El profesor Javier Tajuelo, profesor de Física Interdisciplinar de la Facultad de Ciencias de la UNED y Director de este curso, abre la segunda jornada reflexionando sobre como “Somos una de las primeras generaciones que viven ajenas al cielo, tenemos relojes que nos permiten saber qué día y hora es, vamos al supermercado y tenemos pan a diario sin preocuparnos de que sea o no época de cosechar, ejercemos el control y la medición del tiempo y el espacio, que durante muchísimos cientos de años se ha basado en la observación de los astros en el cielo, cuando era fundamental para aspectos prácticos y vitales para la supervivencia”.
Necesitamos explicar la trascendencia de nuestra propia vida. Las culturas antiguas tenían las herramientas que tenían y con ellas ofrecían una explicación a su existencia coherente con su mundo, y el cielo y los astros estaban muy presentes.
Otro denominador común en todas las culturas es la estructura de poder. Guste más o menos, siempre hay unas élites que controlan el territorio, que manejan los recursos y de alguna manera esas élites tienen que legitimar su posición de poder, bien buscando un origen divino relacionado con los astros.
De esta forma, la astronomía no se podría explicar en el devenir de la historia sin una cosmovisión, una interpretación del universo acorde con nuestra existencia, y su relación con las artes y las estructuras de poder.
Las primeras evidencias de la relación de la humanidad con la astronomía se remonta al Paleolítico. La relación de las construcciones megalíticas con la astronomía es indiscutible, siendo Stonehenge (3.100 a C.) que de hecho era un calculador de eclipses, según algunos autores. Sí se puede reconocer la orientación y alineación del monumento con el movimiento aparente del sol, y que también se puede reconocer en otros monumentos megalíticos, algo que se puede comprobar con aplicaciones cartográficas actuales.
Desde el antiguo Egipto ya hay referencias muy explícitas a la astronomía, desde la identificación del faraón con el Sol, y su vida ulterior. Y pese a ser una cultura que documentaba, la ausencia registros sobre eclipses hace especular con el hecho de que fuera un tema tabú, ya que un eclipse rompe los ciclos naturales, por eso debieron decidieran obviarlos, aunque algunas referencias nos permiten reconocerlos.
También en pasajes del Antiguo Testamento hay referencias a un eclipse.
Igualmente negativas eran las connotaciones que en la antigua China se le conferían a los eclipses: Malos presagios, pese a tener ya un amplia conocimiento sobre fenómenos astronómicos.
En Babilonia aparecen las primeras tablas que evidencian el manejo y registro de eclipses acaecidos y futuros, y datos que nos dicen que ya conocían el Ciclo de Saros.
Repasando los eclipses documentados a lo largo de la historia
Según Herodoto, Tales de Mileto predijo un eclipse solar el 28 de mayo del 584 a.C. en plena guerra entre medos y lidios, interpretado por ambos pueblos como una señal divina.
Más tarde, 128 a. C se produce el conocido como eclipse solar de Hiparco que más adelante, con la observación de más eclipses lunares ,le permite estimar la distancia entre la Tierra y la Luna, en 30 diámetros terrestres.
Las culturas beben de sus ancestros, se repiten y asumen patrones. Así, ya en Grecia, existió el Mecanismo de Anticitera (aporx. 100 a. C.) un reloj, con una estructura de madera, con unas 30 ruedas de cobre dentadas que combinadas permitían predecir la posición de los astros y los eclipses, y que vendría a ser una calculadora analógica de eclipses, aunque no era muy precisa y tenía sus limitaciones, pero se considera une pieza de ingeniería destacable.
El mundo islámico y posteriormente la Edad Media europea beberán y continuarán con esta línea de conocimiento. Del universo aristotélico, pasamos al modelo ptolemaico. De ellos recoge sus conocimientos la cultura islámica, de la que se nutre el Renacimiento en Europa.
Salto al otro lado del océano
Para los mayas, los eclipses, tanto solares como lunares, se interpretaban como mensajes de los dioses, relacionados con presagios y creían que estos fenómenos celestiales podían anunciar sequías, guerras, enfermedades o incluso la muerte de personajes importantes.
También expertos en la construcción de pirámides, siendo Chichen-Itzá el mejor exponente, es en sí un instrumento astronómico, que incluye en otros el periodo de lluvias, y en la creación de calendarios. Los mayas registraban eclipses de sol, tenían capacidad de predecir eclipses de sol, control sobre los ciclos lunares, siendo el Códice de Dresde, que ata de entre los años 1200 y 1250 d.C. y contiene información valiosa sobre la astronomía, el mejor ejemplo.
Regresando al viejo continente, en el Imprerio Bizantino siguieron al tradición griega, se basaron en textos de Ptolomeo y, con el tiempo, adoptaron tablas astronómicas persas.

En la Europa cristiana, Copérnico, contradiciendo a Aristóteles y Ptolomeo, emite su revolucionaria teoría heliocéntrica. Más tarde, llegarían, su opositor Tycho Brahe cuyo legado más importante podría ser la recogida de resultados precisos y sistemáticos, y el legado de su discípulo, Johanes Kepler, que enuncia sus famosas leyes matemáticas para determinar con exactitud la posición de los astros.
El gran cambio en la visión de la astronomía llegó de la mano de Galileo Galilei y el uso del telescopio, y de cómo puso al alcance de todos la astronomía, anuncia que la luna no es un cuerpo perfecto, descubre los cuatro satélites más conocidos de Júpiter, o explica las fases de Venus.
La culminación vendrá de la mano de Isaac Newton enunciando, entre otras, la ley de la Gravitación, que explica las leyes de Kepler (describen cómo se mueven los planetas alrededor del Sol), y que postula que la ley física del movimiento de los astros es la misma que rige nuestra cotidianeidad.
Gracias a las leyes de Newton, el 3 de mayo de 1715, se predijo por primera vez un eclipse en Londres y Edmond Halley lo estudia a través de un proyecto de colaboración ciudadana, ya que pide a todos los ciudadanos que anotarán la hora en la que empieza el eclipse y lo que dura en la zona en al que están
y que le envíen los datos para analizarlos.
Pero quizás uno de los eclipses de sol más famosos puede ser el que en 1915 permitió a Eddington comprobar la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein y lanzar un alegato sobre la ciencia como elemento de paz.
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