jueves, 2 de julio de 2020

ESCRITURA(S), ORALIDAD(ES) Y MEMORIA(S) | TERCERA JORNADA


PRIMERA PONENCIA – SANDRA ARAGUÁS – LA TRADICIÓN ORAL, DE LAS FUENTES A NUESTRAS MANOS

SANDRA ARAGUÁS PUEYO es folclorista, escritora, editora y narradora oral profesional. O como ella misma reconoce: “primero recopiladora, después cuentista”. En su ponencia, ‘tradición oral, de las fuentes a nuestras manos” Araguás reflexiona sobre qué se esconde la tradición oral, qué esconden sus fuentes y cómo llega a nuestras para acercarnos a un mundo de recopilaciones, de tratamientos de textos orales, de bases de datos, de archivos y de cuentos maravillosos.


Araguás afirma que, a ella, como tal, no le contaron cuentos. Los escuchaba, como hemos escuchado todos de las colecciones de audiocuentos como la ratita presumida, garbancito, etc. pero hasta bien mayor, nunca vio de cerca un narrador espontaneo en acción, y esto la impresionó hasta el punto de cambiar su vida. 


Su primer trabajo, entre los espectaculares mallos de la sierra de Guara, la llevó de pueblo en pueblo entrevistando junto al resto de su equipo a cerca de 135 personas. Pero una le marcó especialmente: Elías Mayal. Mayal fue de las primeras personas en ‘contarle de verdad’ ella recopilaba narraciones orales con fines académicos y prometió llevarle el libro en cuanto estuviera. Don Elías, afirma Araguás, se quedó muy serio al ver que sus palabras pasan a papel. -Pero Sandra. Eso es una tontería. - dijo Elías. -Todos esos cuentos de nuestros padres y nuestros abuelos que te hemos contado no sirven de nada si los guardas en un libro sin más. Solo sirven si los sigues contando-.  


Dicho y hecho. Por aquella época Sandra daba charlas de etnografía. Poco a poco le royó el gusanillo. Primero introdujo algún cuento muy a colación de las charlas, y luego los cuentos se introdujeron en ella y nunca más dejaron de salir.


Los cuentos forman parte de un “patrimonio cultural inmaterial”, afirma, un patrimonio tan crucial como ignorado. Araguás pone un ejemplo cercano a su experiencia como guía turístico en el Alto Aragón. Alrededor de una ermita o de una iglesia se desarrolla una tejido subjetivo, personal e intangible compuesta de miles de historias, de leyendas, de formas de percibir es patrimonio arquitectónico en forma de un hito que permite definirlo como verdadero lugar frente al no lugar. Y no podemos visitar e intentar comprender ese patrimonio son comprender las claves de lo que verdaderamente significa verdaderamente ese patrimonio.


La tradición sería el conjunto de historias que se transmiten de generación y generación según Sandra Araguás. El patrimonio intangible que transmiten conocimiento, valores culturales y sociales y graba la vida de cada cultura. Su característica principal, afirma, es que esa tradición es fundamentalmente oral. La escritura no ha sido predominante en el trato interpersonal o en los flujos informativos hasta tiempos muy recientes, haya o no alfabetización de por medio.

En esa cultura oral, la sencillez mínima es un valor junto a la brevedad. La acumulación ejerce complicación que solo se sustenta si es premeditada o flexible (como en el caso de los cuentos maravillosos o los romances). En esa tradición, existe según Araguás un principio de frecuente anonimia o autoría colectiva. Referenciando a Benjamin, Aragúas reconoce que al igual que el alfarero deja su impronta en sus creaciones, aunque las extraiga de un molde, el narrador deja su poso personal en la narración, aunque no sea el autor absoluto de la misma.

