Desiré López Bernal (doctora y profesora de la Universidad de Granada) y Pep Bruno (narrador, oral, escritor y editor) fueron los dos últimos ponentes del curso “Historias del Mediterráneo: circulación y mestizaje de cuentos entre las orillas del ‘continente líquido’” en la tercera sesión del mismo que ha tenido lugar en la mañana del 30 de junio.
Vagos esperando a que les caiga la breva: un motivo común en cuentos del Mediterráneo:
“Mientras la policía recorría el país en busca del hombre más perezoso, tropezó con dos hombres tumbados bajo una palmera datilera”, comenzó indicando Bernal en relación al cuento El hombre más vago del imperio.
Estos relatos, en los que la vagancia y la pereza adquieren protagonismo, suelen ser humorísticos. “El gandul representa un personaje universal de folklore. Hay varios tipos: el gandul tonto y el que no se mueve”, continuó la profesora andaluza.
Bernal, que afirmó estar muy interesada en el proceso de transmisión de los cuentos, realizó un viaje imaginativo por los trasvases del Mediterráneo: Mauritania, Sáhara Occidental, Marruecos, Argelia, Libia, Egipto, Líbano, Israel, Palestina, Siria, Iraq, Jordania, Arabia Saudita, Yemen, Qatar y Kuwait.
En Irak, concretamente, se han documentado refranes en colecciones paremiológicas a principios del siglo XX y en 1980. El perezoso del dátil, refrán de uso frecuente hoy en día, se explica asociado a un cuento de transmisión oral conocido, al menos, en dos versiones: la protagonizada por un perezoso que está tumbado bajo una palmera y que, al caer de ella un dátil próximo a él, no es capaz de recogerlo debido a su extrema holgazanería y, la segunda, con un idéntico argumento, pero quienes se encuentran recostados bajo la palmera son dos amigos o compañeros perezosos, uno de los cuales le pide al otro que le meta en la boca el dátil que le ha caído cerca. Desde entonces se acuñó la expresión “no te vuelvas perezoso como el perezoso de Bagdad”.
En Siria, por su parte, con refranes propios de la ciudad de Alepo, la versión de lo citado en el párrafo anterior se denomina Los perezosos de Egipto. “El perezoso intentó alargar la mano hacia el dátil para recogerlo del suelo sino que le pidió a quien estaba a su lado que lo recogiera y se lo pusiera en la boca”, continuaba Bernal.
En Argelia, en cambio, el árbol y la fruta que relaciona a estos perezosos personajes varía. Pasa a ser una higuera y sus higos o brevas. “Se produce el salto de motivo, cuento y refrán de la tradición árabe a la bereber”, añadió la andaluza.
Estos cuentos y refranes del norte de África sobre protagonistas perezosos aparecieron en Francia, “uno de los puntos fuertes en la difusión del cuento por el continente europeo”, tal y como explicó Bernal, entre 1861 y 1879, cuando se publicaron en la prensa por primera vez con el título La figue et le paresseux (el higo y el perezoso).
El vago que espera debajo de la palmera a que le caigan los dátiles a la boca se documenta en España a finales del siglo XIX pero se pierde el vínculo del cuento con el mundo árabe. “La formulación del motivo folklórico en la que el árbol y el fruto son la higuera y las brevas es la que finalmente triunfaría en España”, explicaba la doctora. Fue ahí cuando se acuñaron las expresiones ‘le caiga la breva en la boca’ y ‘que les caiga la breva’.
De repertorios profesionales de la propia cultura:
Pep Bruno, a las 11 horas, realizó la última ponencia del curso con un discurso reflexivo acerca de la identidad cultural que rodea a los narradores orales y su repertorio.
“Hace ocho o diez años soy consciente de que mi repertorio profesional está nutrido de culturas mediterráneas, pero no es una cosa que yo haya hecho conscientemente. Yo lo llamo arco mediterráneo, pero no es un arco, es un continente. Están los cuentos que te dan de comer y los cuentos estrella, los que la gente que te ha contratado quiere escuchar. He empezado a ser consciente de esto después de empezar a trabajar en la radio, cuento uno por semana, en RNE. Mi biblioteca de trabajo tiene unos 4.500 títulos. Los cuentos que me dan de comer están vinculados a culturas del mediterráneo. Todo esto tiene que ver con la propia identidad y la identidad cultural, un marco desde el que uno cuenta la vida”, comenzó diciendo.
Pero, ¿es relevante la identidad cultural a la hora de elegir el repertorio de cuentos? “Debe ser que sí, por lo menos en mi caso”, respondió Pep Bruno. “La identidad cultural es un sentimiento y estos son muy difíciles de estudiar”, añadió, además de mencionar, además, la cifra de narradores profesionales en España. Aunque es un número que va creciendo con el paso de los años, “debe haber unos cuatro por cada millón de habitantes”, cifró.
“Nos sorprendía mucho que venían narradores del extranjero y continuaban con una tradición literaria a la que han pertenecido sus ancestros. Todo eso ha ido cambiando en nuestro colectivo en los últimos 10 o 20 años. Todos tienen un buen puñado de cuentos de tradición oral y local”, expresó el relator, nacido en Barcelona pero alcarreño de adopción ya que arribó a Guadalajara a los seis años.
El resto de su ponencia se basó en las respuestas que varios compañeros de profesión le otorgaron tras haberles enviado una encuesta con diferentes cuestiones. “Muchos inciden en que lo importante es el que el trabajo que yo presente sea un trabajo de calidad. Creo y cuento según mis raíces. Somos lo que contamos”, fueron algunas de las citas más destacadas.
Tras mostrar la encuesta y sus respuestas compartió unas conclusiones finales. “Nuestro trabajo es inseparable del sentimiento de comunidad ya que nace y se nutre de lo colectivo. La labor del narrador es alargar la tradición sin apropiarse de ella”, agregó.
“Muchos de los cuentos que cuento transcurren en los pueblos o escenarios de mi infancia, cuentan con un amarre cultural. Marcar la diferencia en una actividad cultural lleva más trabajo”, sentenció Bruno. Esta frase colocó el punto y final a las “Historias del Mediterráneo: circulación y mestizaje de cuentos entre las orillas del ‘continente líquido’”.
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