Segunda jornada intensa sobre antropología aplicada a la salud
La segunda jornada del curso comenzaba hoy con
“Un enfoque social de las emociones”, a cargo de Eduardo Crespo Suárez, doctor
en Psicología y catedrático de Psicología Social, de la Universidad Complutense
de Madrid.
“Las
emociones están de moda”. Esto es algo que podemos observar hoy
claramente en las librerías, donde se aprecia un gran posicionamiento de libros
de autoayuda, señalaba Crespo, con títulos como Adiós tristeza, Buenos días alegría, Más allá del miedo, todos
ellos centrados en la gestión de emociones. Esto denota que hay un amplio
interés social y toda una industria en torno a las emociones y la idea de la
felicidad.
Señalaba el ponente, que estamos en una época
“emocionalista”, con una tendencia cada vez mayor a utilizar una terminología
emocional. Resaltaba el hecho de que la mayoría de los acercamientos al tema de las
emociones es de fondo psicológico individual, basándose en el modelo de sujeto
autodeterminado, a quien se considera que está condicionado por variables
interiores y motivos personales.
Frente
a esta tendencia dominante del enfoque psicológico individual, Crespo, propone un
enfoque social. En este sentido, resaltaba el concepto de socialidad como
alteridad (la idea del otro), en base a teorías como la psicología dialéctica
de Vigotsky o la psicología social interaccionista, donde se da importancia a
la interacción social como creadora de productos colectivos tales como normas
sociales, creencias, valores o emociones. La
idea de alteridad supone cambiar el foco de análisis centrado en el individuo,
para dar importancia a la interacción y al sentido de la acción y de las
vivencias que mantenemos, señalaba Crespo.
Eduardo
Crespo Suárez,
en un momento de su intervención.
Interacción entre
genética y factores ambientales
También
por la mañana, Eugenia Ramírez Goicochea, catedrática de Antropología Social y
Cultural de la UNED, trataba el tema “Epigenética, las prácticas
materialsimbólicas y los entornos antropogénicos”.
En
su exposición, producto de un enfoque multidisciplinar biosociocultural,
Ramírez partía del concepto de epigenética de Conrad Waddington, que viene a significar
que los genes no se mantienen de forma fija, sino que se expresan, se modulan o
se activan. Esto se traduce en un proceso de desarrollo de expresión, evolución
e interacción de un producto genómico.
En
este sentido, mostraba la ponente, la plasticidad fenotípica que se aprecia en
organismos genéticamente ‘iguales’. En humanos que “en principio tienen el
mismo genoma”, se pueden presentar diferencias apreciables según el estilo de
vida, el estrés, el sufrimiento social, etcétera, a los que se hayan expuesto a
lo largo de su vida, incluso antes de nacer. Y esto muestra la sensibilidad medioambiental
de la epigenética en relación con la economía política, los estilos de vida, la
crianza, el desarrollo, las experiencias… Además, hay teorías que reflejan hoy que
el estado epigenético de los padres puede llevarse a las nuevas generaciones.
Es
por ello, decía Ramírez, que si resulta que la epigenética es sensible a los
entornos y ésta se puede transmitir a generaciones posteriores, “tenemos que
cuidar los entornos”. “Y aquí entra un componente ético y político”.
Concluía
diciendo que esto tiene implicaciones en diversos campos de estudio, incluida
la antropología social: la construcción activa de los seres humanos en nuestras
condiciones de existencia y en la de los demás.
La catedrática Eugenia Ramírez
Goicoechea,
en la UNED de Guadalajara.
Aportaciones
de la antropología feminista de la salud
La
primera jornada de la tarde, empezaba con la intervención de María Isabel
Blázquez Rodríguez, doctora en Antropología y profesora de la Universidad
Complutense de Madrid. Su exposición giraba en torno al campo de la
“Antropología feminista de la salud” atendiendo a las tesis de Marcia Inhom, de
la Universidad de Yale, y de la antropóloga Mari Luz Esteban.
