PRIMERA
PONENCIA – SANDRA ARAGUÁS – LA TRADICIÓN ORAL, DE LAS FUENTES A NUESTRAS MANOS
SANDRA
ARAGUÁS PUEYO es folclorista, escritora, editora y narradora
oral profesional. O como ella misma reconoce: “primero recopiladora, después
cuentista”. En su ponencia, ‘tradición oral, de las fuentes a nuestras manos”
Araguás reflexiona sobre qué se esconde la tradición oral, qué esconden sus
fuentes y cómo llega a nuestras para acercarnos a un mundo de recopilaciones,
de tratamientos de textos orales, de bases de datos, de archivos y de cuentos
maravillosos.
Araguás
afirma que, a ella, como tal, no le contaron cuentos. Los escuchaba,
como hemos escuchado todos de las colecciones de audiocuentos como la ratita
presumida, garbancito, etc. pero hasta bien mayor, nunca vio de cerca un
narrador espontaneo en acción, y esto la impresionó hasta el punto de cambiar
su vida.
Su primer trabajo, entre los espectaculares mallos de la sierra de Guara,
la llevó de pueblo en pueblo entrevistando junto al resto de su equipo a cerca
de 135 personas. Pero una le marcó especialmente: Elías Mayal. Mayal fue
de las primeras personas en ‘contarle de verdad’ ella recopilaba narraciones
orales con fines académicos y prometió llevarle el libro en cuanto estuviera. Don
Elías, afirma Araguás, se quedó muy serio al ver que sus palabras pasan a
papel. -Pero Sandra. Eso es una tontería. - dijo Elías. -Todos esos cuentos de nuestros
padres y nuestros abuelos que te hemos contado no sirven de nada si los guardas
en un libro sin más. Solo sirven si los sigues contando-.
Dicho
y hecho. Por aquella época Sandra daba charlas de etnografía. Poco a
poco le royó el gusanillo. Primero introdujo algún cuento muy a colación
de las charlas, y luego los cuentos se introdujeron en ella y nunca más dejaron
de salir.
Los
cuentos forman parte de un “patrimonio cultural inmaterial”, afirma, un
patrimonio tan crucial como ignorado. Araguás pone un ejemplo cercano a
su experiencia como guía turístico en el Alto Aragón. Alrededor de una
ermita o de una iglesia se desarrolla una tejido subjetivo, personal e
intangible compuesta de miles de historias, de leyendas, de formas de percibir es
patrimonio arquitectónico en forma de un hito que permite definirlo como verdadero
lugar frente al no lugar. Y no podemos visitar e intentar comprender ese patrimonio
son comprender las claves de lo que verdaderamente significa verdaderamente
ese patrimonio.
La tradición
sería el conjunto de historias que se transmiten de generación y generación
según Sandra Araguás. El patrimonio intangible que transmiten
conocimiento, valores culturales y sociales y graba la vida de cada
cultura. Su característica principal, afirma, es que esa tradición es
fundamentalmente oral. La escritura no ha sido predominante en el trato
interpersonal o en los flujos informativos hasta tiempos muy recientes, haya o
no alfabetización de por medio.
En esa
cultura oral, la sencillez mínima es un valor junto a la brevedad. La acumulación
ejerce complicación que solo se sustenta si es premeditada o flexible (como en
el caso de los cuentos maravillosos o los romances). En esa tradición, existe
según Araguás un principio de frecuente anonimia o autoría colectiva.
Referenciando a Benjamin, Aragúas reconoce que al igual que el alfarero deja su
impronta en sus creaciones, aunque las extraiga de un molde, el narrador deja su
poso personal en la narración, aunque no sea el autor absoluto de la
misma.
“Es
bonito ver como los cuentos se adaptan a cada lugar”, afirma “cómo en
Teruel se cuenta la misma historia que en Venezuela o en Hueca, pero en cada
sitio con los animales del lugar. En este sentido, la adaptación se
produce también a nivel lingüístico, lo que constituye una de las
principales constantes en su labor profesional de cara a la conservación de los
diferentes idiomas y las abundantes variedades dialectales de los mismos
presentes en el Alto Aragón. “A veces los personajes de los cuentos hablan con
el dialecto local, aunque la voz de los narradores nos llegue en un castellano
depurado al margen de los diálogos” afirma.
