Trauma y trastorno de la conducta alimentaria
Natalia Seijo, directora de NS Centro de Psicoterapia y Trauma
y supervisora en EMDR, impartió la primera ponencia, que bajo el título ‘Trauma
y trastorno de la conducta alimentaria’, desgranó los problemas de un trastorno
que afecta a entre el 6 y el 8% de la población.
Félix Hernández Lemes, psicólogo, profesor tutor de
Psicología de la Emoción en la UNED y coordinador del curso, presentó a la profesional, que comenzó
poniendo un ejemplo de lo que siente una persona con un trastorno alimentario y
que finaliza diciendo “mi historia con la comida es la historia de mi vida”; “La
comida ejercía de alguna forma de madre”. “Habitualmente las personas que padecen
trastornos alimentarios se vinculan con la comida como se vinculan desde su propio
estilo de apego”, explicó.
Enumeró los distintos tipos de apego y la relación con la
comida. Los trastornos alimentarios pueden ser anorexia nerviosa, bulimia nerviosa
o trastorno por atracó o sobreingesta. En el caso de la anorexia e evitativo o
ambivalente. En el de la bulimia, es desorganizado con tendencias ambivalentes.
Y el de atracón es ambivalente con tendencias evitativas.
Base segura
En los primeros estadios de la vida, la base segura se refiere
al cuidador al que busca el bebé cuando se siente en peligro. Dependiendo de las
circunstancias, la base segura puede ofrecer un apego seguro, inseguro o
desorganizado y paradójicamente “también inseguro”. “La cuestión es que es imposible
sobrevivir sin algún tipo de base segura”, indicó. La comida para muchas
personas que padecen trastornos alimentarios y obesidad se termina convirtiendo
en lo más cercano a una base segura, afirmó.
Las figuras de apego en los trastornos alimentarios pueden
ser controladoras, que asocian restringir comida al cariño porque piensan que
hay mayor cuidado y que así el hijo o hija desarrollará el cuerpo adecuado.
También hay que hablar de la anorexia masculina que ha
aumentado “bastante a raíz de la pandemia”. La población LGTBI también es susceptible
de este tipo de trastorno.
En la anorexia nerviosa, la persona lucha contra el deseo de
comer, “lo que anhela es ser capaz de controlar ese deseo”. En este trastorno
el estilo de apego es evitativo. Nos encontramos la expresión implícita de la
ausencia de lo explícito. “Lo que no digo por la boca, lo digo por el cuerpo”,
indicó. No comer les ayuda a disociar los sentimientos y las sensaciones y
finalmente el cuerpo. Los enfermos por anorexia suelen aferrarse a la ide de
que “sin prestar atención al cuerpo, terminarás prisionero de él”, la persona
lucha contra sus necesidades, de forma que no necesitar es parte de su sistema
de creencias y no escuchar al cuerpo es la estrategia de regulación. Se trata
del control y, cuando sienten que lo pierden, activan estrategias focalizadas a
recupéralo, ya que lo consideran una virtud que les otorga categoría. Si no
tienen el control, surge el descontrol y el miedo.
En el apego por atracón o sobre ingesta las personas
dependen de la comida para la autorregulación y la usan tanto cuando se
encuentran mal como bien (en forma de premio). La comida es lo que más espacio
ocupa en sus vidas.
El apego en la bulimia nerviosa: aquí aparece el miedo como
elemento fundamental, sirve para calmar sus emociones, llenar un espacio emocional
y también una función de castigo que se alivia a través del vómito, que tiene
la función de liberar simbólicamente aquello escondido, callado o no hablado.
Los disparadores más importantes son la soledad, el aburrimiento,
sensación de vacío, tristeza y rabia.
La figura del apego cebadora
La comida es utilizada por la figura de apego para trasmitir
cariño, “la comida se convierte en el refugio seguro”. Utiliza la comida para
regularse y regular al hijo, tiene problemas con su propia relación con la
comida y lo sobrealimenta.