“Es bonito ver como los cuentos se adaptan a cada lugar”, afirma “cómo en Teruel se cuenta la misma historia que en Venezuela o en Hueca, pero en cada sitio con los animales del lugar. En este sentido, la adaptación se produce también a nivel lingüístico, lo que constituye una de las principales constantes en su labor profesional de cara a la conservación de los diferentes idiomas y las abundantes variedades dialectales de los mismos presentes en el Alto Aragón. “A veces los personajes de los cuentos hablan con el dialecto local, aunque la voz de los narradores nos llegue en un castellano depurado al margen de los diálogos” afirma.

El recopilador y su labor de campo:
Para Araguás, una de las cosas más importantes en el trabajo académico con la narrativa oral es la documentación y la investigación profunda sobre la zona a entrevistar. Hay que buscar bibliografía, empaparse de lo que hay, de las leyendas que se cuentan por la zona, hay que conocer sus ríos, su historia, su paisaje y a sus gentes. En especial, Sandra incide en esto último “cada día es más importante contar con buenos mediadores que nos lleven hasta los informadores”.

Todo ello, sería según la ponente una relativa novedad partiendo de la base de confianza y familiaridad que ha caracterizado la vida rural hasta tiempos recientes. Y pone el ejemplo de las típicas puertas rústicas de hoja doble que siempre estaban abiertas en su zona superior. Hoy día todas han sido sustituidas por puertas modernas, con cerraduras y en general, se encuentran cerradas a cal y canto. “Ha cambiado mucho la forma de relación social” afirma, cuando llega la despoblación, la soledad, el envejecimiento y los robos “se instala el miedo” acompañado por una desconfianza hacia el extraño a la que deja paso la hospitalidad de quien se sentía en un terreno familiar y controlado. 

“Hoy hay que explicar muy bien que es lo que quieres y para qué. Y no puedes conseguirlo sin un intermediario que te guie”. Todo un canto al papel fundamental de esos virgilios silenciosos que guían al atrapacuentos y le permiten apuntar la receta para seguir cocinando historias con los mismos sabores que antaño.

A la hora de trabajar con el material, afirma Araguás, también es necesario comprender (y anotar) el recorrido vital del informador y saber dónde ha vivido (además de tomar a una fotografía suya) .Dentro de lo más prosaico en un campo tan lírico “hay que hacer papeleo para respetar los derechos de autoría” y evitar así un gran problema, afirma, puesto que con la muerte del narrador (desafortunadamente muy frecuente)sus derechos entran en un complejo agujero negro del que a veces es imposible sacarlos.

En general, la ponente se inclina por una metodología basada en audio más que en vídeo, afirma que incomoda menos a los informantes, que es más fácil que estos se abran si solo se registra el audio ya que en su opinión, “el video elimina mucha espontaneidad”. Con estas técnicas y estas instrucciones, Sandra Araguás recoge por lo general tradición oral enmarcable fundamentalmente en tres géneros: la narrativa, el cancionero y los géneros menores. “La narración es la principal”, reconoce, a través ella se transmite la experiencia de manera directa o indirecta. Se escucha a aquel que experimenta y a es la manera de que la gente adquiera el conocimiento. “Antes no existía Google” apostilla.

Por un lado, Araguás distingue (en función de cómo los concibe el narrador y no de su carácter) entre relatos ficticios y verídicos. En lo que los informantes conciben como relatos encontramos tanto elementos legendarios (por ejemplo, cuentos de brujas) como grandes dosis de memoria histórica más o menos adulterada (por ejemplo, historias de la guerra). En segundo lugar, encontramos abundantes muestras de cancioneros con elementos religiosos, amorosos, épicos, profanos, etc. Y en los géneros menores, interesantes muestras de adivinanzas, enigmas, chistas, y otros elementos de variada naturaleza.

Tratamiento de los datos: el trabajo de gabinete.

