Llegamos
al último día. El aire fresco de la
mañana estimula la atención y algunos charcos de las tormentas de anoche parece
que refrescan todavía más el ambiente.
La jornada se reparte entre Rosa María Adra, académica de y experta
en retórica, y Estrella Ortiz, que
en la capital de la Alcarria no necesita presentación, pero que para los de
fuera se puede presentar como poetisa, narradora errante, cuentista, escritora
y madrina inexcusable del Maratón de los Cuentos de Guadalajara.
ROSA MARÍA ARADRA SÁNCHEZ:
PROFESORA TITULAR DE UNIVERSIDAD DE TEORÍA DE LA LITERATURA – ENCANTAR CON LA
PALABRA: RETÓRICA Y SEDUCCIÓN
Rosa María Aradra Sánchez es académica
y una de las fundadoras de la prestigiosa sociedad española de retórica. Como
buena oradora, comienza con una buena captatio
benevolentiae, y nos halaga desde una humildad que no es capaz de ocultar
del todo a una figura de su importancia.
Aradra cita continuamente a Nemio, a Gorgias de
Leontinos, al calagurritano Quintiliano, nos habla de retórica desde la
experiencia y nos cuenta que, como decía ayer Campanari, la palabra, ese gran
soberano de nuestras vidas, es capaz de provocar o eliminar el miedo y el dolor.
“¿Qué ocurre cuando el que domina el arte de la
palabra ha pasado un aprendizaje evidente? ¿Se pierde la magia si la gente sabe el truco?”, se pregunta Aradra.
“¿Yo sin habilidades innatas podría aprender a emitir un discurso coherente y
que obedece a la poética?” La respuesta es contundente: “Sí”,
Todos sabemos lo que significa seducir. Pensamos
en Cleopatra, Casanova, Don Juan… Según la RAE hay tres acepciones del verbo seducir, todas ellas se orientan hacia
un objeto: “persuadir a alguien con argucias o con halagos para algo”, “atraer
físicamente a alguien con objeto de tener una relación sexual”, “cautivar el
ánimo de alguien”.
Pero para encantar con la palabra hemos de
acercarnos y echar un vistazo somero a la retórica. De acuerdo con esta
disciplina existen distintas formas de persuadir, la primera está ligada a la imagen del narrador y si le hacemos o
no partícipes de nuestra confianza, es decir, si le damos credibilidad. La
segunda es la búsqueda de la influencia
mediante los sentimientos.
La tercera son los argumentos lógicos y racionales, basados en el mensaje. Esos
argumentos se distribuyen en distintas fases, el material ha de ser creado,
ordenado, introducido y dividido
en partes, contado y narrado, argumentado y concluido mediante una traca final.
Con ello, conseguiremos atraer al oyente. El
material ha de expresarse con corrección,
comprensibilidad y figuras atractivas y para ello se pueden usar
distintos tipos de composición, combinando distintos estilos y registros y
realizando una memorización y elocución de calidad.
Con la retórica, por tanto, se busca un efecto en el otro, y para ello se ha de
evitar el tedio. Ese es el origen de las figuras retóricas. Los procedimientos
son múltiples: adición, supresión, cambio de orden, sustitución; y con ellos
llamamos la atención.
Además de la persuasión basada en el entendimiento
tenemos la basada en los sentimientos.
Así, la retórica tiene un radio de acción tremendamente amplio que ha llevado a
plantear los riesgos de perderse entre tal variedad de intereses. Sin embargo,
en todas ellas es necesario aplicar una serie de mecanismos, entre ellos los
que implican a la memoria.
Los retóricos, especialmente los latinos, se
ayudaban de complejas imágenes mentales y descripciones de lugares conocidos
como reglas para el aprendizaje mnemotécnico, pero hoy en día tenemos claro que
los mecanismos de la memoria son
tres: impresión, asociación a algo conocido, y repetición. Y salvo en caso de
discursos cortos, la memoria no ha de ser literal y ha de limitarse a recursos
y estructuras.
Todo
ello ha de tomarse en cuenta en la narración
oral, cuyo gusto deriva de las historias sobre la superación del ser
humano. El tema es importante en la
atracción y en la persuasión. Se implica al auditorio, se tocan los temas que
motivan. Las historias han de estar ordenadas, se han de ubicar las emociones
al principio y al final, con la argumentación ocupando la parte central.
Podemos usar trucos y de manera interesada,
usar una narración para captar la atención y convencer. El público ha de
identificarse con el narrador, se ha de llegar a la afectividad: crear imágenes
mentales, dibujar con palabras, atender a los detalles, emplear el adjetivo de
manera precisa… Se ha de conseguir que los oyentes vean las palabras. Hay que hacer
al auditorio protagonista, plantear misterios, plantear preguntas, intrigar. Hay
que darles vivencias personales, y para eso es necesario estudiar al auditorio
y hay que cuidar la elocución.
La retórica en la acción elocutiva estudia la voz, su modulación y los movimientos
del cuerpo, el volumen, la flexibilidad y adaptación del tono, y la firmeza. Es
necesario un dinamismo y un ritmo válidos que activen el interés del oyente.
Hay que saber cómo colocar las frases, las palabras.
¿Cómo
se comporta un seductor o seductora? Analizando las seguridades e
inseguridades del otro, utilizando el halago de forma sutil. Se hace creer a la
persona seducida que ha generado el contacto. Escuchan, preguntan, se interesan.
