Con la segunda y penúltima jornada del curso “Trauma, crianza y terapia”, las ponencias de cuatro expertas en desarrollo, cuidado y diagnósticos clínicos desde el punto de vista de la psicología, volvieron a entretener y enseñar durante ocho horas a un público interesado y entregado.
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Mariló Gascón, en su ponencia |
“Trauma es cualquier experiencia amenazante y desbordarte que no podamos integrar. Después de tales experiencias a menudo, nos quedamos con una sensación disminuida de seguridad de los demás y el mundo y con la sensación también de sentirnos inseguros dentro de nuestra piel”, escribía Pat Ogden en 2015. Por lo tanto, ¿de qué sirve el trabajo del ‘mindfulness’ en terapia para trabajar el trauma?
“La meditación consciente puede ayudar a que se dé una regulación desde la corteza preforntal. No lo podemos sacar nosotros solos, necesitamos una serie de interacciones con otras personas porque el trauma no es individual sino social”, comenzó indicando Mariló Gascón Aguilar, psicóloga general sanitaria.
El principal órgano al que afecta el trauma es el cerebro, cuya función principal es garantizar la supervivencia. Para intentar evitarlo se pone en marcha el sistema nervioso autónomo, y, durante su funcionamiento las respuestas son completamente distintas en cada caso. Activa la lucha o huida del sistema nervioso simpático, o, por otra parte, la calma y el colapso del sistema nervioso parasimpático.
“Entre las habilidades ‘mindfulness’ y meditación ‘mindfulness’ hay que distinguir que en terapia no se trabaja la parte meditativa”, comentó Gascón antes de mencionar una cita de Rothschild, psicólogo clínico, que defendía que el 'mindfulness' “es un recurso que contribuye a regular el nivel de activación y establecer la estabilidad en medio de síntomas traumáticos”. Para ella, estas terapias consisten en reforzar la corteza prefrontal, lo que denomina “regulación de arriba a abajo en el cerebro”, y, después, recalibrar el sistema nervioso autónomo, “regulación de abajo a arriba”.
Además, afirma que “el psicoterapeuta ‘mindfulness’ tiene que acompañar al cliente en la exploración de la experiencia, ayudarle a centrarse en las sensaciones del cuerpo, ser flexibles en las prácticas, adecuarlas a cada cliente y acompañarles en la integración del trauma”.
Si las características del trauma son la disociación, rumiación cognitiva, desregulación emocional, desconexión cuerpo-mente, culpa, vergüenza, miedo, ira, rabia, enfado o ansiedad, ¿cuáles son los mecanismos de acción del ‘mindfulness’? “Regulación de la atención, la consciencia corporal, regulación emocional, desidentificación de los pensamientos, consciencia dual, exposición, actitud auto-compasiva, aceptación e integración”, añadió Mariló, que expuso los principios básicos de este tipo de terapia.
Entre ellos se encuentra, por ejemplo, permanecer dentro de la ventana de tolerancia, la atención como recurso de estabilidad mediante el empleo de anclajes externos y la conexión cuerpo-mente. “Todas las personas tenemos tres sistemas de regulación de traumas y amenazas”, finalizó la psicóloga clínica su exposición: “Centrado en el logro (querer, perseguir, conseguir), en la afiliación (seguridad, amabilidad, conexión, calma), y en la amenaza (búsqueda de protección y seguridad)”.
Cerebro materno: implicaciones en el cuidado y la dificultad de regulación:
¿Cuándo una madre puede ser considerada como tal? ¿Una madre que no ha llegado a dar a luz debería ser considerada madre? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar desde que se tiene a la cría para valorarse la maternidad? ¿Cómo afecta el concepto de ser madre a una persona que, a pesar de tener al hijo, no se ve como madre? Paula Stoica, psicóloga general sanitaria y tutora en la UNED, daba la bienvenida con estas preguntas a la segunda ponencia del día.
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Paula Stoica, en su ponencia |
Una exposición centrada en la mujer, la que sufre unos cambios cerebrales, estructurales y funcionales significativos durante el embarazo.
“Cuando hay pérdidas de embarazo muchas madres lo ven como un fracaso, pero ese tiempo de seis meses ha cuidado a su bebé”
“Con respecto a los estructurales, entre la segunda y cuarta semana del embarazo se aprecia un aumento de la sustancia gris en el córtex prefrontal superior e inferior y en diversas áreas subcorticales como el hipotálamo, la sustancia negra y la amígdala. Todas estas áreas participan de una u otra forma en las conductas que lleva a cabo la madre para el cuidado”, continuó Stoica.
En relación a los neuroendocrinos, los niveles de oxitocina aumentan considerablemente durante el embarazo y producen euforia, sueño más ligero, incremento de la sensación de cariño hacia el bebé. Es decir, es la gran causante de los cambios cerebrales relacionados con la maternidad y este tipo de cuidados.
“La capacidad de la madre para reconocer el llanto de su hijo mejora desde el primer día de dar a luz”, prosiguió la psicóloga clínica. Ya quedan mencionados los cambios funcionales, que se deben, según Stoica, a que, “en las primeras semanas de vida del bebé, la respuesta neutral de la madre al llanto de su hijo implica un estado de alarma que actúa de movilizador hacia su hijo, provocando cierto grado de ansiedad. La activación cerebral se produce posteriormente entre las 12 y 16 semanas del bebé y corresponde a un proceso de aprendizaje por parte de la madre para asociar y entender el llanto más como una conducta de carácter social”.
Además de la oxitocina, la prolactina, con efectos benéficos en el aprendizaje, memoria o conducta social, también forma parte de las hormonas que sostienen el cuidado. En resumen, provoca cambios neuronales y conductuales que se encargan de construir el “cerebro materno”, término incluido en esta jornada por Paula Stoica.
