviendo en nosotros. Somos humanos por y para contar, para narrar y ser narrados.

Paula Carballeira Cabana es actriz, directora, escritora con más de 30 títulos publicados y traducidos a varias lenguas. Carballeira, que se dedica de manera profesional a la narración oral desde 1994 ha analizado los puntos de encuentro y de desencuentro entre la narración oral y la narración escrita desde su experiencia. Para ello, propone que “hablemos del tiempo, en el fugaz presente” en el que comparte sus reflexiones sobre narración oral y escrita. Propone que “hablemos del pasado que nos define y del incierto futuro que nos espera”; que “pensemos sobre el ancestral deseo de trascender la muerte, sobre nuestra necesidad de permanencia en la memoria de los demás” ya que, “al final, es el paso del tiempo el que nos lleva a contar historias y cuando quien lee, quien escucha, se sumerge en la ficción, consigue olvidar el ritmo implacable de los relojes. Pero no resulta fácil. Requiere reflexión y práctica”.

En este sentido, Paula Carballeira, destaca que en la relación entre el tiempo y la narración oral existe una conexión con el pasado a través del presente, mientras que, en el caso de la narración escrita, el escritor se vincula con el futuro, a diferencia de la narración. El tiempo sufre un paréntesis en la narrativo, pero, para mantener ese paréntesis de lo extraordinario Carballeira afirma que hemos de reinventarnos de manera continua, que la originalidad y el trabajo nos libera del yugo de lo ordinario. Y para reforzarlo se remite a las opiniones sobre el tiempo del sombrero de Alicia en el País de las Maravillas.

«Alicia suspiró fastidiada. –Creo que ustedes podrían encontrar mejor manera de matar el tiempo –dijo– que ir proponiendo adivinanzas sin solución.

–Si conocieras al Tiempo tan bien como lo conozco yo –dijo el Sombrerero–, no hablarías de matarlo. ¡El Tiempo es todo un personaje!

–No sé lo que usted quiere decir –protestó Alicia.

–¡Claro que no lo sabes! –dijo el Sombrerero, arrugando la nariz en un gesto de desprecio–. ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado nunca con el Tiempo!

–Creo que no –respondió Alicia con cautela–. Pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con palmadas.

–¡Ah, eso lo explica todo! –dijo el Sombrerero–. El Tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, haría todo lo que tú quisieras con el reloj.»



Alicia nos recuerda, según Carballeira, que hay quien considera que leer, narrar y soñar es perder el tiempo. Sin embargo, para ella la narración y lo maravilloso son el camino hacia la inmortalidad, el rumbo a la trascendencia a través de una memoria que nos lleva a querer registrar lo oral por miedo al olvido. Y es que tenemos muy poca confianza en la memoria, en la individual propia o en la colectiva. Cualquier persona bebe de una herencia cultural al relacionarse con el tiempo, pero pocos renuncian a la propiedad radical sobre el legado cultural individual.

En la Galicia local de Carballeira, esto se vería reforzado por la propia naturaleza oral de los siglos oscuros (XV al XVIII), en los que, en sustitución de la narrativa escrita abundante durante la Baja Edad Media, surgió, al marginarse el gallego, una tradición oral potente y exportada a zonas de lengua portuguesa en colonias de este país. Debido a ello y al efecto criollo de la fusión bajo el marco pidgin de culturas mestizas, en culturas africanas la vida y la muerte no están separadas en dos mundos. De esta forma, el cumplimiento de los ritos permite siguiendo las normas de los ancianos mantener el hilo de la vida y del paso de las generaciones vinculadas por unas mismas historias y un mismo legado. Ha desaparecido la concepción de los ancianos como transmisores de la cultura y de ese legado.

Así, según Carballeira, en otras culturas hay diferentes concepciones del tiempo histórico, y cuando narramos las referencias culturales provocan empatía. Pero el exotismo provoca un punto de interés que se refuerza todavía más cuando se hallan semejanzas entre lo exótico. La herencia cultural de lo que venimos y que tiene que ver con la oralidad influye con la escritura. Shakespeare introducía cambios en función de la audiencia, pero en obras como el rey Lear se reinterpretan cuentos populares presentes en gran parte del continente europeo y que esconden profundos simbolismos de las imágenes del amor, de las advertencias incluso sobre el incesto que se practicaba en comunidades insulares del Mediterráneo.