Para finalizar, ofreció algunas pautas sobre el rol de la comida en los trastornos: sustituye el dolor, aporta calma y tranquilidad, evita la rabia y cubre la culpa, el dolor y la vergüenza. Sobre el origen del apego a la comida, mencionó que no siente que exista un lugar para ellos, ser visto a través de la enfermedad, patologías familiares, complacer a las figuras de apego, necesidad de buscar la propia identidad, mantenerse cerca de las figuras de apego o mantener el cuerpo en modo no deseable para protegerse del abuso sufrido.
El mundo interno de las personas que sufren trastornos
alimentarios y obesidad suele ser caótico y sin conexión, lleno de miedo y
evitación. Además, tienen dificultades para acceder a su mundo interno y activan
infinidad de defensas.
En los trastornos alimenticios, el abuso sexual y el
maltrato emocional son los que con más frecuencia aparecen en estos pacientes,
finalizó la investigadora, quien afirmó que en el plazo de dos años del cese
del abuso sexual se observa un gran número de casos que desarrollan patologías
alimentarias.
En el caso del abuso emocional, palabras, silencios,
traiciones, desprecios o indiferencias duelen y dañan. El abuso en la infancia está
relacionado con la obesidad.
Introducción a la terapia EMDR
(Terapia de desensibilización
y reprocesamiento mediante movimientos oculares)
Dolores Mosquera, psicóloga, instructora y
supervisora de la EMDR europea y directora del Instituto INTRA-TP, comenzó
afirmando que “el concepto de trauma sigue siendo interpretado como todo o nada”.
Ante catástrofes o eventos muy evidentes no se suele cuestionar el trauma de
una persona, pero hay muchas situaciones que “se cuestionan o se ponen en duda”.
Y para muchos profesionales, pacientes y familiares la palabra trauma solo está
relacionada con catástrofes, accidentes y agresiones”.
El trauma, no obstante, también incluye el maltrato, el abuso o situaciones más complejas si es llevado a cabo por cuidadores primarios en la edad temprana y con una larga duración. Y que se diferencian entre los que se definen como actos de omisión y de comisión. Los de comisión, que se refieren a lo que no debería ocurrir son más fáciles de detectar como el abuso físico y sexual, la violencia o ser testigo de amenazas y violencia hacia los demás.
“Cuanto más temprano sucede el hecho traumático, más graves
son las consecuencias”, afirmó, para continuar diciendo que “la relevancia de
las experiencias traumáticas ha vuelto a plantearse como un factor etiológico
significativo”.
Terapia EMDR
Fue bastante polémica en sus orígenes. Lo que pretende es la
desensibilización y reprocesamiento tras situaciones traumáticas tras
movimientos oculares y nació enfocada al tratamiento del estrés postraumático.
Se aborda en ocho fases y aborda elementos del pasado, presente y futuro en un
orden cronológico.
Nació en 1987 y ha sido respaldada empíricamente por ensayos
controlados y no se limita únicamente a los movimientos oculares. La terapia afirma
en que la mayoría de las psicopatologías se basan en las experiencias de los
tres primeros años de vida. Y su objetivo es liberar al paciente del pasado y
traerle a un presente saludable. Ayudar al paciente a aprender de las experiencias
negativas, desensibilizarle e incorporar plantillas para el futuro son los
objetivos fundamentales.
Explicó las ocho fases de la terapia y las creencias que
pueden tener los pacientes sobre sí mismos. “Cuando el trauma es sencillo, las
fases se siguen fácilmente, pero no así en traumas complejos”, indicó.
El modelo adaptativo de la información considera que la
mayoría de las patologías derivan de experiencias previas de la vida que ponen
en movimiento un patrón continuo de emociones, comportamientos y cogniciones. La
naturaleza disfuncional de los recursos traumáticos, incluida la forma en que
se almacenan, permite que la emociones y creencias negativas del pasado,
impregnan al paciente en el presente.
La terapia procesa esos recuerdos y permite que las emociones más positivas del presente se generalicen y “conduce espontáneamente a conductas más apropiadas por parte del paciente”, dijo la psicóloga.
Las patologías clínicas son susceptibles de cambio si el clínico
hace diana correctamente en la información que se ha almacenado de forma
incorrecta en el cerebro.
Para finalizar, la psicóloga puso el ejemplo de un proceso
de cambio real en una víctima de una violación. Durante el mencionado proceso,
se integran las experiencias pasadas, que servirán de aprendizaje.
