lunes, 1 de julio de 2019

Narración oral: encrucijadas de un oficio (casi) invisible (I)


Ahí están otra vez, Marina Sanfilippo y Pep Bruno, como dos pilares de la narrativa oral; repitiendo sala casi un año después del éxito del curso del verano pasado. Si algo funciona pues habrá que repetir. El curso, Narración oral: encrucijadas de un oficio (casi) invisible, agrupa a una decena de expertos y congrega a asistentes de todo el mundo, ya sigan las ponencias en el propio centro asociado de la UNED de Guadalajara o a través de pantallas y a miles de kilómetros, que a Pep y a Marina se les oye hasta en América.


Nadie tira demasiado de una de las bromas más manoseadas del mundo de la narración oral, pero hay que rescatarla, hay quienes viven del cuento. Pero para vivir del cuento, además de vivirlo, hay que mantenerlo vivo. Hay que ser cuentistas.
Marina propone mantener viva la narrativa oral de mujeres para mujeres, que amaga con perderse bajo la preponderancia de las versiones desde una perspectiva masculina. Por otra parte, un Pep Bruno especialmente prosaico ha dedicado su parte a luchar contra la mistificación y los problemas que aquejan a una profesión tan real como el dinero que necesita cualquier persona para pagar las facturas: la profesión de narrador oral.
PRIMERA PONENCIA: MARINA SANFILIPPO – EL PROYECTO RECONDITE Y LOS CUENTOS FEMENINOS OLVIDADOS
Tras una presentación a cargo de Laura Jiménez Nuño, directora del centro asociado de la UNED en Guadalajara, la tarde comenzaron de la mano de Marina Sanfilippo, académica y experta sobre narrativa oral. Sanfilippo empezó su ponencia hablando sobre los cuentos femeninos y el papel de las mujeres narradoras.