Citando las “cuatro cartas” de Xavier Do Campo, Carballeira exalta la necesidad y el deseo de ayudar a recordar la responsabilidad cuando escuchamos una narración”, puesto que los cuentistas serían responsables, al leer y escuchar, de la condición de convertirse en narradores a cambio de compartir y recibir la palabra en el tiempo y el espacio. Así, recibiremos el pago de tu palabra convirtiéndonos en lo eterno al evitar que tu palabra perezca.

Partiendo de Couto, Carballeira señala lo paradójico que resulta que, en relación al rol discriminatorio con el que se ha tratado a los ancianos en la sociedad industrial y posindustrial, contrapuesto a su imagen como depósitos de sabiduría y de tradición en las sociedades tradicionales como las africanas, donde “mueren las personas y las historias no se van”, mientras que aquí sería al revés.

Frente a esta situación, las distintas concepciones cíclicas que separan el tiempo mítico de la pureza primigenia y la actualidad corrupta que ha de ser purificada mediante la epifanía sacra de la narración, se vinculan con la poética de autores como el angoleño José Eduardo Agualusa, que afirma que “Nada pasa, nada expira” puesto que “el pasado es un río que duerme y la memoria una mentira multiforme”. Así lo concibe Carballeira, que vive en el presente un tiempo de descubrimiento, de infancia, de pureza que permite trascender.

En base a ello, Paula Carballeira ha concluido reflexionando sobre el tiempo, pero no solo sobre el tiempo del que venimos y al que vamos, sino el tiempo en el que estamos y del que participamos los narradores, lectores y espectadores. Esto condicionaría por qué somos así, el por qué narramos así, el por qué escribimos así. El presente sería un tiempo que no existe como tal, pero es el tiempo de la narración oral, de la infancia, del aprendizaje y de la maravilla. “Toda esta reflexión es para que detengamos los relojes y le demos la mano al tiempo “que ni el tiempo lo condicione ni nosotros le intentemos apresar en relojes.

CUARTA CONFERNECIA: “De la inspiración creativa al conocimiento: escritura, oralidad y memoria en el Mundo Clásico”

ANTONIO MORENO HERNANDEZ es catedrático de la UNED en el área de Filología Latina en el Departamento de Filología Clásica.  Y en su ponencia propone una indagación en las complejas relaciones entre oralidad, escritura y memoria en el Mundo Clásico grecolatino con especial atención a los mecanismos de la inspiración que constituyen una de las bases de la creación literaria, así como sus relaciones con la concepción del conocimiento en la Antigüedad.

Moreno, historiador de la intelectualidad romana, recorre tras unas gafas y un rostro evocador de Unamuno un camino cuajado de reflexiones interesantes con un publico preocupado por el discurso oral en relación con la memoria y la escritura y con una ponencia basada en tres líneas argumentales: el concepto de la tradición oral grecolatino, la figura de los narradores y el peso de la oralidad en su recolección escrita clásica.

Según Moreno, hemos de huir de las percepciones de la Antigüedad como un arquetipo puro y primigenio de Occidente. Hemos de evitar caer en la concepción ilustrada y antimedieval del clasicismo desarrollada como base de una ilusión de los orígenes fundacionales que Marc Bloch concibe en lo presente y en lo moderno como continuación reencarnada en tiempos renacentistas. Pero esto no es real, es una visión idealizada ilustrada que ha de ser matizada de muchas maneras. Es cierto que somos continuadores y herederos de una antigüedad cuyas preguntas seguimos tratando de responder. Somos herederos en cierto modo de su cosmovisión, pero estos clásicos, estos antiguos eran humanos como nosotros. Ni mejores ni peores que los hombres que fueron antes y después de ellos.

