lunes, 27 de junio de 2022

¿Gozan de salud las democracias contemporáneas?

Cambios sociopolíticos y desafíos de las democracias contemporáneas

Pistoletazo de salida para los cursos de la UNED en el centro adscrito de Guadalajara. Para departir, el estado de salud del sistema democrático a nivel mundial atraviesa el armazón del curso dirigido por Luis Ramiro Fernández –profesor de Ciencia Política en la institución huésped de estas jornadas– y coordinado por Jesús de Andrés Sanz –profesor de Ciencia Política y Vicerrector de Centros Asociados de la universidad organizadora–. “Cambios sociopolíticos y desafíos de las democracias contemporáneas” ha sido el título de la ponencia iniciática a cargo de Luis Ramiro Fernández.

El curso ha comenzado con la exposición de un mosaico de imágenes que retratan lo que ha contemplado el devenir histórico, político y social de los últimos treinta años. Desde la caída del Muro de Berlín al asalto al Capitolio estadounidense, pasando por las dos guerras de Irak, el Brexit , las protestas del Maidán en 2014 o la actual guerra en curso sobre el territorio de Ucrania.


Luis Ramiro Fernández, ha destacado la gravedad de la guerra en territorio ucraniano que ha conmocionado el mundo y ha modificado de forma ostensible el contenido de las presentes horas formativas.

Según el profesor, la fragilidad de la democracia ha producido retrocesos muy notables. Ciertos problemas económicos graves han servido “para poner a este sistema político en shock”. Todo ello en un clima de turbulencias geoestratégicas que en el peor de los casos conducen de forma inexorable a la guerra.

Tras la explosión de la URSS, el mundo y, más en concreto, Europa pasan de una situación de peligro, de guerra nuclear en potencia, al "final" del enfrentamiento entre las grandes potencias. El término de la Guerra Fría conlleva un triunfo del liberalismo y de la economía social de mercado y el auge de un sistema productivo que hace que numerosos pueblos se sientan atraídos hacia ese modelo. La reunificación alemana o la creación de la UE fueron focos de convergencia en el sistema político. Acabó por triunfar la visión política de Occidente como forma de estabilización social. En ese momento cabía pensar que la economía de mercado llevaría a cierta paz y prosperidad. La UE y la Otan se reformulan en este nuevo contexto mundial.

Esta época supone la extensión de la democracia al centro y este de Europa, pero también las guerras en Yugoslavia, Bosnia o Kosovo, las primeras tensiones entre Rusia y Ucrania o conflictos en otros territorios del extranjero cercano ruso como Abjasia, Osetia del Sur o el Alto Karabaj.

“Una democracia es saludable si la sociedad civil es saludable.”

En la UE surgen crisis que nos hacen plantearnos si Maastricht ha servido para dinamizar y hacer más libre a Europa. También nacen impulsos democratizadores en otras partes del mundo tras el 11-S –es el caso de las primaveras árabes–. También, la inestabilidad económica ha llevado al crecimiento de populismos y la aparición del autoritarismo en Occidente.

En las democracias actuales ha surgido una polarización a través de la falta de confianza en instituciones y partidos tradicionales o las actitudes contra el Establishment. Según el profesor Ramiro, “una democracia es saludable si la sociedad civil es saludable”.

Entre las soluciones, expuestas por el ponente, para que haya una democracia que funcione necesitamos que los conflictos se canalicen a través de las instituciones, que no exista una sociedad polarizada capaz de convertir en “hecatombe” la derrota de su partido político, y que los gobiernos sean capaces de gobernar con diligencia.

Son numerosos los problemas –crisis económica, inflación– que sentencian la gobernabilidad de los diferentes estados. Además, en muchos países algunos líderes elegidos de manera democrática se han erigido en legisladores para su propio beneficio y la consecuente subversión del régimen democrático. Cuando el deterioro es demasiado grave a veces es imposible de revertir.

En algunos casos, las sociedades han testificado la conversión de partidos del Establishment -aquellos garantes del statu quo- a segmentos políticos radicales cuyo poder detentan líderes autoritarios que ponen en jaque la estabilidad democrática. Esto conlleva que, a veces, las instituciones no sean garantes de las sociedades donde operan porque pueden ser usadas contra el propio sistema. “Si las reglas democráticas no son suficientes hace falta que actores políticos y ciudadanos adopten unos procedimientos informales sin los cuales no hay democracia” exponía Fernández, estos mecanismos implican tolerancia y entendimiento con el adversario. La crisis económica ha llevado a la adopción del resentimiento por parte de la población y de ahí la consecuente radicalización antitética entre los diferentes actores sociales y agentes políticos.

