Segunda jornada del curso
dedicado a las economías transformadoras. La sesión de mañana, ha dado comienzo
con la ponencia “Sostenibilidad y
cambios de escala en los sistemas de aprovisionamiento agroecológico”, y ha
sido impartida por Patricia Homs
Ramírez de la Piscina,
–Profesora del Departamento de Antropología Social de la Universitat de
Barcelona y miembro de L’Aresta SCCL–, y Verónica Sánchez Martino, –Socia de la
cooperativa agroecológica Kikiricoop (Cabranes, Asturias)–.
Homs ha partido de la Revolución Verde
de los 60, que trajo consigo "el productivismo, la cientificación y la
industrialización". Desarrollo que no ha estado exento de una serie de impactos
ambientales y sociales.
En Cataluña la producción
agroecológica creció a partir de los 90, a través de las personas implicadas en los
movimientos sociales. Esta gestión, persigue una gestión de los recursos
naturales alejada de los procesos industriales, mediante un desarrollo
alternativo.
La transición agroecológica busca
“transformar sistemas económicos, sociales y políticos, –preservadores de
privilegios, potenciadores de desigualdades y depredadores de recursos
naturales–, por otros ecológicamente más sanos y sostenibles, económicamente
viables, socialmente justos y culturalmente apropiados”.
Las Alternative Food Networks, se
constituyen como “circuitos cortos de comercialización, con diversidad de
agentes, técnicas de producción
ecológica, calidad, y reincrustración
de la economía en las relaciones sociales. Persiguen los vínculos entre la
producción y el consumo, la confianza, reciprocidad, compromiso, amén de la
justicia social y ambiental. Para ello defienden lo local y los SAT –sistemas
alimentarios territorializados–”.
En Cataluña, “existen 160
cooperativas y grupos de consumo, 60 de ellas en Barcelona”. La primera surgió
en 1979, con el fin de aproximarse a las cooperativas de consumo de inicios del
siglo XX. Suelen ser asociaciones “sin figura jurídica, no tienen tiendas para
los que no son socios, el trabajo de los miembros es no remunerado y tienen
carácter asambleario dentro de grupos de trabajo y comisiones. Su modelo de
crecimiento está basado en la replicación y multiplicación, con acompañamientos
de algún otro grupo”. A pesar de ello, existe cierta diversidad dentro de las
organizaciones y en algunas sí se pueden encontrar tareas remuneradas.
Estas redes alternativas persiguen la reincrustración en la economía del territorio y mantienen “cestas
cerradas”, que aseguran la estabilidad. Persiguen precios justos y estables. Se
convierten, así, en una “subversión del fetichismo de la mercancía”. Todas
ellas se ven inmersas en "procesos de politización (cambios en las motivaciones
de los miembros, asambleas, modelo de crecimiento, o rechazo a la
certificación por tercera parte). Es fundamental la organización
socio-económica de los colectivos (con asambleas entre consumidoras y
productoras)". A pesar de ello, estas redes no están exentas de replicar algunas
de las lógicas dentro del mercado.
Entre sus metas, está "la internalización
de los costes sociales y ambientales de los sistemas alimentarios. A diferencia
de la agroindustria, que externaliza todos los costes". Así, la agroecología,
puede considerarse "un enfoque ecofeminista de los sistemas alimentarios". Por
todos estos motivos supone un gran desafío para la viabilidad económica de cada
uno de los proyectos en un contexto de mercado capitalista.
Por su parte, Sánchez Martino, ha
desgranado, como parte integrante, el proyecto Kikiricoop. Se trata de una
cooperativa de trabajo asociado situada en el ámbito de la producción. Nació entre los años 2014 y 2016, en el municipio de Cabranes, uno de los más envejecidos en la
región asturiana. En su estructura alberga socias trabajadoras y trabajadoras
que no son socias. Desde 2022 forma parte de una cooperativa de servicios, la Cooperativa
Agroecológica de Cabranes, con otras dos entidades más. Este
proyecto se enmarca desde el primer momento en el ámbito de la agroecología y
de la economía social y solidaria, con la misión de elaborar alimentos a partir
de materias primas locales y hacerlo integrando los cuidados en su quehacer
diario. Entre sus iniciativas se encuentran un catering de eventos ecológico, la
realización de comidas preparadas y la elaboración de una crema de avellana, la Asturcilla.
