lunes, 24 de junio de 2024

Oralidad y bibliotecas, una unión en evolución

Esta tarde ha dado comienzo en el Centro Asociado de la UNED en Guadalajara la séptima edición del curso de narración oral, en esta ocasión bajo el título de ‘Palabras vivas: narración oral contemporánea y bibliotecas’.

Quince alumnos en remoto, desde lugares tan lejanos del planeta como Jordania, Suiza o países sudamericanos, a través de dos plataformas digitales, y dos alumnos presenciales en la renovada aula de medios audiovisuales de la UNED en Guadalajara, disfrutaron de la pasión por la narración oral y la complicidad entre Marina Sanfilippo y Pep Bruno.



La apertura del curso y la primera charla, bajo el título ‘Las palabras que nos unen’, han corrido a cargo de la directora del curso, Marina Sanfilippo, Profesora Titular de Filología de la UNED con una larga e importante trayectoria en la investigación sobre oralidad artística y popular.

La directora del curso confesó que el título del curso le generaba  “sentimientos encontrados” en lo relativo a la narración oral y las bibliotecas. Y explicó que “en los 90 descubrí que una de los lugares donde más se practicaba la narración oral en España era en las bibliotecas y me quedé perpleja por cómo se utilizaba como herramienta para animación a la lectura. Lo cual me parece un poco perverso. Y eso que yo tengo un gran sentimiento de pertenecía con las bibliotecas. Sin embargo pienso que nuestra cultura tiene un desprecio enorme por todo lo que no pase por un libro”.

En sus reflexiones Sanfilippo abundó en su idea de que “la oralidad vive mejor lejos del libro” porque son otras sus características y porque “la oralidad tienen mucho más que ver con la música, con el ritmo. No es dar voz a lo que tengamos escrito por bello y literario que sea este”.

Aunque señaló que la narración oral y las bibliotecas son dos cosas que comparten la palabra y “sobre todo el interés de que los seres humanos usemos las palabras para imaginar mundos y después usarlas para comprender mejor el mundo en el que vivimos”.

Cada vez hay más fondos de narraciones habladas

La filóloga deleitó después a los asistentes narrando el cuento de la malvada madre de San Pedro y sus peripecias, antes de enumerar y describir las particularidades de los principales centros que reúnen archivos sonoros en España. La biblioteca del Museo Do Pobo Galego, con sus cien mil volúmenes, la Fundación Joaquín Díaz de la Diputación de Valladolid, con más de veinte mil archivos sonoros, la Biblioteca Virtual Cervantes, el Sipca, el archivo de literatura oral de Canarias Maximiano Trapero, o ‘Antropofonías’, el archivo de la tradición oral del Museo Etnográfico de Castilla y León (MECyL) y sala Barbieri de la Biblioteca Nacional de España (BNE).

Sanfilippo se preguntó en voz alta “si las bibliotecas podrían plantearse un sistema de archivo cruzadode manera que se pudiera conocer no solo el repertorio de un narrador, sino conocer cómo es su voz, cómo transforma los cuentos, los sonidos ambiente, las secuencias narrativas, entre otros muchos detalles.  Escuchando los cuentos se puede además escuchar la relación que se establece entre narrador y recopilador.



Para terminar, haciendo honor a su condición de investigadora, Marina Sanfilippo ha compartido una etimología del verbo narrar que había encontrado recientemente del antropólogo y filólogo clásico Maurizio Bettini junto a una interesante reflexión: “Narrar viene de la palabra latina ‘gnarus’, un adjetivo que define a quien posee la virtud de la experiencia de los hechos y la conciencia de lo que hace y de lo que dice.  Entonces narrar significa “hablar como un ‘gnarus’, hablar como alguien que tiene experiencia y conciencia, autoconocimiento. Y dando un paso más, para los romanos ‘narrare’ era eso y es también convertir en ‘gnarus’ a la persona que recibe nuestra narración”.

“Por tanto –finalizó Sanfilippo- narrar es un instrumento de difusión del conocimiento, de la conciencia y del autoconocimiento y como tal tienen el valor y la categoría necesarios para entrar por la puerta grande en las bibliotecas, esos sitios que siempre han sido los templos del saber”.

Abrir espacios en los que contar y escuchar  

‘Narración oral en bibliotecas. Algunas experiencias’ ha sido el título elegido para cerrar la primera jornada por Pep Bruno Galán, escritor con 29 libros publicados, narrador oral que ha contado cuentos en 18 países, editor y licenciado en Literatura, entre otros grados.