Apego infantil y filosofía en el trauma del desarrollo
Águeda Centenera, psicóloga especialista en Psicología
Clínica especializada en terapia EMDR y directora de la clínica Clipsa de
Guadalajara, abrió la sesión de tarde hablando sobre la teoría del apego y la filosofía
en el trauma del desarrollo. “Existe una falta de rigor científico a la hora de
hablar de apego”, comenzó diciendo.
El trauma de desarrollo o de apego genera alteraciones del
neurodesarrollo que origina trastornos psiquiátricos, psicológicos y enfermedades
físicas en la infancia y en la edad adulta, afirmó e indicó que existen hipótesis
de que el cerebro nace inmaduro y se adapta a la vida tras el nacimiento hasta
alcanzar el pleno desarrollo en la edad adulta. “Por eso hay que acompañar al
cerebro desde la gestación hasta pasados los 20 años”, explicó. Por ello es tan
importante prevenir el maltrato con el fin de conformar un apego seguro.
Habló también de la configuración del cerebro: reptiliano,
límbico y neocórtex. Este último es el racional y ahí precisamente residen
sentimientos y patologías, entre ellas la desconexión. Por ello, el desarrollo
sano del cerebro requiere el acompañamiento desde el buen trato, con cuidadores
primarios fundamentalmente. “Para que se logre la sensación de seguridad en el
cerebro, los cuidadores deben poner contener y acompañar las emociones del niño”,
aseguró. El córtex de los cuidadores primarios ayuda a la generación del córtex
del niño, ya que se conforma a imagen y semejanza de estos.
El cuidador ofrecerá una expresión emocional similar a la del
bebé y, de forma alternativa, ofrecerá otra emoción que permite al bebé encontrar
la validación de su experiencia. Las relaciones de mal trato tienen el
potencial de dañar el neuro desarrollo y las buenas relaciones el de sanarlo. Mencionó
a Allan Shore, quien afirmó que se necesita la regulación del afecto para
desarrollar estos sistemas y que un sistema adecuado por parte de los cuidadores
actúa como una red que acalla el cerebro impulsado por el miedo.
Daños estructurales
El cerebro reptiliano se defiende mediante la parálisis y el
límbico valora si es momento de luchar o de huir. Los niños que sufren abusos
solo tienen la opción de disociarse y paralizarse. A esto se une que no tienen memoria para expresarlo, a excepción de mediante la parálisis o la expresión de su cuerpo.
Habló sobre su propia experiencia con niños maltratados a los que se les puede generar un trauma sobre otro trauma, el depredador y los juzgados. Mostró ejemplos de dibujos de niños sobre los que se ha ejercido cualquier tipo de violencia y explicó la forma de interpretarlos.
También habló sobre la influencia de la amígdala de la madre
o el padre en la conformación de la amígdala del bebé, estructura principal en
el sistema del miedo relacionada con las reacciones de lucha o huida.
Finalizó afirmando que el sistema de apego y el sistema de cuidado están estrechamente relacionados.
La influencia de la figura del psicoterapeuta en la terapia
del apego
Mónica Ahrendt, psicóloga y directora del Servicio de
Psicología Aplicada del Centro Asociado a la UNED de Guadalajara, expuso ‘La
influencia de la figura del psicoterapeuta en la terapia del apego’. Ha
elegido la figura del psicoterapeuta porque hay más profesionales que se
dedican a la terapia al margen de los psicólogos.
Habló de los padres del estudio del apego “que divulgaron
que es este y todos los subtipos existentes dentro de la psicología evolutiva,
así como permitieron establecer una metodología de estudio con la que crear el
marco teórico de desarrollo de este sistema”. Se establecieron los conceptos de
base segura y refugio seguro y se desarrolló el estudio del apego en adultos.
