martes, 27 de junio de 2023

Cambios de escala, cuidados y comunes: proyectos transformadores.

Segunda jornada del curso dedicado a las economías transformadoras. La sesión de mañana, ha dado comienzo con la ponencia “Sostenibilidad y cambios de escala en los sistemas de aprovisionamiento agroecológico”, y ha sido impartida por Patricia Homs Ramírez de la Piscina, –Profesora del Departamento de Antropología Social de la Universitat de Barcelona y miembro de L’Aresta SCCL–, y Verónica Sánchez Martino, –Socia de la cooperativa agroecológica Kikiricoop (Cabranes, Asturias)–.


Homs ha partido de la Revolución Verde de los 60, que trajo consigo "el productivismo, la cientificación y la industrialización". Desarrollo que no ha estado exento de una serie de impactos ambientales y sociales.

En Cataluña la producción agroecológica creció a partir de los 90, a través de las personas implicadas en los movimientos sociales. Esta gestión, persigue una gestión de los recursos naturales alejada de los procesos industriales, mediante un desarrollo alternativo.

La transición agroecológica busca “transformar sistemas económicos, sociales y políticos, –preservadores de privilegios, potenciadores de desigualdades y depredadores de recursos naturales–, por otros ecológicamente más sanos y sostenibles, económicamente viables, socialmente justos y culturalmente apropiados”.

Las Alternative Food Networks, se constituyen como “circuitos cortos de comercialización, con diversidad de agentes, técnicas de producción  ecológica, calidad,  y reincrustración de la economía en las relaciones sociales. Persiguen los vínculos entre la producción y el consumo, la confianza, reciprocidad, compromiso, amén de la justicia social y ambiental. Para ello defienden lo local y los SAT –sistemas alimentarios territorializados–”.

En Cataluña, “existen 160 cooperativas y grupos de consumo, 60 de ellas en Barcelona”. La primera surgió en 1979, con el fin de aproximarse a las cooperativas de consumo de inicios del siglo XX. Suelen ser asociaciones “sin figura jurídica, no tienen tiendas para los que no son socios, el trabajo de los miembros es no remunerado y tienen carácter asambleario dentro de grupos de trabajo y comisiones. Su modelo de crecimiento está basado en la replicación y multiplicación, con acompañamientos de algún otro grupo”. A pesar de ello, existe cierta diversidad dentro de las organizaciones y en algunas sí se pueden encontrar tareas remuneradas.

Estas redes alternativas persiguen la reincrustración en la economía del territorio y mantienen “cestas cerradas”, que aseguran la estabilidad. Persiguen precios justos y estables. Se convierten, así, en una “subversión del fetichismo de la mercancía”. Todas ellas se ven inmersas en "procesos de politización (cambios en las motivaciones de los miembros, asambleas, modelo de crecimiento, o rechazo a la certificación por tercera parte). Es fundamental la organización socio-económica de los colectivos (con asambleas entre consumidoras y productoras)". A pesar de ello, estas redes no están exentas de replicar algunas de las lógicas dentro del mercado.

Entre sus metas, está "la internalización de los costes sociales y ambientales de los sistemas alimentarios. A diferencia de la agroindustria, que externaliza todos los costes". Así, la agroecología, puede considerarse "un enfoque ecofeminista de los sistemas alimentarios". Por todos estos motivos supone un gran desafío para la viabilidad económica de cada uno de los proyectos en un contexto de mercado capitalista.

Por su parte, Sánchez Martino, ha desgranado, como parte integrante, el proyecto Kikiricoop. Se trata de una cooperativa de trabajo asociado situada en el ámbito de la producción. Nació entre los años 2014 y 2016, en el municipio de Cabranes, uno de los más envejecidos en la región asturiana. En su estructura alberga socias trabajadoras y trabajadoras que no son socias. Desde 2022 forma parte de una cooperativa de servicios, la Cooperativa Agroecológica de Cabranes, con otras dos entidades más. Este proyecto se enmarca desde el primer momento en el ámbito de la agroecología y de la economía social y solidaria, con la misión de elaborar alimentos a partir de materias primas locales y hacerlo integrando los cuidados en su quehacer diario. Entre sus iniciativas se encuentran un catering de eventos ecológico, la realización de comidas preparadas y la elaboración de una crema de avellana, la Asturcilla.

