jueves, 6 de julio de 2017

Segunda jornada intensa sobre antropología aplicada a la salud


La segunda jornada del curso comenzaba hoy con “Un enfoque social de las emociones”, a cargo de Eduardo Crespo Suárez, doctor en Psicología y catedrático de Psicología Social, de la Universidad Complutense de Madrid.

“Las  emociones están de moda”. Esto es algo que podemos observar hoy claramente en las librerías, donde se aprecia un gran posicionamiento de libros de autoayuda, señalaba Crespo, con títulos como Adiós tristeza, Buenos días alegría, Más allá del miedo, todos ellos centrados en la gestión de emociones. Esto denota que hay un amplio interés social y toda una industria en torno a las emociones y la idea de la felicidad.  

Señalaba el ponente, que estamos en una época “emocionalista”, con una tendencia cada vez mayor a utilizar una terminología emocional. Resaltaba el hecho de que la mayoría de los acercamientos al tema de las emociones es de fondo psicológico individual, basándose en el modelo de sujeto autodeterminado, a quien se considera que está condicionado por variables interiores y motivos personales.

Frente a esta tendencia dominante del enfoque psicológico individual, Crespo, propone un enfoque social. En este sentido, resaltaba el concepto de socialidad como alteridad (la idea del otro), en base a teorías como la psicología dialéctica de Vigotsky o la psicología social interaccionista, donde se da importancia a la interacción social como creadora de productos colectivos tales como normas sociales, creencias, valores o emociones. La idea de alteridad supone cambiar el foco de análisis centrado en el individuo, para dar importancia a la interacción y al sentido de la acción y de las vivencias que mantenemos, señalaba Crespo.


                                  Eduardo Crespo Suárez, 
                         en un momento de su intervención.  

Interacción entre genética y factores ambientales

También por la mañana, Eugenia Ramírez Goicochea, catedrática de Antropología Social y Cultural de la UNED, trataba el tema “Epigenética, las prácticas materialsimbólicas y los entornos antropogénicos”.

En su exposición, producto de un enfoque multidisciplinar biosociocultural, Ramírez partía del concepto de epigenética de Conrad Waddington, que viene a significar que los genes no se mantienen de forma fija, sino que se expresan, se modulan o se activan. Esto se traduce en un proceso de desarrollo de expresión, evolución e interacción de un producto genómico.

En este sentido, mostraba la ponente, la plasticidad fenotípica que se aprecia en organismos genéticamente ‘iguales’. En humanos que “en principio tienen el mismo genoma”, se pueden presentar diferencias apreciables según el estilo de vida, el estrés, el sufrimiento social, etcétera, a los que se hayan expuesto a lo largo de su vida, incluso antes de nacer. Y esto muestra la sensibilidad medioambiental de la epigenética en relación con la economía política, los estilos de vida, la crianza, el desarrollo, las experiencias… Además, hay teorías que reflejan hoy que el estado epigenético de los padres puede llevarse a las nuevas generaciones.

Es por ello, decía Ramírez, que si resulta que la epigenética es sensible a los entornos y ésta se puede transmitir a generaciones posteriores, “tenemos que cuidar los entornos”. “Y aquí entra un componente ético y político”.

Concluía diciendo que esto tiene implicaciones en diversos campos de estudio, incluida la antropología social: la construcción activa de los seres humanos en nuestras condiciones de existencia y en la de los demás.

  
  La catedrática Eugenia Ramírez Goicoechea, 
en la UNED de Guadalajara.

Aportaciones de la antropología feminista de la salud

La primera jornada de la tarde, empezaba con la intervención de María Isabel Blázquez Rodríguez, doctora en Antropología y profesora de la Universidad Complutense de Madrid. Su exposición giraba en torno al campo de la “Antropología feminista de la salud” atendiendo a las tesis de Marcia Inhom, de la Universidad de Yale, y de la antropóloga Mari Luz Esteban.