En el caso particular de esta
cooperativa, han sido varios los conflictos que han atravesado su
sostenibilidad. Para ello, han tomado soluciones de materia de cuidados, en
relación a discrepancias internas, también para ofrecer un producto sostenible
y de calidad, con la finalidad de mejorar la salud y por la integración en el
territorio. Todo ello, en una estructura en la que el mantenimiento de las
propuestas políticas, se ve enfrentado a la viabilidad económica.
Continuaba la mañana, con la
intervención de Sofía Ugena Sancho, –Profesora del postgrado en Atención
psicológica y acción comunitaria, feminismos y LGTBIQ+ de la Universitat de
Barcelona–, y Garatzi Solis Huici, –Cooperativa Zabalduz, iniciativa colectiva de
cuidados en la vejez (Zestoa, Guipúzcoa)–. La presentación ha llevado por título, “Iniciativas comunitarias de cuidado:
¿Por qué aquí y ahora?”.
Ugena comenzaba su participación
alegando que, “los feminismos son fundamentales para entender la crisis
ecosocial, puesto que inciden en una mirada crítica al sistema. Se replantean
estructuras de la economía clásica, que no se habían tenido en cuenta
anteriormente. De esta forma alteran ciertos binomios arraigados hasta la
fecha”.
Algunas características, de los
feminismos, son “la ampliación de la noción de economía para incluir todos los
procesos de aprovisionamiento social, pasen o no por los mercados. La
introducción de las relaciones de género como un elemento constitutivo del
sistema socieconómico y la convicción de que el conocimiento es un proceso
siempre social”.
Los cuidados son “el conjunto de prácticas necesarias para
el sostenimiento de la vida, es decir, el bienestar físico y emocional de todas
las personas en cualquier contexto social. Una categoría central del bienestar.
Algo que resulta integral al desarrollo social y que connotan las condiciones
de organización profunda del sistema”.
La categoría del cuidado, de
análisis crítico, “desarticula los falsos binomios entre producción y
reproducción o público y privado. Cuestiona el mito de la autosuficiencia y la
fantasía de la individualidad. Manifiesta la vulnerabilidad como herramienta
conceptual para cuestionar y cambiar el actual ideal neoliberal de
autosuficiencia, autonomía individual e independencia”. Por otro lado,
establece “la sostenibilidad de la vida como categoría analítica que implica necesariamente
un replanteamiento de la organización social descentrando los mercados –como
elemento privilegiado– haciendo visible lo invisible, diluyendo las fronteras
entre lo público y lo privado”.
En los vértices del “diamante del
cuidado” encontramos al Estado, las familias, el mercado y las comunidades y organizaciones
sin fines de lucro. Todas ellas son las instituciones que se hacen cargo del
cuidado.
Existen varios motivos que han
auspiciado la reflexión acerca de los cuidados aquí y ahora. Podemos observar,
entre ellos, “los cambios demográficos, el envejecimiento de la población, la transformación
de las familias y de los roles de género, la incorporación masiva de las
mujeres al mercado laboral, el Estado de Bienestar deficitario, la crisis del
2008, las políticas de autoridad, el aumento de la precariedad y la sensación
de vulnerabilidad o el aislamiento y la soledad no deseada”.
La socialización de los cuidados
implica una interdependencia intrínseca de todo ecosistema. El bienestar se
garantiza “a partir de una trama compleja de relaciones de intercambio. Todo
sostenimiento diario depende de espacios y redes en los que se cuida
sobrepasando el cuño de la familia”. Existe una “intersección entre el cuidado
social y el cuidado del entorno –anclado en una interdependencia entre lo ecológico,
lo económico y lo social–”. El bien común supone el mecanismo primordial por el
cual se crea el interés colectivo y los lazos de apoyo mutuo.
Los cuidados comunitarios “son
esfuerzos colectivos y luchas por lo común, orientadas a garantizar la reproducción material y
simbólica de la vida humana, y no humana, en contra de los dolores del
capitalismo y el patriarcado. Con el propósito de de dar respuesta a las
necesidades cotidianas”. Los sujetos no sólo reciben el cuidado de manera
pasiva, cuidan y son cuidados.