 Respecto a la oralidad antigua, Moreno afirma que es “como las meigas, nadie las ha visto pero haberlas haylas.” Es evidente que no se conservan grabaciones, no existen específicamente fuentes primarias que no sean de tipo documental, y aun aquellas que existen, han llegado relativamente deturpadas, pervertidas a través de su aproximación a las fuentes escritas. Todo lo que conservamos del mundo antiguo, enormemente rico, nos plantea problemas, y el más importante es que la producción escrita de la antigüedad grecolatina se ha perdido en su mayoría (cálculos optimistas apuntan a una conservación de cerca del 10% de las publicaciones) Así, cuando estudiamos testimonios escritos clásicos estamos atisbando simplemente una pequeña parte de un extenso y complejo entramado en la que cualquier investigación bebe de la arqueología textual.

En la antigüedad arcaica romana solo conservamos ciertas vagas referencias que hasta la República tardía y su crisis final no arrojan apenas obras. No obstante, tanto Grecia como Roma poseían un riquísimo legado oral arcaico que cuaja en épocas arcaicas. En Grecia entre el VIII – y el VI a.C. la cultura clásica griega tiene un trasfondo oral transmitido de generación en generación sobre una base memorística y humana. De manera que a la escritura hay que darle un peso relativo dentro de un universo cultural oral que condicionó el mundo grecolatino.

Según Moreno, gracias a autores como Ennio, tenemos en el mundo latino una poesía arcaizante desarrollada con elementos formulares tradicionales. Esta es de carácter comunitario y compartido y sufre una tensión constante entre rapsodas o aedos y el publico que lo transmite y que en el S v y IV desemboca en colecciones que recogen esto. Platón parece por primera vez el desarrollador de una cultura conscientemente escrita que se nutre de esta oralidad, prosa y sin sustituirla la transforma al trabajar sobre ello.

En cambio, en Roma, frente a ese periodo de tradición no escrita hay una escritura presente desde época preclásica. LA conciencia de una tradición oral que convive con la existencia de escritura está presente, pero lo escrito se circunscribe a lo epigráfico, a lo religioso. Pero a diferencia de Grecia, Roma no tiene, frente a Grecia, una tradición oral tan rica en poesía épica fundacional, por ello se siente en la necesidad de crearla como es el encargo de la Eneida a Virgilio. La oralidad romana se vive en un contexto codificado de experiencias asociadas a lo cotidiano, a lo ceremonial, a la superstición que definía su vida desde la infancia. Roma se ve imbuida en un mundo vinculado a la ejecución del rito y la superstición cotidiana.



Un ejemplo característico de esta monumentalidad de la tradición oral en relación con los rituales más importantes es la generación de calendarios. Estos calendarios plasman hitos y acontecimientos a los que se asocian y que rigen la vida. En algunas de estas fiestas plasmadas en el calendario (p.e. las lupercalias). La prosa es en todo caso secular mientras que el verso se vincula con las formas musicales, con lo musical, con estructuras modulares rítmicas que se adaptan al antiguo verso, etc.

A esto subyace, según Moreno, una complejidad reveladora. Las estructuras métricas del verso antiguo se basan en la oposición de tiempos débiles y tiempos fuertes silábicos a modo de compases. Las vocales son rítmicamente significativas y generan estructuras no teniendo nada que ver con la rima en sí, sino con su estructura interna. No es lo mismo, pero se traslada a la tradición escrita y en ambas, aparece por primera vez que, frente a la producción antigua, se caracteriza vía el carácter pragmático de la producción oral y escrita de los antiguos. El contexto genera un grado de distanciamiento que requiere la gestualidad pero que, junto a la evocación connotativa del contexto, era la clave para la audiencia clásica. Por mucho que conservemos ese texto, casi no conservamos el significado y la rica tradición asociada a esas connotaciones que rodeaban lo ritual y lo oral.

El género antiguo por antonomasia sería para Antonio Moreno la épica heroica con ejemplos como la Ilíada, que contiene elementos que están compartidos por la poesía lírica, por la poesía dramática arcaica con su trasfondo de tradición oral, etc. Son una serie de módulos con un base métrico musical. La Ilíada es una enciclopedia, aquello con lo que aprendían los griegos en el mundo clásico y que brindaba el elemento identitario de la koiné. La epopeya antigua es clave junto a los enemigos comunes de la koiné de una Grecia unificada con un mecanismo de inmersión.