Araguás lo reconoce, esta es la parte más larga del trabajo. Se tarda días y días en transcribir. “Para ser precisos del todo la transcripción debería ser fonética”, opina, pero esto complicaría el proceso e imposibilitaría o dificultaría la cierta difusión transcriptora. En cualquier caso, esta necesidad decrece puesto que hoy día ya no se transcribe tanto información como antes por la posibilidad de adjuntar los audios y primar la legibilidad o indexado de la información. Pero gracias a este trabajo se generan diversos repositorios como el DARA-SIPCA aragonés, que contiene muestras de arquitectura popular, archivos de museos y ayuntamientos, patrimonio inmaterial, canciones y más de 12.000 muestras de tradición oral recogidas. A ello se suman otros archivos como el de patrimonio cultural de la Rioja, las muestras de Maximino Trapero, el Corpus de Jaén (que de hecho conecta con todo el mundo hispano), la Fundación Joaquín Díaz, etc.

En todos ellos es clave, cómo no, la tradición oral. Y es que Araguás, retornando a sus primeros trabajos, mantiene iniciativas poliédricas y multifuncionales que además de registrar el folclore, impulsan iniciativas colectivas como las de juntar a mujeres romanceras, algunas con más de 20 aprendidos, en los patios de las casas de distintos pueblos del alto Aragón como Santa Eulalia, Almudévar, Biscarrués, en los que la gente del pueblo acude a escuchar a las romanceras. Así, hilo a hilo se teje un tapiz en el que se continua con iniciativas como las vividas en el confinamiento. En las duras circunstancias de los meses pasados Araguás trabajó duro por el éxito del proyecto ‘yaya / yayo me lo cuentas. En él, después de que los abuelos contaran algo a los nietos, eran los propios niños quienes tenían que grabarse contando lo que habían contado convirtiéndose así en intérpretes, depositarios y ejecutores de la enorme urdimbre del legado cultural de sus antepasados.

Tal y como lo predijera el señor Elías, Araguás reconoce que el mayor descubrimiento que ha hecho a lo largo de su carrera es la importancia de devolver lo que te dan. Los ancianos fallecen, pero su legado sigue vivo y los cuentos nos sobreviven siendo contados. “Fue bonito llevarle el libro a su familia a su familia para que vieran cómo su legado y su memoria seguían vivos” afirma en relación a uno de los informantes. “Si se les da el libro se refuerza el valor de la tradición oral porque a veces ellos mismos lo consideran tan insustancial que ni siquiera lo transmiten a sus nietos o a sus hijos”, y esto es lo que su trabajo trata de evitar.

SEGUNDA PONENCIA – ANTONIO RODRÍGUEZ ALMODÓVAR – LOS ARQUETIPOS DEL CUENTO POPULAR
Antonio Rodríguez Almodóvar es Investigador, escritor y académico correspondiente de la Real Academia Española. Bajo el título ‘Los arquetipos del cuento popular’, su ponencia pretende recordarnos cómo un cuento puede seguir siendo él mismo independientemente de cuantas sean las versiones, cuál sea su dispersión geográfica, idiomática, y cómo lo que subyace a un esquema o una columna vertebral que rellenamos cada vez que contamos, es lo que se denomina académicamente arquetipo.
Sin caer en un esencialismo místico jungiano, Rodríguez se embarca en un viaje teórico para definir su concepto de arquetipo, un viaje que comenzó con su primera grabación de narrativa oral en 1977 en Carmona, Sevilla, donde una campesina iletrada le contó la historia maravillosa de juan el oso. Juan el oso, Juan el fuerte, muestran según Rodríguez una especie de redención del salvaje, lo rural y el oso a través de un relato de origen, según Rodríguez, protoindoeuropeo. Este cuento, narrado por una mujer que no sabia leer ni escribir, se encontraría relacionado con historias presentes en el Rig-Veda, concomitaría con elementos mitológicos griegos, y es un proto cuento de Ulises, nieto del oso, o Hércules. “Es una materia compleja, pero asequible mediante procedimientos reconstructivos” afirma.