Según los análisis de estas dos autoras, se observa que hasta hace pocos años, los problemas de las mujeres se han planteado en términos biológicos, descontextualizando factores sociales y culturales y no reconociendo la perspectiva de las propias mujeres. Paralelamente, los principales estudios sobre la salud femenina se han centrado en la capacidad reproductiva y en la hormonación de las mujeres.

Ante este escenario, la ponente señalaba la necesidad de un enfoque biosociocultural, que atienda a las interacciones entre lo biológico y lo socio-cultural. En 2017, no necesitamos estudios generalistas, señalaba Blázquez,  sino una mirada más local, revisando cómo hemos constituido el conocimiento y con un análisis y denuncia del androcentrismo. Se trata de no tratar los temas de la salud basados en hombres sino en considerar que hombres y mujeres son diferentes y necesitan formas de intervención diferentes.

                                        María Isabel Blázquez, 
                                  en un momento de su charla

En el desarrollo de su ponencia, la antropóloga aludía también al incremento de la medicalización en la vida de las mujeres. Desde que el Estado empieza a establecer “qué es normal y qué es enfermedad”, se han producido procesos de medicalización y de control sobre la salud de las mujeres que se traducen en una mayor dependencia del sistema sanitario, aceptando el saber biomédico de los expertos como el más válido y fiable. Y, en este sentido, desde el propio ámbito médico se insiste en la devaluación y persecución de otros saberes que se consideran sin evidencia científica.

Sin embargo, concluía Blázquez, lo intersante que la antropología puede aportar al terreno de la salud es que las personas tenemos saberes y podemos decidir también sobre nuestra salud. Hoy en día, se está dando un proceso de autonomía y empoderamiento de las mujeres buscando otras opciones para su salud en medicinas alternativas y defendiendo su papel en la toma de decisiones.

  El VIH y la cronificación de la salud

Le tocaba hoy concluir la jornada a Fernando Villaamil Pérez, doctor en Antropología y profesor de Antropología de la Universidad Complutense de Madrid, con la ponencia titulada: “Estar sano frente a pertenecer sano: La rutinización del test del VIH entre gays y la cronificación de la salud”.

La última exposición de la tarde abordaba las conclusiones de un estudio aún no publicado donde se muestran diferentes aspectos respecto a la prueba del VIH desde el enfoque de las políticas médicas y desde el enfoque del ciudadano gay.

Villaamil ponía de relieve cómo el test del VIH ha ido cambiando de significado y de valor, no solo por aspectos biológicos sino también por cómo se configura la relación entre los agentes sociales. El modelo sanitario iniciado en los 80, cuando surge la enfermedad asociada al virus VIH, ponía el énfasis en medidas de responsabilización de los individuos y, en ese momento, fue el colectivo gay uno de los más interesados en la promoción del sexo seguro. A partir del 96, conforme avanza el tratamiento, se van introduciendo políticas de promoción activa de la prueba como medida de prevención. El modelo inicial se abandona totalmente en 2006, pasando a establecerse una serie de medidas que ya no dependen del individuo sino del sistema médico y de la asistencia de tratamientos eficaces. Las personas que siguen el tratamiento consiguen una carga viral tal que no es infecciosa.
En este sentido, señalaba el ponente, lo que se produce es una relación de subordinación de la persona con VIH al sistema médico y las campañas de prevención se van abandonando por políticas orientadas a la realización de la prueba.

                         Fernando Villaamil Pérez 
    y el coordinador del curso, Ambrosio Sánchez de Ribera


Desde la perspectiva del individuo, Villaamil ponía el énfasis en la idea de la cronificación de la salud en el ámbito de los gays. Ser gay y VIH son dos ideas muy asociadas. La universalización del riesgo conlleva a una normalización de la prevención y a la normalización de la prueba. El individuo se somete a la idea de la autora Kathy Charmaz “de estar en permanente lucha contra los riesgos”. Lo que se cronifica es la salud -el hecho de no ser infeccioso- y esto somete al individuo a una situación nada benefiosa. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario