Ahí
están otra vez, Marina Sanfilippo y Pep Bruno, como dos pilares de la
narrativa oral; repitiendo sala casi un año después del éxito del curso del verano
pasado. Si algo funciona pues habrá que repetir. El curso, Narración oral: encrucijadas de un oficio (casi) invisible, agrupa
a una decena de expertos y congrega a asistentes de todo el mundo, ya sigan las
ponencias en el propio centro asociado de la UNED de Guadalajara o a través de
pantallas y a miles de kilómetros, que a Pep y a Marina se les oye hasta en
América.
Nadie tira demasiado de una de las bromas más
manoseadas del mundo de la narración oral, pero hay que rescatarla, hay quienes
viven del cuento. Pero para vivir
del cuento, además de vivirlo, hay que mantenerlo vivo. Hay que ser cuentistas.
Marina
propone mantener viva la narrativa oral de mujeres para mujeres, que amaga con perderse bajo la preponderancia de las versiones desde
una perspectiva masculina. Por otra
parte, un Pep Bruno especialmente prosaico ha dedicado su parte a luchar contra la mistificación y los problemas que aquejan a una profesión tan real como el dinero que necesita
cualquier persona para pagar las facturas: la profesión de narrador oral.
PRIMERA PONENCIA: MARINA
SANFILIPPO – EL PROYECTO RECONDITE Y LOS CUENTOS FEMENINOS OLVIDADOS
Tras una presentación a cargo de Laura Jiménez
Nuño, directora del centro asociado de la UNED en Guadalajara, la tarde comenzaron
de la mano de Marina Sanfilippo, académica y experta sobre narrativa oral. Sanfilippo
empezó su ponencia hablando sobre los cuentos
femeninos y el papel de las mujeres
narradoras.
Mujeres, que
pese a su talento raramente conseguían nadar contra la marea y convertirse en
narradoras en las sociedades tradicionales. Muchas de ellas se perdieron,
ahogándose, algunas, en un alcoholismo tras el que se escondía la imposibilidad
de luchar contra la marginación social
que implica cabalgar la vida a contrapelo de la sociedad.
En el siglo XVIII un decreto eliminó una
costumbre ancestral de la Italia rural. Hasta entonces, cuando un noble violaba
a una doncella de clase baja, al menos era castigado obligándole a casarse con
ella. Después de que la norma desapareciera, las mujeres se refugiaron en el relato oral.
Distintos cuentos con protagonistas femeninos, recogen cómo una mujer que está siendo
violada por un noble es salvada por una criatura pequeña y despreciable como
una serpiente o unas hormigas. Estas criaturas, ya sea declarando en un juicio,
atacando al violador o de mil maneras, logran evitar que el violador quede
impune y condene a la doncella a una vida marginal como la prostitución. El
mundo era así.
En otros cuentos tradicionales, afirma Marina
Sanfilippo, la mujer maltratada
logra salvarse de la vorágine de violencia cuando, después de varios intentos
infructuosos de impedir la paliza invocando a todos los ángeles, santos y las
11.000 vírgenes que hay en el cielo, finalmente invoca a 11 doncellas; y las
familiares y amigas de la maltratada dan tal paliza al marido que el maltrato
cesa.
Estos cuentos, narraban en clave humorística
cosas de las que no se hablaba. Entre broma y broma, la verdad asoma. Esos
cuentos eran de mujeres y para mujeres.
Hablaban de una estrategia de resistencia. Permiten a la maltratada vivir una
catarsis, reconocer su situación e identificar una de las soluciones al
problema: la familia, los amigos. Precisamente los primeros cabos que el
maltratador busca cortar.
Hay muchos cuentos de islas también donde
aparece el incesto. El cuento era el único lugar donde podía hablarse esto. “Que
cuentos así se borren del catálogo mundial de cuento tradicional da la idea de
la tragedia y de la necesidad de
recuperarlos. Y que estas experiencias escondidas desaparezcan es grave
para la higiene social de la sociedad, afirma Sanfilippo.
Marina denuncia que, entre finales del siglo
XIX y principios del XX, la mayoría de tipos
y motivos de los cuentos femeninos se perdieron ya que las grandes obras de
recopilación académica y de clasificación de la narrativa oral de tipo
folclórico no contemplaban ni contemplan generalmente los tipos y o variantes
narrativas poco canónicas y con protagonistas activas y emprendedoras.
En publicaciones
actuales de catálogo, este problema no solo no se solventa,
incluso va a más, eliminándose
relatos desde una perspectiva femenina por ser teóricamente una variante más o
una repetición de los que narran el mismo argumento desde una perspectiva
masculina.
Recopilaciones como la de Italo Calvino pierden
narraciones de mujeres y para mujeres y a veces no tanto por una cuestión de
género, si no por una ligera falta de
sensibilidad, una forma de enfocar nuestra atención que no tiene por qué
tener ninguna mala intención.
