viernes, 5 de julio de 2024

Viudedad, testamento y legado

Última jornada sobre el curso dedicado al ciclo de la vida de las mujeres de la nobleza en la Edad Moderna. La sesión ha iniciado con la directora del curso Esther Alegre Carvajal –Catedrática Universidad Historia del Arte. UNED–, a través de la conferencia titulada: ‘La viudedad femenina en la Edad Moderna. El controvertido poder de las altas aristócratas’.


La intervención ha comenzado con la cuestión de si la pérdida del esposo resultó “ser una ventaja”, como recogen algunos estudios con perspectiva de género, o “una debilidad”, en función de cierta literatura moralista, para estas mujeres de la nobleza.

El control masculino “era ejercido por el padre en la condición de hija, soltera o doncella”. Después, “por el esposo en el estado de casada”. Con la viudedad “la potestad masculina va a desaparecer” y de este modo la mujer “podrá ejercer unos roles que hasta el momento le habían sido vedados”. 

Para las mujeres “cada relación familiar daba lugar a un estatus diferente” y estos daban lugar a “distintos aspectos de la realidad femenina”. Al margen de los lazos personales y emocionales, en el matrimonio y los grupos familiares “la muerte de la esposa no afectaba a la posición familiar”. Sin embargo, la muerte del esposo “desencadenaba una alteración del estatus familiar anterior”. En la época la viudedad se entendía como una situación vital en exclusiva de las mujeres. Esta nueva condición traía aparejada “una pérdida del poder social y económico”.

La historiografía reciente ha insistido en ofrecer una visión positiva de la situación de viudedad. Las damas de las élites consiguen “potenciar una autoridad y autonomía”, alcanzando un estado de “paradigmática libertad”. Existe un contraste entre la “actitud pasiva" cuando son hijas o esposas y los “proyectos propios” que comienzan a desarrollar tras el fallecimiento del cónyuge. 

Alegre Carvajal ha establecido un vínculo muy estrecho entre las viudas y la potenciación del mecenazgo artístico durante esta etapa. A diferencia de los hombres, “cuyo patronazgo artístico tiene lugar en el transcurso de su periodo vital”.

Los tratados moralistas de los siglos XV y XVI, –que eran conocidos por las mujeres bien porque estaban alfabetizadas o por los sermones de los sacerdotes–, pretenden definir “el cometido y las obligaciones” de las mujeres casadas para “definir su rol y las fronteras de la institución del matrimonio”. Los textos de la época asocian la viudedad al encierro como “un esquema de comportamiento impuesto por la sociedad o la propia viuda”, algo que aparece en los escritos de Juan de la Cerda o Francisco de Ávila.

Los elementos visuales de la viudedad son “la vestimenta negra y la toca blanca”, algo que aparece recogido tanto en imágenes pictóricas como en ilustraciones. No obstante, algunos de los retratos de las damas de la nobleza aportan indicios de su “investida autoridad”. En ocasiones estas mujeres acceden a sus “derechos nobiliarios”. Aunque, el gobierno de una mujer en el siglo XVI, “podía estar disputado”. Entre estas mujeres existía un elevado sentido de conservación de “la reputación del patrimonio inmaterial de su linaje”, lo que derivó en “la construcción de palacios y capillas familiares”.

 


La segunda ponencia de la mañana ha sido dirigida por Alejandra B. Osorio –Associate Professor of History, Wellesley College, Boston (EE.UU.)–, y ha llevado por título: ‘La muerte, las mujeres y los testamentos: tumbas, genealogías y voz’. 

Osorio ha destacado que “la tumba cristiana se convirtió en un lugar de tránsito en el que el alma residía de manera temporal en búsqueda de la resurrección”. La epidemia de peste negra provoca un horror entre la población europea y genera “demandas e instrucciones explícitas en los testamentos” que están relacionadas “con la ubicación del enterramiento y las posesiones a heredar”. Los bienes materiales se traducen como “un vínculo entre vivos y muertos” y añaden “una extensión de la voluntad de los fallecidos”.

Prepararse para la muerte requería “poner en orden los asuntos de la vida de manera cotidiana y no postergar este acto hasta el momento del fallecimiento”. Buen ejemplo de esto son los textos que componen el ‘Ars moriendi’, que datan del siglo XV.

Para las mujeres el convento, “etapa final de la vida terrenal”, se interpretaba como lugar de “entendimiento con Dios” en aras de la muerte. A su vez, se ponía especial énfasis en la preservación de los testamentos como un elemento destinado a la “conservación de su voz”. Estos documentos expresan poder tanto “sobre sus bienes”, como en “sus vidas eternas”. El contenido “revela dinámicas sociales y políticas importantes que nos ofrecen datos que van más allá de su cualidad de mecenazgo”, un análisis, –el del patronazgo–, que se constituye como el más extendido dejando de lado otros aspectos vitales de las mujeres de la nobleza en la Edad Moderna.

Por último, las profesoras Esther Alegre Carvajal y Valeria Manfré han presidido la mesa con destino a extraer las conclusiones del curso previas a su clausura. 

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