jueves, 5 de julio de 2018

Un viaje al más puro estilo de Julio Verne



Si ayer descubríamos qué es un geoparque, cómo funciona el Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo y qué tipo de iniciativas lleva a cabo, hoy tocaba introducirnos de lleno en él y conocer “in situ” algunas de esas infraestructuras desarrolladas para divulgar su geología.

Así que pusimos rumbo hacia los parajes del Barranco de la Hoz, Cuevas Labradas y el cañón del río Tajo, en las inmediaciones del Puente San Pedro, por donde discurren las Geo-rutas 4 y 5 del Parque Natural. Lo que nadie se esperaba es que durante nuestra visita conseguiríamos mucho más que observar paisajes sublimes convenientemente explicados con paneles y áreas experimentales o asimilar un puñado de conceptos geológicos, que quizá podamos desempolvar con cierto aire de interesantes en alguna otra visita futura a lugares con una geología similar.

Ayer recorrimos con nuestra mirada alrededor de 500 millones de años y fuimos capaces de imaginar un gélido océano por el que viajaban icebergs; una gran cordillera tan alta como el Himalaya; erupciones volcánicas o antiguos ríos hoy convertidos en piedra. Asistimos a la extinción más masiva de la historia, en la que desaparecieron el 96 por ciento de los seres vivos, hace 225 millones de años, y nos asomarnos a un mar tropical poco profundo de arrecifes de coral poblados por una gran cantidad de seres vivos.

De esta manera, Luis Carcavilla, científico del IGME, coordinador del Comité Científico del Geoparque y responsable de desarrollar los proyectos de las nueve Geo-rutas y la Guía Geológica del Parque Natural del Alto Tajo, fue desgajando la historia geológica de este territorio y nos enseñó a ver los registros de ese pasado en las rocas, en los fósiles y en el relieve del paisaje.

Como en todo viaje, en esta aventura geológica es imprescindible llevar mapa y brújula. Miguel Ángel Rodríguez Pascua, científico del IGME y miembro del Comité Científico del Geoparque, apareció enigmático con un trozo de cartón, que se convirtió en un improvisado mapa, en el que señalamos el norte y, después, en dos placas sobre las que comprobamos cómo se forma el relieve del paisaje. Rodríguez Pascua acababa de poner en marcha la maquinaria y nuestro entorno cobró movimiento. Entonces, comprobamos cómo el relieve se elevaba, se plegaba y fracturaba en las impresionantes rocas calizas que se formaron bajo un mar tropical del Jurásico, hace 135 millones de años. “Esos esfuerzos tectónicos que están empujando las placas y hacen que se muevan unas sobre otras son uno de los condicionantes que hacen que el relieve que vemos en el Alto Tajo sea el que es, combinado con otras cosas como la erosión de los ríos, la disolución de las calizas etc.”

La Geología es una ciencia que explica procesos complejos y, en contra de lo que muchos piensan, una disciplina muy útil y necesaria para anticipar el funcionamiento de nuestro planeta o el cambio climático y evitar futuras catástrofes. No obstante, convenientemente explicada, también nos permite aprender y disfrutar, porque las rocas relatan historias apasionantes sobre el pasado de la Tierra.

La jornada llegaría a su fin desentrañando los procesos kársticos del relieve del cañón del Tajo desde el imponente mirador de Zaorejas y las profundidades de la Sima de Alcorón, gracias a Javier Lario, profesor de la UNED y director de este curso, con el que conocimos las rocas más jóvenes del Geoparque: las tobas y los mecanismos por los cuales se forman algunas de las simas y cascadas más hermosas de la zona, como el Aguespeña, la Escaleruela o la cascada de El Campillo. “Hay una parte del paisaje del Geoparque, que es la relacionada con el modelado kárstico, que está asociado a los procesos de disolución y precipitación de las calizas y a la infiltración del agua subterránea en el territorio y hemos podido ver los diferentes ejemplos, tanto de formas en el exterior, como cuevas y simas, que conectan con el medio subterráneo, y los travertinos, que nos dan bastante información, tanto paleoclimática, como de la evolución del encajamiento del río Tajo durante el Cuaternario”, explica Lario

Al culminar la tarde, regresamos a Molina con millones de imágenes en la retina y la sensación de haber experimentado un viaje al más puro estilo de una novela de Julio Verne, quizá hacia las profundidades de la tierra o entre los confines del tiempo. Tomar contacto con el paisaje, conocer sus entrañas y descubrir sus secretos hizo que lo sintiéramos un poco más nuestro, como si parte de su esencia nos perteneciera para siempre.



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