Cambios sociopolíticos y desafíos de las democracias contemporáneas
Pistoletazo de salida para los cursos de la UNED en el centro
adscrito de Guadalajara. Para departir, el estado de salud del sistema
democrático a nivel mundial atraviesa el armazón del curso dirigido por Luis
Ramiro Fernández –profesor de Ciencia Política en la institución huésped de
estas jornadas– y coordinado por Jesús de Andrés Sanz –profesor de Ciencia
Política y Vicerrector de Centros Asociados de la universidad organizadora–. “Cambios
sociopolíticos y desafíos de las democracias contemporáneas” ha sido el título
de la ponencia iniciática a cargo de Luis Ramiro Fernández.
El curso ha comenzado con la exposición de un mosaico de
imágenes que retratan lo que ha contemplado el devenir histórico, político y social de
los últimos treinta años. Desde la caída del Muro de Berlín al asalto al
Capitolio estadounidense, pasando por las dos guerras de Irak, el Brexit , las
protestas del Maidán en 2014 o la actual guerra en curso sobre el territorio de Ucrania.
Esta época supone la extensión de la democracia al centro y
este de Europa, pero también las guerras en Yugoslavia, Bosnia o Kosovo, las
primeras tensiones entre Rusia y Ucrania o conflictos en otros territorios del
extranjero cercano ruso como Abjasia, Osetia del Sur o el Alto Karabaj.
“Una democracia es saludable si la sociedad civil es saludable.”
En la UE surgen crisis que nos hacen plantearnos si
Maastricht ha servido para dinamizar y hacer más libre a Europa. También nacen
impulsos democratizadores en otras partes del mundo tras el 11-S –es el caso de
las primaveras árabes–. También, la inestabilidad económica ha llevado al
crecimiento de populismos y la aparición del autoritarismo en Occidente.
En las democracias actuales ha surgido una polarización a
través de la falta de confianza en instituciones y partidos tradicionales o las
actitudes contra el Establishment.
Según el profesor Ramiro, “una democracia es saludable si la sociedad civil es
saludable”.
Entre las soluciones, expuestas por el ponente, para que haya una democracia que funcione necesitamos que los conflictos se canalicen a través de las instituciones, que no exista una sociedad polarizada capaz de convertir en “hecatombe” la derrota de su partido político, y que los gobiernos sean capaces de gobernar con diligencia.
Son numerosos los problemas –crisis económica, inflación– que sentencian la gobernabilidad de los diferentes estados. Además, en muchos países algunos líderes elegidos de manera democrática se han erigido en legisladores para su propio beneficio y la consecuente subversión del régimen democrático. Cuando el deterioro es demasiado grave a veces es imposible de revertir.
En algunos casos, las sociedades han testificado la conversión de partidos del Establishment -aquellos garantes del statu quo- a segmentos políticos
radicales cuyo poder detentan líderes autoritarios que ponen en jaque la estabilidad
democrática. Esto conlleva que, a veces, las instituciones no sean garantes de las sociedades donde operan porque pueden ser usadas contra el propio sistema. “Si las reglas democráticas
no son suficientes hace falta que actores políticos y ciudadanos adopten unos
procedimientos informales sin los cuales no hay democracia” exponía Fernández,
estos mecanismos implican tolerancia y entendimiento con el adversario. La
crisis económica ha llevado a la adopción del resentimiento por parte de la
población y de ahí la consecuente radicalización antitética entre los
diferentes actores sociales y agentes políticos.
Por último, el profesor se ha referido a la guerra en Ucrania.
El colapso en la URSS llevó a una democratización fallida
que derivó en un capitalismo oligárquico. En cuanto a las etapas del gobierno
de Putin, el profesor, distingue entre una primera década de crecimiento
económico y una segunda afincada en la exacerbación nacionalista. Todo ello
bajo una autocracia personalista.
En conclusión, es importante conocer las causas, efectos y
síntomas que atraviesan las democracias contemporáneas. Una profusión en el
entendimiento del malestar que aquejan las sociedades actuales nos llevará a
tener la capacidad de contener las fisuras en un sistema, el democrático, cada
vez más cuestionado por las sucesivas crisis, desigualdad social, malestar y
radicalización de la sociedad.
La democracia frente a la desigualdad: el crecimiento de la desigualdad, sus consecuencias políticas
La desigualdad ha cobrado protagonismo en la segunda parte de
la jornada inicial con la ponencia “La democracia frente a la desigualdad: el
crecimiento de la desigualdad, sus consecuencias políticas”.
“Existen multitud de elementos en los que los individuos son desiguales entre sí, por ello hay que especificar cuáles son socialmente valorados.”
Según Dulce Manzano, –Profesora
de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y Científica Titular CSIC–, “existen
multitud de elementos en los que los individuos son desiguales entre sí, por
ello hay que especificar cuáles son socialmente
valorados”. Entre ellos están la educación, la ocupación, sus estándares o
condiciones de vida, el capital social y los recursos de poder político.
En los términos de Manzano, “la desigualdad se refiere a las
diferencias existentes entre individuos u hogares en la cantidad o nivel de
dichos recursos a su disposición”. En el análisis de las fuentes de desigualdad
la profesora ha destacado el origen familiar como baremo para medir el acceso a
diferentes oportunidades. También el género, la etnia, la edad, generación,
región o país de nacimiento son cuestiones diferenciales en las pautas que
marcan los criterios de desigualdad.
Manzano, ha destacado la renta –sueldos, rentas o
transferencias del estado– y la riqueza –acumulación de bienes o capital– como
valores evaluables para determinar la desigualdad económica entre individuos.
Entre los diversos parámetros, el coeficiente de Gini, –que oscila entre el 0 y
el 1, con una sociedad más desigual a medida que el valor se aproxima a la
unidad– sirve para establecer comparativas entre países. La profesora ha
subrayado que “los cambios estructurales de las distintas economías a partir de
los años 80 han fomentado ciertas desigualdades salariales entre los
trabajadores”.
Por su parte, Barragué ha suscrito que “mucha desigualdad
económica puede ser un problema para la estabilidad de un sistema financiero”. Ha
afirmado que, “las sociedades más desiguales “infrarrepresentan a las clases más
pobres”. Además, aportaba que las malas condiciones de trabajo fomentan los
problemas de salud mental y por ende las cualidades fisiológicas de los
individuos.
Manzano mencionaba que las consecuencias de la desigualdad
conllevan menor potencial de crecimiento económico y peor funcionamiento de la
propia democracia. Las familias más pobres tienen un difícil acceso a la
inversión. Por otro lado la desigualdad conlleva la polarización social y
política, algo que condiciona la confianza entre personas poniendo trabas a una
conciliación entre sus intereses, acuerdos o consecución de políticas públicas.
De ahí se deriva una inestabilidad electoral que, “dificulta la gestión
institucional del conflicto”.
En definitiva son muchas las visiones políticas que
condicionan el apoyo de las iniciativas de redistribución de la riqueza que
favorecen Estado del Bienestar. La buena aplicación de todas estas medidas
marca de manera trascendental la posible reducción o no de las desigualdades
sociales. En este problema es crucial la adscripción o falta de ella de las “clases
medias” a estas políticas que convierten a buena parte de la sociedad en
beneficiarios de las garantías públicas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario