Mercedes Gómez, subdelegada del Gobierno en Guadalajara, se encargó de abrir el curso sobre ciberacoso y la salud mental, destacando el papel que realiza la UNED para llegar a alumnos de todas las ubicaciones y la importancia de atajar el ciberacoso en los centros escolares. En España, ya existe un programa de prevención de este problema, “pero es necesario más personal y prevención para sentar las bases de este problema en todos los implicados: alumnos, profesores y familias”.
El curso, dirigido por Cristina Sánchez Romero y coordinado
por Eva María Jiménez Muñoz, pretende sensibilizar sobre la problemática de la
violencia digital y los problemas de salud mental entre los adolescentes.
Violencia digital entre adolescentes: indicadores y
factores de riesgo
Cristina Sánchez Romero, profesora del departamento
de Didáctica y directora del programa modular de Estrategias Didácticas y
prevención en contextos de acoso escolar de la UNED, ofreció la primera
ponencia en la que destacó que los problemas de violencia digital se han
incrementado con la pandemia provocada por el covid 19 tanto en el ámbito
escolar como cibernético.
“Esta problemática es de vital importancia, pretendemos actuar
desde todos los ámbitos y desde edades muy tempranas”. En esta ocasión se
centró en la adolescencia, edad en la que se detectan problemas conductuales y
de comportamiento por la pandemia, así como un consumo excesivo de medios
digitales.
Estas conductas pueden derivar en problemas de salud mental
y de conducta. “La pandemia ha puesto de manifiesto síntomas de ansiedad y aislamiento.
Ha habido situaciones de confinamiento e inseguridad que han agravado la salud
mental de algunos adolescentes. El aumento del uso de dispositivos: se utilizan
en edades más tempranas y problemas de intimidación.
El acoso escolar se ha llevado al contexto cibernético y, al
regresar a los centros, se ha replicado de nuevo a los colegios. El consumo de
medios es un indicador clave, explicó la profesora.
Como factor de riesgo, analizó la violencia. La violencia
interpersonal es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes, según la OMS. En cuanto
a la salud mental destaca la depresión, una de las principales causas de
discapacidad y muerte entre los adolescentes. Además, ahora comienzan incluso
antes de los 14 años. “Es lo que llamamos violencia silenciada y que es un
factor de riesgo tanto en las aulas como en las redes”, explicó afirmando que
se ha convertido en un problema a nivel nacional, europeo e internacional.
En cuanto a la violencia, explicó los tipos de estas agresiones
y destacó la colectiva, que “surge en los grupos”. Es difícil de detectar. Es
indiferente a la edad, la clase social o el país, pero es más prevalente en los
grupos más vulnerables: personas discapacitadas. Al final, la violencia es un
conjunto de factores que, en el caso de la digital, “es un signo de alarma”.
Los jóvenes hacen un alto uso de las redes sociales, donde desconocen la trascendencia
que tienen sus conductas.
Hay que desarrollar estrategias de prevención para evitar
tanto la violencia como otros trastornos asociados (adicciones a sustancias,
criptomonedas o videojuegos).
Durante la pandemia, el uso de internet se ha disparado en
todos los grupos, por ello también se han incrementado problemas como el
bulling que se ha trasladado de la clase al hogar, simplemente no ha sido
presencial y la audiencia ha sido más amplia. “El acoso es invisible para la familia
y el profesorado hasta que sucede un hecho significativo”, afirmó.
Los jóvenes carecen de una orientación adecuada en sus usos
en las redes sociales relacionados con la salud y el aislamiento social. También
se produce un desequilibrio de poder.
Un informe de Unicef afirma que se está desarrollando “una
cultura de dormitorio”, donde los jóvenes carecen del control de los padres por
la brecha digital.
El uso de la tecnología va a más entre los jóvenes entre 10
y 15 años, con lo que surge el riesgo de sufrir daños en línea que pueden
llegar al uso de la privacidad y el peligro de los depredadores.
La profesora afirmó que trabaja en un proyecto para detectar
las fake news en las redes sociales, pero no es el único problema. En conclusión,
los adolescentes se enfrentan a contextos difíciles que exigen la prevención.
Los jóvenes dedican más de siete horas al día a navegar por internet y las
redes sociales. Las jóvenes sufren más el acoso que los chicos.
Además, se producen casos de exclusión y aislamiento, por lo
que el acoso escolar y el ciberacoso tienen predictores compartidos, afirmó
para explicar que incluso “aumenta por el anonimato” y conlleva problemas
mentales.
Una de las tasas de prevalencia es el género. Las niñas sufren
más acoso cibernético, aunque se incrementa en ambos géneros e incluso dentro
de las parejas de jóvenes que se controlan a través de las redes y luego los
abusos se trasladan a lo físico. En España sucede lo mismo. “Hay desinformación
en general, pero es difícil de paliar porque existe anonimato, audiencia infinita,
prevalencia y permanencia en el tiempo de los mensajes, discriminación, etc.
