Oralidad y bibliotecas, una unión en evolución
Quince alumnos en remoto,
desde lugares tan lejanos del planeta como Jordania, Suiza o países
sudamericanos, a través de dos plataformas digitales, y dos alumnos
presenciales en la renovada aula de medios audiovisuales de la UNED en
Guadalajara, disfrutaron de la pasión por la narración oral y la complicidad entre Marina Sanfilippo y Pep
Bruno.
La
apertura del curso y la primera charla, bajo el título ‘Las palabras que nos
unen’, han corrido a cargo de la directora del curso, Marina Sanfilippo, Profesora Titular de Filología de la UNED con una larga e importante trayectoria
en la investigación sobre oralidad artística y popular.
La
directora del curso confesó que el título del curso le generaba “sentimientos encontrados” en lo relativo a
la narración oral y las bibliotecas. Y explicó que “en los 90 descubrí que una
de los lugares donde más se practicaba la narración oral en España era en las
bibliotecas y me quedé perpleja por cómo se utilizaba como herramienta para
animación a la lectura. Lo cual me parece un poco perverso. Y eso que yo tengo
un gran sentimiento de pertenecía con las bibliotecas. Sin embargo pienso que
nuestra cultura tiene un desprecio enorme por todo lo que no pase por un libro”.
En
sus reflexiones Sanfilippo abundó en su idea de que “la oralidad vive mejor
lejos del libro” porque son otras sus características y porque “la oralidad
tienen mucho más que ver con la música, con el ritmo. No es dar voz a lo que
tengamos escrito por bello y literario que sea este”.
Aunque
señaló que la narración oral y las bibliotecas son dos cosas que comparten la
palabra y “sobre todo el interés de que los seres humanos usemos las palabras
para imaginar mundos y después usarlas para comprender mejor el mundo en el que
vivimos”.
Cada vez hay más fondos
de narraciones habladas
La
filóloga deleitó después a los asistentes narrando el cuento de la malvada
madre de San Pedro y sus peripecias, antes de enumerar y describir las
particularidades de los principales centros que reúnen archivos sonoros en
España. La biblioteca del Museo Do Pobo Galego, con sus cien mil volúmenes, la
Fundación Joaquín Díaz de la Diputación de Valladolid, con más de veinte mil archivos sonoros, la Biblioteca Virtual
Cervantes, el Sipca, el archivo de literatura oral de Canarias Maximiano Trapero, o ‘Antropofonías’, el archivo
de la tradición oral del Museo Etnográfico de Castilla y León (MECyL) y sala
Barbieri de la Biblioteca Nacional de España (BNE).
Sanfilippo
se preguntó en voz alta “si las bibliotecas podrían plantearse un sistema de
archivo cruzado” de manera que se pudiera conocer no solo el repertorio
de un narrador, sino conocer cómo es su voz, cómo transforma los cuentos, los
sonidos ambiente, las secuencias narrativas, entre otros muchos detalles. Escuchando los cuentos se puede además escuchar
la relación que se establece entre narrador y recopilador.
Para
terminar, haciendo honor a su condición de investigadora, Marina Sanfilippo ha
compartido una etimología del verbo narrar que había encontrado recientemente
del antropólogo y filólogo clásico Maurizio Bettini junto a una interesante
reflexión: “Narrar viene de la palabra latina ‘gnarus’, un adjetivo que define
a quien posee la virtud de la experiencia de los hechos y la conciencia de lo
que hace y de lo que dice. Entonces
narrar significa “hablar como un ‘gnarus’, hablar como alguien que tiene experiencia
y conciencia, autoconocimiento. Y dando un paso más, para los romanos ‘narrare’
era eso y es también convertir en ‘gnarus’ a la persona que recibe nuestra
narración”.
“Por
tanto –finalizó Sanfilippo- narrar es un instrumento de difusión del
conocimiento, de la conciencia y del autoconocimiento y como tal tienen el
valor y la categoría necesarios para entrar por la puerta grande en las
bibliotecas, esos sitios que siempre han sido los templos del saber”.
Abrir espacios en los que contar y escuchar
‘Narración oral en bibliotecas. Algunas experiencias’ ha sido el título elegido para cerrar la primera jornada por Pep Bruno Galán, escritor con 29 libros publicados, narrador oral que ha contado cuentos en 18 países, editor y licenciado en Literatura, entre otros grados.