Los
roles masculinos se mantuvieron en las novelas de aventuras, por ejemplo, hay
muchos modelos en la narrativa, aunque esta no sea oral. Estos modelos
narrativos presentan a mujeres pasivas
que lo aceptan todo y saben sufrir, pero los cuentos en los que ellas son
activas y emprendedoras son raras.
Pero, a pesar de no haber trascendido, existían
cuentos como los mencionados antes. El problema
es que hemos pasado a una colección muy pequeña de moldes narrativos con los
que definir nuestra vida.
Las cenicientas reescritas en clave feminista
existen, pero les gana la mano historias como la de Pretty Woman, poderosa en el imaginario y parte del sistema. Las
cenicientas reivindicativas se olvidan y están fuera del sistema, igual que los
viejos cuentos de mujeres para mujeres, con todos sus tipos y motivos.
PROYECTO NASCONTE E RECONDITE
Nasconte
e recondite es un acrónimo en italiano, habla de
narraciones silenciosas y escondidas o asombrosas, tramas heterodoxas; habla de
buscar y examinar en catálogos tipológicos, en perspectiva de género,
narraciones de mujeres italianas en textos orales.
Nascoste
e recondite, el proyecto que Sanfilippo presenta y
encabeza, busca luchar contra ello. Al menos en Italia hay cerca de 11.000
cuentos documentados de los años 1960, horas y horas de cintas sin publicar.
Los catálogos de cuentos son el molde, pero hay un problema, carecen de
perspectiva de género.
El proyecto explora el ámbito italiano y desde perspectiva comparada, el patrimonio narrativo
folclórico y literario que de visibilidad como los cuentos orales y populares
narrados por mujeres para mujeres. El objetivo general sería dar a o devolver la viabilidad a esos cuentos.
La forma específica de trabajo de este proyecto sigue los siguientes pasos:
1 Identificar
versiones de nuevos tipos de cuentos y variantes
2
Identificar narraciones orales que hablen de forma implícita o simbólica de violencia física
3
Descubrir variantes de cuentes inicialmente misóginos en la tradición a partir de los que alguna narradora hay logrado dar la vuelta para que vehicule otras variantes.
4
Analizar desde la misma perspectiva las vidas
de santas, también cuentos simbólicos y folclóricos con todo lo que implica.
Además de cuentos como los mencionados que existían
otros de mujeres y para mujeres que servían para imaginar espacios no marcados por el patriarcado. Cuentos destinados a
mujeres inadaptadas al sistema. Eran una forma de proponerles modelos
alternativos basados en la inteligencia, o por lo menos una forma de conseguir
que hicieran las paces consigo mismas.
De hecho, los psicoterapeutas italianos siguen usando cuentos para tratar a
mujeres adolescentes y jóvenes con problemas. Un ejemplo es el cuento de la
campesina astuta: que como resulta ser más lista que el rey, sustituye a este
en su regia labor.
De acuerdo con Sanfilippo, existen muchos
cuentos como este, al menos en Italia y deben salir a la luz. El cuento es una
clave que sintetiza la visión del mundo y su organización. Marina nos da la
clave de la lectura de la realidad y de las relaciones humanas.
En muchas ocasiones en cuentos medievales la
curiosidad de la mujer conduce a que
sea apaleada. El hombre debe
esconder un secreto y la curiosidad de mujer está a punto de arruinarlo todo,
por ello es apaleada enviando un mensaje de pasividad. Pero algunas mujeres dieron la vuelta al calcetín y generaron
variantes en las que la curiosidad, no solo no es negativa, sino que enseña
dentro del matrimonio hay que compartir todo.
Escuchar el cuento puede ser el primer paso
para que una mujer maltratada tome conciencia y consiga interrumpir la espiral
de violencia del maltratador. Este proyecto
busca en la narrativa oral del pasado el papel que la narrativa de mujeres
para mujeres puede ofrecer a
su presente y a su futuro.
SEGUNDA PONENCIA: PEP BRUNO – DEL OFICIO DE CONTAR CUENTOS
Pep Bruno
tiene
cara de soldado viejo. Es una especie de náufrago que viene a dar charlas a la
UNED desde el corazón la selva de la narración, de lo más profundo de la profesión. Bruno se ha estado peleando con
todo y vuelve, después de 25 años dejándose
la piel como narrador por más de diecisiete
países, con sus característicos pelo largo y barba cana como galones.
Junto a una radiografía inigualable de los problemas y las encrucijadas de la
narración oral en la actualidad. Pep destila esa esperanza de cambiar el mundo que ya amenaza con convertirse en el hastío
propio del que ya ha vivido demasiado y está resabiado.
Desde las profundidades del colectivo de narradores, Pep emerge
para decir verdades como puños. Para decir cosas que, por pura materialidad, a
veces parece que afean el aura mística de la narración y manchan de realidad
algo que parece flotar como una nube: los cuentos.
