miércoles, 3 de julio de 2019

Las grandes potencias ante el nuevo orden internacional: EEUU, la UE, Rusia y China – Curso homenaje a la profesora Paloma García Picazo – Jornada I



Tras tres décadas realizando los cursos de verano y con más de dos décadas de experiencia, la UNED inaugura en su centro asociado de Guadalajara un nuevo curso de verano sobre geopolítica centrado en el papel de las grandes potencias ante el nuevo orden internacional y las amenazas y riesgos de futuro para el mundo.
        Este curso dirigido por Jesús de Andrés Sanz y codirigido por Rubén Ramos, es una propuesta del departamento de Ciencia Política y de la Administración, y además de dedicar tres jornadas a su temática propia, es un homenaje a la profesora Paloma García Picazo, fallecida el 11 de agosto de 2018.
Tal y como reza el programa del curso, el orden liberal internacional, tal como lo hemos conocido en la Posguerra Fría, ha entrado en crisis. Antes ya de la llegada de Donald Trump a la presidencia, el “momento unipolar” en el que los EEUU han ejercido de hegemón global, daba muestras de agotamiento. Sin experimentar una decadencia interna, EEUU afronta un declive ante la reemergencia de China o la influencia de Rusia.
En este curso de verano se abordan debates y ponencias que parten de estos elementos, debates y ponencias que se relacionan con la polaridad del sistema internacional, la hipótesis de una Nueva Guerra Fría, los desafíos para la seguridad internacional, o el futuro del multilateralismo y de la globalización económica y el desarrollo sostenible. Esta primera jornada ha sido inaugurada por el académico y periodista Felipe Sahagún, y una mesa de debate que ha contado con la presencia de académicos en el campo de las relaciones internacionales como Margarita Gómez-Reino, José Ignacio Torreblanca Payá o Kattya Cascante.
FELIPE SAHAGÚN – ¿HACIA UN NUEVO ORDEN INTERNACIONAL?


Felipe Maraña Marcos, más conocido como Felipe Sahagún, es periodista veterano, miembro del consejo editorial de El Mundo y profesor de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. Sahagún está contento con lo que hace y transmite su pasión, antes de dar el curso ya se encuentra haciendo recomendaciones como una ametralladora de fuentes.
“Es maravilloso dedicarse a lo nuestro”, afirma “te olvidas de los problemas, de la mujer, de los hijos” … Sahagún rebosa una pasión caótica, un ansia de aprender y de enseñar que se ve pocas veces. Y de acuerdo con Sahagún, Detrás de casi todo lo que se mueve hoy en occidente se encuentra el resurgir global de China y el del poder militar de Rusia.  Cada cuatro años, los encargados de la renovación y de la reflexión interna de la OTAN, elaboran un informe estratégico para los próximos años desde el comando de transformación aliada.
Desde este grupo se analizan principalmente las migraciones desde el norte de África, el deshielo del Ártico, los temas de Rusia y de la inseguridad que genera en la frontera oriental europea y Asia Pacífico como zona más inestable. Si la OTAN se desentiende del área asiática y EEUU se desplaza hacia Asia Pacífico es evidente que va a haber dificultades para mantener el frágil equilibrio seriamente tocado por los bandazos en el pentágono, las declaraciones en contra del propio Donald Trump, y otras muchas amenazas al orden establecido.
