“El Mindfulness no es una técnica
sino una forma de ser, una forma de vida que aspira a la
sabiduría y la felicidad”. Es una de las definiciones que nos ofrecía hoy
Vicente Simón, catedrático de Psicología de la Universidad de Valencia y
precursor del Mindfulness en nuestro país. Con su ponencia sobre Mindfulness y sabiduría se iniciaba la
segunda jornada del curso organizado por la UNED de Guadalajara.
Exponía Simón que el Mindfulness
es una de las herramientas que se utilizan para cambiar el nivel de conciencia.
“El cambio o transformación de la conciencia no es algo nuevo, pero lo que se está
produciendo hoy es un cambio de masas”, matizaba.
Para entender esta idea de la
transformación, el catedrático explicaba que practicando la auto-conciencia, los
seres humanos lo que hacemos es cambiar nuestra visión del mundo y de nosotros
mismos. Cuando uno aumenta su nivel de conciencia desarrolla nuevas actitudes,
produciéndose un antes y un después y un avance en nuestro grado de unión con los demás. La meditación mindfulness es una
de las alternativas con las que podemos llegar a ese cambio de conciencia, señalaba Simón,
aunque no es la única.
En su intervención, repleta de citas de filósofos,
sabios y psicólogos, remarcaba el ponente la importancia de cultivar la presencia poniendo la atención en el
momento presente -con aceptación y ecuanimidad-. Es fundamental vivir y disfrutar el momento presente porque es el único instante en el que todas las cosas suceden.
El catedrático de Psicología, Vicente Simón, en un momento de su intervención.
Santiago Segovia, catedrático de Psicobiología de la UNED, se encargaba en esta segunda jornada de dirigir un taller práctico sobre el programa Mindfulness Based Mental Balance (MBMB).
Segovia hacía alusión al
Mindfulness como “una atención pura” cuya práctica “no provee de una simple
mente en blanco, sino de un conocimiento sereno, lúcido y ecuánime de la
realidad”. El interés primordial de la meditación es la eliminación o la liberación
del sufrimiento, añadía.
Existen distintos programas de
meditación, señalaba el catedrático, y entre ellos, el MBMB. Se trata de un programa
enfocado al desarrollo personal que se fundamenta en el hecho de que no podemos
ser felices si no tenemos equilibrio en cuatro áreas psicológicas: atencional,
emocional, motivacional y cognitiva. Entre las expectativas de este programa se
persigue la autorregulación de estas cuatro áreas, desarrollando facetas como: la
serenidad, una visión cabal de la realidad, la empatía, paciencia, lucidez,
ecuanimidad, aceptación, compasión, bondad, autoconocimiento y bienestar
psicológico.
En la actividad práctica desarrollada por los alumnos del curso, estos han podido experimentar la sensación de quietud mental que se pretende conseguir con el MBMB, después de pasar por diferentes estados hasta llegar al estado mindfulness.
Félix Hernández (a la izquierda) presentando al catedrático de Psicobiología, Santiago Segovia.
Terapia de compasión y Mindfulness
“La compasión es una terapia de tercera
generación, sin connotaciones religiosas ni culturales, con gran evidencia
científica”. Así comenzaba su intervención Javier García Campayo, profesor titular de la
Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, en relación al tema de la
compasión.
El mindfulness y la compasión son, según la tradición budista, “las dos alas del pájaro de la sabiduría”, sin una de ellas, el pájaro no puede volar. Señalaba el profesor que el concepto de compasión en
términos psicológicos hay que entenderlo como un sentimiento entre iguales y no
con un sentido de superioridad y de lástima. La compasión surge al presenciar
el sufrimiento del otro y el de uno mismo y conlleva un deseo de ayudar a
aliviar ese dolor.
En este sentido, exponía García Campayo, cabe hablar de una “humanidad compartida”, al darnos
cuenta de que no somos diferentes al resto de seres humanos y de que todos compartimos ese
sufrimiento. Y también hay que hablar de la “auto-compasión”, lo cual implica afecto y
comprensión hacia uno mismo cuando se siente sufrimiento, en lugar de ignorar
el propio dolor o de autocriticarse de forma destructiva.
Para desarrollar la compasión
podemos utilizar gestos compasivos (relacionados con el abrazo y el contacto) y
también frases del tipo: ¡Ojalá puedas estar mejor!, ¡Ojalá que todo te vaya
bien!, ¡Ojalá que puedas ser feliz!
Señalaba el profesor que la
autocrítica es algo muy destructivo y que las personas autocompasivas tienen
una gran humanidad. La autocompasión permite ver los problemas con mayor perspectiva,
entendiendo que estos son similares a los de la mayoría de las
personas y no algo que solo nos ocurre a nosotros. Ser compasivos, por tanto, nos ayuda a aliviar el sufrimiento.
La última de las ponencias de la
jornada, corría a cargo de Miguel Ángel Santed, decano de la Facultad de
Psicología de la UNED. En su intervención, centrada principalmente en la práctica
de la atención plena, lanzaba esta primera pregunta:
¿Qué es lo que puede ser
atendido?, o dicho de otro modo, ¿de qué podemos ser conscientes los seres
humanos?
La respuesta es que podemos poner
nuestra atención en sensaciones interoceptivas (que provienen de los órganos
internos del cuerpo humano, como es el caso de la respiración); en sensaciones exteroceptivas (referidas al
tacto, la vista, el olfato, el gusto y el oído); en el procesamiento cognitivo
de la información y en el ser conscientes de estar conscientes. Cuando
practicamos la meditación podemos usar uno de estos anclajes o todos ellos al mismo tiempo.
El director del Centro Asociado de la UNED en Guadalajara, Jesús de Andrés Sanz, presentando al decano de la Facultad de Psicología de la UNED, Miguel Ángel Santed.
En relación a las características
que tiene esa atención que hacemos en meditación, Santed destacaba la de no
juzgar, matizando que “se pueden tener criterios sobre lo que es correcto o no
correcto y actuar en consecuencia y al mismo tiempo tener una vivencia interna
no agresiva”. Señalaba también que puesto que el sufrimiento proviene del deseo,
según las enseñanzas budistas, la atención debe de hacerse sin avidez y sin
aversión. Y, por último, hacía referencia a la ecuanimidad, entendida como la
ausencia de propósito.
La finalidad de la atención,
concluía Santed es “superar el sufrimiento” y en este sentido es importante
captar la impermanencia de los fenómenos.
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