lunes, 11 de julio de 2022

Ciberacoso: violencia digital y salud mental




Mercedes Gómez, subdelegada del Gobierno en Guadalajara, se encargó de abrir el curso sobre ciberacoso y la salud mental, destacando el papel que realiza la UNED para llegar a alumnos de todas las ubicaciones y la importancia de atajar el ciberacoso en los centros escolares. En España, ya existe un programa de prevención de este problema, “pero es necesario más personal y prevención para sentar las bases de este problema en todos los implicados: alumnos, profesores y familias”.

 

El curso, dirigido por Cristina Sánchez Romero y coordinado por Eva María Jiménez Muñoz, pretende sensibilizar sobre la problemática de la violencia digital y los problemas de salud mental entre los adolescentes.


Violencia digital entre adolescentes: indicadores y factores de riesgo

 

Cristina Sánchez Romero, profesora del departamento de Didáctica y directora del programa modular de Estrategias Didácticas y prevención en contextos de acoso escolar de la UNED, ofreció la primera ponencia en la que destacó que los problemas de violencia digital se han incrementado con la pandemia provocada por el covid 19 tanto en el ámbito escolar como cibernético.

 

“Esta problemática es de vital importancia, pretendemos actuar desde todos los ámbitos y desde edades muy tempranas”. En esta ocasión se centró en la adolescencia, edad en la que se detectan problemas conductuales y de comportamiento por la pandemia, así como un consumo excesivo de medios digitales.

 



Estas conductas pueden derivar en problemas de salud mental y de conducta. “La pandemia ha puesto de manifiesto síntomas de ansiedad y aislamiento. Ha habido situaciones de confinamiento e inseguridad que han agravado la salud mental de algunos adolescentes. El aumento del uso de dispositivos: se utilizan en edades más tempranas y problemas de intimidación.

 

El acoso escolar se ha llevado al contexto cibernético y, al regresar a los centros, se ha replicado de nuevo a los colegios. El consumo de medios es un indicador clave, explicó la profesora.

 

Como factor de riesgo, analizó la violencia. La violencia interpersonal es la cuarta causa de muerte entre los jóvenes, según la OMS. En cuanto a la salud mental destaca la depresión, una de las principales causas de discapacidad y muerte entre los adolescentes. Además, ahora comienzan incluso antes de los 14 años. “Es lo que llamamos violencia silenciada y que es un factor de riesgo tanto en las aulas como en las redes”, explicó afirmando que se ha convertido en un problema a nivel nacional, europeo e internacional.

 

En cuanto a la violencia, explicó los tipos de estas agresiones y destacó la colectiva, que “surge en los grupos”. Es difícil de detectar. Es indiferente a la edad, la clase social o el país, pero es más prevalente en los grupos más vulnerables: personas discapacitadas. Al final, la violencia es un conjunto de factores que, en el caso de la digital, “es un signo de alarma”. Los jóvenes hacen un alto uso de las redes sociales, donde desconocen la trascendencia que tienen sus conductas.

 

Hay que desarrollar estrategias de prevención para evitar tanto la violencia como otros trastornos asociados (adicciones a sustancias, criptomonedas o videojuegos).

 

Durante la pandemia, el uso de internet se ha disparado en todos los grupos, por ello también se han incrementado problemas como el bulling que se ha trasladado de la clase al hogar, simplemente no ha sido presencial y la audiencia ha sido más amplia. “El acoso es invisible para la familia y el profesorado hasta que sucede un hecho significativo”, afirmó.

 

Los jóvenes carecen de una orientación adecuada en sus usos en las redes sociales relacionados con la salud y el aislamiento social. También se produce un desequilibrio de poder.

 

Un informe de Unicef afirma que se está desarrollando “una cultura de dormitorio”, donde los jóvenes carecen del control de los padres por la brecha digital.

 

El uso de la tecnología va a más entre los jóvenes entre 10 y 15 años, con lo que surge el riesgo de sufrir daños en línea que pueden llegar al uso de la privacidad y el peligro de los depredadores.

 

La profesora afirmó que trabaja en un proyecto para detectar las fake news en las redes sociales, pero no es el único problema. En conclusión, los adolescentes se enfrentan a contextos difíciles que exigen la prevención. Los jóvenes dedican más de siete horas al día a navegar por internet y las redes sociales. Las jóvenes sufren más el acoso que los chicos.

 

Además, se producen casos de exclusión y aislamiento, por lo que el acoso escolar y el ciberacoso tienen predictores compartidos, afirmó para explicar que incluso “aumenta por el anonimato” y conlleva problemas mentales.

 

Una de las tasas de prevalencia es el género. Las niñas sufren más acoso cibernético, aunque se incrementa en ambos géneros e incluso dentro de las parejas de jóvenes que se controlan a través de las redes y luego los abusos se trasladan a lo físico. En España sucede lo mismo. “Hay desinformación en general, pero es difícil de paliar porque existe anonimato, audiencia infinita, prevalencia y permanencia en el tiempo de los mensajes, discriminación, etc.