En el caso particular de esta cooperativa, han sido varios los conflictos que han atravesado su sostenibilidad. Para ello, han tomado soluciones de materia de cuidados, en relación a discrepancias internas, también para ofrecer un producto sostenible y de calidad, con la finalidad de mejorar la salud y por la integración en el territorio. Todo ello, en una estructura en la que el mantenimiento de las propuestas políticas, se ve enfrentado a la viabilidad económica.

Continuaba la mañana, con la intervención de Sofía Ugena Sancho, –Profesora del postgrado en Atención psicológica y acción comunitaria, feminismos y LGTBIQ+ de la Universitat de Barcelona–, y Garatzi Solis Huici, –Cooperativa Zabalduz, iniciativa colectiva de cuidados en la vejez (Zestoa, Guipúzcoa)–. La presentación ha llevado por título, “Iniciativas comunitarias de cuidado: ¿Por qué aquí y ahora?”.



Ugena comenzaba su participación alegando que, “los feminismos son fundamentales para entender la crisis ecosocial, puesto que inciden en una mirada crítica al sistema. Se replantean estructuras de la economía clásica, que no se habían tenido en cuenta anteriormente. De esta forma alteran ciertos binomios arraigados hasta la fecha”.

Algunas características, de los feminismos, son “la ampliación de la noción de economía para incluir todos los procesos de aprovisionamiento social, pasen o no por los mercados. La introducción de las relaciones de género como un elemento constitutivo del sistema socieconómico y la convicción de que el conocimiento es un proceso siempre social”.

Los cuidados  son “el conjunto de prácticas necesarias para el sostenimiento de la vida, es decir, el bienestar físico y emocional de todas las personas en cualquier contexto social. Una categoría central del bienestar. Algo que resulta integral al desarrollo social y que connotan las condiciones de organización profunda del sistema”.

La categoría del cuidado, de análisis crítico, “desarticula los falsos binomios entre producción y reproducción o público y privado. Cuestiona el mito de la autosuficiencia y la fantasía de la individualidad. Manifiesta la vulnerabilidad como herramienta conceptual para cuestionar y cambiar el actual ideal neoliberal de autosuficiencia, autonomía individual e independencia”. Por otro lado, establece “la sostenibilidad de la vida como categoría analítica que implica necesariamente un replanteamiento de la organización social descentrando los mercados –como elemento privilegiado– haciendo visible lo invisible, diluyendo las fronteras entre lo público y lo privado”.

En los vértices del “diamante del cuidado” encontramos al Estado, las familias, el mercado y las comunidades y organizaciones sin fines de lucro. Todas ellas son las instituciones que se hacen cargo del cuidado.

Existen varios motivos que han auspiciado la reflexión acerca de los cuidados aquí y ahora. Podemos observar, entre ellos, “los cambios demográficos, el envejecimiento de la población, la transformación de las familias y de los roles de género, la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral, el Estado de Bienestar deficitario, la crisis del 2008, las políticas de autoridad, el aumento de la precariedad y la sensación de vulnerabilidad o el aislamiento y la soledad no deseada”.

La socialización de los cuidados implica una interdependencia intrínseca de todo ecosistema. El bienestar se garantiza “a partir de una trama compleja de relaciones de intercambio. Todo sostenimiento diario depende de espacios y redes en los que se cuida sobrepasando el cuño de la familia”. Existe una “intersección entre el cuidado social y el cuidado del entorno –anclado en una interdependencia entre lo ecológico, lo económico y lo social–”. El bien común supone el mecanismo primordial por el cual se crea el interés colectivo y los lazos de apoyo mutuo.

Los cuidados comunitarios “son esfuerzos colectivos y luchas por lo común, orientadas a garantizar la reproducción material y simbólica de la vida humana, y no humana, en contra de los dolores del capitalismo y el patriarcado. Con el propósito de de dar respuesta a las necesidades cotidianas”. Los sujetos no sólo reciben el cuidado de manera pasiva, cuidan y son cuidados.