Estos proyectos comunitarios
cuentan con limitaciones, como “la accesibilidad condicionada; la precariedad
de las condiciones laborales de las cuidadoras; la feminización del cuidado; y el
repliegue de los proyectos en torno a sus propios intereses”.
Entre las contribuciones a la democratización
de los cuidados, encontramos “el reconocimiento social y simbólico del valor de
los cuidados; la socialización del cuidado; la asunción de los cuidados como
necesidad y responsabilidad compartida; y la promoción de procesos de
empoderamiento”.
Solis ha concluido la
intervención, ofreciendo detalles de la iniciativa colectiva de cuidados de la
vejez, Ecosistema de cuidados de Zestoa en Guipúzcoa. En concreto, desde el
proyecto Izarraitz, hacen frente a las situaciones de soledad no deseada.
Su labor se estructura en tres
pilares. Un sistema de información en aras de la predetección de posibles
situaciones de fragilidad social. De esta forma se facilita la clasificación y
seguimiento. El segundo es la activación comunitaria. Hay que conocer las
relaciones intrínsecas de cada comunidad para identificar a los agentes clave
que permitan llevar a cabo el proyecto. Para ello disponen de una aplicación
móvil. Por último, se encargan del acompañamiento socio-educativo y
comunitario.

En sesión de tarde, “De los 'viejos' a
los 'nuevos' comunes: entre la sostenibilidad de la vida, la resiliencia
comunitaria y la sostenibilidad medioambiental”. Han intervenido, Lucía del Moral Espín, –Profesora del Departamento de Economía General de la Universidad de Cádiz–,
Paz Moreno Feliu, –Profesora de Antropología Social de la UNED–, y Eber Hernández
Quiñónez, –Investigador de la
Faculdade de Economia de la Universidade de
Coimbra. Grupo de investigación ECOSOL–, junto con Pedro Hespanha –Profesor jubilado de la Faculdade de Economia de
Coimbra–.
Paz Moreno Feliu, ha iniciado su
ponencia analizando, a través de la historia, la situación de los montes en man
común de Galicia. Territorios que abarcan unas 700.000 hectáreas y que son una
peculiar forma de propiedad que logró sobrevivir a la “desamortización del
siglo XIX y la nueva organización municipal”.
En origen, un sustento fundamental
del campo gallego, en tanto, los montes se erigían como proveedores de pasto y
diversas materias primas para los sujetos dentro de las comunidades vecinales.
Estas condiciones, que se afianzaron, a pesar del estado liberal decimonónico,
se mantuvieron hasta el inicio del franquismo, momento en el que se intervienen
para ser instrumentalizados mediante la reforestación. Será la reacción
campesina, la que en el año 1968 logra instaurar un nuevo marco legal dentro del
régimen, para recuperar la propiedad comunal. Desde entonces, han sido diversas
las iniciativas, a través del tejido comunitario, para revitalizar los montes,
devolverlos al territorio e impulsar beneficios ambientales, sociales y
económicos.
Caso similar al de los montes gallegos, es el de los baldíos portugueses. En la actualidad, las comunidades campesinas viven sujetas al "dominio de la administración y las formas mercantiles de carácter empresarial". Las nuevas formas de explotación requieren "conocimientos tecnológicos avanzados y elevadas inversiones", algo que no está al alcance, en ocasiones, de las comunidades de vecinos.
Las economías de estas tierras comunales se distinguen en "cuatro tipos": "las de carácter rentista, basadas en la explotación de recursos energéticos"; "la centrada en la capacidad productiva de estas tierras con el fin de mejorarlas y defenderlas"; "la economía agrícola de los vecinos, cada vez menos dependiente de la economía comunitaria tradicional y que se beneficia poco de la ayuda estatal y de la UE"; por último, "una economía de libre disfrute pensada para el ocio y que no es aprovechada por los vecinos de la comunidad".
