miércoles, 12 de julio de 2023

Hipnosis, estados de conciencia y mindfulness.

Última jornada del curso sobre hipnosis clínica. La mañana ha comenzado con la intervención, “Los estados de conciencia y su relevancia para la efectividad de las intervenciones psicoterapéuticas”, por Arun Mansukhan, –Psicólogo especialista en Psicología Clínica, Practitioner y Consultor EMDR Europeo. Director del Centro de regulación emocional Arun Mansukhan Psicólogos y Experto y Especialista Universitario en Hipnosis Clínica–.

Nuestro cerebro se puede dividir en tres tipos de respuestas, la “instintiva”, “la emocional”, que tiene “un valor representativo” y la “racional”, que permite la “autoconciencia”. Es, en concreto, este tercer tipo de respuesta “la que condiciona nuestra felicidad”.

La autoconciencia nos hace “plantearnos una serie de preguntas”. El estado de conciencia, o “estado de alerta”, “se experimenta” y “depende del sistema reticular activador ascendente y sus conexiones corticales”. La “metaconciencia”, es un “estado de autoconsciencia”, se “re-representa”, depende de “complejas redes cortico-subcorticales (talámicas) y cortico-corticales”.

La conciencia se puede dividir en “interna, externa y metaconciencia”. La “autoconciencia” nos permite “averiguar el posible comportamiento de otras personas”. Según Daniel Dennett, “si somos capaces de pensar en un ente como agente racional y considerar su comportamiento como resultado de su actividad mental, somos mejores prediciendo su comportamiento”.

La alteración del “autoconcepto” y de la “conciencia” es relevante a la hora de explicar los problemas de ansiedad, ánimo, traumáticos-disociativos, adicción-compulsión y psicosis.

La “conciencia ordinaria” se sitúa “dentro de la ventana de tolerancia”, lo que implica una “activación emocional media”. Tiene la “capacidad de prestar atención a los elementos de la experiencia inmediata (externa) y a los eventos mentales (internos) pero no a la vez”. El yo es el “observador central”. Hay una “capacidad voluntaria de cambio del foco de atención”. Por encima de este estado encontramos otros de “atención focalizada o receptiva” y por debajo de “disociación ordinaria, emocional o estructural”.

En la “conciencia restringida”, los “elementos que deberían estar en la conciencia se encuentran fuera”. Mediante la “conciencia ordinaria” la persona “es capaz de atender a los estímulos externos y a los internos”. Más allá de la “conciencia ordinaria”, observamos la “conciencia focalizada” o la “conciencia dual y expandida”, aquella en la que “la persona muestra una capacidad expandida y hace que elementos que normalmente son implícitos pasen a ser explícitos”.

Para concluir, la ponencia, “Mindfulness e hipnosis clínica: qué papel juega la flexibilidad psicológica en todo esto”, impartida por Félix Hernández Lemes, –Psicólogo Sanitario. Terapeuta especializado en Terapias de Tercera Generación y Supervisor del SPA del Centro de Guadalajara. Profesor-Tutor de Motivación y Emoción de la Facultad de Psicología de la UNED en el Centro Asociado de Guadalajara–.

En el contexto clínico, “el término meditación se refiere normalmente a una amplia variedad de prácticas, desde técnicas diseñadas para conseguir mayores niveles de relajación, hasta ejercicios llevados a cabo para alcanzar objetivos como la serenidad mental o el bienestar psicológico”.

En general se acepta “que la regulación de la atención es el elemento común en todas las prácticas”. Entre estas técnicas, una de las más conocidas “es lo que se ha venido a denominar, –con controversias en cuando a la utilización de este término–, la práctica del mindfulness”. 

La práctica del mindfulness, “se trata del desarrollo de una atención plena, sostenida, no enjuiciadora, del momento presente”. Además, “cuando se dirige la atención al momento presente, también es necesario que esta, sea acompañada de una actitud de compasión, interés, apertura y amabilidad, independientemente de si la experiencia resulta agradable o desagradable”.

La meditación “consiste en no hacer”, es la “única actividad humana que no intenta llegar a ningún sitio”, sino más bien trata de “estar donde ya se está”. En el mundo occidental, “la regulación de la atención es considerada uno de los mecanismos fundamentales que intervienen en la práctica de la meditación”.

El practicante debutante “debe entrenarse al principio también para dejar pasar”. No debe “dejarse atrapar por los pensamientos, sentimientos, sensaciones o deseos, en no apegarse ni identificarse con ellos”. Este entrenamiento “va trayendo consigo el cultivo de una quietud mental, un estado de observación desapegada o de alerta en reposo”.

Es frecuente “que los meditadores describan que, con la práctica, emerge un auto observador de su propia experiencia interna”, es decir, “un testigo de ella”.

En resumen, el observador “al ser capaz de ir tomando distancia y (des)identificarse de lo que le sucede, va desarrollando una capacidad de tomar consideración sobre la experiencia del momento presente de forma más objetiva, lo que permite, a su vez, responder  con más consciencia y más flexibilidad somática, cognitiva y emocional”.

