Sustentada en su
trabajo ‘El saber encaminado. Caminos y viajeros por tierras valencianas de la
Edad Media y Moderna’, el catedrático de Historia del Arte, Luis Arciniega
García iniciaba la última jornada del curso con una amena y distendida conferencia
sobre la influencia de los caminos en el arte y cómo el arte está presente en
esas rutas.
Para comenzar,
Arciniega mostró su admiración a los viajeros porque “tienen la capacidad de trasladarnos una percepción de las obras con
ingenuidad y cierta ignorancia” que contribuye a ofrecer nuevas miradas. Y
a partir de aquí inició un recorrido histórico sobre el modo en el que los
caminos eran representados desde sus orígenes como paisaje de fondo para
después ir alcanzando un mayor protagonismo hasta convertirse en un género en sí
mismo, adquiriendo incluso connotaciones de utilidad en las composiciones. De
este modo, planteó un análisis de diversas obras indicando las múltiples
significaciones desde La Huida de Egipto donde el camino es un espacio
secundario hasta La Conversión de San Pablo donde aparece el Camino de Dámasco
que actúa como un elemento topográfico concreto.
A partir de la
tradición judeocristiana, el experto apuntó que el tema del camino adquirirá
relevancia como sentido vital y se convertirá en algo consustancial de la
representación, es decir, aparece la justificación del ser humano como viajero al
abandonar su situación sedentaria tras ser expulsado del Paraíso en lo que
supone su “transitar perpetuo”. Y para reforzar este argumento, señaló a modo
de ejemplo que la palabra 'camino' se encuentra en los textos bíblicos un total
de 555 veces, una cifra muy superior a otras palabras claves en esta tradición.
En este sentido, destacó la importancia que adquiere este término como elemento
alegórico y simbólico y fruto de ello fue su aparición en obras de arte e
ilustraciones de publicaciones diversas.
Seguidamente su
intervención fue avanzando hasta detenerse en el arte que los viajeros
presentaban a través de sus experiencias registradas en diarios, guías y otras
publicaciones más específicas. Arciniega señaló en este sentido que estos
personajes no suelen ser ilustres o de alta formación y los motivos de sus
viajes eran diversos, dejando constancia de los mismos. De este modo, a lo largo
de su ponencia realizó un recorrido por la historia nombrando a los viajeros
más trascendentales de cada tiempo al tiempo que ponía en relación las representaciones
pictóricas y artísticas que fueron surgiendo a raíz de la transmisión de sus
experiencias.
La última parte
de la ponencia de este investigador madrileño se centró en la relevancia que
adquirieron los libros de rutas con la aparición de la imprenta en la Edad
Moderna, que permitió incluir grabados y dibujos que ayudaban en las ilustraciones
de los viajes. De este modo, Arciniega apuntó que en esta época ganaron
presencia aspectos relativos a la logística y la especialización de los contenidos
que permitirán la segmentación del público, superando las limitaciones
medievales.
Para culminar su
intervención, Arciniega trasladó al auditorio un amplio abanico de las representaciones sobre los
caminos que surgieron en nuestro país a través de obras como la de Ulloa Salcedo, la
del valenciano Pedro Juan de Villuga o la de Bartolomé de Villalba y Estaña,
doncel de Jérica, que bajo el título de ‘El
pelegrino curioso y grandes de España’ es considerado el primer libro
español de viajes.
Para dar un toque
de humor a su ponencia, terminó con la célebre frase de Miguel de Cervantes: ‘No hay ningún viaje malo, excepto el que
conduce a la horca’ junto con un merecido aplauso de los presentes.
El arte en el viaje como elemento globalizador
El colofón final
al ciclo de conferencias del curso lo puso todo un académico de la Real
Academia de Historia, Carlos Martínez Shaw, que desde el primer momento avaló
la realización de este curso subrayando que “es
una maravilla para cualquier persona con un interés humanista”.
Este reputado
docente comenzó su ponencia con la introducción del término ‘Arte Global’ enmarcado dentro de la conceptualización de la globalización, que el profesor situó con
la creación del primer sistema español de ultramar entre los años 1492 y 1522.