Toda esta tradición proporciona a los individuos de la comunidad una serie de motivos que reconocen porque se repiten y que por tanto evocan el significado histórico de la potencia acultural. A partir de una trama simple (parís roba a Agamenón su mujer) se construyen componentes cada vez más complejos que expresan la potencia de una tradición oral que se erige como mecanismo legitimador político, cohesionador, etc.

En cualquier caso, las raíces culturales griegas beben de la cultura oral del periodo escrito entre los inicios de la Edad de Hierro y las sociedades arcaicas surgidas en el S VIII a.C.  La principal expresión, incluso en Época Arcaica y Clásica fue según Moreno una expresión oral, que convive con la lectura como un fenómeno privado y más tardío o minoritario. La mayoría de las aproximaciones a la escritura se asocian a contextos muy específicos y, por tanto, cabe destacar que la oralidad es el elemento que prima a nivel cultural y que predomina y condiciona toda escritura. De hecho, los restos más antiguos que tenemos de esta tradicion heroica homérica (250-285 a.C) pertenecen al Egipto ptolemaico e incluyen diferencias sustanciales con respecto a la versión canónica occidental que tenemos en la actualidad. 


El mundo griego alimenta durante siglos una oralidad en forma de discurso. Tanto en la Grecia clásica como en la Roma republicana los discursos, judiciales o políticos modifican según Moreno las decisiones votadas. El discurso convence de tomar una decisión y el arte de componer esos discursos se compondrá de retórica y de oratoria.

En el momento de máxima efervescencia política grecolatina, la oratoria se erigiría como un mecanismo para dirigirnos a un destinatario concreto y cercano que escuchaba. Se trata de un estudio de técnicas comunicativas que busca impacto en un contexto determinado que poco a poco se tornó un material educativo clásico y despegado del contexto. Sin embargo, de acuerdo con Moreno en su origen se adapta a quien va dirigido y en qué contexto se usa. En Cicerón o Aristóteles vemos que no es un artificio sino un genero que se despliega en toda la comunicación buscando mantener la atención del auditorio. Se busca mantener lo que es adecuado o no a un determinado público. Eso es lo que subyace en un marco tradicional formulario. Pero en cierto modo la sociedad evoluciono y este discurso se apergaminó.

Es necesario vertebrar el código comunicativo para que tenga sentido. Y el mayor desarrollo que adquiere esa retorica es en Cicerón, que postula que para lo que sirve generar un discurso es para formar ciudadanos y gobernantes, en el arte supremo de la política y de las relaciones sociales. El orador es la persona mas preparada, porque se asimila con el filósofo, con el poder, y por mucho que conozcamos el texto, no conocemos el discurso, no sabemos realmente lo que significaron las catilinarias en ausencia de todo lo que rodeaba al discurso y el conocimiento sobre el contexto y las personas.



En De Bello Gallico (LVI) César narra cómo los druidas, formados en una especie de escuela oral donde memorizan innumerables narraciones míticas y derecho consuetudinario, llegando a emplear 20 años en su formación. Lo que más sorprende para César es que, manejando la escritura para las cuentas o las comunicaciones profanas, los druidas creen ilícito usar esa misma escritura para fijar doctrina. César hace excepción a su plural mayestático y dice que probablemente esto se haga para mantener el monopolio doctrinal y jurídico frente al pueblo llano, o para mantener su sensación de exclusividad espiritual, ya que se pretende evitar que los aprendices se dediquen menos a cultivar la mente por la confianza en la escritura’.

Ese monopolio de la sabiduría por un determinado colectivo no es exclusivo de los galos según Moreno. Tanto en la república inicial, con las leyes sin fijar sobre las XII tablas hasta mediados del S V a.C.; o en distintas comunidades o sectas mistéricas como son los pitagóricos.  De hecho, en esta secta incluso se habla de asesinatos como el de Hípaso de Metaponto después de que este revelara la existencia de los números irracionales al mundo.