Manejan los tiempos y las distancias y saben cómo hacer que la persona sienta
ganas de más.
En retórica el gran seductor hace esto con
pequeños matices: se ha de analizar los estados de ánimo, se pulsa la opinión,
se provocan emociones, se deja al público con ganas de más… Las palabras seducen, engañan, conmueven,
hechizan. Basta una palabra para hundir en la tristeza o flotar en una nube
de felicidad.
ESTRELLA ORTIZ - TIEMPO Y
GESTO DE LA VOZ
Pep
presenta a Estrella y se pregunta si
a partir de las 12.00 se ha de decir buenas tardes o buenos días. Es y ha sido
muchas cosas, y cómo ya decíamos en principio, Ortiz no necesita presentación
en Guadalajara.
La ponencia comienza con una anécdota. Estrella
cuenta que hace veinte años en la feria del libro de Buenos Aires se presentó
un proyecto de escolarización de los
indios toba. Son una pequeña comunidad indígena que celebraba la graduación
del primer maestro de su etnia para miembros de la comunidad. Además, era la
primera vez que llegaban a la capital. Con ellos había un anciano, una especie
de líder de la comunidad.
Las profesoras salieron al estrado,
describieron la situación, lo mismo hizo el nuevo maestro. Finalmente empezó a
hablar el anciano. Le acercaron un micrófono lo declinó. Mientras hablaba sobre
la historia de su pueblo y la importancia del momento la emoción se desató y
cuando terminó de hablar todos empezaron a llorar.
Estrella se emociona y llora al volver a recordarlo. Todas las imágenes eran
pura metáfora, poesía. Fue un pequeño discurso y una increíble catarsis
emocional.
La manera de hablar de aquella persona era algo
telúrico, profundo. Era alguien que estaba ligado al centro de la tierra por
unas raíces indestructibles. Un
hombre que florecía desde lo más hondo de su ser, su vida y la historia de su
pueblo. Y de acuerdo a Estrella Ortiz, “ese ha de ser el objetivo del oficio de
narrador”.
La posición no debe ser el agrado del público,
tiene que ser algo más regio. La voz
del narrador está enraizada en lo que se está contando, en la tierra, en la
historia; pero también y en gran medida en lo físico. Esa persona no tenía una formación
reglada, pero tenía ese porte, esa presencia, ese toque del que puede conmover,
enseñar y deleitar.
Somos seres
respiradores. Hemos de estar cómodos
para disfrutar. Para contar hay que hacer algo de manera consciente, hay que
estar muy cómodo y tiene que sentirse asentado en su cuerpo y acompasado
armónicamente con su respiración.
Se ha de mantener el contacto visual, pero la idea de acercarnos a la audiencia puede
amenazar con romper esa profunda gravedad. La narración no es solo la
comunicación de las palabras, si no con todo el cuerpo. El narrador oral ha de
vencer en el campo del amor, primero
amándose a uno mismo y partiendo de la difícil sensación de equilibrio de la
que hablamos.
De acuerdo a Ortiz, la narración oral se
enfrenta a múltiples amenazas que
nos acechan como narradores. Podemos acelerarnos, vocalizar poco, equivocarnos,
puede no entendérsenos, podemos ser excesivamente histriónicos, excesivamente
parcos, excesivamente distantes, excesivamente cercanos. Por eso hemos de
buscar el equilibrio y eso se logra mediante la introspección, la depuración
por la experiencia y la consecución del equilibrio.
El cuerpo
y la voz son como el instrumento musical del narrador. Cuanto más afinado
esté mejor puede sonar. Y uno de los peores enemigos del buen desempeño es el
miedo, la inseguridad, el desequilibrio. Las técnicas han de estar encaminadas
inhibir los miedos, inhibir y recolocarnos cuando nos salimos de la carretera
del equilibrio.
La voz es respiración, fonación, ejecución del habla.
Emitimos sonidos para acercarnos al otro.
Cuando hablamos habla todo el cuerpo. El narrador no solo cuenta una historia,
se cuenta a sí mismo. La narración emana del cuerpo y lo trasciende. Es cuerpo
y sale del cuerpo, pero se prolonga.
El nacimiento, el crecer, y hasta la muerte
tienen su ritmo. El tempo es una cadencia,
pero el ritmo tiene principio y final, implica repetición. El ritmo es el
recurso memorístico por excelencia, el preservador de tesoros culturales.
Muchos relatos emplean repeticiones, toman una cadencia que se adhiere a la
gestualidad, que se depura y se une a la danza del decir y el hacer. El
discurso se ritualiza y cuando lo volvemos a hacer lo hacemos así porque funciona.
Ortiz se levanta y aquí es cuando se desata la
tormenta. El público, gradualmente, comienza a implicarse y a contar historias.
Como alguien que mira desde fuera el mundo de la narración oral os prometo que hay cosas que sorprenden y mucho. Se
puede contar una historia hasta contando del uno al diez, creedme que se puede,
y no solo lo hace Estrella. El público se vuelca y cuenta y vive olas
imaginadas, cuenta y siente y transmite como quitándose capas de piel, como
asustándose. El público se arroja en brazos de Estrella y desarrollando sus
historias en el espacio y el tiempo como si fueran canciones, “así que cantad”,
concluye.
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