Mencionó los cuatro tipos de apego: el seguro, el resistente,
el evitativo y el desorganizado. Y explicó las consecuencias de no tener un apego
seguro, así como de la teoría polivagal. A este respecto, explicó que todas las
personas nos podemos colocar por un suceso concreto de forma hiperactiva o
hipoactiva. “Dentro del marco de la seguridad se pueden activar los otros sistemas,
que significan inseguridad. Sin embargo, solo se considera un problema cuando la
persona no es capaz de retomar el control en un lapso de tiempo razonable”. El
proceso de desregulación-regulación es normal en nuestro funcionamiento. Se
convierte en patológico cuando, por intensidad o duración, el proceso deja de
producirse y existe una desregulación permanente”, apostilló. Este
funcionamiento se aprende en las relaciones tempranas mediante interacciones
repetidas de ruptura-separación. Los estilos de apego facilitan o dificultan el
aprendizaje de las estrategias de auto o co regulación necesarias para el
funcionamiento adaptado.
En definitiva, el apego es el sistema primario de relación
del ser humano, que proporciona una forma de relacionarnos que puede extenderse
toda la vida e influir en cada relación, predominantemente en aquellas en las
que hay intimidad. En las relaciones de pareja se refleja muchas veces como un
intento de resolver los traumas del pasado.
Un proceso más elaborado es la mentalización, basado en la teoría
de la mente y se desarrolla más tarde en los estadios evolutivos y permite
procesos como la metacognición. Para que exista la capacidad de mentalización,
es fundamental que la persona haya podido rebajar sus niveles emocionales. Daniel
Hill fue más allá con la regulación del afecto y las emociones.
La terapia
La definición de la comprensión de lo que supone el proceso
terapéutico ha cambiado y ha evolucionado a lo largo de los siglos. Se ha
pasado de un modelo totalmente ajeno a comprenderla como un proceso relacional,
dentro de los marcos del propio proceso. No es una relación simétrica -entre terapeuta
y paciente-, sino complementaria.
Es el proceso por el que un profesional en un estado de regulación ayuda de forma auxiliar a una persona que se encuentra en un estado de desregulación crónico y le dota de recursos para que la propia persona sea capaz de adquirir o recuperar su capacidad de regularse y situarse dentro de su ventana de tolerancia para funcionar con normalidad. Para ello, utilizará distintas estrategias dependientes de la dificultad, explicó la psicóloga.
Explicó que los terapeutas no son superhéroes, “somos
personas y tenemos nuestras debilidades y nos sentimos más cercanos a unos
pacientes que a otros”. Puso como ejemplo a David Wallin, que habló del apego y
las relaciones de pareja. Planteó que el terapeuta no es un observador neutral
ni objetivo que está por encima del paciente evaluando sus problemas, sino que
es uno de los actores de una relación en la que sus circunstancias afectan al
proceso. Es una figura de apego auxiliar que facilita el proceso de crear un
apego seguro adquirido y que debe ser la guía de la intervención. Las
enacciones son los escenarios que surgen en la intersección de las necesidades inconscientes
del terapeuta y el paciente. En una enacción se activan y representan algunos
aspectos del mundo del terapeuta.
Paciente y terapeuta acuden al proceso con defensas inconscientes
y puede producirse tanto una colisión como una colusión, donde ambos se
complementan o una colaboración. Es decir, las enacciones construyen una nueva
realidad.
“Por este motivo, es imprescindible no caer en los juegos
psicológicos que trae el paciente a la consulta”, afirmó la terapeuta. El
paciente tratará de posicionarnos en el lugar en el que la relación sea
predecible y fácil de manejar. No hay que seguirle ni oponerse, sino utilizarlo
terapéuticamente como forma de construir una relación más funcional. Desde esta
perspectiva, se pueden comprender los procesos de transferencia y puso algunos ejemplos
de estas circunstancias.
La terapia de apego no es una escuela terapéutica per se,
sino un marco de comprensión del funcionamiento de las personas que asisten a
consulta. Nos permite comprender cómo podemos entender que la conducta de una
persona no se trata necesariamente de un proceso desadaptativo, sino adaptativo
a unas circunstancias y problemáticas concretas. A continuación, se refirió a
las diferentes terapias con las que se puede conseguir este objetivo.
Como conclusión, afirmó que “no existe una receta mágica en
el tratamiento de los traumas de apego, puesto que depende de cada caso en
particular y del tipo de apego inseguro que encontremos”.
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