La explotación minera es una gran
fuente de riqueza. Pero si se gestiona mal puede generar afecciones negativas
al medio ambiente. Una realidad de la que son muy conscientes en el Señorío de
Molina. De hecho, en esta zona hay varias canteras de caolín. Se trata, por
tanto, de una realidad muy actual que se ha querido tratar en el curso de
verano de la UNED “Geoparque de Molina-alto Tajo: la divulgación del
Patrimonio geológico”, que ha finalizado este viernes, 30 de junio.
Así, durante la segunda salida de
campo programada en la iniciativa se han recorrido dos de las más importantes
canteras de sílices existentes en la zona. En primer lugar se ha pasado por la
antigua mina de Santa Engracia, cerrada en 1990, y en la que se ha realizado
una reconstrucción ambiental cuestionable. De hecho, los restos minerales de la
misma se siguen vertiendo al sistema fluvial.
Hay varias canteras de sílice en el
Geoparque de Molina.
Un asunto que fue subrayado por
José Francisco Martín Duque, profesor titular del Departamento de Geodinámica
de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Este experto, además, aseguraba
que se podrían haber mejorado muchas de las actuaciones rehabilitadoras
desarrolladas por la compañía. “Cuando aparecen cárcavas [como ocurre en la restauración
ecológica realizada en la mina] es que existen problemas erosivos graves”,
señalaba Martín Duque.
Se trata de unas complicaciones
que han afectado, sobre todo, a la red hidrológica. De hecho, los arrastres de
sílice han llegado hasta el río Tajo. Una problemática que comenzó desde la misma
apertura de la cantera. De hecho, poco después de que se pusiera en
funcionamiento la infraestructura ya se tuvieron que tomar medidas correctivas.
La primera fue la construcción en la década de 1980 de un dique de 4,5 metros
de altura en el arroyo Peñalén, muy cerca de su desembocadura en el río Merdero
–que es subsidiario del Tajo–. Sin embargo, la obra se colmató en apenas dos
años.
Por ello, se tuvo que realizar
una segunda actuación, basada en el recrecimiento de la represa hasta los ocho
metros. Pero tampoco sirvió para nada. Se volvió a colmatar tres años después. Más
recientemente se edificó un segundo dique aguas abajo, pero también se rellenó
de arrastres muy rápidamente. “El problema no es retener los sedimentos a
través de diferentes barreras, sino estabilizar la fuente emisora”, aseguraban
unánimemente tanto José Francisco Martín Duque como Cristina Martín Moreno,
investigadora adscrita al Departamento de Geodinámica de la Complutense.
Las cárcavas reflejan una acentuada
ersosión del territorio.
Al mismo tiempo, Martín Duque reconocía
que las condiciones de la antigua mina no han sido las más favorables. La
mencionada infraestructura se encontraba en la zona más alta de una ladera que
va a parar al río Peñalén, y que se caracteriza por su gran pendiente. A esto
se une la escasa cobertura vegetal de la zona, lo que ha favorecido la acción
erosiva. Una situación que, además, se ha visto acentuada porque los elementos
extraídos en Santa Engracia son los más vulnerables a la erosión. “Son
materiales absolutamente sueltos e inestables”, subrayaba el docente de la UCM.
Sin olvidar, los episodios meteorólogos adversos, como nevadas u oscilaciones
térmicas, tan frecuentes en la zona.
Pero esto no exime la
responsabilidad de la compañía explotadora, que tuvo que cesar sus actividades
debido al impacto ambiental. “La empresa se llevó un recurso –el caolín– y ha
dejado aquí, en el entorno, un pasivo, que es la mina y los problemas surgidos
de la misma”, subrayada José Francisco Martín Duque.
Un buen ejemplo de gestión
Sin embargo, no todos los yacimientos
de caolín de la comarca han realizado una mala gestión de sus actividades. Hay
otros casos en los que se está intentado realizar la extracción de forma
respetuosa con el medio ambiente. Un ejemplo de ello es la cantera de El
Machorro. “Es una mina activa que cuenta con medidas de control”, confirmaba
Martín Duque. En la misma se pueden ver tanto una restauración ambiental
tradicional –basada en el sistema de terrazas– como nuevas fórmulas de
rehabilitación ecológica, como el Natural
Regrate.
Caminando hacia la zona del
Natural Regrate.
Precisamente, en este modelo
están trabajando diversos expertos, como Martín Duque, Martín Moreno e Ignacio
Zapico Alonso, adscrito también al Departamento de Geodinámica de la
Complutense. “Se ha desmontado una escombrera, se ha metido [material] estéril
y se ha ido haciendo un uso experto del suelo”, explicaba Zapico. En concreto,
esta labor se basa en la realización de canales y modulaciones cóncavas y
convexas, buscando “un referente natural” próximo o contiguo. “De lo que se
trata es que se pueda generar un paisaje estable”, añadía Ignacio Zapico. Tanta
es la relevancia de este método, que existen muy pocos ejemplos del Natural Regrate a nivel mundial. “Tenemos
en Guadalajara una referencia internacional”, concluía José Francisco Martín
Duque.
Gracias a todas estas
circunstancias, se observa la importancia de esta última jornada del curso
“Geoparque de Molina-alto Tajo: la divulgación del Patrimonio geológico”.
De hecho, durante la sesión se ha podido ver un ejemplo de mala gestión minera,
junto a un buen trabajo que ha sido reconocido más allá de nuestras fronteras. Así,
el alumnado ha tenido la oportunidad de comparar entre los dos modelos y formarse
una idea propia. Todo un acierto del Centro Asociado de la UNED en Guadalajara.
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