Estos proyectos comunitarios cuentan con limitaciones, como “la accesibilidad condicionada; la precariedad de las condiciones laborales de las cuidadoras; la feminización del cuidado; y el repliegue de los proyectos en torno a sus propios intereses”.

Entre las contribuciones a la democratización de los cuidados, encontramos “el reconocimiento social y simbólico del valor de los cuidados; la socialización del cuidado; la asunción de los cuidados como necesidad y responsabilidad compartida; y la promoción de procesos de empoderamiento”.

Solis ha concluido la intervención, ofreciendo detalles de la iniciativa colectiva de cuidados de la vejez, Ecosistema de cuidados de Zestoa en Guipúzcoa. En concreto, desde el proyecto Izarraitz, hacen frente a las situaciones de soledad no deseada.

Su labor se estructura en tres pilares. Un sistema de información en aras de la predetección de posibles situaciones de fragilidad social. De esta forma se facilita la clasificación y seguimiento. El segundo es la activación comunitaria. Hay que conocer las relaciones intrínsecas de cada comunidad para identificar a los agentes clave que permitan llevar a cabo el proyecto. Para ello disponen de una aplicación móvil. Por último, se encargan del acompañamiento socio-educativo y comunitario.


En sesión de tarde, “De los 'viejos' a los 'nuevos' comunes: entre la sostenibilidad de la vida, la resiliencia comunitaria y la sostenibilidad medioambiental”. Han intervenido, Lucía del Moral Espín, –Profesora del Departamento de Economía General de la Universidad de Cádiz–, Paz Moreno Feliu, –Profesora de Antropología Social de la UNED–, y Eber Hernández Quiñónez, –Investigador de la Faculdade de Economia de la Universidade de Coimbra. Grupo de investigación ECOSOL–, junto con Pedro Hespanha –Profesor jubilado de la Faculdade de Economia de Coimbra–.

Paz Moreno Feliu, ha iniciado su ponencia analizando, a través de la historia, la situación de los montes en man común de Galicia. Territorios que abarcan unas 700.000 hectáreas y que son una peculiar forma de propiedad que logró sobrevivir a la “desamortización del siglo XIX y la nueva organización municipal”. 

En origen, un sustento fundamental del campo gallego, en tanto, los montes se erigían como proveedores de pasto y diversas materias primas para los sujetos dentro de las comunidades vecinales. Estas condiciones, que se afianzaron, a pesar del estado liberal decimonónico, se mantuvieron hasta el inicio del franquismo, momento en el que se intervienen para ser instrumentalizados mediante la reforestación. Será la reacción campesina, la que en el año 1968 logra instaurar un nuevo marco legal dentro del régimen, para recuperar la propiedad comunal. Desde entonces, han sido diversas las iniciativas, a través del tejido comunitario, para revitalizar los montes, devolverlos al territorio e impulsar beneficios ambientales, sociales y económicos.

Caso similar al de los montes gallegos, es el de los baldíos portugueses. En la actualidad, las comunidades campesinas viven sujetas al "dominio de la administración y las formas mercantiles de carácter empresarial". Las nuevas formas de explotación requieren "conocimientos tecnológicos avanzados y elevadas inversiones", algo que no está al alcance, en ocasiones, de las comunidades de vecinos.

Las economías de estas tierras comunales se distinguen en "cuatro tipos": "las de carácter rentista, basadas en la explotación de recursos energéticos"; "la centrada en la capacidad productiva de estas tierras con el fin de mejorarlas y defenderlas"; "la economía agrícola de los vecinos, cada vez menos dependiente de la economía comunitaria tradicional y que se beneficia poco de la ayuda estatal y de la UE"; por último, "una economía de libre disfrute pensada para el ocio y que no es aprovechada por los vecinos de la comunidad".