Rodríguez proclama no pertenecer a esa escuela historicista que buscaba el origen exacto del relato, una obsesión decimonónica hoy convertida en tabú. Por ello, reconoce que tras Juan el Oso existe ya una especie de patrimonialidad universal similar a la que tienen el cuento de Cenicienta o Blancanieves, globalizadas y modificadas por la expansión de la cultura europea de la mano de las alteraciones que supusieron el imperialismo y la literalización de estos mitos en Época Contemporánea.



Esa universalidad, no obstante, no quitaría que, pese al deterioro, las distintas versiones no apunten a un origen primitivo y común. De su labor como recolector de cuentos Rodríguez destaca que con Juan el Oso llegó a tener 40 versiones, pero que en todas ellas encontró que el orden en el que se suceden los episodios estructurales es coherente y repetitivo, que se guarda un orden sucesivo y que, gracias a ello, concluyó que el arquetipo es en realidad un paradigma estructural, un esquema del que cuelgan todas las posibilidades de uso de un repertorio reducido a mínimos.

“Lo que se cuenta pertenece tanto al momento en el que se cuenta como a cualquier otro momento en el que se haya podido contar”, afirma, y de hecho, su arquetipo se encontraría en un espacio abstracto en el que la estructura es tan poderosa que sirve para cualquier ocasión. “El sentido no se puede conocer si no se está en el momento en el que se cuenta el cuento” reconoce, pero la reconstrucción arquetípica es lo que permite al que cuenta el cuento usar un legado reconocible que puede después ser adornado en mayor o menor grado. “El orden en el que las cosas suceden es la clave para todo ello, es lo único que no se puede cambiar. Podrán incluso cambiarse las cosas que suceden, eliminarse algunas, pero guardando siempre el orden”, concluye.

Tras narrar las incorrecciones políticas del pico manchado de heces del Gallo Quirico, o de la marabunta de amigos que se metió en el culito el ‘Medio pollito’, Rodríguez llega al núcleo de la ponencia. “El paradigma funciona cuando dicen, ‘a mí me suena es cuento, pero yo no me lo sabía así’”. Es entonces las variantes se identifican, cuando se puede observar el entorno modifica lo superfluo para adaptarse al contexto sin modificar lo estructural y arquetípico.

A menudo existen mecanismos como secuencias rimada ayuda a memorizar, identificar y entender e imaginar usando las potencias el alma, pero en general, es necesaria la memoria como La imaginación no trabaja sobre el vacío, ni el niño ni muchos adultos tenemos recursos suficientes como para configurar sobre la marcha una historia depurada y que funcione, por eso tendemos a trabajar sobre historias repetidas para formar la estructura básica y cuando la tiene, puede usar el esquema del cuento maravilloso para generar otros, pero según Rodríguez, “nunca hay manera de escapar del esquema”

Tampoco se podría escapar, de acuerdo con Rodríguez, del legado que se vincula a cuentos y leyendas localizados y que han sido desvirtuados en cierto modo en ocasiones arrancando parte del arquetipo al haber limados por la tradición burguesa contemporánea. Tanto las versiones de Perrault sobre Caperucita, (canibalismo ritual) como cenicienta, Blancanieves o el Burrito de Plata (padre incestuoso rechazado por la niña). Hoy día, según Rodríguez estos mensajes “profundísimos “contra el rapto, la violación, el matrimonio concertado, el incesto… y esto se esconde sobre todo en la tradición oral, con un enorme equilibrio entre heroínas y héroes porque se destinan a ambos sexos. Aparecen príncipes encantados y bellos durmientes liberados por damas que se atreven, como contrapesos pasados y olvidados.

Solamente la tradición de las clases ilustradas europeas fue la responsable de marginar esto. Así pues, en la tradición oral habría una descompensación en la que la corrección política esté haciendo peligrar también los restos de los arquetipos a través de la desvirtuación de cuentos ya desvirtuados previamente. Ante ello, la lección de Rodríguez, es llana y simple. Hemos de evitar convertir lo anecdótico en ideológico. Con coherencia y respeto hemos de respetar los arquetipos y mantener esa esencia simple, compleja y maleable que permite a través de la narración lograr la catarsis.



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