“Yo lo que quiero es que me engañen bien. Hay
muchas formas de contar, pero solo hay una de viajar. Solo algunos consiguen llevarte más allá, esos son los que engañan,
esos son los profesionales”, dice.
Bruno ha
venido con un buen saco de metralla, polémica
sana, pasión. Porque donde no hay convicción no se dice la verdad. “Contar
cuentos es amar a la humanidad” recuerda un espectador en el chat. -Ya estamos…
-dice Pep- Eso es justo lo que hay que evitar, hay que ser concretos-.
En la búsqueda de la definición de narrador, Pep se remite al preámbulo a los estatutos
de la asociación española de narradores AEDA: “se entiende por narración oral
la disciplina artística que se ocupa del acto de contar de viva voz, usando
exclusiva o primordialmente la palabra, en un contacto directo y recíproco con
el auditorio. […] Son profesionales de la narración oral aquellas personas que
han hecho del arte de narrar su profesión, legalizando su situación laboral y
dedicando al oficio gran parte de su tiempo y de sus esfuerzos.”
Dice Pep Bruno que la narración
oral contemporánea, urbana, moderna, se encuentra en varias encrucijadas. La primera, a pesar de
parecer una tontería es la generalización
de la habilidad. Todos pueden
contar, de hecho, hay quien define al homo sapiens como los contadores de
historias. Pero de ahí a que todos puedan hacerlo bien hay todo un mundo. Entre
profesionales y aficionados hay un abismo. La calidad, aunque esté al alcance
de muchos, ni lo está al de todos ni se obtiene sin una dedicación mayúscula y costosa.
En segundo lugar, la antigüedad del oficio de narrador y los atributos de
los escaldos, juglares, aedos y de otros profesionales de tiempos remotos contamina
al del narrador oral contemporáneo que existe desde el último cuarto del siglo
XX hasta la actualidad. La percepción es difusa, y a eso no ayuda que el
colectivo de narradores profesionales sea pequeño.
Bruno carga contra los grandes
males de la narración oral actual; entre ellos, el plagio entre profesionales, los amiguismos o la evasión de impuestos.
De acuerdo a Bruno, y en línea con Sanfilippo, hay que buscar otros cuentos, no
hay que desmontarlos para que digan lo que yo quiera que digan. Hay que
encontrar y difundir los cuentos que
ya casi están olvidados y que esconden una carga de profundidad y un mensaje de plena
actualidad. Tanto más importante cuando desarrollan una labor social como la
narrativa desde una perspectiva de género.
Pep defiende una narrativa oral verdaderamente profesional. Una narrativa en la que
propone un aprendizaje basado en maestros
y en planes de estudio efectivo.
Hay que trabajar voz, cuerpo, presencia escénica, estilo propio, originalidad,
los contenidos, la organización de los mismos, el conocimiento del público y
del contexto, el adaptarse a los tiempos, y una base legal y ética.
“Vale ya
con los gnomos y las setas en carteles que no tienen ni nombres ni programas”,
afirma. Hay que hacer cosas un poco más cuidadas, más profesionales. Si no le
das a la gente un producto de calidad no va a querer más, pero para eso
hay que tener un caché digno, ya que se tarda meses en buscar,
semanas en preparar, y hacer decenas de miles de kilómetros al año no es
gratis. Hay que hacer un buen trabajo que a su vez logre captar a la prensa y
que tenga eco y un prescriptor de calidad en ella. Tiene que haber libros de
divulgación, cosas estéticamente cuidadas, productos de calidad.
De acuerdo con Bruno, hay que exigir al
colectivo de narradores profesionales que busquen el horizonte de lo memorable. Los cuentos contados
quieren ser inolvidables porque viven en la memoria. Si lo que contamos se
olvida no quedará nada. Si el trabajo
es de calidad, si el trabajo es conmovedor, el colectivo de narradores
tendrá cada vez más visibilidad. Esto ha de trabajarse a título individual buscando la calidad frente al público.
El narrador
profesional tiene que contar de
manera que se distinga del aficionado. Es importante que el
colectivo referencie su función en la sociedad. La narración instrumental es efectiva,
pero hay que buscar un espacio más allá de ser una herramienta. Hay que ser memoria colectiva.
En la actualidad, según Pep, los narradores
hurgan cada vez más en la tradición oral.
Cavan cada vez más profundo. Hay una búsqueda
del lugar de los narradores en
la sociedad. Hay que preservar la
tradición desde lo escénico. En línea con lo dicho por Marina Sanfilippo, Pep Bruno
afirma que los narradores han de ser el
eco de una voz ancestral, una voz poderosa y capaz de abrir abra un hueco
claro, digno e identificable para los narradores orales en el seno de la
sociedad.
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