viernes, 6 de julio de 2018

La cultura dentro del paisaje


Después de dos intensas jornadas, en las que tuvimos la oportunidad de aprender qué es un geoparque y cómo se gestiona y salir al campo para conocer algunas iniciativas de interpretación y puesta en valor de la geología, disfrutando de un paisaje en movimiento a lo largo de alrededor de 500 millones de años, esta mañana comprendíamos por qué los geoparques son mucho más que lugares con un patrimonio geológico relevante.

Las arqueólogas, María Luisa Cerdeño, profesora titular de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y miembro del Comité Científico del Geoparque y Marta Chordá, investigadora del Centro de Estudios Celtíbericos de Segeda, nos mostraron que ese paisaje no constituye un ente etéreo suspendido en el abismo, sino que sus características han condicionado, a lo largo de la historia, el lugar donde se han asentado las poblaciones; el aprovechamiento de sus recursos; la manera de construir sus edificaciones; e incluso las creencias e identidad de sus pobladores. Es más, hoy en día no podríamos entender este territorio sin la acción del hombre.

El Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo se encuentra en el núcleo de la Celtiberia Histórica y ha albergado una serie de campañas arqueológicas, con una trayectoria de mas de 40 años, que nos han dejado un patrimonio arqueológico excepcional, capaz de explicar la evolución de estos pueblos prerromanos desde sus orígenes, alrededor del siglo VIII a.C., hasta su asimilación por la cultura romana, con una gran continuidad.

Pues bien, la mayoría de estos yacimientos aparecen sobre cerros testigos: los restos de una antigua paramera de rocas calizas, que garantizan una superficie llana en altura; una cantera para la construcción de sus edificaciones y una posición estratégica desde la que se contempla todo el territorio circundante. Además, se sitúan cerca de la vega de un río u arroyo, en cuyos aledaños ubicaban sus necrópolis, como símbolo del tránsito entre el mundo de los vivos y de los muertos.

De esta manera, el III Curso de Verano de la UNED: “Geoparque de la Comarca de Molina-Alto Tajo: la protección y divulgación del patrimonio geológico” concluía con una visita al castro celtibérico de “El Ceremeño”, en Herrería. Una iniciativa pionera de excavación arqueológica en extensión cuyos restos han quedado consolidados e interpretados para su visita con paneles divulgativos, a la que se suma, un pequeño museo y una necrópolis, de la que se ha extraído una muestra de los distintos tipos de enterramientos, que se pueden apreciar en la plaza de la localidad.


Este pequeño castro, de unos 2.000 metros cuadrados, fortificado con una robusta muralla, es además un instrumento de un gran potencial didáctico que, cada año, recibe visitas de los estudiantes de Arqueología de varias universidades, ya que, tal y como explicó Cerdeño, se pueden contemplar “in situ” dos fases distintas de ocupación: La primera, del siglo VIII a.C., con viviendas de unos 50 metros cuadrados; y la segunda, levantada después de su destrucción por un episodio de incendios generalizados en el territorio de la Celtiberia, de 20 metros cuadrados, “más pequeñas y absolutamente regulares”.

“Es muy interesante poder llegar a percibir un determinado paisaje y un entorno natural, como puede ser el del Geoparque y, al mismo tiempo, la perspectiva de quién vivió allí, como es el caso de los celtíberos, es decir, la posibilidad de aunar los valores naturales y geológicos del paisaje, con lo cultural que hay dentro, que se conserva y es visible”, valoró Cerdeño.


Incitado por la investigadora, Marta Chordá, se desencadenó entonces un interesante debate sobre el significado del concepto de patrimonio y su evolución, el desarrollo de su legislación y las herramientas para su investigación, conservación y aprovechamiento, a través de iniciativas integradoras, como los geoparques.

“Más allá de la visiones sectoriales o parciales que puedan haber del patrimonio natural, geológico, minero o arqueológico, lo que tiene que haber es una integración del propio paisaje cultural. El paisaje no tiene que ser entendido como un sitio que contiene cosas, sino como el marco en el que se explican todas esas cosas”, concluyó Chordá.

Casi sin darnos cuenta, la mañana había tocado su fin en el reloj de la plaza y llegaba el momento de despedirse. Hace dos días nos embarcábamos en una aventura de millones de años, que en nuestra percepción temporal se nos han pasado en un abrir y cerrar de ojos. Demasiado breves para entender los misterios y encantos de este extenso territorio, del que este Curso de Verano de la UNED nos ha dejado la miel en los labios.

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