Cada miembro de la OTAN ve de distinta manera las amenazas. Es difícil dar pasos en la buena condición en estas condiciones salvo que alguna de las amenazas se intensifique o sea tan fuerte a corto o medio plazo que una a estas organizaciones ante una gran amenaza prioritaria. Y precisamente, de acuerdo a Las amenazas han ido cambiando radicalmente con el tiempo. En 2010 la prioridad número uno era la crisis económica, luego el terrorismo islámico, los países parias... Siempre han estado ahí también el cambio climático, las armas de destrucción masiva, las amenazas de pandemia…
Lentamente, aunque de forma poco perceptible escuchamos hablar cada vez con mayor insistencia de amenazas digitales y de ataques digitales. Los pioneros en este tipo de herramientas fueron los norteamericanos y los israelíes, actuando desde etapas muy tempranas contra Irán y saboteando infraestructuras de procesamiento de uranio. Pero hoy en día esto se hace de manera común y para muchas finalidades. Los países más activos hostiles y que causan más daño son, tal y como lo afirman distintos informes, EEUU, Rusia, China, Irán, Corea del Norte…
A China le interesa el robo de propiedad intelectual, a Rusia la desestabilización electoral, a Corea del Norte obtener divisa y atracar bancos, y, de hecho, según datos manejados por Sahagún, los daños anuales a la economía global por sabotaje virtual rondan los 600.000 millones de dólares. No es la actividad más dañina, pero es una de las que más. Y eso considerando que muchas de las empresas no reconocen ser atacados por virus que secuestran los servidores y piden rescate.
Pero, si de momento no ha habido ataques más grandes tan solo ha sido por el temor a cruzar líneas rojas y sufrir represalias catastróficas. Una vez que se dé, por ejemplo, que Rusia deje tres días sin luz a California, las consecuencias de la amenaza digital podrían ser imprevisibles. Es cierto que con el tiempo ha mejorado la capacidad de identificar atacantes, y que los grupos terroristas más poderosos no lo son tanto como los estados. Pero la amenaza potencial empeora según se expande internet y avanzan las debilidades existentes. Las grandes potencias invierten más en capacidades ofensivas y espionaje online que en mejorar las defensas. Se ha iniciado una carrera de militarización del espacio virtual, digital y estratosférico, pero en este momento nadie sabe cómo pararlo.
El Pentágono, siempre por delante, se ha visto superado por los gigantes empresariales como Alphabet o Facebook. Altos funcionarios reconocen que el Pentágono necesita más a las tecnológicas que las tecnológicas al estado. Siendo los norteamericanos los mayores atacantes del mundo a través de la web. Snowden permitió comprobar que EEUU espía a todo el mundo saltándose todas las líneas rojas. El resto tomaron medidas y esto parece que ha acelerado la carrera de armamento. En la historia todas las armas se han acabado utilizando y lo previsible es que las tecnológicas también, y de forma devastadora porque no hay conciencia del peligro.
No hay conciencia de los ataques tecnológicos igual que no había conciencia de las consecuencias posteriores al del bombardeo atómico en el momento en el que este se realizó. Mientras no se produzca un 11-S o Pearl Harbour tecnológico iremos sufriendo ataques para condicionar elecciones, penetraciones de efecto destructivo como el control de reservas federales para provocar desplomes en la bolsa acelerando una recesión, asaltos como el de 2017 del virus Wannacry en 150 países, robos como el de Corea del Norte al banco de Bangladesh (1.000 millones de dólares) …
Si queremos frenar esta dinámica el mundo ha de cambiar. Pero todo cambio entraña riesgo los que ostentan el poder no quieren cambios.  Ante los riesgos que nos acucian confundimos los grandes cambios y revoluciones con crisis circunstanciales. Nunca podemos olvidar el cisne negro, aquello que desata los cambios y tensiones latentes. Y no podemos tomar conciencia de los riesgos si no los tenemos claros.
Y además de los ataques digitales, de acuerdo con Sahagún todos estamos preocupados por el impacto paradójico de la sobreinformación y de la desinformación. Se está produciendo un fenómeno extraño de asunción de la mentira y de resistencia a la información verdadera. Trump, aunque no lo supiera, ha rentabilizado este problema con más de 13.000 mentiras y su poder en el gobierno y en Norteamérica.
El milagro chino ha cambiado paradigmas, pero estamos lejos del final de la primacía estadounidense. El dar por liquidado el siglo americano debería hacerse menos a la ligera. La predominancia militar no basta para obtener resultados deseados por una superpotencia como EEUU.