 



Salud mental

 

Estas características del abuso cibernético conllevan ciertas conductas como el abuso de sustancias o relaciones agresivas que derivan en depresiones, autolesiones y tendencias suicidas. Y hay que tener en cuenta que el 75% de los problemas de salud mental se establece antes de los 24 años.

 

Carencias: se potencia el uso de dispositivos móviles sin saber si los jóvenes tienen suficientes recursos para utilizarlos bien, falta de sensibilización sobre riesgos potenciales de las redes, falta de formación (comparten contraseñas, no existe alfabetización digital…) y carencias en factores protectores como la sociedad, la familia, los amigos y la escuela.

 

Las estrategias deben centrase en la formación de los jóvenes sobre las consecuencias, en definitiva, centrarse en la prevención desde todos los puntos de vista y promover hábitos saludables en las redes sociales. También implicó a los educadores, antes de concluir que hay que mitigar los factores de riesgo y potenciar los protectores.


Prevención del delito ante la violencia digital


La Unidad Central de Participación Ciudadana de la Policía Nacional de Madrid participó con dos de sus miembros, que prefirieron mantener el anonimato, y explicaron cómo se lleva a cabo la prevención de los delitos en los casos de violencia digital.  Su labor, en parte, consiste en organizar charlas con adolescentes y niños para “medir y testar lo que necesitan las personas para reportarlo y prevenir”.


 

“Nos dedicamos a salvaguardar los derechos y libertades fundamentales de la Constitución, y esto incluye que cualquier menor pueda ejercer su derecho a la educación, lo que no sucede si le hacen bulling”. En general, se dedican a los colectivos más vulnerables desde el Plan Director de Participación Ciudadana, en el que trabajan más de 600 funcionarios y del que existe una delegación en Guadalajara.

 

Confirmó que existe una brecha digital entre padres e hijos, aunque “los hijos no están puestos en la vida y sus padres sí”. Su labor es prevenir y detectar y, cuando es necesario, intervenir. Dentro de la comunidad educativa, compuesta por padres, docentes y alumnos, el talón de Aquiles son los progenitores que a veces no saben cómo actuar.

 

Un cuestionario

 

Uno de los miembros de la policía compartió con los presentes un cuestionario sobre el ciberacoso y los menores, así como de los delitos en los que se puede incurrir en las redes sociales.

 

Hablaron sobre las diferencias entre los nativos digitales -quienes han nacido en la era digital y han tenido acceso a los dispositivos desde muy pequeños- y los inmigrantes digitales -quienes se han ido acostumbrando poco a poco a estos dispositivos-.

 

No obstante, “el hecho de que sepan usar las tecnologías no implica que sepan cómo gestionar los contenidos y cuáles son los peligros de la red”, indicó para asegurar que la educación digital es fundamental. “Si antes se enseñaba a los niños que no hablasen con desconocidos, ahora hay que hacer lo mismo con las nuevas tecnologías”, dijo.

 

Internet es una herramienta “maravillosa, pero hay que conocer qué es lo que se comparte y con quién para evitar los peligros”. Algunos de estos peligros pueden pasar desapercibidos como sucede cuando los padres suben fotografías de sus hijos donde se ve el escudo del colegio o que informan que no hay nadie en casa o donde están e incluso la hora en que se ha tomado la fotografía.




Explicaron que los adolescentes comparten una gran cantidad de información en redes que puede servir a depredadores o ladrones para reconstruir su vida real. Por ello, recomendaron educar, primero a los padres, y después a los hijos sobre cuál es el comportamiento correcto y menos peligroso. Uno de los casos más llamativos, fue el de una chica a la que robaron porque entre varias fotos consiguieron los datos de su tarjeta, su nombre y apellidos y una clave. Su recomendación fue revisar cualquier información y fijarse bien tanto en las fotografías como en los textos.

 

Una vez publicada, se pierde el control de la información y dejamos una huella digital. La identidad digital está compuesta por la información que sube cada persona de sí misma y la que suben los demás. La reputación digital es la imagen que tiene el resto sobre cada uno, lo que puede afectar a cuestiones como el trabajo o los amigos. “También puede suceder que lo utilicemos para fomentar nuestras ventajas competitivas sobre los demás”, explicaron.

 

Al margen, pusieron el ejemplo de Amanda Tood, una adolescente canadiense de 14 años que se suicidó tras sufrir varios años de ciberacoso. Recomendaron hablar con los adolescentes para intentar detectar el acoso.

 

Peligros en la red

 

El primero es el ciberacoso escolar que se transforma en permanente -ya no existe el refugio del hogar-; en este caso, quienes más y mejor pueden actuar son los testigos silenciosos. La empatía y la asertividad son fundamentales para prevenir el acoso físico y tecnológico. 


Recalcaron la necesidad de decir a los niños y niñas que antes de aceptar a alguien en las redes sociales hay que conocerlo en la vida real.


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