Pep Bruno
hizo un repaso y analizó el cambio experimentado en las bibliotecas desde la ‘Hora
del cuento’ hasta las prácticas contemporáneas de oralidad. Recordó a Elena
Fortún, autora del primer manual de cómo contar cuentos en España, en los años
30 del siglo pasado. Años después, en los 50, Montserrat del Amo publica otro
manual, la hora del Cuento, pensado para trabajar con grupos homogéneos.
Sacando a la narración oral de su ámbito.
En
los años 80, con la llegada de la democracia, las escuelas abren las puertas y
el cuento contado, el cuento tradicional entra en el ámbito educativo. La
narración entra en las bibliotecas de la mano del álbum y las colecciones. Se
empiezan a publicar en España libros que ya hacía años que se habían publicado
en el resto del mundo.
Y
en las bibliotecas se empiezan a contar los cuentos que están en los libros para
animar a la gente a que se los lleve en préstamo. Un hecho muy habitual en España, y
muy poco fuera de nuestras fronteras. “Para aprender a leer se empieza por la
oreja” destacó el narrador, hablando de cómo la oralidad aterriza en la
lectura.
Tanta
demanda de narración oral hizo que apareciera este colectivo que empezó a poder
vivir de contar cuentos, y nacieron los narradores profesionales, gracias sobre
todo al trabajo que surgía en las bibliotecas. En los 80, comenzó a contar
cuentos Estrella Ortiz, que lo hizo en Ferias del Libro, y más tarde en
programaciones especiales que propiciaron que el cuento contado llegara a todos
los rincones de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Pep Bruno destacó que “la
animación a la lectura se hacía a través de la narración oral porque en los
primeros 15 años de este tipo de actividades, las medias de préstamo se
multiplicaron por seis”.
A
mediados de los 90, aún era difícil localizar a narradores en muchas zonas de
nuestra geografía, pero a partir de los 2000 aparece el colectivo de narradores
y narradoras que viven de contar cuentos.
Experiencias de
narración oral.
Pep
Bruno enumeró después algunas actividades en torno a la narración oral que
tienen lugar en bibliotecas como ‘Los cuentos eróticos por los rincones’ de la Biblioteca
Insular de Gran Canaria, o festivales como ‘Contando que es gerundio’ en
Aguilar de Campoo, o Maratones, como el de Guadalajara que hace apenas dos
semanas celebró su 33 edición. Las ‘Meriendas de cuento’ que se celebran en la
localidad guadalajareña de Azuqueca de Henares o los ‘Cuentos con chocolate’ de
la biblioteca del Estado de Guadalajara.
Para
el narrador las bibliotecas tienen una función básica: “es un reservorio de
esos libros de cuentos que son para estudiar, para poder preparar la narración
de un cuento. Las bibliotecas son un espacio de trabajo bien sabroso y
fundamental para el trabajo previo, el trabajo de mesa”.
Pep
Bruno describió después sus dos actividades favoritas en torno a la narración.
Comenzó
con ‘El Andariego’, una revista
caminada, organizado por la biblioteca de Cabanillas del Campo, la localidad
donde reside Pep Bruno, que ya ha celebrado cinco ediciones y que involucra a
mucha gente que participa en el evento de forma voluntaria y altruista. Se trata de pasear por el pueblo para conocer sus
rincones, tradiciones, para vincular a mucha gente de distintas épocas, gente nacida
en el pueblo con gente que ha llegado de fuera en la que siempre está presente
el cuento. “Una actividad que sirve como devolución de la memoria a los
lugareños y que ayuda a conocerlo para los recién llegados”.
"'La biblioteca oral' es un proyecto en el que
estoy ahora muy centrado en desarrollar en Ahigal -Extremadura-" explicó Bruno. En una doble propuesta, que por un lado tiene el objetivo de que en la
biblioteca del pueblo haya préstamo en vivo de narradores, con cada chaval en el colegio aprendiéndose un cuento tradicional, y un catálogo que recogiera los cuentos y a sus narradores, para poder sacarles en préstamo.
Por otra parte, en esta pueblo se recogió una colección de 250 cuentos, pero casi todos los narradores incluso el
compilador han muerto ya "y a mí me gustaría que los hijos e hijos y los nietos y
nietas se apropiaran de esos cuentos, y que hubiera un cartelito y un QR en la
casa en la que vivió cada narrador en los que sus descendientes contaran esos
cuentos" explicaba emocionado Pep Bruno.
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