viernes, 28 de junio de 2024

Abordando la violencia contra personas con discapacidad

Afrontamos la última jornada del curso para continuar abordando la problemática de la violencia digital desde distintos aspectos.

Y de la misma manera que en otros colectivos, el uso de las tecnologías ha provocado cambios en su forma de vivir la vida, y de comunicarse y relacionarse con el mundo, también en personas con discapacidad intelectual, que representan alrededor del 2% de la población general.

El uso de los dispositivos tecnológicos, las redes y las plataformas digitales “les ayuda a mejorar y potenciar sus capacidades porque les obliga a esforzarse” afirma Pilar Gutiez Cuevas -profesora titular de Educación en la Universidad Complutense de Madrid, y presidenta de AMPAT (Asociación Madrileña de Profesionales de la Atención Temprana), entre otros- y quien dirige esta ponencia.    


Como se ha venido exponiendo a lo largo de este curso, está probado que la violencia digital puede provocar daños psicológicos o emocionales importantes en quienes la sufren, pero cuando esas agresiones tienen lugar contra esta población vulnerable “aún es más indigno: los daños son encarnizados, mucho más irrecuperables y limitan su calidad de vida y su futuro” sentencia Gutiez Cuevas, e incluso puede conducir a situaciones límite -autolesión o incluso, suicidio-.

El hecho de querer dañar a los grupos más vulnerables pone de manifiesto que hay disminución en los aspectos morales, de sensibilidad o responsabilidad. “Nos estamos deshumanizando. La normalización de esas conductas agresivas es preocupante” advierte la Profesora Gutiez.  

Y lo peor es que el mayor riesgo radica en “sus iguales” porque los recientes estudios realizados por ONCE y CERMI indican que aumenta el riesgo al sufrir violencia cuando se integran en grupos de ‘inclusión’ en su centro escolar. Por lo que puede decir que “la normalización implica riesgos” asegura la ponente.

Entre el alumnado con discapacidad la prevalencia del acoso tiene lugar en 1º y 2º de la ESO (40%), mientras que en 5º y 6º se sitúa en el 37% de los casos. “Ya no hay ‘hombre del saco’ ahora está el ‘amiguito’ en internet” y WhatsApp (18,8%) seguido de Facebook (10,3%) las redes sociales donde se producen los mayores índices de ciberacoso.

Las encuestas a alumnos con discapacidad también revelan datos muy preocupantes en cuanto a las causas del acoso y ciberacoso escolar o los lugares donde tiene lugar este.

Para empeorar aún más la situación,  estos colectivos tienen, además, menos recursos para defenderse y comunicar lo que les está pasando. Solo en un 38,7% reconoce ‘haber pedido ayuda’.  



Por eso es fundamental formales para que conozcan todos los riesgos a los que se exponen, para que sepan identificar las situaciones de peligro, para potenciar su inteligencia emocional y controlar el tiempo de uso de dispositivos y medios digitales. “Hay que extremar y enseñarles a controlar al máximo su privacidad” señala Pilar Gutiez que incide en que “la supervisión parental, de profesores, de los adultos” vuelve a cobrar valor. “Si le adviertes de que no ande cerca de un precipicio, cómo no hacerlo con respecto a los riesgos del entorno digital”

Pero además es necesaria una sensibilización social y la formación de los profesionales y docentes del entorno educativo.

La Profesora Gutiez va más allá y asegura que “no basta con hacer protocolos maravillosos ¿dónde están los recursos y los mecanismos de aplicación?”. Y califica las actuales medidas como “absolutamente escasas y muy poco resolutivas”.

En el contexto de la violencia sexual los datos siguen siendo alarmantes. Se multiplica por cuatro el daño a la población con discapacidad, y las mujeres tienen un 40% más de riesgo de sufrir abusos sexuales.

Ciberacoso y adicciones en la adolescencia

En esta sesión de cierre del curso, Valentín Martínez-Otero Pérez -profesor Titular de Educación en Universidad Complutense de Madrid y director del grupo de psicosociología de investigación sobre violencia- ha ido un paso más allá para analizar algunas de las peores consecuencias del mal uso de la tecnología: el ciberacoso y la adicción.  



Y si bien, la relación entre la violencia digital y la ciberadicición no tiene una causalidad directa, una adicción puede derivar en conductas agresivas o violentas en el entorno digital.

Internet tiene múltiples cebos para convertirse en algo muy adictivo. Su amplia disponibilidad, bajo coste y fácil manejo aumentan su potencia adictiva. Y esta capacidad adictiva aumenta cuando se usa como instrumento de juego más que cómo herramienta educativa.

La adicción a internet está a punto de convertirse en una importante emergencia de salud pública. Dependiendo de los estudios, se reflejan una prevalencia entre el 1,6% y 22,8%. “Es perturbador y  fundamental su prevención desde el punto de vista sanitario” apunta el ponente.

Las pautas de prevención son, entre otras, reducir su uso a herramienta de trabajo educativo, potenciar la búsqueda responsable e inteligente en internet, limitar el tiempo -4 horas diarias, sería el máximo ideal- o promover la navegación compartida y el trabajo cooperativo en los centros escolares. Pero de nuevo, el Profesor Martínez-Otero advierte sobre un tema recurrente a lo largo del curso: “Tener unos valores es esencial porque para el ser humano son asideros, fundamentos, luces en la oscuridad, iluminan el camino”.  

Hay contenidos que normalizan la violencia y “la desensibilización sistemática hace que naturalicemos la violencia en vez de repulsarla” asegura el ponente.

Aunque no todo uso problemático de la red conlleva una ciberadicción, entre los malos usos que se enmarcan en la violencia digital destaca el ciberacoso, una conducta sistemática, que no da tregua y que no es sencillo de eludir porque en muchas ocasiones son anónimos e invisibles para sus víctimas.



Prestar la oportuna atención a las señales de alarma, la prevención, y hacerlo de manera temprana es fundamental una vez más y debe ser llevada a cabo por padres y profesores de manera conjunta.  

 “Comienzan a ser inquietantes las cifras de ciberacoso” asegura Martínez-Otero, aunque no se ha establecido que exista mayor sufrimiento en hombres o en mujeres, si bien hay algunos datos que indican mayor presencia entre grupos de mujeres.

 

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