Cuando la clave no está en la batalla y está en convencer a la población hay un problema. De hecho, el poder militar puede ser contraproducente. No hay que cegarse ante el poder blando por las manías imperialistas de tener enormes flotas y ejércitos.
No ha habido mayor amenaza al orden liberal que el soviético. Tras la derrota del comunismo, se lograron los primeros superávits en mucho tiempo, se firmaron los primeros acuerdos comerciales, la alianza con Japón.
Entre 1989 y 2016 el PIB global se triplicó, la mortalidad se desplomó, más de 1000 millones salieron de la pobreza y las nuevas tecnologías mejoraron la vida de la mayoría de la población. En china la globalización creó la clase media, en EEUU fue a parar en las élites tecnológicas y Trump lo supo leer en el descontento de las clases medias blancas.
La estabilidad derivada de esas cifras impidió percibir las consecuencias de intervenciones o posguerras desastrosamente gestionadas. Una globalización desigual, clases medias desencantadas del sistema y sin un enemigo exterior al que culpar de su pérdida de bienestar. La obsesión por encontrar un enemigo para justificar lo injustificable ha sido el problema número uno de EEUU desde la caída de la URSS.
El orden multilateral económico y polar estadounidense se ha deteriorado por el rechazo de potencias regionales, los actores no estatales, China, el nacionalismo, el populismo, todo ello alimentado por factores como la desigualdad, las crisis, el cambio tecnológico, el sufrimiento de las clases medias en algunos países, y la aparición de las TIC.
        Ante las preguntas sobre la guerra de Irak de 2003 y las gestiones de la administración Trump Sahagún se acalora y se arranca en un crescendo de pasión geopolítica desatada. Nos convierte en sus confidentes. “Tuvimos una comida con Robert Kagan en el Cairo, inmediatamente antes de la invasión a Irak. “Ya va siendo hora de darle una patada al avispero” dice que afirmó Kagan. “No estaban contentos siendo el hegemón. Tenían a los leones enjaulados y tuvieron que cometer la torpeza de la gestión desastrosa de la guerra y la posguerra. El problema fue la prepotencia”.
Según Sahagún, que parece bien informado, del amago de ataque a Irán hace algunas semanas habría “varias versiones, pero parece que Trump no se fio de sus subordinados que le pidieron no atacar, si no de presentadores de la Fox, de su yerno y de generales retirados que le recomendaron hacerlo”, asevera negando con la cabeza.
Según el periodista y académico, a Trump le dijeron que si había un ataque convencional no podría ganar las elecciones. Todo lo que hace Trump es pensando en los electores. Como no tiene principios le vale todo, y como le ha funcionado pues lo sigue haciendo.  “Eso no es un gobierno, es un tinglado de un sultanato o de algo… Qué se yo, algo de hace siglos”, pero quien tiene el poder se resiste a perderlo.



LOS DESAFÍOS INTERNACIONALES DEL SIGLO XXI – MESA REDONDA: José Ignacio Torreblanca - Carmen González - Kattya Cascante 
José Ignacio Torreblanca es director de la Oficina de ECFR en Madrid. Profesor de Ciencias Políticas en la UNED. Columnista en EL MUNDO y colaborador de RNE. Parece mucho más joven de lo que es y sus palabras denotan la tranquilidad del que sabe de lo que habla.
Estamos a punto de cumplir los 30 años de la caída del muro de Berlín. Hace 30 años empieza un sueño liberal y posmoderno europeo. En aquel momento no solo Fukuyama consideraban que el liberalismo triunfante iba por un camino que acabaría con Europa liderando el mundo.
El mudo posterior a la guerra fría llegaba con una Europa que parecía tener todas las herramientas para comérselo. Solo con echar un vistazo comprobamos que ese proyecto ha fracasado en gran medida o está en vías de hacerlo. Habrá que entender que la UE representa la no linealidad de la historia y que el progreso ilustrado no es eterno, también fracasaron Grecia y Roma, y la historia puede tener retrocesos.
