viernes, 4 de julio de 2025

La apropiación nobiliaria de la santidad y la forja de las santas

 

El curso ha llegado a su conclusión en una tercera jornada con una conferencia titulada ‘La condición nobiliaria y la apropiación de la Santidad. El linaje de los Silva-Mendoza, duques de Pastrana y la canonización de Santa Teresa de Jesús’, impartida por, la directora del curso, –Esther Alegre Carvajal catedrática de Universidad de Historia del Arte. UNED–.

Alegre Carvajal ha establecido que “la élite nobiliaria de la Edad Moderna se apropia de la santidad y la integra en sus usos culturales”. La ética moral cristiana es la que “establece las relaciones grupales e individuales dentro de esa sociedad”. La catedrática ha destacado que “la estructura cultural, social y emocional de la época es muy distinta de la nuestra”.

La teología moral es “la que se ocupa del bien y del mal dentro del comportamiento humano”. En esta época encontramos textos destacados como el Tratado de la tribulación (1589), de Pedro Ribadeneira.

Es una época que “está recorrida por la religiosidad, en la que los valores de la nobleza permean toda la sociedad”. Se constituye como el modelo aspiracional desde la baja y alta nobleza –esta última trata de emular a la monarquía–, hasta las clases populares.

Entre los tipos de nobleza destacados en los tratados se indica la teologal, “la propia de quien estaba en gracia de Dios; la nobleza natural, “que tienen tanto hombres como animales por disposición natural; y la nobleza civil o pública, “que otorgan los monarcas en recompensa al valor y heroicos servicios prestados por individuos excelentes que, por la sangre, pasaba a sus descendientes”. 


Desde el punto de vista del prestigio, son interesantes los vínculos entre la nobleza teologal y la aristocrática.

Santa Teresa de Jesús fue beatificada en 1614 y canonizada en 1622, en un proceso que se considera “bastante rápido”, previo a las disposiciones de Urbano VIII que centralizaron y ralentizaron los cauces oficiales para la consecución de la santidad. En 1627, Urbano VIII estableció a Santa Teresa de Ávila, junto a Santiago, como santos patronos de España, de lo que se desdijo tres años después. Finalmente, las cortes de Cádiz de 1812 recuperaron este patronato compartido. En 1970 se determina que Santa Teresa de Jesús es “doctora” de la Iglesia durante el pontificado de Pablo VI.

Carvajal ha señalado que “las imágenes de Santa Teresa elevada a los altares no suelen aparecer hasta finales del XVII o el siglo XVIII”.

Santa Teresa de Jesús llega a Pastrana en 1569 para fundar dos conventos carmelitas por instancia de Ana de Mendoza, princesa de Éboli. Santa Teresa “conocía a nivel espiritual lo que significaba Pastrana antes de llegar allí”. Pastrana era, además, un importante foco de alumbrados, una corriente con prácticas religiosas similares a las defendidas por Teresa, lo que a menudo la mantuvo bajo la lupa de la Inquisición. Así, la fundación teresiana en Pastrana no fue casualidad, sino una cuestión de poder político y afinidad ideológica-espiritual

Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, buscaba con estas fundaciones establecer en la localidad la casa madre masculina de la orden del Carmen. Como valido de Felipe II y líder de la facción cortesana conocida como "ebolista", el Príncipe de Éboli abrazaba y apoyaba una espiritualidad recogida, respaldando a órdenes religiosas reformadas como los carmelitas descalzos de Santa Teresa y los jesuitas. A la muerte de Ruy Gómez de Silva, Ana de Mendoza ingresa en el convento femenino del Carmen, cuando las monjas abandonan la institución por sus desavenencias con la noble, ella refunda el convento con religiosas Concepcionistas Franciscanas.

La figura de Teresa de Jesús confluye en Pastrana con la de Catalina de Cardona. Si bien ambas contribuyeron a la renovación carmelita, sus visiones divergieron drásticamente: Teresa de Jesús abogaba por la oración contemplativa, mientras que Cardona promovía una observancia más radical y eremítica, enfocándose en monasterios masculinos.

En 1598, tras la destrucción de las cuevas del convento masculino por una tormenta, Ana de Portugal y Borja –segunda Duquesa de Pastrana– inició la construcción estable del convento, utilizando por primera vez la figura de Santa Teresa, cuya causa de beatificación estaba comenzando. No obstante, durante la primera mitad del siglo XVII, especialmente con el tercer Duque de Pastrana y su tío Fray Pedro González de Mendoza, la casa no abrazó la causa de Santa Teresa de manera exclusiva. De hecho, Fray Pedro se opuso al copatronato de Santa Teresa con Santiago, priorizando la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción y la santidad de Beatriz de Silva. A pesar de ello, el tercer Duque encargó un ciclo de pinturas –a Juan Bautista Maíno– que narraban la fundación del convento masculino, destacando la conjunción entre la Casa Ducal y la fundación teresiana, otorgando protagonismo a la nobleza de Pastrana.

El ciclo de ponencias ha cerrado con ‘¿Ser, parecer o forjarse como santa? Milagros y santidad femenina a partir del Concilio de Trento’, en voz de Macarena Moralejo Ortega –profesora Contratada Doctora. Departamento de Historia del Arte. Universidad Complutense de Madrid–.

Durante la Reforma y Contrarreforma algunos protestantes cuestionaron y otros rechazaron la devoción a los santos, y por eso el Concilio de Trento (1545-1563) vio la necesidad de reafirmar la doctrina sobre los santos que la Iglesia había heredado de los tiempos de los Apóstoles.

A partir de esta época se incide en tres nociones: celebración de su memoria, veneración de sus reliquias y su poder de intercesión.

El Papa Sixto V, siguiendo el espíritu reformador de Trento, con la Constitución “Inmensa aeterni Dei” del 22 de enero de 1588, creó la Sagrada Congregación de Ritos y le confió la tarea de regular el ejercicio del culto divino y de velar por las canonizaciones, las reliquias y los lugares de culto a los santos.

La figura de María Magdalena influye de manera directa en los modelos de santidad, como una forma de “abandonar ese tipo de vida mundana para acercarse a la penitencia y cambiar el modo en el que se va a relacionar con su medio y con Cristo”.


La ponencia ha detallado cómo diversas mujeres de la nobleza y otras esferas sociales buscaron la santidad a través de diferentes vías.

Además de las santas canonizadas, la ponencia ha subrayado la importancia de la veneración privada de mujeres que, sin alcanzar la canonización papal, eran reconocidas como venerables o santas en sus diócesis. Estas vidas, documentadas en biografías y cartas, demuestran la diversidad de caminos y acciones que se consideraban conducentes a la santidad femenina en la época.

 




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