Mindfulness y manejo de emociones difíciles
Natalia Díaz Ramos, profesora titular del Departamento de
Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Málaga,
habló sobre el Mindfulness y el manejo de las emociones difíciles. Explicó que
es fundamental “aprender a sentir”, aunque no existe una forma correcta de hacerlo.
Para algunos, sentir es ser impulsivo y “no es así, sentir es fundamental, pero
no vale hacer lo primero que se te ocurre”.
Sentir no es reaccionar, indicó y continuó explicando que “en Occidente existe una tendencia a olvidar las emociones”. Tampoco hay que olvidar que en ocasiones no se aplica la emoción adecuada al momento.
Los procesos psiquiátricos de base que tienen un denominador
común en la gestión emocional nos hacen pensar que la gestión de las emociones es
fundamental, así como la forma de aprender a hacerlo. Hay que devolver a las
emociones su valor funcional, explicó.
Desde un enfoque mindfulness, vamos a definir la emoción poco
adaptativa cualquiera que no se adapte al momento que se vive. Lo que se quiere
decir al paciente es que “no hay nada malo en lo que sientes, solo hay que explicar
a la mente racional que no emita juicios y se mantenga calmada ante lo que el
cuerpo quiere decir”.
Dependiendo de la cultura e incluso de la familia, las
emociones se reciben de una forma u otra y la labor del terapeuta es definir
dónde falla cada uno porque las emociones son necesarias. La psicóloga también se
refirió a la libertad, “hay personas que no quieren dar importancia a las emociones
y hay que respetarlo”. De hecho, indicó que muchos pacientes acuden a la
consulta para “acallar las emociones y continuar con sus vidas tal y como son”.
Desde el punto de vista científico, aún faltan recursos para
enseñar a las personas a manejar las emociones.
El mindfulness es la focalización de la atención en el
momento presente, un método para conseguir la atención plena, centrándonos en
lo que está sucediendo “aquí y ahora”, sin intentar cambiar, ni juzgar nada y “esto
es un concepto que debería aplicarse en cada sesión de terapia, indicó y añadió
que los padres que lo practican consiguen hijos más sociabilizados y calmados,
mejor adaptados a su situación.
La meditación es la práctica meditativa del mindfulness.
Intentó un juego con los presentes y les propuso elegir una situación emocional que les provoque un ligero malestar. El segundo paso es respirar: “consciente de tu respiración y consciente de que estás consciente”. Y finalmente, regresar a la situación emocional sin perder ese lugar de consciencia. La profesora explicó que el sujeto que lleva a cabo esta práctica pasa por diferentes situaciones que puede llegar a la hiperactivación con sensación de peligro para descender a la disociación y finalizar “en la ventana de tolerancia donde se encuentra la calma y el equilibrio”. Este proceso ofrece recursos para trabajar con la hiperactivación en otra ocasión, dijo.
Cualquier terapia por un trauma tiene como objetivo
principal llegar a la calma y la serenidad, la felicidad es un estadio que es
difícil de alcanzar. La profesora plantea dos formas de trabajo.
El primer paso es el entrenamiento en mindfulness, colocando
a los pacientes en situaciones en las que estén obligados a enfrentarse a las
emociones, pero sin llegar “al modo drama” porque la consciencia, la serenidad y
la calma deben estar presentes para que sea terapéutica. Además, explicó que el
terapeuta debe empatizar con el paciente, “siempre consciente de que no es su
problema, pero empatizando con el dolor del paciente”. “Siempre debe acompañarle”, afirmó.
“El objetivo es que seamos capaces de mantenernos calmados
ante una situación que no es de nuestro agrado”, concluyó Ramos.
El apego y el trauma desde la terapia de aceptación y
compromiso
Félix Hernández Lemes, psicólogo sanitario, profesor de Psicología
de la Emoción y coordinador del curso, fue el último en intervenir para hablar
de la terapia de aceptación y el compromiso.
Comenzó mencionando una guía de la OMS para manejar el
estrés ‘En tiempos de estrés, haz lo que importa’, que define una forma
diferente de abordar la problemática relacionada con el apego y el trauma.
El profesor repasó los distintos tipos de apego y resaltó las características del cuidado en cada tipo de apego. Sobre las experiencias de seguridad, habló sobre el modelo de trabajo que aportan los padres para crear una base segura, para manejarnos con las amenazas y nos protegen de las amenazas externas. Además, los enseñan a regular las amenazas internas a través de la identificación, validación y manejo de estas emociones. En caso de que esa base falle, el individuo tendrá dificultades para regularlas.