Lo que ha sucedido desde 2016 es la contrarrevolución antiliberal que puede ser triunfante por la pinza sino rusa, la venganza de la historia, de la geografía, la de la demografía, etc. Demuestran que no podemos independizarnos de la demografía, la geografía y la historia gracias a nuestra forma de vida posmoderna.
Frente a un mundo donde pensábamos que desaparecían las alternativas a la democracia liberal nos encontramos con el resurgir de elemento y viejos fantasmas como el nacionalismo y el populismo en la ola que vivimos. Esta ola de populismo viene como un fin de ola de un periodo de globalización.
Cada periodo de globalización tiene su propia implosión. Toda ola de globalización acaba en una de populismo, el problema de estos tiempos es que hay modelos como el turco, el ruso o incluso el chino de economías de mercado desprovistas de democracias como tal. Tan solo con eliminar el papel de la prensa se quita una de las patas a la mesa.
El modelo chino desmontó a los politólogos que pensaban que una cierta renta por persona y la aparición de una gran clase media implicaban necesariamente la demanda de libertades personales. Pero la liberalización económica ruso-china ha probado que cortocircuitar el desarrollo económico y generar clases medias no implica la aparición de democracias.
De acuerdo con Torreblanca, pensábamos que podíamos trascender fronteras, asimilar Europa central y oriental, ocupar el espacio postsoviético, crear una euro-esfera de norma por encima de la geografía. Pero el Bréxit es el primer retorno de la geografía y la historia en el sentido literal. Lo que no es estrictamente continental se ha caído de la unión y a Ucrania, la prueba de que las esferas de influencia importan, directamente nos la dejamos fuera.
Ese retorno de la geografía es global, no solo en nuestro caso europeo. Camia un orden multilateral por uno multipolar tras un breve episodio de hegemonía. “Nos hemos creído que lo del unipolarismo americano de después del 1989 sostenido con intervencionismo era para siempre, pero no”, afirma Torreblanca, “fracasó con errores varios como la guerra del golfo y ahora ha vuelto a un aislacionismo extraño como el de Trump”.
Dentro de la propia Europa hubo un momento que se trascendían las barreras culturales. Parecía que las dimensiones tradicionales desaparecían y que España o Turquía alcanzaría a Alemania. Pero tras la crisis se ha vuelto a romper el norte y el sur, el este y el oeste, nacen esas nuevas ligas hanseáticas con culturas políticas ligadas a las historias tradicionales y que configuran su manera de estar y de ser europeos.
Carmen González Enríquez – Catedrática de Ciencia Política y de la Administración de la UNED
González Enríquez considera que hoy día la migración causa una enorme tensión entre estados que en el pasado no se sentían en absoluto preocupados por la llegada de inmigrantes a su territorio. Trump ha conseguido expandir un enfoque en el que hasta los iberoamericanos contemplen mal las corrientes migratorias internas desde Venezuela o Centroamérica. Todos quieren construir un muro, todos quieren hacer su país grande otra vez.  
El momento que catalizó todo fue la crisis de refugiados de 2015 y la llegada de cerca de un millón y medio de europeos a la unión europea, en mayor medida recibidos por Alemania provocó un terremoto interno, una confrontación en la que la UE empezó acusando a las monarquías petroleras del golfo de no cumplir su parte, y acabó por pelearse consigo misma.
La crisis de los refugiados de 2015 puso en peligro hasta el espacio Shengen. Comenzaron a vigilarse las fronteras, se volvieron a materializar y hoy en día la inmigración es una de las principales preocupaciones de los europeos. Esto tiene una traducción política, no ya solo a los partidos xenófobos sino también a las deliberaciones de los fenómenos migratorios.
