Desarrollo de la narración oral en la última década
Elia Tralará, narradora oral profesional, que desarrolla su
labor principalmente en las comunidades de la zona centro, nos cuenta en la
primera ponencia de la tarde ‘Cómo ha cambiado el cuento’.
Para ella “la biblioteca es un espacio amable, donde la palabra está muy cuidada, ya sea escrita o hablada, sobre todo gracias a las bibliotecarias -la ponente advierte que “usaré el femenino porque son muchas más las mujeres en este colectivo”-.
La narradora repasa como en estos últimos años se ha producido un cambio en la valoración y el conocimiento que han adquirido las bibliotecarias sobre la narración oral: “ahora hay una mayor conciencia”.
Elia
recuerda después que en la revista anual de AEDA (Asociación de Profesionales
de la Narración Oral en España), en 2018 se realizó una encuesta en la que se
concluyó que un 77% de las bibliotecas realizaba actividades de narración oral,
y un 66% señaló que uno de los efectos de la narración oral es que se ampliaba
el número de préstamos.
El ‘cuándo’ explica que antes se ceñía a los meses del curso escolar, “pero en este área ha habido una evolución, surgida a raíz de la pandemia” y ahora se usan los patios y las áreas exteriores y los narradores “trabajamos más en verano”.
Elia
Tralará afirma que “el éxito radica en la elección de los narradores y en
consolidar la programación” Como el Principito con el zorro tenemos que “domesticar
al público”.
¿Cómo se programa? “Como se puede” sentencia Elia aunque señala que “en los últimos años se ha producido un cambio en la valoración y el conocimiento que han adquirido las bibliotecarias sobre la narración oral”, pero se sigue dependiendo mucho del presupuesto con el que se cuente, hecho que afecta sobre todo a los espacios más pequeños.
Y
son las bibliotecarias quienes se encargan de la programación, con mayor o
menor injerencia de técnicos o cargos públicos, “son las que sondean, eligen, contactan
con los narradores…”.
En
cuanto a la situación actual, Elia Tralará señala que “el reconocimiento como
arte escénico de la narración oral, marcaría la diferencia y facilitaría que se
pudiera contratar directamente, sin licitaciones”. Y cuenta cómo en algunas
bibliotecas, “te dan un caché cerrado”
lo que la narradora califica como una “depreciación de la actividad” porque no
es lo mismo que cuente un narrador u otro. Y cuando te dicen “esto es lo que
hay es un “poco comprometedor”.
Si
bien es también una realidad que “el IPC ha subido un 20% mientras que son
muchas las bibliotecas que tienen congelados sus presupuestos”.
¿Qué contamos? Existe también una tendencia en las temáticas. La igualdad o la
violencia de género “son temas que se ha disparado llegando a un punto a veces
incluso esperpéntico en ocasiones” apunta la narradora.
¿Dónde contamos? Entre libros “que es un hábitat natural” indica Elia que también reconoce
cómo los narradores y narradoras se han tenido que adaptar a los salones de
actos, mucho más fríos y a otros espacios.
Las
bibliotecas rurales son uno de los espacios donde más cuenta Elia que los
define como “centros neurálgicos, de reunión, comunitarios donde el
bibliotecaria o bibliotecaria se convierten en puntales sociales, y se buscan
soluciones imaginativas poder contar con narradores”.
Otro
de los espacios singulares donde Elena narra es un bibliobús. “La primera biblioteca
en que yo entré es un bibliobús y ahora trabajo mucho con ellos en la zona de Guadalajara,
en pueblos muy pequeñitos, sobre todo en verano”.
¿Para quién contamos? El público estrella es el público familiar.
Atendiendo de nuevo a los datos extraídos de la encuesta publicada por AEDO, 9
de cada 10 bibliotecas realizaba sesiones para familias. Y Elena explica que en
su opinión “ha habido un gran cambio en el comportamiento de este público,
hemos avanzado”.
Los más pequeños son ahora uno de los públicos más amplios. El 50% de las bibliotecas organiza ‘bebecuentos’ -según el referido estudio de AEDA- “una pseudo narración” para la narradora porque se usan más las canciones, los ritmos, las repeticiones, que confiesa además que “a mí, que no vengo del mundo de la educación, me resulta complicado preparar esas sesiones”. De hecho, no todos los narradores y narradoras diseñan sesiones para bebés.