El “de-centramiento” o “decentering”, también conocido como “distanciamiento psicológico”, se trata de “crear una distancia entre lo que uno percibe y la respuesta que aparece”. Algo que consiste en “relacionarse con la experiencia propia desde una actitud de observación, desde fuera”. Una perspectiva de-centrada “permite percibir con atención lo que ocurre internamente, sin evitarlo ni quedarse rumiando sobre lo que se percibe”.

Es habitual, que la mente se encuentre durante buena parte del tiempo en estado “mindless”, o lo que es igual, “opinando sobre lo que está sucediendo en el momento presente, en el futuro generando expectativas o en función del piloto automático, sin ser consciente de lo que se está haciendo, pensando o sientiendo”. Esto implica que “los patrones de respuesta suelen estar automatizados o son resistentes al cambio”.

La automatización de procesos “proporciona algunas ventajas, como es la economía del tiempo, pero también serios inconvenientes, como la desconexión con la realidad”. Por ello, convendría “hacer conscientes los automatismos que impiden observar lo que está ocurriendo en el presente”. Para contrarrestar el efecto de los automatismos, es necesaria “la práctica de la atención plena”.

El mindfulness “permite tomar una consciencia profunda de la ida, produciendo muchos momentos de insights, dejando de vivir con el piloto automático para aterrizar en el presente”. Esta técnica “conlleva a acentuar la atención y darse cuenta de la experiencia del momento actual”. Mediante la meditación, “se introduce un espacio vacío entre la percepción y la respuesta, que a su vez permite incrementar la flexibilidad cognitiva, así como la capacidad de respuesta reflexiva ante las situaciones, en vez de funcionar con el piloto automático”.

En definitiva, el cultivo de la “atención plena” deriva en una “mayor conciencia y nuevas formas de relacionarse con experiencias de distinta índole”. Lo que permite una “observación desprejuiciada y curiosa”. Las implicaciones del uso de estas técnicas derivan en una “menor reactividad a estresores, reducción de la preocupación, más autocompasión, más afecto positivo y comportamiento consistente con los valores”. La correcta aplicación de estos procedimientos redunda en una “mejor salud mental” y “menos susceptibilidad a la psicopatología”. También, en “un mejor manejo del estrés, el dolor y condiciones de salud”.

La aceptación, como alternativa a la evitación, “se apoya en la actitud de estar dispuesto a entrar en contacto con las vivencias internas negativas o con aquellas situaciones, acontecimientos o interacciones que tengan alguna probabilidad de desencadenarlas”. Este proceso no implica “querer o procurar algo, deseando que estuviera presente, ni considerarlo favorable, adecuado o correcto”. No significa “dejar las cosas tal y como están, cuando es posible cambiarlas”. Invita a “abrazar las experiencias tal y como son y en el momento”.

Aceptar “no significa ceder”. Ayuda a “fortalecer el cambio y abrazar el presente y todo lo que implique ese proceso”. Tampoco conlleva “un fracaso”, es el “reconocimiento de una estrategia fallida o que no da resultado”. Este concepto, fundamental en mindfulness, deriva en el “no juzgar”. El sufrimiento surge del empeño en “vivir en el pasado y el futuro”, dando de lado el momento actual. También, el malestar “parte de la relación con el objeto percibido”, sea en forma de “atracones, ansiedad o pensamientos críticos”.

El mindfulness “enseña a dejar de luchar y abrazar lo que surge”, auspiciado por la promesa de que “tenemos los recursos necesarios para afrontar las situaciones”. Al aceptar la realidad se percibe “con mayor claridad” y se contrapone a la “impulsividad o la rigidez”. Los pensamientos han de ser abordados “desde la distancia” y “sin identificarse con su contenido”, para aumentar la “capacidad de observación”. En definitiva, lo que se busca es “hacer espacio a las emociones, sensaciones o impulsos indeseados”, con el fin de “permitir un ir y venir sin luchar contra ellas, huir o prestar una indebida atención”. 

Existen evidencias neurocientíficas de que la hipnosis “facilita el cambio actitudinal, cognitivo y afectivo por parte de los pacientes y permite obtener resultados terapéuticos exitosos en menos tiempo y con un menor esfuerzo por parte de las personas que se someten a estos procesos”. Se experimenta una “flexibilidad y receptividad al cambio psicológico”. Parte de estas finalidades son compartidas con la meditación.

Estas herramientas requieren “una buena receptividad por parte del sujeto y capacidad de aceptación de los acontecimientos según se van sucediendo”. Es necesaria una voluntad de “dejarse llevar”. La hipnosis requiere de la intervención del terapeuta y sus resultados se pueden observar a “medio o corto plazo”. La meditación, si bien puede ser guiada en los momentos iniciales, se practica de manera autónoma y busca “crear hábitos saludables a largo plazo”. En resumen, hipnosis clínica y mindfulness “han demostrado su eficacia clínica en diversos contextos y su integración en protocolos terapéuticos es una realidad interesante y prometedora”.

 

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