La ONU se planteó regular de alguna manera la migración internacional. Casi ninguno estuvo de acuerdo porque la ONU proponía con buena intencionalidad chocaba con la soberanía de los estados y su capacidad de decidir quien forma parte de su población. El estado es soberano de su población y de su gente. Sin dominio sobre quién forma parte de un país o quién no. Tiene que haber un pueblo definido sin definición del pueblo, aceptando toda la población humana como posible sujeto de ejercicio de soberanía, no hay democracia.
En el largo plazo, los pronósticos de la población europeo en 2080 implican disminución poblacional. La UE necesita población joven, y eso está claro. El Magreb ya ha pasado la transición demográfica, pero no el África subsahariana. En unos años su población se multiplicará y al ser el crecimiento económico más lento que el demográfico, la desigualdad entre la renta per cápita africana y la del mundo desarrollada no para de crecer pese al aumento de riqueza en el continente negro.
Podría parecer que si a Europa le falta población joven y a África le sobra podríamos solucionar con sencillez el problema. ¿Por qué no suprimimos la política contra la inmigración irregular? Porque la población que nos llegaría no es integrable en nuestros mercados de trabajo. No podríamos manejarla sin deterioro en el estado del bienestar. Es mano de obra que no está cualificada y que formaría un submundo de guetos, barriadas, empleo precario e inestabilidad.
Gestionar esa migración para que la podamos absorber es muy costoso. No tenemos los medios o la experiencia. Esto no funcionaría porque si Europa quiere mantenerse en la dura competencia internacional de productos en el mercado internacional ha de apostar por una economía mucho más intensiva en el conocimiento y la innovación, y en ese camino, sin el cual nos convertiremos en el paraíso de los turistas, habremos perdido la competencia por ser punteros.
Si no queremos eso no podemos abrir la puerta a cualquier fuerza migrante de baja o nula cualificación. Es una fuerza de trabajo sin cualificación. Ya es difícil encontrar trabajo para un español sin la ESO, imaginémoslo para un subsahariano sin el idioma. Una de las principales ideas es que Europa debe volver a estar presente en África. Europa dejó de estar informadas, dejaron de tener presencia tras la descolonización.
 Nuestra ignorancia sobre áfrica nos impide estar en el continente. Hay que establecer lazos de conexiones personales con esos estados. Los estados africanos no quieren cortar el grifo de inmigrantes porque tendría un coste para ellos. Provocaría tensiones ya fuera inmigración de origen o de paso. Frente a eso la UE tiene pocas palancas.
Habría que invertir, aumentar la presencia humana y cultural, hay que abrir vías de inmigración legal. Las sociedades europeas no han estado influyendo a largo plazo. Europa tiene que apoyar el desarrollo económico de esos países para que resulten atractivos a sus jóvenes.
Kattya Cascante  - Profesora de Relaciones Internacionales en la UCM.
De acuerdo con Cascante, la agencia 2030 y sus dieciséis puntos, pese a haber recogido la firma de 194 países, tiene un enorme riesgo de ser ignorada. Distintas agencias complementarias como la del desarrollo de 2002 cayeron por la falta de financiación pese al consenso logrado. La UE intentó un impulso y pese a la generosa financiación de los nórdicos, a partir de la crisis de 2009 se ha desmantelado económicamente.
Pese a los intentos de mejorar la gestión no se consiguieron los objetivos. Se hizo una enumeración de los desafíos, pero lo que se buscaba era no dejar a nadie atrás. De acuerdo a Cascante necesitamos bienes públicos globales. Construir bienes que pueda disfrutar todo el mundo participe o no en su construcción. Pero esta agenda no tiene un modelo de desarrollo claro y no habla de si el crecimiento económico es desarrollo sostenible.
Necesitamos índices que vayan más allá del IDH, enfrentarnos a retos como la independencia del sector financiero o burbujas especulativas que aumentan la desigualdad, y que tienen un impacto desaforado desde el bienestar a la estabilidad política y a los ecosistemas. Tanto si es especulación inmobiliaria como si es especulación con las materias primas. De hecho, como recuerda Jesús de Andrés, la UNED y los centros asociados aplican el programa 2030 para su organización.


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