El
recopilador y su labor de campo:
Para
Araguás, una de las cosas más importantes en el trabajo académico con la
narrativa oral es la documentación y la investigación profunda sobre la
zona a entrevistar. Hay que buscar bibliografía, empaparse de lo que hay, de
las leyendas que se cuentan por la zona, hay que conocer sus ríos, su historia,
su paisaje y a sus gentes. En especial, Sandra incide en esto último “cada día
es más importante contar con buenos mediadores que nos lleven hasta los
informadores”.
Todo
ello, sería según la ponente una relativa novedad partiendo de la base de confianza
y familiaridad que ha caracterizado la vida rural hasta tiempos recientes.
Y pone el ejemplo de las típicas puertas rústicas de hoja doble que siempre
estaban abiertas en su zona superior. Hoy día todas han sido sustituidas por
puertas modernas, con cerraduras y en general, se encuentran cerradas a cal y
canto. “Ha cambiado mucho la forma de relación social” afirma, cuando llega la despoblación,
la soledad, el envejecimiento y los robos “se instala el miedo” acompañado por
una desconfianza hacia el extraño a la que deja paso la hospitalidad de quien
se sentía en un terreno familiar y controlado.
“Hoy hay que explicar muy bien
que es lo que quieres y para qué. Y no puedes conseguirlo sin un intermediario
que te guie”. Todo un canto al papel fundamental de esos virgilios silenciosos
que guían al atrapacuentos y le permiten apuntar la receta para seguir
cocinando historias con los mismos sabores que antaño.
A la
hora de trabajar con el material, afirma Araguás, también es necesario comprender
(y anotar) el recorrido vital del informador y saber dónde ha
vivido (además de tomar a una fotografía suya) .Dentro de lo más
prosaico en un campo tan lírico “hay que hacer papeleo para respetar los derechos
de autoría” y evitar así un gran problema, afirma, puesto que con la muerte del
narrador (desafortunadamente muy frecuente)sus derechos entran en un complejo
agujero negro del que a veces es imposible sacarlos.
En
general, la ponente se inclina por una metodología basada en audio
más que en vídeo, afirma que incomoda menos a los informantes, que es más fácil
que estos se abran si solo se registra el audio ya que en su opinión, “el video
elimina mucha espontaneidad”. Con estas técnicas y estas instrucciones, Sandra
Araguás recoge por lo general tradición oral enmarcable fundamentalmente en tres
géneros: la narrativa, el cancionero y los géneros menores.
“La narración es la principal”, reconoce, a través ella se transmite la
experiencia de manera directa o indirecta. Se escucha a aquel que experimenta y
a es la manera de que la gente adquiera el conocimiento. “Antes no existía
Google” apostilla.
Por un
lado, Araguás distingue (en función de cómo los concibe el narrador y no de su
carácter) entre relatos ficticios y verídicos. En lo que los informantes
conciben como relatos encontramos tanto elementos legendarios (por
ejemplo, cuentos de brujas) como grandes dosis de memoria histórica más
o menos adulterada (por ejemplo, historias de la guerra). En segundo lugar,
encontramos abundantes muestras de cancioneros con elementos religiosos,
amorosos, épicos, profanos, etc. Y en los géneros menores, interesantes
muestras de adivinanzas, enigmas, chistas, y otros elementos de variada
naturaleza.
Tratamiento
de los datos: el trabajo de gabinete.