Por último, el profesor se ha referido a la guerra en Ucrania. El colapso en la URSS llevó a una democratización fallida que derivó en un capitalismo oligárquico. En cuanto a las etapas del gobierno de Putin, el profesor, distingue entre una primera década de crecimiento económico y una segunda afincada en la exacerbación nacionalista. Todo ello bajo una autocracia personalista.

En conclusión, es importante conocer las causas, efectos y síntomas que atraviesan las democracias contemporáneas. Una profusión en el entendimiento del malestar que aquejan las sociedades actuales nos llevará a tener la capacidad de contener las fisuras en un sistema, el democrático, cada vez más cuestionado por las sucesivas crisis, desigualdad social, malestar y radicalización de la sociedad.

La democracia frente a la desigualdad: el crecimiento de la desigualdad, sus consecuencias políticas

La desigualdad ha cobrado protagonismo en la segunda parte de la jornada inicial con la ponencia “La democracia frente a la desigualdad: el crecimiento de la desigualdad, sus consecuencias políticas”.

“Existen multitud de elementos en los que los individuos son desiguales entre sí, por ello hay que especificar cuáles son socialmente valorados.

Según Dulce Manzano, –Profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y Científica Titular CSIC–, “existen multitud de elementos en los que los individuos son desiguales entre sí, por ello hay que especificar cuáles son socialmente valorados”. Entre ellos están la educación, la ocupación, sus estándares o condiciones de vida, el capital social y los recursos de poder político.

En los términos de Manzano, “la desigualdad se refiere a las diferencias existentes entre individuos u hogares en la cantidad o nivel de dichos recursos a su disposición”. En el análisis de las fuentes de desigualdad la profesora ha destacado el origen familiar como baremo para medir el acceso a diferentes oportunidades. También el género, la etnia, la edad, generación, región o país de nacimiento son cuestiones diferenciales en las pautas que marcan los criterios de desigualdad. 


Borja Barragué Calvo, –Profesor de Filosofía política y jurídica de la UNED–, ha mencionado que la imposibilidad del individuo para nacer en un determinado país o en una familia concreta genera una serie de desigualdades injustas llamadas "a ser combatidas por políticas públicas”.

Manzano, ha destacado la renta –sueldos, rentas o transferencias del estado– y la riqueza –acumulación de bienes o capital– como valores evaluables para determinar la desigualdad económica entre individuos. Entre los diversos parámetros, el coeficiente de Gini, –que oscila entre el 0 y el 1, con una sociedad más desigual a medida que el valor se aproxima a la unidad– sirve para establecer comparativas entre países. La profesora ha subrayado que “los cambios estructurales de las distintas economías a partir de los años 80 han fomentado ciertas desigualdades salariales entre los trabajadores”.

Por su parte, Barragué ha suscrito que “mucha desigualdad económica puede ser un problema para la estabilidad de un sistema financiero”. Ha afirmado que, “las sociedades más desiguales “infrarrepresentan a las clases más pobres”. Además, aportaba que las malas condiciones de trabajo fomentan los problemas de salud mental y por ende las cualidades fisiológicas de los individuos.

Manzano mencionaba que las consecuencias de la desigualdad conllevan menor potencial de crecimiento económico y peor funcionamiento de la propia democracia. Las familias más pobres tienen un difícil acceso a la inversión. Por otro lado la desigualdad conlleva la polarización social y política, algo que condiciona la confianza entre personas poniendo trabas a una conciliación entre sus intereses, acuerdos o consecución de políticas públicas. De ahí se deriva una inestabilidad electoral que, “dificulta la gestión institucional del conflicto”.

En definitiva son muchas las visiones políticas que condicionan el apoyo de las iniciativas de redistribución de la riqueza que favorecen Estado del Bienestar. La buena aplicación de todas estas medidas marca de manera trascendental la posible reducción o no de las desigualdades sociales. En este problema es crucial la adscripción o falta de ella de las “clases medias” a estas políticas que convierten a buena parte de la sociedad en beneficiarios de las garantías públicas.









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