Si la difusión relaja teóricamente el valor de exclusividad de la información, la escritura relajaría tanto el celo en el aprendizaje como en el valor de desarrollar esto procesos. El conocimiento no puede reducirse a información, sino al tratamiento de la misma y a su reflexión comprensiva. Al pasar todo a escritura no podemos olvidar lo que rodea. La comunicación viviría pues, también a través de la memoria, de la transmisión a través de elementos variados que trasladan la información. La memoria ancestral y mítica sería en el mundo clásico una memoria basada en la capacidad de gestionar interiorizadas cosas que se saben y sirven para producir nuevas manifestaciones culturales.

Esta sería la base para generar estructuras casi artesanales con la memoria jugando un papel crucial. Una parte de esa memoria se asocia con una mujer seducida por Zeus (Mnemosine) que alumbra tras unirse nueve veces con él las nueve musas. Esto tiene desarrollo moderno en forma de narraciones como marco de creatividad que parte de la memoria mecánica interpretada. Los epítetos mecánicos y las estructuras prefijadas permiten improvisar en base a mecanismos asentados.

Todo esto no es difícil interpretarlo en una clave teológica. El aedo, el rapsoda o el creador no trabaja bajo un acto de creación personal, sino bajo una teoría inspiración divina. Se produce una tensión psicológica en la que la participación e identificación del publico genera empatías catársicas como las propias de la tragedia griega.

Tenemos un enorme desarrollo de la literatura oral con el que, según Moreno, hoy aceptamos globalmente cómo la tradición oral de estos rapsodas y su legado popular son capaces de producir episodios de aculturación tan profundos como de la épica homérica del mundo griego y en todo el ámbito helenizado del que roma es heredero.

Para Moreno, la tradición memoral antigua, a pesar de situarse en el espacio efímero momentáneo ha dejado un poso y una tradición enorme poniendo en marcha resortes fundamentales para la cosmovisión simbólica y para la manera en que nosotros mismos configuramos nuestra propia manera de entendernos a nosotros mismos y al mundo.

La oralidad tenía registros destinos en función de la clase social. En gran medida, nos ha llegado un saber aristocrático que fortalece la identidad de las clases altas y su conciencia excepcional y heroica. Moreno presupone la la existencia de una narración épica que permea a todas las clases, pero en principio vinculada a la élite social y a la aristocracia guerrera ya que el guerrero se reconoce en la virtud q los demás le asignan y busca ser cantado y celebrado manteniendo una importante relación entre poder y narración oral.


De todas formas, más allá de épocas arcaicas, el prestigio del orador del final de la república es enorme a pesar de la difusión de la palabra escrita en distintas formas. La poética o es tan sofisticada como en época imperial. La oratoria de Varrón o de Catón no es dominante. Augusto potencia los poetas que le interesan y virgilio, Ovidio y otros autores literarios se convertirían según Moreno en referentes culturales, en muchos casos para ser leídos y para generar una epopeya nacional como es el caso de la Eneida. Séneca y los autores imperiales tardíos aprenden de Virgilio, Horacio, etc.

De acuerdo con Moreno, la producción antigua tiende a estar muy codificada. Cuando alguien escribe se introduce en una tradición y respeta ciertos presupuestos sobre los que actúa. Esa visión moderna de la libertad creativa que se aleja para componer un discurso no se da en el mundo antiguo. Una de las primeras manifestaciones son el Satiricón de Petronio o el Asno de Oro de Apuleyo. Y mientras que un orador clásico se preguntaba simplemente según moreno “¿Cómo diantres hago para mantener la atención y llevarme al huerto a mi receptor?” hoy día los discursos políticos actuales no buscan la brillantez discursiva integrada en una tradición rígida a nivel formal, sino que integran componentes de base mercadotécnica para alcanzar determinados objetivos mediante diversas técnicas, pero que se vale del mismo mecanismo de transmisión oral para lograr sus objetivos a pesar del paso de milenios.

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