Araguás lo reconoce, esta es la parte más larga
del trabajo. Se tarda días y días en transcribir. “Para ser precisos del todo la
transcripción debería ser fonética”, opina, pero esto complicaría el
proceso e imposibilitaría o dificultaría la cierta difusión transcriptora. En
cualquier caso, esta necesidad decrece puesto que hoy día ya no se transcribe
tanto información como antes por la posibilidad de adjuntar los audios y primar
la legibilidad o indexado de la información. Pero gracias a este
trabajo se generan diversos repositorios como el DARA-SIPCA
aragonés, que contiene muestras de arquitectura popular, archivos de museos y
ayuntamientos, patrimonio inmaterial, canciones y más de 12.000 muestras de tradición
oral recogidas. A ello se suman otros archivos como el de patrimonio
cultural de la Rioja, las muestras de Maximino Trapero, el Corpus de Jaén (que de hecho conecta con todo
el mundo hispano), la Fundación Joaquín Díaz, etc.
En todos ellos es clave, cómo no, la tradición
oral. Y es que Araguás, retornando a sus primeros trabajos, mantiene
iniciativas poliédricas y multifuncionales que además de registrar el folclore,
impulsan iniciativas colectivas como las de juntar a mujeres romanceras, algunas
con más de 20 aprendidos, en los patios de las casas de distintos pueblos del
alto Aragón como Santa Eulalia, Almudévar, Biscarrués, en los que la gente del
pueblo acude a escuchar a las romanceras. Así, hilo a hilo se teje un tapiz en
el que se continua con iniciativas como las vividas en el confinamiento. En las
duras circunstancias de los meses pasados Araguás trabajó duro por el éxito del
proyecto ‘yaya / yayo me lo cuentas. En él, después de que los abuelos contaran
algo a los nietos, eran los propios niños quienes tenían que grabarse contando
lo que habían contado convirtiéndose así en intérpretes, depositarios y
ejecutores de la enorme urdimbre del legado cultural de sus antepasados.
Tal y como lo predijera el señor Elías, Araguás
reconoce que el mayor descubrimiento que ha hecho a lo largo de su
carrera es la importancia de devolver lo que te dan. Los ancianos fallecen,
pero su legado sigue vivo y los cuentos nos sobreviven siendo
contados. “Fue bonito llevarle el libro a su familia a su familia para
que vieran cómo su legado y su memoria seguían vivos” afirma en relación
a uno de los informantes. “Si se les da el libro se refuerza el valor de la
tradición oral porque a veces ellos mismos lo consideran tan insustancial
que ni siquiera lo transmiten a sus nietos o a sus hijos”, y esto es lo que su trabajo
trata de evitar.
SEGUNDA PONENCIA – ANTONIO RODRÍGUEZ
ALMODÓVAR – LOS ARQUETIPOS DEL CUENTO
POPULAR
Antonio Rodríguez Almodóvar es Investigador, escritor y académico
correspondiente de la Real Academia Española. Bajo el título ‘Los arquetipos
del cuento popular’, su ponencia pretende recordarnos cómo un cuento
puede seguir siendo él mismo independientemente de cuantas sean las versiones,
cuál sea su dispersión geográfica, idiomática, y cómo lo que subyace a
un esquema o una columna vertebral que rellenamos cada vez que contamos,
es lo que se denomina académicamente arquetipo.
Sin caer en un esencialismo místico jungiano, Rodríguez se embarca en un
viaje teórico para definir su concepto de arquetipo, un viaje que
comenzó con su primera grabación de narrativa oral en 1977 en Carmona, Sevilla,
donde una campesina iletrada le contó la historia maravillosa de juan el oso. Juan
el oso, Juan el fuerte, muestran según Rodríguez una especie de redención del
salvaje, lo rural y el oso a través de un relato de origen, según Rodríguez, protoindoeuropeo.
Este cuento, narrado por una mujer que no sabia leer ni escribir, se
encontraría relacionado con historias presentes en el Rig-Veda, concomitaría
con elementos mitológicos griegos, y es un proto cuento de Ulises, nieto del
oso, o Hércules. “Es una materia compleja, pero asequible mediante
procedimientos reconstructivos” afirma.
Rodríguez proclama no pertenecer a esa escuela historicista que buscaba el
origen exacto del relato, una obsesión decimonónica hoy convertida en tabú. Por
ello, reconoce que tras Juan el Oso existe ya una especie de patrimonialidad
universal similar a la que tienen el cuento de Cenicienta o Blancanieves,
globalizadas y modificadas por la expansión de la cultura europea de la mano de
las alteraciones que supusieron el imperialismo y la literalización de estos
mitos en Época Contemporánea.