Pep Bruno hizo un repaso y analizó el cambio experimentado en las bibliotecas desde la ‘Hora del cuento’ hasta las prácticas contemporáneas de oralidad. Recordó a Elena Fortún, autora del primer manual de cómo contar cuentos en España, en los años 30 del siglo pasado. Años después, en los 50, Montserrat del Amo publica otro manual, la hora del Cuento, pensado para trabajar con grupos homogéneos. Sacando a la narración oral de su ámbito.

En los años 80, con la llegada de la democracia, las escuelas abren las puertas y el cuento contado, el cuento tradicional entra en el ámbito educativo. La narración entra en las bibliotecas de la mano del álbum y las colecciones. Se empiezan a publicar en España libros que ya hacía años que se habían publicado en el resto del mundo.

Y en las bibliotecas se empiezan a contar los cuentos que están en los libros para animar a la gente a que se los lleve en préstamo. Un hecho muy habitual en España, y muy poco fuera de nuestras fronteras. “Para aprender a leer se empieza por la oreja” destacó el narrador, hablando de cómo la oralidad aterriza en la lectura.

Tanta demanda de narración oral hizo que apareciera este colectivo que empezó a poder vivir de contar cuentos, y nacieron los narradores profesionales, gracias sobre todo al trabajo que surgía en las bibliotecas. En los 80, comenzó a contar cuentos Estrella Ortiz, que lo hizo en Ferias del Libro, y más tarde en programaciones especiales que propiciaron que el cuento contado llegara a todos los rincones de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Pep Bruno destacó que “la animación a la lectura se hacía a través de la narración oral porque en los primeros 15 años de este tipo de actividades, las medias de préstamo se multiplicaron por seis”.

A mediados de los 90, aún era difícil localizar a narradores en muchas zonas de nuestra geografía, pero a partir de los 2000 aparece el colectivo de narradores y narradoras que viven de contar cuentos.

Experiencias de narración oral.

Pep Bruno enumeró después algunas actividades en torno a la narración oral que tienen lugar en bibliotecas como ‘Los cuentos eróticos por los rincones’ de la Biblioteca Insular de Gran Canaria, o festivales como ‘Contando que es gerundio’ en Aguilar de Campoo, o Maratones, como el de Guadalajara que hace apenas dos semanas celebró su 33 edición. Las ‘Meriendas de cuento’ que se celebran en la localidad guadalajareña de Azuqueca de Henares o los ‘Cuentos con chocolate’ de la biblioteca del Estado de Guadalajara.



Para el narrador las bibliotecas tienen una función básica: “es un reservorio de esos libros de cuentos que son para estudiar, para poder preparar la narración de un cuento. Las bibliotecas son un espacio de trabajo bien sabroso y fundamental para el trabajo previo, el trabajo de mesa”.

Pep Bruno describió después sus dos actividades favoritas en torno a la narración.

Comenzó conEl Andariego’, una revista caminada, organizado por la biblioteca de Cabanillas del Campo, la localidad donde reside Pep Bruno, que ya ha celebrado cinco ediciones y que involucra a mucha gente que participa en el evento de forma voluntaria y altruista.  Se trata de pasear por el pueblo para conocer sus rincones, tradiciones, para vincular a mucha gente de distintas épocas, gente nacida en el pueblo con gente que ha llegado de fuera en la que siempre está presente el cuento. “Una actividad que sirve como devolución de la memoria a los lugareños y que ayuda a conocerlo para los recién llegados”.

"'La biblioteca oral' es un proyecto en el que estoy ahora muy centrado en desarrollar en Ahigal -Extremadura-" explicó Bruno. En una doble propuesta, que por un lado tiene el objetivo de que en la biblioteca del pueblo haya préstamo en vivo de narradores, con cada chaval en el colegio aprendiéndose un cuento tradicional, y un catálogo que recogiera los cuentos y a sus narradores, para poder sacarles en préstamo.

Por otra parte, en esta pueblo se recogió una colección de 250 cuentos, pero casi todos los narradores incluso el compilador han muerto ya "y a mí me gustaría que los hijos e hijos y los nietos y nietas se apropiaran de esos cuentos, y que hubiera un cartelito y un QR en la casa en la que vivió cada narrador en los que sus descendientes contaran esos cuentos" explicaba emocionado Pep Bruno.

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