Para Martínez Shaw el descubrimiento de América marcó el inicio de una nueva forma
de tránsito en lo que supuso la aparición de un mundo nuevo con el que se va a
conectar a través de nuevas rutas, siendo la primera de ellas La Carrera Indias
de Sevilla a Veracruz. A partir de ese momento, las incursiones hacía el Indico
e Indonesia de Vasco de Gama y las llevadas a cabo por Núñez de Balboa, atravesando
el istmo de Panamá permitirían conocer nuevas vías marítimas hasta que la
expedición de Magallanes consiguió dar la vuelta al globo terráqueo en lo que
para Martínez Shaw supuso “el surgimiento
de la primera historia universal”.
A partir de aquí,
el historiador sevillano centro su exposición en la ruta conocida como del
Galeón de Manila, realizada entre Acapulco y Filipinas, focalizada fundamentalmente
en el comercio de la seda, pero que permitiría también la llegada de productos
culturales y artísticos orientales que dejaron su influencia en el arte y la
decoración hispanoamericana.
Estudioso del
proceso de transmisión del arte occidental a las colonias, Martínez Shaw explicó
cómo fue esa evolución que comenzó con la gran exportación de productos
artísticos a los nuevos territorios recién descubiertos, principalmente
pinturas y esculturas del barroco sevillano con ejemplos como el de Zurbarán,
al que le encargaron 34 lienzos de una sola vez con destino a Lima (Perú). “Pintores como Zurbarán, Murillo o Juan de
Valdés Leal fueron artistas que enviaron muchas obras al exterior. Este es el
primer arte viajero de pura importación y por encargo”, señaló. En una segunda etapa, los pintores
comenzaron a instalarse en las nuevas tierras colonizadas y, en este sentido, el docente ofreció una interesante
lista de autores que cruzaron el Atlántico para desempeñar su actividad
artística en el nuevo mundo, tal como Bernardo Bitti, Angelino Medoro, Mateo
Pérez de Alesio, Simón Pereyns, Baltasar de Echave Orio o Sebastián de Arteaga,
entre otros.
Para culminar
esta parte de la ponencia, Martínez Shaw explicó cómo en una tercera fase los
pintores criollos e indígenas iniciaron un proceso creativo a partir de los
conocimientos adquiridos por los pintores occidentales viajeros y comenzaron a
introducir sus propios estilos, tal como sucediera con Cristóbal de Villalpando o el artista peruano Diego
Quispe Tito. Según explicó el docente, introdujeron especialidades
iconográficas propias como por ejemplo las representaciones que se hicieron de
la Trinidad con características muy particulares de su interpretación y que en
muchas ocasiones eran de autores anónimos; junto con los ángeles arcabuceros,
que a diferencia de las obras europeas donde utilizaban espadas y lanzas, éstos
portaban armas de fuego; y las series de castas que representaban los distintos
mestizajes y de consagración de las doncellas en los conventos junto con las
series de personajes con atuendos típicos y frutas “que son sumamente originales”.
Para terminar con
su exposición, Martínez Shaw extendió su explicación a diferentes aspectos de
la ruta de unión entre Acapulco y Manila, dando a conocer, por ejemplo, cómo se
hacía el pago de los productos llegados desde Oriente, mediante objetos
ornamentales y monedas de plata acuñadas en México y Perú fundamentalmente. Asimismo,
hizo un rápido repaso por los diferentes tipos de arte que fueron dejando su
presencia tanto en América como en Occidente, tal como las figuras religiosas
elaboradas en marfil, el conocido como arte namban o la chinoiserie, en lo que
supuso la implantación de obras de arte con origen chino para consumo y uso
occidental. Y dentro de este conglomerado, no pudo eludir hacer referencia al
pecio de San Diego, cuyo descubrimiento ha desvelado buena parte de las incógnitas
que existían sobre este tránsito, convirtiéndose “en una especie de metáfora de la primera globalización”.
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