Salud mental
Estas características del abuso cibernético conllevan
ciertas conductas como el abuso de sustancias o relaciones agresivas que
derivan en depresiones, autolesiones y tendencias suicidas. Y hay que tener en
cuenta que el 75% de los problemas de salud mental se establece antes de los 24
años.
Carencias: se potencia el uso de dispositivos móviles sin
saber si los jóvenes tienen suficientes recursos para utilizarlos bien, falta
de sensibilización sobre riesgos potenciales de las redes, falta de formación
(comparten contraseñas, no existe alfabetización digital…) y carencias en
factores protectores como la sociedad, la familia, los amigos y la escuela.
Las estrategias deben centrase en la formación de los
jóvenes sobre las consecuencias, en definitiva, centrarse en la prevención
desde todos los puntos de vista y promover hábitos saludables en las redes
sociales. También implicó a los educadores, antes de concluir que hay que
mitigar los factores de riesgo y potenciar los protectores.
Prevención del delito ante la
violencia digital
La Unidad Central de Participación Ciudadana
de la Policía Nacional de Madrid participó con dos de sus miembros, que prefirieron
mantener el anonimato, y explicaron cómo se lleva a cabo la prevención de los
delitos en los casos de violencia digital. Su labor, en parte, consiste en organizar
charlas con adolescentes y niños para “medir y testar lo que necesitan las
personas para reportarlo y prevenir”.
“Nos dedicamos a salvaguardar los
derechos y libertades fundamentales de la Constitución, y esto incluye que cualquier
menor pueda ejercer su derecho a la educación, lo que no sucede si le hacen
bulling”. En general, se dedican a los colectivos más vulnerables desde el Plan
Director de Participación Ciudadana, en el que trabajan más de 600 funcionarios
y del que existe una delegación en Guadalajara.
Confirmó que existe una brecha digital
entre padres e hijos, aunque “los hijos no están puestos en la vida y sus
padres sí”. Su labor es prevenir y detectar y, cuando es necesario, intervenir.
Dentro de la comunidad educativa, compuesta por padres, docentes y alumnos, el
talón de Aquiles son los progenitores que a veces no saben cómo actuar.
Un cuestionario
Uno de los miembros de la policía compartió
con los presentes un cuestionario sobre el ciberacoso y los menores, así como
de los delitos en los que se puede incurrir en las redes sociales.
Hablaron sobre las diferencias
entre los nativos digitales -quienes han nacido en la era digital y han tenido
acceso a los dispositivos desde muy pequeños- y los inmigrantes digitales
-quienes se han ido acostumbrando poco a poco a estos dispositivos-.
No obstante, “el hecho de que sepan
usar las tecnologías no implica que sepan cómo gestionar los contenidos y
cuáles son los peligros de la red”, indicó para asegurar que la educación
digital es fundamental. “Si antes se enseñaba a los niños que no hablasen con
desconocidos, ahora hay que hacer lo mismo con las nuevas tecnologías”, dijo.
Internet es una herramienta “maravillosa,
pero hay que conocer qué es lo que se comparte y con quién para evitar los
peligros”. Algunos de estos peligros pueden pasar desapercibidos como sucede cuando
los padres suben fotografías de sus hijos donde se ve el escudo del colegio o
que informan que no hay nadie en casa o donde están e incluso la hora en que se
ha tomado la fotografía.

Explicaron que los adolescentes comparten una gran cantidad de información en redes que puede servir a depredadores o ladrones para reconstruir su vida real. Por ello, recomendaron educar, primero a los padres, y después a los hijos sobre cuál es el comportamiento correcto y menos peligroso. Uno de los casos más llamativos, fue el de una chica a la que robaron porque entre varias fotos consiguieron los datos de su tarjeta, su nombre y apellidos y una clave. Su recomendación fue revisar cualquier información y fijarse bien tanto en las fotografías como en los textos.
Una vez publicada, se pierde el
control de la información y dejamos una huella digital. La identidad digital está
compuesta por la información que sube cada persona de sí misma y la que suben
los demás. La reputación digital es la imagen que tiene el resto sobre cada
uno, lo que puede afectar a cuestiones como el trabajo o los amigos. “También puede
suceder que lo utilicemos para fomentar nuestras ventajas competitivas sobre
los demás”, explicaron.
Al margen, pusieron el ejemplo de Amanda Tood, una adolescente canadiense de 14 años que se suicidó tras sufrir varios años de ciberacoso. Recomendaron hablar con los adolescentes para intentar detectar el acoso.
Peligros en la red
El primero es el ciberacoso escolar
que se transforma en permanente -ya no existe el refugio del hogar-; en este
caso, quienes más y mejor pueden actuar son los testigos silenciosos. La
empatía y la asertividad son fundamentales para prevenir el acoso físico y
tecnológico.
Recalcaron la necesidad de decir a los niños y niñas que antes de aceptar a alguien en las redes sociales hay que conocerlo en la vida real.
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