Mujeres, que pese a su talento raramente conseguían nadar contra la marea y convertirse en narradoras en las sociedades tradicionales. Muchas de ellas se perdieron, ahogándose, algunas, en un alcoholismo tras el que se escondía la imposibilidad de luchar contra la marginación social que implica cabalgar la vida a contrapelo de la sociedad.
En el siglo XVIII un decreto eliminó una costumbre ancestral de la Italia rural. Hasta entonces, cuando un noble violaba a una doncella de clase baja, al menos era castigado obligándole a casarse con ella. Después de que la norma desapareciera, las mujeres se refugiaron en el relato oral.
Distintos cuentos con protagonistas femeninos, recogen cómo una mujer que está siendo violada por un noble es salvada por una criatura pequeña y despreciable como una serpiente o unas hormigas. Estas criaturas, ya sea declarando en un juicio, atacando al violador o de mil maneras, logran evitar que el violador quede impune y condene a la doncella a una vida marginal como la prostitución. El mundo era así.
En otros cuentos tradicionales, afirma Marina Sanfilippo, la mujer maltratada logra salvarse de la vorágine de violencia cuando, después de varios intentos infructuosos de impedir la paliza invocando a todos los ángeles, santos y las 11.000 vírgenes que hay en el cielo, finalmente invoca a 11 doncellas; y las familiares y amigas de la maltratada dan tal paliza al marido que el maltrato cesa.
Estos cuentos, narraban en clave humorística cosas de las que no se hablaba. Entre broma y broma, la verdad asoma. Esos cuentos eran de mujeres y para mujeres. Hablaban de una estrategia de resistencia. Permiten a la maltratada vivir una catarsis, reconocer su situación e identificar una de las soluciones al problema: la familia, los amigos. Precisamente los primeros cabos que el maltratador busca cortar.
Hay muchos cuentos de islas también donde aparece el incesto. El cuento era el único lugar donde podía hablarse esto. “Que cuentos así se borren del catálogo mundial de cuento tradicional da la idea de la tragedia y de la necesidad de recuperarlos. Y que estas experiencias escondidas desaparezcan es grave para la higiene social de la sociedad, afirma Sanfilippo.
Marina denuncia que, entre finales del siglo XIX y principios del XX, la mayoría de tipos y motivos de los cuentos femeninos se perdieron ya que las grandes obras de recopilación académica y de clasificación de la narrativa oral de tipo folclórico no contemplaban ni contemplan generalmente los tipos y o variantes narrativas poco canónicas y con protagonistas activas y emprendedoras.
En publicaciones actuales de catálogo, este problema no solo no se solventa, incluso va a más, eliminándose relatos desde una perspectiva femenina por ser teóricamente una variante más o una repetición de los que narran el mismo argumento desde una perspectiva masculina.
Recopilaciones como la de Italo Calvino pierden narraciones de mujeres y para mujeres y a veces no tanto por una cuestión de género, si no por una ligera falta de sensibilidad, una forma de enfocar nuestra atención que no tiene por qué tener ninguna mala intención.
 Los roles masculinos se mantuvieron en las novelas de aventuras, por ejemplo, hay muchos modelos en la narrativa, aunque esta no sea oral. Estos modelos narrativos presentan a mujeres pasivas que lo aceptan todo y saben sufrir, pero los cuentos en los que ellas son activas y emprendedoras son raras.
Pero, a pesar de no haber trascendido, existían cuentos como los mencionados antes. El problema es que hemos pasado a una colección muy pequeña de moldes narrativos con los que definir nuestra vida.
Las cenicientas reescritas en clave feminista existen, pero les gana la mano historias como la de Pretty Woman, poderosa en el imaginario y parte del sistema. Las cenicientas reivindicativas se olvidan y están fuera del sistema, igual que los viejos cuentos de mujeres para mujeres, con todos sus tipos y motivos.
PROYECTO NASCONTE E RECONDITE
Nasconte e recondite es un acrónimo en italiano, habla de narraciones silenciosas y escondidas o asombrosas, tramas heterodoxas; habla de buscar y examinar en catálogos tipológicos, en perspectiva de género, narraciones de mujeres italianas en textos orales.
Nascoste e recondite, el proyecto que Sanfilippo presenta y encabeza, busca luchar contra ello. Al menos en Italia hay cerca de 11.000 cuentos documentados de los años 1960, horas y horas de cintas sin publicar. Los catálogos de cuentos son el molde, pero hay un problema, carecen de perspectiva de género.
El proyecto explora el ámbito italiano y desde perspectiva comparada, el patrimonio narrativo folclórico y literario que de visibilidad como los cuentos orales y populares narrados por mujeres para mujeres. El objetivo general sería dar a o devolver la viabilidad a esos cuentos. La forma específica de trabajo de este proyecto sigue los siguientes pasos:
1 Identificar versiones de nuevos tipos de cuentos y variantes
2 Identificar narraciones orales que hablen de forma implícita o simbólica de violencia física
3 Descubrir variantes de cuentes inicialmente misóginos en la tradición a partir de los que alguna narradora hay logrado dar la vuelta para que vehicule otras variantes.
4 Analizar desde la misma perspectiva las vidas de santas, también cuentos simbólicos y folclóricos con todo lo que implica.
Además de cuentos como los mencionados que existían otros de mujeres y para mujeres que servían para imaginar espacios no marcados por el patriarcado. Cuentos destinados a mujeres inadaptadas al sistema. Eran una forma de proponerles modelos alternativos basados en la inteligencia, o por lo menos una forma de conseguir que hicieran las paces consigo mismas.
De hecho, los psicoterapeutas italianos siguen usando cuentos para tratar a mujeres adolescentes y jóvenes con problemas. Un ejemplo es el cuento de la campesina astuta: que como resulta ser más lista que el rey, sustituye a este en su regia labor.
De acuerdo con Sanfilippo, existen muchos cuentos como este, al menos en Italia y deben salir a la luz. El cuento es una clave que sintetiza la visión del mundo y su organización. Marina nos da la clave de la lectura de la realidad y de las relaciones humanas.
En muchas ocasiones en cuentos medievales la curiosidad de la mujer conduce a que sea apaleada. El hombre debe esconder un secreto y la curiosidad de mujer está a punto de arruinarlo todo, por ello es apaleada enviando un mensaje de pasividad. Pero algunas mujeres dieron la vuelta al calcetín y generaron variantes en las que la curiosidad, no solo no es negativa, sino que enseña dentro del matrimonio hay que compartir todo.
Escuchar el cuento puede ser el primer paso para que una mujer maltratada tome conciencia y consiga interrumpir la espiral de violencia del maltratador. Este proyecto busca en la narrativa oral del pasado el papel que la narrativa de mujeres para mujeres puede ofrecer a su presente y a su futuro.
SEGUNDA PONENCIA: PEP BRUNO – DEL OFICIO DE CONTAR CUENTOS
Pep Bruno tiene cara de soldado viejo. Es una especie de náufrago que viene a dar charlas a la UNED desde el corazón la selva de la narración, de lo más profundo de la profesión. Bruno se ha estado peleando con todo y vuelve, después de 25 años dejándose la piel como narrador por más de diecisiete países, con sus característicos pelo largo y barba cana como galones.
Junto a una radiografía inigualable de los problemas y las encrucijadas de la narración oral en la actualidad. Pep destila esa esperanza de cambiar el mundo que ya amenaza con convertirse en el hastío propio del que ya ha vivido demasiado y está resabiado.
Desde las profundidades del colectivo de narradores, Pep emerge para decir verdades como puños. Para decir cosas que, por pura materialidad, a veces parece que afean el aura mística de la narración y manchan de realidad algo que parece flotar como una nube: los cuentos.
“Yo lo que quiero es que me engañen bien. Hay muchas formas de contar, pero solo hay una de viajar. Solo algunos consiguen llevarte más allá, esos son los que engañan, esos son los profesionales”, dice.
 Bruno ha venido con un buen saco de metralla, polémica sana, pasión. Porque donde no hay convicción no se dice la verdad. “Contar cuentos es amar a la humanidad” recuerda un espectador en el chat. -Ya estamos… -dice Pep- Eso es justo lo que hay que evitar, hay que ser concretos-.
En la búsqueda de la definición de narrador, Pep se remite al preámbulo a los estatutos de la asociación española de narradores AEDA: “se entiende por narración oral la disciplina artística que se ocupa del acto de contar de viva voz, usando exclusiva o primordialmente la palabra, en un contacto directo y recíproco con el auditorio. […] Son profesionales de la narración oral aquellas personas que han hecho del arte de narrar su profesión, legalizando su situación laboral y dedicando al oficio gran parte de su tiempo y de sus esfuerzos.”
Dice Pep Bruno que la narración oral contemporánea, urbana, moderna, se encuentra en varias encrucijadas. La primera, a pesar de parecer una tontería es la generalización de la habilidad. Todos pueden contar, de hecho, hay quien define al homo sapiens como los contadores de historias. Pero de ahí a que todos puedan hacerlo bien hay todo un mundo. Entre profesionales y aficionados hay un abismo. La calidad, aunque esté al alcance de muchos, ni lo está al de todos ni se obtiene sin una dedicación mayúscula y costosa.
En segundo lugar, la antigüedad del oficio de narrador y los atributos de los escaldos, juglares, aedos y de otros profesionales de tiempos remotos contamina al del narrador oral contemporáneo que existe desde el último cuarto del siglo XX hasta la actualidad. La percepción es difusa, y a eso no ayuda que el colectivo de narradores profesionales sea pequeño.
Bruno carga contra los grandes males de la narración oral actual; entre ellos, el plagio entre profesionales, los amiguismos o la evasión de impuestos. De acuerdo a Bruno, y en línea con Sanfilippo, hay que buscar otros cuentos, no hay que desmontarlos para que digan lo que yo quiera que digan. Hay que encontrar y difundir los cuentos que ya casi están olvidados y que esconden una carga de profundidad y un mensaje de plena actualidad. Tanto más importante cuando desarrollan una labor social como la narrativa desde una perspectiva de género.
Pep defiende una narrativa oral verdaderamente profesional. Una narrativa en la que propone un aprendizaje basado en maestros y en planes de estudio efectivo. Hay que trabajar voz, cuerpo, presencia escénica, estilo propio, originalidad, los contenidos, la organización de los mismos, el conocimiento del público y del contexto, el adaptarse a los tiempos, y una base legal y ética.