Según
los análisis de estas dos autoras, se observa que hasta hace pocos años, los
problemas de las mujeres se han planteado en términos biológicos,
descontextualizando factores sociales y culturales y no reconociendo la
perspectiva de las propias mujeres. Paralelamente, los principales estudios
sobre la salud femenina se han centrado en la capacidad reproductiva y en la
hormonación de las mujeres.
Ante
este escenario, la ponente señalaba la necesidad de un enfoque biosociocultural,
que atienda a las interacciones entre lo biológico y lo socio-cultural. En
2017, no necesitamos estudios generalistas, señalaba Blázquez, sino una mirada más local, revisando cómo
hemos constituido el conocimiento y con un análisis y denuncia del
androcentrismo. Se trata de no tratar los temas de la salud basados en hombres
sino en considerar que hombres y mujeres son diferentes y necesitan formas de
intervención diferentes.
María Isabel
Blázquez,
en un momento de su charla
En
el desarrollo de su ponencia, la antropóloga aludía también al incremento de la
medicalización en la vida de las mujeres. Desde que el Estado empieza a establecer
“qué es normal y qué es enfermedad”, se han producido procesos de
medicalización y de control sobre la salud de las mujeres que se traducen en una
mayor dependencia del sistema sanitario, aceptando el saber biomédico de los
expertos como el más válido y fiable. Y, en este sentido, desde el propio
ámbito médico se insiste en la devaluación y persecución de otros saberes que
se consideran sin evidencia científica.
Sin
embargo, concluía Blázquez, lo intersante que la antropología puede aportar al
terreno de la salud es que las personas tenemos saberes y podemos decidir
también sobre nuestra salud. Hoy en día, se está dando un proceso de autonomía
y empoderamiento de las mujeres buscando otras opciones para su salud en
medicinas alternativas y defendiendo su papel en la toma de decisiones.
El
VIH y la cronificación de la salud
Le
tocaba hoy concluir la jornada a Fernando Villaamil Pérez, doctor en
Antropología y profesor de Antropología de la Universidad Complutense de
Madrid, con la ponencia titulada: “Estar sano frente a pertenecer sano: La
rutinización del test del VIH entre gays y la cronificación de la salud”.
La
última exposición de la tarde abordaba las conclusiones de un estudio aún no
publicado donde se muestran diferentes aspectos respecto a la prueba del VIH
desde el enfoque de las políticas médicas y desde el enfoque del ciudadano gay.
Villaamil
ponía de relieve cómo el test del VIH ha ido cambiando de significado y de
valor, no solo por aspectos biológicos sino también por cómo se configura la
relación entre los agentes sociales. El modelo sanitario iniciado en los 80,
cuando surge la enfermedad asociada al virus VIH, ponía el énfasis en medidas
de responsabilización de los individuos y, en ese momento, fue el colectivo gay
uno de los más interesados en la promoción del sexo seguro. A partir del 96, conforme
avanza el tratamiento, se van introduciendo políticas de promoción activa de la
prueba como medida de prevención. El modelo inicial se abandona totalmente en
2006, pasando a establecerse una serie de medidas que ya no dependen del
individuo sino del sistema médico y de la asistencia de tratamientos eficaces. Las
personas que siguen el tratamiento consiguen una carga viral tal que no es
infecciosa.
En
este sentido, señalaba el ponente, lo que se produce es una relación de
subordinación de la persona con VIH al sistema médico y las campañas de prevención
se van abandonando por políticas orientadas a la realización de la prueba.
Fernando Villaamil Pérez
y el coordinador del curso, Ambrosio Sánchez de Ribera
Desde
la perspectiva del individuo, Villaamil ponía el énfasis en la idea de la
cronificación de la salud en el ámbito de los gays. Ser gay y VIH son dos ideas
muy asociadas. La universalización del riesgo conlleva a una normalización de
la prevención y a la normalización de la prueba. El individuo se somete a la
idea de la autora Kathy Charmaz “de estar en permanente lucha contra los
riesgos”. Lo que se cronifica es la salud -el hecho de no ser infeccioso- y
esto somete al individuo a una situación nada benefiosa.
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