Para los vecinos, "una buena gestión es la que, además de proteger el patrimonio comunal, posibilita hacer mejoras en la comunidad que beneficien  a todos". Es decir, que buscan aquellos desarrollos que redunden en la mejora de las infraestructuras y las condiciones de vida de sus habitantes.

En este proceso, juegan un papel fundamental "la falta de recursos, la debilidad en las relaciones con agentes externos, la apropiación individual de los recursos,  el uso del monte por parte de personas y entidades ajenas al uso comunal".

La deriva agrícola que tuvo lugar a partir de la década de los 60, transformó las condiciones vitales del campesinado, abandonando de algún modo la actividad comunal por el "trabajo asalariado". A ello se sumaron "la vuelta de los emigrantes a sus territorios natales y la aparición de los neo-rurales".

Esta confrontación entre las viejas formas de organización comunal y las nuevas, abren una brecha, pero también suponen una oportunidad para combinar distintas estrategias que tengan por fin último el aprovechamiento, mejora y conservación de estos territorios.

Lucía del Moral Espín, ha seguido profundizando en el ámbito de los comunes, pero desde el punto de vista de la educación. Para entender los comunes en lo educativo, "no hay que hacerlo como una serie de bienes, sino como procesos". Hay pocas partes de la vida o de la producción que no "puedan ser estructuradas para funcionar como comunes". Se trata de la "creación de relaciones sociales y espacios construidos sobre la solidaridad, el reparto comunal de los recursos, el trabajo cooperativo y la toma de decisiones compartida".

"Estas relaciones y prácticas de creación y de reconocimiento de saberes y cultura por y para la comunidad, tienen la finalidad de accionar la justicia ecosocial". Para ello, "el hacer común persigue cuidar, compartir y cooperar".


El broche a la jornada, lo ha puesto la mesa redonda que ha llevado por título "Iniciativas comunitarias de cuidados". En ella han intervenido, como moderadora, Maider Barañano Uribarri, –investigadora UPV/EHU en estudios feministas y de género–, y por parte de las iniciativas, Arantza Galiardo López, –Tambora, iniciativa de Crianza Colectiva (Sevilla)–, Ana Ongil Escribano, –El Rincón Lento. Espacio de consumo responsable (Guadalajara)–, y Guillermo Rivas-Plata Sierra, –Red de Huertos Urbanos de Madrid (ReHdMad!) (Madrid)–.

Tambora, es un grupo de familias, –radicado en Sevilla–, con inquietudes alrededor de la educación y la crianza, para resolver aspectos que no han sido aclarados desde otros ámbitos. Entre sus principios se encuentran, entre otros, el juego no dirigido o el contacto estrecho con la naturaleza.

Por su parte, el Rincón Lento, es un espacio en el que se llevan a cabo numerosas iniciativas con el propósito de tejer comunidad. Surgió como un lugar participativo desde sus inicios, entre sus intenciones estaba la creación de grupos de consumo responsable, pero por el camino encontraron nuevas dimensiones interdisciplinares. La labor de diferentes asociaciones es fundamental a la hora de delegar tareas. Como proyecto sigue la vía de la autogestión para garantizar cierta independencia con respecto a las administraciones. Desde 2019, el espacio ha estado implicado en la participación de proyectos mayores, sobre todo vinculados al ámbito educativo.

La última iniciativa en ser presentada, ha sido la Red de Huertos Urbanos de Madrid. Determinados colectivos empezaron a reclamar a las administraciones parcelas en desuso, creando de esta forma procesos para dinamizar a la sociedad de barrio. Estos huertos buscan ser espacios de convivencia y autoconsumo. Desde el 2015, el Ayuntamiento de Madrid, abre una licitación para que las asociaciones puedan desarrollar sus propios proyectos en 12 parcelas. Actualmente se encuentran 65 huertos en la zona de Madrid y otros tantos en espera. Desde entonces esta red ha estado implicada en múltiples proyectos agroecológicos, como los relativos a los centros escolares.

Son numerosas las iniciativas y desafíos a los que se enfrentan estas organizaciones. Una búsqueda de equilibrio que permita la viabilidad y sostenibilidad, mientras se persigue la coherencia ideológica y la independencia.




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