Para los vecinos, "una buena gestión es la que, además de proteger el
patrimonio comunal, posibilita hacer mejoras en la comunidad que
beneficien a todos". Es decir, que buscan aquellos desarrollos que redunden en la mejora de las infraestructuras y las condiciones de vida de sus habitantes.
En este proceso, juegan un papel fundamental "la falta de recursos, la debilidad en las relaciones con agentes externos, la apropiación individual de los recursos, el uso del monte por parte de personas y entidades ajenas al uso comunal".
La deriva agrícola que tuvo lugar a partir de la década de los 60, transformó las condiciones vitales del campesinado, abandonando de algún modo la actividad comunal por el "trabajo asalariado". A ello se sumaron "la vuelta de los emigrantes a sus territorios natales y la aparición de los neo-rurales".
Esta confrontación entre las viejas formas de organización comunal y las nuevas, abren una brecha, pero también suponen una oportunidad para combinar distintas estrategias que tengan por fin último el aprovechamiento, mejora y conservación de estos territorios.
Lucía del Moral Espín, ha seguido profundizando en el ámbito de los comunes, pero desde el punto de vista de la educación. Para entender los comunes en lo educativo, "no hay que hacerlo
como una serie de bienes, sino como procesos". Hay pocas partes de la vida o de la producción
que no "puedan ser estructuradas para funcionar como comunes". Se trata de la "creación de
relaciones sociales y espacios construidos sobre la solidaridad, el reparto
comunal de los recursos, el trabajo cooperativo y la toma de decisiones
compartida".
"Estas relaciones y prácticas de creación y de reconocimiento de
saberes y cultura por y para la comunidad, tienen la finalidad de accionar la
justicia ecosocial". Para ello, "el hacer común persigue cuidar, compartir y cooperar".
El broche a la jornada, lo ha puesto la mesa redonda que ha llevado por título "Iniciativas comunitarias de cuidados". En ella han intervenido, como moderadora, Maider Barañano Uribarri, –investigadora UPV/EHU en estudios
feministas y de género–, y por parte de las iniciativas, Arantza Galiardo López, –Tambora, iniciativa de Crianza
Colectiva (Sevilla)–, Ana Ongil Escribano, –El Rincón Lento. Espacio de consumo
responsable (Guadalajara)–, y Guillermo Rivas-Plata Sierra, –Red de Huertos
Urbanos de Madrid (ReHdMad!) (Madrid)–.
Tambora, es un grupo de familias, –radicado en Sevilla–, con inquietudes alrededor
de la educación y la crianza, para resolver aspectos que no han sido aclarados
desde otros ámbitos. Entre sus principios se encuentran, entre otros, el juego
no dirigido o el contacto estrecho con la naturaleza.
Por su parte, el Rincón Lento, es
un espacio en el que se llevan a cabo numerosas iniciativas con el propósito de
tejer comunidad. Surgió como un lugar participativo desde sus inicios, entre
sus intenciones estaba la creación de grupos de consumo responsable, pero por
el camino encontraron nuevas dimensiones interdisciplinares. La labor de
diferentes asociaciones es fundamental a la hora de delegar tareas. Como
proyecto sigue la vía de la autogestión para garantizar cierta independencia con respecto a
las administraciones. Desde 2019, el espacio ha estado
implicado en la participación de proyectos mayores, sobre todo vinculados al ámbito educativo.
La última iniciativa en ser presentada, ha sido la Red de Huertos Urbanos de
Madrid. Determinados colectivos empezaron a reclamar a las administraciones
parcelas en desuso, creando de esta forma procesos para dinamizar a la sociedad
de barrio. Estos huertos buscan ser espacios de convivencia y autoconsumo.
Desde el 2015, el Ayuntamiento de Madrid, abre una licitación para que las
asociaciones puedan desarrollar sus propios proyectos en 12 parcelas.
Actualmente se encuentran 65 huertos en la zona de Madrid y otros tantos en
espera. Desde entonces esta red ha estado implicada en múltiples proyectos
agroecológicos, como los relativos a los centros escolares.
Son numerosas las iniciativas y desafíos a los que se enfrentan estas organizaciones. Una búsqueda de equilibrio que permita la viabilidad y sostenibilidad, mientras se persigue la coherencia ideológica y la independencia.