Elia
Tralará advierte que “quedan muchos retos por afrontar” entre ellos, en su
opinión, “de pedagogía, de enseñar al mundo fuera de las bibliotecas lo que es
la narración oral” porque el colectivo de narradores orales profesionales aún
es pequeño.
Pero destaca que la profesionalización del sector, es un hecho “muy valorado” por el personal bibliotecario que se fija en la seriedad, la puntualidad, el cumplimiento de los requerimientos burocráticos o la capacidad de adaptación a las peculiaridades de los espacios. “Se nota que somos más profesionales que hace más de una década”.
La biblioteca como auditorio
Para cerrar la jornada, se ha organizado una segunda
mesa redonda, con el tema ‘La biblioteca como auditorio’, moderada por Marina
Sanfilippo, directora del curso, que con la participación de tres narradores
orales, la chilena Carolina Barreira
López (Lili Cuentacuentos), el
cántabro Alberto Sebastián Gutiérrez y el madrileño Juan Gamba, que además ostenta la presidencia de la Asociación de Profesionales
de la Narración Oral, han sacado a la luz curiosas experiencias que pueden
suceder durante una actividad de narración oral en una biblioteca.
Marina les ha planteado para comenzar, que
explicaran cómo y cuándo se imaginaron narrando cuentos.
Lili Cuentacuentos fue
una visionaria porque tras llegar a España desde Chile “por amor” donde se
dedicaba al teatro antropológico, a la actuación con títeres y había realizado
acciones de animación a la lectura, asegura que “me imaginé trabajando en la
librería la Casa del Libro -en la madrileña Gran Vía- antes de venir a vivir a
España y allí sigo mucho tiempo después”.
Por su parte, Juan Gamba
llego a la narración por casualidad: “Yo iba para biólogo pero llevaba haciendo
teatro desde que tenía conciencia y decidí dedicarme al mundo de la escena, el
mundo clown es lo que más me gustaba y en uno de esos cursos conocí a una
narradora, Clara Piñero Gómez ‘Ginny’ que me propuso trabajar con ella,
actuando como mimo mientras ella contaba cuentos y surgió ‘Gamba y Ginny’. Pero
Ginny empezó a viajar y a pasar temporadas fuera de España como nos seguían
llamando comencé a narrar. Yo que siempre había sido el clown, el mimo, el
gesto, pasé a narrar”.
Alberto Sebastián dio el
salto desde la educación porque en su labor como profesor en Santander usaba
los cuentos, y en el año 96 aceptó la propuesta de un pub para contar allí
cuentos “estuve años contándolos cada miércoles”. En la zona centro, ya había
mucho movimiento en torno a la narración oral, pero en Cantabria “había que ir
desbrozando el terreno”.
Sanfilippo quiso
después conocer las experiencias más curiosas que habían tenido los ponentes en
una biblioteca.
Lili “Yo conté un cuento
sobre gatos y de pronto en un momento del relato cuando yo pregunto a la gente
¿cuál es el más hermoso? Un chaval dijo ‘yo. Yo soy el más hermoso del mundo,
eso dice mi madre”, y ahí acabó el cuento, pero sigo viendo a ese chaval de
cuando en cuando.
“En una ocasión contando
con Ginny en un pub, y haciendo de elefante, de pronto se hundió el escenario, que
estaba hecho de cajas de madera; mientras todos se reían, los dueños decían ‘os
hemos dicho muchas veces que no traigáis elefantes’ y allí seguimos con la
narración’” recuerda Juan Gamba quien también ha relatado otra experiencia
singular que le sucedió cuando conoció durante un Festival en Avilés a Alberto
Sebastián.
“Esta es una profesión
muy solitaria porque solo coincides de cuando en cuando, y entonces fue una de
las primeras veces que yo acudí a un encuentro de narración. Y nos llevaron a
contar cuentos, y de pronto me vi, delante de un público de abuelos,
improvisando y haciendo algo distinto a lo que nos habían contratado pero
resultó muy satisfactorio”.