Esa universalidad, no obstante, no quitaría que, pese al deterioro, las
distintas versiones no apunten a un origen primitivo y común. De su labor como recolector
de cuentos Rodríguez destaca que con Juan el Oso llegó a tener 40 versiones,
pero que en todas ellas encontró que el orden en el que se suceden los episodios
estructurales es coherente y repetitivo, que se guarda un orden sucesivo y que,
gracias a ello, concluyó que el arquetipo es en realidad un paradigma
estructural, un esquema del que cuelgan todas las posibilidades de uso de
un repertorio reducido a mínimos.
“Lo que se cuenta pertenece tanto al momento en el que se cuenta como a
cualquier otro momento en el que se haya podido contar”, afirma, y de hecho, su
arquetipo se encontraría en un espacio abstracto en el que la estructura es tan
poderosa que sirve para cualquier ocasión. “El sentido no se puede conocer si
no se está en el momento en el que se cuenta el cuento” reconoce, pero la reconstrucción
arquetípica es lo que permite al que cuenta el cuento usar un legado
reconocible que puede después ser adornado en mayor o menor grado. “El orden
en el que las cosas suceden es la clave para todo ello, es lo único que no se
puede cambiar. Podrán incluso cambiarse las cosas que suceden,
eliminarse algunas, pero guardando siempre el orden”, concluye.
Tras narrar las incorrecciones políticas del pico manchado de heces del Gallo
Quirico, o de la marabunta de amigos que se metió en el culito el ‘Medio
pollito’, Rodríguez llega al núcleo de la ponencia. “El paradigma funciona
cuando dicen, ‘a mí me suena es cuento, pero yo no me lo sabía así’”. Es entonces
las variantes se identifican, cuando se puede observar el entorno modifica lo
superfluo para adaptarse al contexto sin modificar lo estructural y
arquetípico.
A menudo existen mecanismos como secuencias rimada ayuda a memorizar,
identificar y entender e imaginar usando las potencias el alma, pero en
general, es necesaria la memoria como La imaginación no trabaja sobre el vacío,
ni el niño ni muchos adultos tenemos recursos suficientes como para configurar
sobre la marcha una historia depurada y que funcione, por eso tendemos a trabajar
sobre historias repetidas para formar la estructura básica y cuando
la tiene, puede usar el esquema del cuento maravilloso para generar otros, pero
según Rodríguez, “nunca hay manera de escapar del esquema”
Tampoco se podría escapar, de acuerdo con Rodríguez, del legado
que se vincula a cuentos y leyendas localizados y que han sido desvirtuados en
cierto modo en ocasiones arrancando parte del arquetipo al haber limados
por la tradición burguesa contemporánea. Tanto las versiones de Perrault
sobre Caperucita, (canibalismo ritual) como cenicienta, Blancanieves
o el Burrito de Plata (padre incestuoso rechazado por la niña). Hoy día,
según Rodríguez estos mensajes “profundísimos “contra el rapto, la
violación, el matrimonio concertado, el incesto… y esto se esconde sobre
todo en la tradición oral, con un enorme equilibrio
entre heroínas y héroes porque se destinan a ambos sexos. Aparecen príncipes
encantados y bellos durmientes liberados por damas que se atreven, como
contrapesos pasados y olvidados.
Solamente la tradición de las clases ilustradas europeas fue la
responsable de marginar esto. Así pues, en la tradición oral habría
una descompensación en la que la corrección política esté haciendo peligrar también
los restos de los arquetipos a través de la desvirtuación de cuentos
ya desvirtuados previamente. Ante ello, la lección de Rodríguez, es llana y
simple. Hemos de evitar convertir lo anecdótico en ideológico. Con coherencia y
respeto hemos de respetar los arquetipos y mantener esa esencia simple,
compleja y maleable que permite a través de la narración lograr la catarsis.
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