El recuerdo a la figura de Manu Leguineche centra la temática
del segundo de los Cursos de Verano organizados por el Centro Asociado de la UNED
de Guadalajara, que se prolongará a lo largo de tres días, del 29 de junio al 1
de julio. La apertura de la programación del curso contó con la presencia del
director del Centro Asociado de Guadalajara, Jesús de Andrés, así como de Carmelo García, vicerrector del
Campus de Alcalá de la UAH, institución esta última que ha colaborado en la
organización del curso y que ha promovido recientemente la Cátedra Manu
Leguineche.
La primera de las tres jornadas se convirtió en un intenso y
emotivo recuerdo a Manu Leguineche a cuenta de su quehacer literario y
periodístico. Un repaso a su trayectoria a través de los ojos de compañeros de
oficio y amigos como Javier Reverte y Juan Cruz, encargados de abrir la sesión
matutina del curso.
De la infinidad de momentos profesionales y de ocio vividos junto
a éste dio buena cuenta Reverte. De los primeros, el escritor destacó las
vicisitudes vividas en dos viajes profesionales: uno que les llevó durante
cinco meses a recorrer el este de Europa en pleno inicio de la caída del
sistema comunista; y aquel que les enfrentó
a la crudeza de la guerra en la antigua
Yugoslavia. Viajes de cuyo fruto emanaron experiencias duras, amargas, aunque con
algún que otro toque de humor, y que fueron la excusa para hablar del Manu viajero.
Faceta ésta para la que, por cierto, no reunía las cualidades necesarias, tal y
como apostilló bromista Reverte: “olvidaba cosas, se perdía mucho y conducía horrorosamente
mal”. Salvando estas pequeñas cuestiones, Leguineche tenía una gran capacidad para
cautivar que le llevaba siempre a buscar y ahondar en el factor humano de los
conflictos, en la verdadera esencia de los acontecimientos del cual era testigo
directo. Precisamente esta manera de entender el oficio fue el que le llevó a
ser considerado como el padre de los corresponsales de guerra.
Por su parte, Juan Cruz reivindicó con su intervención la faceta
menos conocida de Manu Leguineche, la de escritor, a pesar de que cuenta con casi 40 títulos publicados, y de
los que buena parte se exponen en dos vitrinas a las puertas del Centro
Asociado de la UNED. El que fuera editor
de uno de sus libros más conocidos, La felicidad de la tierra, no sólo ahondó
en el estilo de Manu como literato: claro, directo, adusto; también profundizó en
una de las grandes preocupaciones de Leguineche: el tiempo, del que supo con
paciencia y sosiego plasmar tanto en su escritura de viajes como en ensayística.
Ver, oír y contar
La sesión vespertina del curso se trasladó con la caída del
sol hasta la patria chica de Manu Leguineche, Brihuega. Las puertas de la Casa
de los Gramáticos volvieron a abrirse de par en para dar cabida en su bucólico
jardín una interesante mesa redonda. A su alrededor se sentarían compañeros y
amigos de Leguineche como Francisco Gutiérrez Carbajo, catedrático de
Literatura Española; Víctor Márquez Reviriego, periodista y redactor jefe de
Triunfo; Jesús Picatoste, secretario general de FAPE; Raúl Conde, periodista de
El Mundo; y Elsa Gonzaléz, presidenta de la FAPE . Cada uno de ellos aportó al
encuentro pequeñas anécdotas que fueron dando pinceladas de cómo era Manu como
profesional, como persona y su filosofía de vida.
Como periodista se destacó su extraordinaria capacidad de
trabajo; su especial sagacidad para encontrar historias humanas en los
conflictos y en las pequeñas cosas; su tino para detectar a primera vista a jóvenes
talentos; y, por encima de todo, los valores profesionales que siempre le
acompañaron en el ejercicio de su profesión y que le hicieron ser un periodista
querido, respetado y admirado por todos: credibilidad, veracidad, humanidad y
calidad periodística.
Como persona se ensalzó su aspecto entrañable, su ternura,
su extremada sensibilidad, su timidez, su risa contagiosa e, incluso, sus
momentos de invisibilidad. También su sentido del humor, muy en sintonía con su
filosofía de vida, que pasaba por hacer lo que más le gustaba: leer, escribir,
comer, cazar y jugar al mus.
Los últimos compases de las intervenciones de los ponentes se
dirigieron a reivindicar la necesidad de dar relevancia a la dimensión
académica de Manu Leguineche en las facultades de Ciencias de la Información; a
reclamar la reedición de libros ya descatalogados de Manu Leguineche; así como
a solicitar la suma de voluntades para convertir su casa briocense en un centro
de producción permanente de la memoria de su figura.
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