Alberto que enarbola la
bandera de ser un narrador que llega a los sitios “con las manos en los
bolsillos ante la sorpresa de algunos organizadores” rememora con sorna como en
una ocasión “haciendo una sesión infantil, conté la ‘Muñeca cagona’ y fue
catársico cómo se lo pasaban los niños cuando oían decir a un adulto ‘me hago
caca’, y de pronto un papá pasa corriendo con su hija hacia los aseos. Y luego
me confesó que la niña llevaba varios días sin ir al baño. Desde entonces hablo
del poder sanador de los cuentos”.
¿Es bueno el abrazo de la animación a la lectura para la narración oral?
En el estudio de AEDA al
que hacía referencia Elia -en la ponencia anterior- deja claro que es una
cuestión de “acto y efecto: cuentas y te pregunta la gente: ‘¿ese libro dónde
está? yo quiero leerlo’. Y yo que no cuento con esa intención, sí siento que se
produce esa reacción” explica Juan Gamba.
Lili por su parte asegura
que trabajando en bebetecas “ves a madres muy jóvenes que raíz de la actividad
vuelven a leer. Y recuerdo también como en algunas bibliotecas durante la
actividad de la bebeteca, además de esos libros de ‘cómo ser un buen padre’ junto
a ellos colocaban las últimas novedades de novela para adultos y siempre
alguien se animaba”.
“Yo estoy convencido de
que a los niños y niñas antes de empezar a leer les es mucho más fácil cuando
tienen llenos los oídos de palabras, así tienes actitud verbal, y se les
facilita el proceso de aprendizaje” asevera Alberto que advierte además que la
narración oral “por sí misma tiene valor, es una actividad de mucha calidad, y
lo es aunque no anime a la lectura”.
Para Gamba ya no existe
tanta dependencia aunque la narración siga “en gran medida dependiendo de las
bibliotecas” cuya labor ha sido fundamental para que entrara dinero y se creara
esta profesión, “pero ya no se nos pide esa conexión con la literatura y han
ido surgiendo otros foros como los teatros en los que trabajar”.
¿Narración para
adultos o para público infantil?
Para Alberto Sebastián “los
cuentos, sobre todo actualmente, están tan asociados a la edad infantil que es
sencillo cuando se trata de este público; pero cuando se trata de adultos
siempre hay algo de sorpresa, porque no se esperan que un cuento les vaya a
enganchar y es muy gustoso porque ves las caras de la gente, de satisfacción”.
Gamba por su parte se
preocupa más “por el ritmo, pensar cómo voy a empezar y cómo voy a cerrar”. Y
relata cómo “a los niños siempre les digo que a los adultos les cuentos los
mismo cuentos que a ellos, pero que no se lo digo porque no se lo toman bien,
aunque luego no sea del todo cierto”.
Para Lili es muy
importante “cuidar mucho el fondo en el que narro, la temperatura, que los
padres y los niños estén cómodos. Prefiero una media luna y poder tener
contacto visual con todos los asistentes”.
Ya en el debate
establecido con los presentes en la sala y la intervención de los participantes
en remoto, Gamba quiso hacer alusión al ‘público cautivo’ porque “a veces es
muy bueno porque les llevas a conocer algo bueno, que quizás de otra manera no
se acercarían a conocer. Si en un auditorio de 100, dos se animan a leer, me
parece bien”.
Y Pep Bruno intervino
para contar como en sus 30 años contando cuentos solo en dos sitios se ha
encontrado con numeroso público adolescente que había acudido de motu propio. “Uno fue Puertolápice, donde
un grupo de jóvenes organizaba actividades y a mi llevaron a contar ‘cuentos
guarros’ tres o cuatro y se llenaba”.
“Pero el más asombroso ha
sido Azuqueca de Henares” explicaba el narrador. En la localidad del Corredor
del Henares durante cinco años, el Ayuntamiento y el instituto San Isidro
pusieron en marcha un ‘pasaporte
cultural’ que consistía en que los estudiantes lograban puntos que les
concedían puntos en algunas de sus asignaturas por ir a ciertas actividades
culturales, y entre otras actividades, la de la narración fue de las mejor
recibidas. “El público eran de tercero y cuarto de bachillerato porque el cuento
tenían mucho que ver con el ‘pasaporte cultural’”.
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