Vale ya con los gnomos y las setas en carteles que no tienen ni nombres ni programas”, afirma. Hay que hacer cosas un poco más cuidadas, más profesionales. Si no le das a la gente un producto de calidad no va a querer más, pero para eso hay que tener un caché digno, ya que se tarda meses en buscar, semanas en preparar, y hacer decenas de miles de kilómetros al año no es gratis. Hay que hacer un buen trabajo que a su vez logre captar a la prensa y que tenga eco y un prescriptor de calidad en ella. Tiene que haber libros de divulgación, cosas estéticamente cuidadas, productos de calidad.
De acuerdo con Bruno, hay que exigir al colectivo de narradores profesionales que busquen el horizonte de lo memorable. Los cuentos contados quieren ser inolvidables porque viven en la memoria. Si lo que contamos se olvida no quedará nada. Si el trabajo es de calidad, si el trabajo es conmovedor, el colectivo de narradores tendrá cada vez más visibilidad. Esto ha de trabajarse a título individual buscando la calidad frente al público.
El narrador profesional tiene que contar de manera que se distinga del aficionado. Es importante que el colectivo referencie su función en la sociedad. La narración instrumental es efectiva, pero hay que buscar un espacio más allá de ser una herramienta. Hay que ser memoria colectiva.
En la actualidad, según Pep, los narradores hurgan cada vez más en la tradición oral. Cavan cada vez más profundo. Hay una búsqueda del lugar de los narradores en la sociedad. Hay que preservar la tradición desde lo escénico. En línea con lo dicho por Marina Sanfilippo, Pep Bruno afirma que los narradores han de ser el eco de una voz ancestral, una voz poderosa y capaz de abrir abra un hueco claro, digno e identificable para los narradores orales en el seno de la sociedad.



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