La segunda jornada del Curso de Verano promovido por el
Centro Asociado de la UNED en Guadalajara en torno a Manu Leguineche reunió en
el mismo espacio-tiempo a dos grandes figuras del periodismo de nuestro país. Tocaba,
de una parte, hablar del jefe de la tribu; del padre de los corresponsales de
guerra. Y quien mejor para hablar de esta faceta que otro corresponsal; el que
podría considerarse, por cierto, como el nuevo jefe de la tribu, aunque él prefirió
autodefinirse como el “hermano mayor”: Gervasio Sánchez.
Su recuerdo a Manu le llevó a hablar del libro que
escribieron juntos: Los ojos de la guerra, todo un tratado de periodismo en el
que 70 corresponsales escribieron sobre su profesión y recordaron a Miguel Gil,
muerto en Sierra Leona. También a desvelar la capacidad visionaria de Leguineche,
quien ya vaticinaría por los años 80 la crisis a la que estaba abocada el
periodismo. La falta de estímulos y el escaso o nulo sentido de la aventura presagiaban
el desapasionamiento del ejercicio profesional, gravemente malherido por su
sometimiento a los intereses empresariales y políticos. Manu nunca sucumbió a estas presiones. Se
mantuvo firme e independiente. Quizá por eso rechazó la dirección de algunos de
los medios más importantes del país. Una actitud que Sánchez reivindicó durante
su ponencia para recuperar la esencia del verdadero periodismo.
No menos interesante fue la intervención de otro de los nombres propios del periodismo español, Felipe Sahagún, quien tuvo encomendada la difícil tarea de recordar a Leguineche como periodista total. Pero, ¿qué es ser un periodista total? “Ser un periodista apasionado por la historia, denunciante de grandes atropellos, explorador de exploradores, descubridor de personajes, actualizador de aniversarios, archivador de archivadores…”, enumeró Sahagún para introducir su intervención. Exposición que basaría, fundamentalmente, en la lectura de una selección de textos extraídos de algunos de los libros más relevantes de Leguineche y que permitirían, a la postre, profundizar en la persona y en el profesional a través de sus propias narraciones.
La huella indeleble de Manu
La vinculación de Leguineche con La Alcarria centró la mesa
redonda que se celebraría en la sesión de tarde del curso, y en la que
participarían los periodistas Francisco García Marquina, Pedro Aguilar, Arsenio
Escolar, José García de la Torre y Raúl Conde. Personajes que, pese a su
disparidad, tenían un denominador común: el conocimiento de Manu Leguineche y La
Alcarria, eje sobre el que girarían las intervenciones.
Su particular singularidad, su fama de enamoradizo o su
manera de construir sus libros, mediante una literatura testimonial, creativa y
amena, fueron algunos de los rasgos destacados por García Marquina.
El lado más justiciero de Manu Leguineche sería recordado
por Pedro Aguilar en una de las muchas anécdotas vividas junto a él, y quien
narró con profusión de detalles cómo el periodista y escritor vasco maquinó
todo un laborioso plan para salvaguardar a Torija de poseer una macrocárcel.
La capacidad para ser la brújula y faro fue la cualidad
destacada por Arsenio Escolar, quien confesó que ya desde joven la influencia
de Manu Leguineche fue capital para ser hoy quién es como escritor y
periodista.
José García de la Torre practicó un ejercicio comparativo entre
sus libros más representativos, La felicidad de la tierra y El club de los faltos de cariño, capaces de traspasar lo local y alcanzar un contexto planetario.
Por su parte, Raúl Conde enumeró algunas de las referencias a
Guadalajara que aparecen en la obra de Leguineche; extractos donde se apreciaba
cómo el escritor vasco se zambulló en el paisaje y paisanaje de la provincia, convirtiendo
a sus habitantes en personajes de sus libros y a la provincia en su escenario. No
obstante, sería con La felicidad de la tierra y El club de los faltos de cariño
donde Manu mostraría su más acérrimo alcarreñismo.
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