Habló sobre las características de la teoría del apego de
John Bowlby y el papel del terapeuta. “El nuevo vínculo de apego con el
terapeuta es el que propicia el cambio en el paciente”, destacó Hernández sobre
Bowlby. Este vínculo ofrece una base segura para que el paciente se arriesgue a
sentir lo que supuestamente no debe sentir y a saber lo que supuestamente no
debe saber.
También habló de Mary Main, de quien resaltó una afirmación:
“las clasificaciones del apego de las abuelas tienen a corresponderse no solo
con las de las hijas adultas sino con las de las hijas de los hijos”. Igual que
se transmite lo negativo, también lo hace lo positivo. Por su parte, los padres
negadores, generan restricciones de la atención y la conducta y socavan su
capacidad para ser sensibles a las señales de los niños. Así, adoptan reglas
que reflejan las de sus padres. “Si nosotros no hacemos nada, nuestro cerebro
actúa de forma automática”, apoyó el profesor.
¿Cómo influye el apego en la construcción del yo?
“El yo contexto ofrece una base segura, mientras que el yo
fusionado, no”. El primer yo que construimos es el yo somático y la calidad del
apego influye en la forma en que la fisiología modela la receptividad del yo.
En el yo emocional, el sentimiento de seguridad es más
importante aún que la proximidad. Las emociones siempre están conectadas con el
cuerpo, ya que las sensaciones corporales son la primera forma que adquieren
las emociones.
En el nuevo vínculo de apego que se adquiere con el
terapeuta, las emociones del paciente son esenciales y su regulación efectiva
suele situarse en el núcleo del proceso que permite la curación.
En cuanto al yo representacional, los modelos funcionales de
nuestros vínculos de apego son selectivos, muestras más o menos representativas
de la experiencia relacional vivida. Y a lo largo de la vida siguen
aportándonos una orientación fundamental: una forma característica de
receptividad ante la experiencia. Si los vínculos primeros no eran seguros, se
verá comprometida la capacidad de respuesta.
La integración de las diversas dimensiones del yo puede
impulsar la experiencia subjetiva de una mente corporizada y un cuerpo
consciente.
“Es importante saber que tanto la mente como el cuerpo
guardan experiencias imborrables para recordarlo en el futuro”, insistió el
profesor, aunque con un efecto bien positivo o bien negativo. En el caso de las
personas traumatizadas, tanto el cuerpo como la mente lo recordarán.
Existe una relación entre el déficit de apego y la patología.
El niño sin apego seguro busca factores exteriores para regularse y de ahí
surge la necesidad de control que deriva en trastornos como el TOC, los
alimenticios, el narcisismo, adicciones…
La inflexibilidad o rigidez psicológica que se manifiesta
desde diferentes puntos de vista como la evitación, la fusión cognitiva, la
falta de claridad o la impulsividad. Estos procesos distorsionados son
diferentes dependiendo de cada estilo de apego fallido.
Frente a esto, la terapia de aceptación y compromiso plantea
la flexibilidad psicológica a través de la respuesta abierta, la respuesta
centrada y la respuesta comprometida. La respuesta abierta supone la aceptación
y la difusión, mientras que la centrada implica el momento presente y el yo contexto.
La comprometida está relacionada con los valores y el compromiso con la acción.
Habló de la defusión y de la necesidad de “tomar distancia”
de los pensamientos y puso como ejemplo un texto de Russ Harris extraído de la
obra ‘ACT made simple’.
En el modelo ACT, la acción comprometida se refiera a una
acción basada en valores, destinada a crear una pauta de acción que esté basada
en los mismos. Por tanto, hay un redireccionamiento continuo del comportamiento.
No obstante, explicó que la clave es la flexibilidad
psicológica: estar en contacto con el momento presente como ser humano
consciente, abierto e implicado.
El individuo que se enfrenta a un trauma tiene dos desafíos,
sobrevivir al evento y llegar a una especie de acuerdo con lo sucedido. El
trastorno puede ser definido como la evitación emocional, donde el individuo intenta
cambiar la forma y frecuencia del evento. El trastorno por evitación
experiencial ofrece al evento un poder extraordinario que aleja a la persona de
sus metas y valores.
Por tanto, una reacción más adaptable es el reconocimiento de
la pérdida y, si es posible, la aceptación.
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