“El vínculo materno-filial es considerado la conexión más poderosa e instintiva que existe”
El vínculo, el instinto, el cuidado y la intuición, conceptos tan trascendentes en la maternidad, comienzan a acaparar la conversación. Tanto es así que, en muchas ocasiones, el dolor del hijo se convierte en el dolor del padre y fallos en la protección de sus descendientes ocasionan un dolor muy grande en los progenitores.
Stoica, antes de concluir con referencias al amor, se refirió a la construcción del cuidado: “No es algo que no sale de forma natural si no que lo tenemos que construir. Cuando hablamos de cuidado lo hacemos donde no tiene cabida el dolor, el cuidado también implica una atención constante al dolor”.
“La madre y la cría establecen el vínculo en una especie de danza comunicacional, en la que el mayor aporte en las respuestas es intuitivo. El cuidado está impregnado de amor. El amor no es sólo una emoción, es un proceso biológico. ¿Pero, cómo damos amor? Uno de los aspectos más importantes en el cuidado es el disfrute del otro”, sentenció Paula Stoica.
Decodificando la biología del trauma: terapia más allá de los diagnósticos clínicos:
A las 17 horas de la tarde llegó la etapa reina de la segunda jornada de este curso de verano. Dividida en dos partes, la primera protagonizada por Lucía Ema Llorente, psicóloga, psicoterapeuta, psiconeuroinmunóloga, y, la segunda, por Beatriz Cazurro Burgos, psicoterapeuta y formadora.
“Allá por 1994 Jean-Paul Sartre dijo que en psicología todo se puede explicar con tres palabras: la infancia decide. Está documentado que las experiencias diversas durante la infancia dejan huella. La perspectiva es saber qué explica todos estos diagnósticos, cómo el cerebro infantil es capaz de reconocer el estrés, cómo lo organiza y qué significa “estrés” para un niño y para un bebé”, fueron las primeras frases que brotaron del conocimiento de Llorente.
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Lucía y Beatriz, en su ponencia |
Arrancó su exposición mencionando las tres bases en las que se sustenta el apego: “Neurodesarrollo”, que tiene que ver con movimiento, patrones y reflejos, “relación y contexto con el ambiente” y “biología”. Todo ello forma un grado de regulación al que llamamos “apego” y que se divide en tres tipos biológicos: regulado, desregulado y adaptado.
“¿Cuál es la respuesta? Tú, tú eres la respuesta, no la técnica ni el conocimiento, tú”
Posteriormente continuó afirmando que es el contexto el que siempre produce el conflicto y que hay más de cinco sentidos. A los más conocidos, olfato, gusto, tacto, oído y vista hay que añadir, según, Llorente, “el sistema inmune, interocepción, nocicepción (sensores que no sindican el dolor y se activan con el rechazo social) y neurocepción (nuestro sistema autónomo escanea el ambiente para ver si éste es seguro o peligroso, un radar, como un escáner, nos da el 80% de la información del entorno”.
Tras mencionar que las sensaciones homeostáticas (sed, hambre, fatiga, tristeza o curiosidad) inducen movimiento, mostró una gráfica en la que sin curvas, “ritmo y sinconicidad”, no hay avance, no hay vida. Concepto que hila con la homeostasis. Es decir, equilibrio y estabilidad.
“Necesitamos un estrés puntual. Si nosotros, como adultos, no estamos regulados, cómo vamos a regular a un niño”
El neurodesarrollo comienza en el útero. “Es extraordinario, al igual que en el nacimiento”, añadió. La base de la disociación se establece en el periodo de cero a seis meses. El llanto, los reflejos táctiles y el movimiento de extremidades, por el contrario, al mismo nivel que la creación de la médula espinal, hasta los dos meses. “Del mes uno al seis se desarrolla el tronco del encéfalo, con la percepción de contornos, movimiento horizontal de ojos, respuesta a sonidos, sensación de frío, calor, hambre, dolor…”, sentenció.
Dos horas después llegó el turno de Beatriz Cazurro Burgos, que arrancó con una definición sobre trauma: “Un trauma es un choque emocional que produce un daño duradero en el inconsciente”. A lo que añadió: “Pero, ¿y el cuerpo?”.
“Somos absolutamente dependientes durante muchos años. A mayor dependencia, menos recursos, y, cuanto menos recursos, más posibilidad de trauma”
El trauma es “una experiencia personal, no un suceso, es una herida interna, una ruptura duradera del yo debido a sucesos difíciles o dolorosos. Es una respuesta global del cuerpo cuando se siente superado por el entorno. Es un impacto en nuestro sistema nervioso que puede perdurar tiempo después del incidente y activarse en cualquier momento”, continuó. Y, si no se resuelve, limita nuestra forma de ver el mundo, de relacionarnos, impide el disfrute y la alegría.
Para ella hay dos tipos de trauma: ‘T’ con mayúscula y ‘T’ con minúscula. Es decir, marcas duraderas de sucesos aparentemente habituales que pueden dejar en la psique infantil ausencia de sucesos buenos y necesarios, fallas en la conexión emocional con adultos, insuficiente satisfacción y rupturas del apego seguro.
Antes de mencionar un informe de Amnistía Internacional llamado ‘Iceberg de la violencia infantil’, en el que el asesinato, la agresión física, la penetración o los gritos o amenazas se ubican en la parte visible y los chantajes, humillación, abuso de poder, ignorar o el castigo en la invisible, definió una experiencia traumática como la "desproporción entre la amenaza a la que nos enfrentamos y los recursos con los que contamos”.
“El cerebro está preparado para anticipar el peligro. La vida no está preparada para los niños ni las embarazadas, es normal que nos encontremos solos en situaciones que nos sobrepasen”, sentenció.